Archivo de la etiqueta: EE.UU.

“Civil war”, podría ser verdad

Alex Garland escribe y dirige una historia potente y verosímil sobre lo que supondría vernos inmersos en una guerra fratricida. No entra en las causas y los fines de los combatientes, solo expone sus consecuencia: la barbarie y el salvajismo. Y lo muestra adoptando un interesante punto de vista, el de quienes pretende dejar testimonio, resaltando así el papel y el valor del periodismo.

Nuestro deber es documentar y dejar que sean otros los que hagan las preguntas”, esa es la línea de diálogo clave en el guión de Civil war. El comentario sencillo, pero rotundo y clarificador, que en una de las primeras secuencias le hace Lee a Jessie, una sólida y convincente Kirsten Dunst a una pujante y resuelta Cailee Spaeny.

Ese el propósito de toda la película, agitar nuestra conciencia. La actualidad ha llegado a un punto en el que concebimos que hordas como las que asaltaron el Capitolio de Washington el 6 de enero de 2021 podrían derivar en una guerra de todos contra todos, en el que la anarquía y el asesinato sean la norma, la muerte y la destrucción el objetivo final.

Suposición a partir de la cual Garland imagina un grupo de cuatro periodistas que parten de Nueva York hacia la capital norteamericana con la intención de conseguir la primicia de una entrevista con el presidente de los EE.UU., atrincherado en la Casablanca. Civil war resulta no es solo una distopía, un thriller y una película bélica, sino también una road movie que viaja mostrándonos a dónde nos puede llevar la brutalidad cuando desaparecen el civismo y el imperio de la ley. La venganza y la crueldad, los fusilamientos y las fosas comunes, el exterminio y la completa deshumanización de lo que antes habían sido comunidades concebidas desde el diálogo y para la convivencia.   

Haciéndolo a través de la cámara de los fotorreporteros, la cinta resulta aún más creíble en su ánimo por mostrar la posible realidad. El deber del periodista es observar y mostrar, saber mediar recogiendo cuantos elementos intervienen y forman ese instante o episodio que sintetiza con objetividad en una imagen, un clip de vídeo o una crónica. Aunque siempre con esa endeble y sutil línea roja que de un lado dice que no se debe intervenir ni tomar partido en ella, y en el otro sitúa la subjetividad de las emociones y el compromiso con valores como los derechos humanos, así como la relación, cercanía y distancia, entre vocación y experiencia.

Un punto de vista aplicado muy correctamente a una sucesión de avatares lógicos y posibles que se viven desde la butaca con curiosidad e intriga por conseguir que nos identifiquemos con sus protagonistas. Con tensión y ritmo por el dinamismo de su narración. Con estupefacción y miedo en los pasajes en los que el horror físico y psicológico es justificadamente explícito. Con alucinación y asombro por el espectáculo visual que aúna una postproducción sobrada de intervención digital, una banda sonora concebida para significar lo que no muestra la pantalla y un elenco actoral que, a pesar de todo, consiguen que en Civil war tenga cabida la esperanza. Tomémosla como una advertencia más que como una premonición.

«Los hijos» de Gay Talese

Dos siglos de la historia de Italia y de una familia originaria del sur, la del autor, que acabó echando raíces en el este norteamericano. Un ejercicio de investigación para conocer y comprender cómo los grandes acontecimientos políticos, militares y sociales afectaron a la manera de vivir, a las motivaciones y al devenir de las distintas generaciones que le precedieron. Una excepcional síntesis en forma de novela de “no ficción” que une de manera admirable todas las dimensiones, acontecimientos y personas que transitan por sus páginas.

LosHijos.jpg

Desde que la región de Nápoles estaba gobernada por los Borbones hasta el conflicto que muchos italianos nacionalizados estadounidenses vivieron durante la II Guerra Mundial cuando vieron cómo sus padres, hermanos o primos residentes en el viejo continente formaban parte de las tropas del otro bando. Gay Talese firma una obra que demuestra que el mundo no está formado por departamentos estancos sino por personas que nos movemos de unos lugares a otros formando un triángulo –peculiar unas veces, complicado otras- de mestizaje, diálogo con los modos y maneras locales y fidelidad a los valores y costumbres en que fuimos criados.

