Clásicos del siglo XIX, del XX y quizás del XXI. Autores recuperados y nuevos que sacuden al lector que se acerca a sus páginas. Personajes que rompen con las costumbre, que se interrogan el mundo en el que viven y luchan por salir de su rutina. Historias que nos representan, nos enfrentan a nosotros mismos y nos ilusionan con otros mundos.
«La edad de la inocencia» de Edith Wharton (Tusquets Editores). Ha pasado un siglo desde su publicación, pero esta novela sigue manteniendo la fuerza y visión que su autora le imprimió, haciendo que a pesar del tiempo transcurrido siga resultando actual. Por la belleza, riqueza y hondura con que describe, califica y explica la banalidad y la complicación del mundo en el que se adentra. Y por el retrato que realiza de la alta sociedad neoyorkina de 1870, del inmovilismo de sus costumbres, de la desigualdad entre hombres y mujeres, y de la hipocresía y el cinismo tras todo ello.
“Carol” de Patricia Highsmith (Editorial Anagrama). Prosa rica y ágil que transita por las emociones que conforman una relación desde su momento inicial, a la par que se hace eco de los prejuicios y la ignorancia de la difícil sociedad de su tiempo sin caer en dramas ni épicas. Narración que combina acción y reflexión, evolucionando de la confusión a la certeza y profundizando en la simbiosis de la atracción, el deseo y el amor.
“Otra vida por vivir” de Theodor Kallifatides (Galaxia Gutenberg). Ensayo, reflexión y auto ficción sobre la evolución de las democracias occidentales en las últimas décadas, así como sobre qué supone ser inmigrante en Suecia y emigrante en Grecia. La identidad individual y el encaje de su autor, ayer y hoy, en la sociedad y cultura en que nació y en aquella que le acogió. Una prosa sencilla y sosegada, sobre el peso de la vida y las vías de la inspiración, que envuelve a su lector en sus atmósferas, emociones y estados del alma.
“Siempre hemos vivido en el castillo” de Shirley Jackson (Ediciones Minúscula). Una historia con dos niveles. Una superficie ordenada y costumbrista y un segundo plano dominado por un desequilibrio difícil de concretar y definir. Terror tan fino y limpio que resulta imposible enfrentarse a él, aumentado por una formalidad literaria que se mantiene impasible ante el devenir de los acontecimientos, fiel al espíritu y el universo interior del personaje narrador.
“La plaza del Diamante” de Mercè Rodoreda (Pocket Edhasa). Novela aparentemente pequeña, limitada a la sencillez y la humildad de su protagonista, pero grande por la transparencia e intuición con que a través de ella se es testigo de un mundo y de una concepción de la vida y de las relaciones de la que somos hijos. Completa simbiosis entre la mirada y el tono del personaje con la expresión y la construcción literaria de su autora.
“Tracy Flick nunca gana” de Tom Perrotta (Libros del Asteroide). Una novela de perdedores, de gente que lucha para no dejarse arrastrar por la derrota. Otro título ácido, crítico y esperpéntico de su autor en el que retrata a la clase media de su país, atrapada por la pesadilla del sueño americano. Un sistema en el que todo individuo está condenado a la neurosis por ser una simbiosis de héroe potencial e inepto no reconocido, referente que seguir y ejemplo a criticar.
“En la boca del lobo” de Elvira Lindo (Editorial Seix Barral). De la mente de una niña de once años a tomar vuelo con una narración que sintetiza cómo hemos evolucionado en menos de medio siglo. Retratos psicológicos y anímicos, duplicidades que recuerdan el realismo mágico y una capacidad exquisita para sumergirse en la abstracción del dolor señalando causas y consecuencias sin necesidad de apuntar culpables.
“Los últimos románticos” de Txani Rodríguez (Editorial Seix Barral). Autorretrato de una existencia en modo automático, de un relato nuclear que disecciona las múltiples capas del pensamiento y la actuación de su protagonista. Prosa fresca en su propósito, ágil en su lectura y transparente en su manera de mostrar, a la par que aguda y certera en su visión social del lugar y tiempo en el que transcurre.
«La mala costumbre» de Alana S. Portero (Editorial Seix Barral). Novela y testimonio. Relato y retrato de una ciudad y una sociedad, de una realidad y de una persona. Lectura con la que imaginar y conocer. Una protagonista a la que escuchar y comprender. Páginas en las que dejarse imbuir por la verdad de su autora, un interior desnudo y una vivencia con la que es imposible no empatizar.
«La lluvia amarilla» de Julio Llamazares (Editorial Seix Barral). Monólogo escrito desde el silencio de la soledad y la plenitud de aquel que es consciente del vacío de su interior. Prosa intimista que más que narración resulta poesía libre cargada de sensibilidad. Relato sobre los recuerdos que nos deja el paso del tiempo, del amor que nos hace humanos y de la muerte que a todos nos espera.