Su narración se remonta hasta las últimas décadas del siglo XVIII para explicarnos cómo se ganaban la vida sus antecesores en Maida trabajando la tierra y practicando el comercio siendo parte del Reino de las Dos Sicilias, territorio gobernado por la rama española de los Borbones. Posteriormente el Risorgimento les integró en 1861 en el Reino de Italia, un estado que convertiría a sus conciudadanos del sur en pagadores de impuestos, mano de obra barata obligada a emigrar y soldados sin formación ni motivación en grandes conflictos como la I y la II Guerra Mundial.  Muchos de ellos optaron por marchar a EE.UU., como lo hizo Joseph Talese, que acabaría estableciéndose como sastre en Ocean City (Nueva Jersey), ciudad en la que en 1932 nacería su hijo Gay, el periodista y escritor de esta novela y de otras como Honrarás a tu padre.

Los hijos cuenta con pasajes en los que se explica con gran claridad acontecimientos históricos como las guerras contra Napoleón, la figura de Garibaldi, el desarrollo industrial de la costa este estadounidense a finales del siglo XIX y principios del XX, el clima político de Italia en la década de 1920, el ascenso al poder de Mussolini o cómo el ejército americano se apoyó en la Mafia para hacerse con el control de Sicilia en julio de 1943.

Estos episodios sirven para enmarcar la manera de vivir en cada época en la localidad de la que proceden los Talese –o en las que se instalarán posteriormente-, cómo se gestionaban las explotaciones agrícolas y ganaderas, el papel de los padres a la hora de casar a sus hijos, la omnipresencia de la religión, las maneras de vestir o los hábitos sociales a la hora de relacionarse. También el día a día de entrenamiento, lucha, victoria agridulce o amarga derrota de los que se vieron obligados a combatir durante la Gran Guerra. O la manera en que los que emigraron se hicieron su lugar en París o en la costa este, al albor del desarrollo industrial de localidades como Ambler o de las oportunidades de grandes urbes como Filadelfia o Nueva York.

Una complejidad que Talese expone con gran claridad narrativa, compaginando el relato de las personas que forman su árbol genealógico, la descripción del entorno en el que se encuentran y el análisis de las circunstancias que les tocaron vivir. Un brillante crónica familiar y un fantástico ejercicio de literatura de no ficción.

Los hijos, Gay Talese, 1992 (2014 en español), Alfaguara.

10 montajes teatrales de 2021

Obras nuevas y otras vistas tiempo después de que fueran estrenadas. Denuncia política, retrato social y revisión histórica. Producciones financiadas por instituciones públicas y otras como resultado de la iniciativa privada. Realismo y misticismo, diversión y dramatismo, monólogos y representaciones corales.

«Manning» (Umbral de Primavera). Una década después de que este apellido comenzara a sonar en los medios de comunicación por filtrar documentos que revelaban la cara oculta de la actuación militar de EE.UU. en Irak y Afganistán, podemos conocer su vida a través de este monólogo.

«Cluster» (ex límite). una constelación de constelaciones. Perfecta, pero no como resultado de esa unión, sino porque cada uno de esos microcosmos ya era redondo antes de integrarse en el entramado resultante.

«Estado B. Kitchen / Ruz – Barcenas» (Teatro del Barrio). La sobriedad de la puesta en escena y la rotundidad de las interpretaciones dobles de Pedro Casablanc y Manolo Solo dejan claro que la máxima de la dirección de Alberto San Juan es análoga a la objetividad periodística. 

«Descendimiento» (Teatro de la Abadía). La pintura, la poesía y el movimiento. La imagen estática, la palabra escrita y pronunciada y el cuerpo desplegado sobre el escenario. Tres lenguajes, tres medios que confluyen para crear algo que ya son cada uno de ellos por separado, y que juntos son más, arte.

«Shock 2. La Tormenta y la Guerra» (Centro Dramático Nacional). Un puzle de mil piezas que Boronat y Lima han diseñado tan bien sobre el papel que la materialización en escena dirigida por Andrés está a caballo entre lo continuamente fluido y lo casi perfecto.

«Sucia» (Teatro de la Abadía). Bàrbara Mestanza nos sitúa con valentía y claridad frente a la realidad de los abusos sexuales. Un relato en primera persona sobre aquello a lo que menos atención prestamos, a cómo se sintió la víctima cuando la violentaban, cómo convivió en silencio con aquel dolor y cómo fue el proceso de darlo a conocer.

«Una noche sin luna» (Teatro Español). Un texto redondo, una interpretación espléndida y una dirección extraordinaria de Sergio Peris-Menchetta que materializa con inteligencia y sensibilidad la profundidad, capacidad y múltiple expresividad del doble trabajo de Juan Diego Botto. 

«El bar que se tragó a todos los españoles» (Centro Dramático Nacional). Alfredo Sanzol cuenta que su texto está basado e inspirado en su padre. Hay verdad y ficción en lo que nos expone. Drama, comedia, costumbrismo y delirio hilarante. Del pequeño pueblo navarro de San Martín de Unx a Roma pasando por Texas, San Francisco y Madrid.

«N.E.V.E.R.M.O.R.E.» (Centro Dramático Nacional). Una original y trabajada propuesta escrita y dirigida por Xron, con la que el Grupo Chévere nos retrotrae tanto al inicio de la pandemia del covid como al desastre del Prestige veinte años atrás.

«Los remedios» (Teatro Lara). Acción y texto. Vida y actuación. Da igual si lo que relatan sucedió o no tal y como lo representan. Lo importante es que pudo ocurrir así porque suena a sentido y hecho con el corazón, y montado para ser captado y procesado desde ahí.

10 ensayos de 2021

Reflexión, análisis y testimonio. Sobre el modo en que vivimos hoy en día, los procesos creativos de algunos autores y la conformación del panorama político y social. Premios Nobel, autores consagrados e historiadores reconocidos por todos. Títulos recientes y clásicos del pensamiento.

“La sociedad de la transparencia” de Byung-Chul Han. ¿Somos conscientes de lo que implica este principio de actuación tanto en la esfera pública como en la privada? ¿Estamos dispuestos a asumirlo? ¿Cuáles son sus beneficios y sus riesgos?  ¿Debe tener unos límites? ¿Hemos alcanzado ya ese estadio y no somos conscientes de ello? Este breve, claro y bien expuesto ensayo disecciona nuestro actual modelo de sociedad intentando dar respuesta a estas y a otras interrogantes que debiéramos plantearnos cada día.

“Cultura, culturas y Constitución” de Jesús Prieto de Pedro. Sea como nombre o como adjetivo, en singular o en plural, este término aparece hasta catorce veces en la redacción de nuestra Carta Magna. ¿Qué significado tiene y qué hay tras cada una de esas menciones? ¿Qué papel ocupa en la Ley Fundamental de nuestro Estado de Derecho? Este bien fundamentado ensayo jurídico ayuda a entenderlo gracias a la claridad expositiva y relacional de su análisis.

“Voces de Chernóbil” de Svetlana Alexévich. El previo, el durante y las terribles consecuencias de lo que sucedió aquella madrugada del 26 de abril de 1986 ha sido analizado desde múltiples puntos de vista. Pero la mayoría de esos informes no han considerado a los millares de personas anónimas que vivían en la zona afectada, a los que trabajaron sin descanso para mitigar los efectos de la explosión. Individuos, familias y vecinos engañados, manipulados y amenazados por un sistema ideológico, político y militar que decidió que no existían.

«De qué hablo cuando hablo de correr» de Haruki Murakami. “Escritor (y corredor)” es lo que le gustaría a Murakami que dijera su epitafio cuando llegue el momento de yacer bajo él. Le definiría muy bien. Su talento para la literatura está más que demostrado en sus muchos títulos, sus logros en la segunda dedicación quedan reflejados en este. Un excelente ejercicio de reflexión en el que expone cómo escritura y deporte marcan tanto su personalidad como su biografía, dándole a ambas sentido y coherencia.

“¿Qué es la política?” de Hannah Arendt. Pregunta de tan amplio enfoque como de difícil respuesta, pero siempre presente. Por eso no está de más volver a las reflexiones y planteamientos de esta famosa pensadora, redactadas a mediados del s. XX tras el horror que había vivido el mundo como resultado de la megalomanía de unos pocos, el totalitarismo del que se valieron para imponer sus ideales y la destrucción generada por las aplicaciones bélicas del desarrollo tecnológico.

“Identidad” de Francis Fukuyama. Polarización, populismo, extremismo y nacionalismo son algunos de los términos habituales que escuchamos desde hace tiempo cuando observamos la actualidad política. Sobre todo si nos adentramos en las coordenadas mediáticas y digitales que parecen haberse convertido en el ágora de lo público en detrimento de los lugares tradicionales. Tras todo ello, la necesidad de reivindicarse ensalzando una identidad más frentista que definitoria con fines dudosamente democráticos.

“El ocaso de la democracia” de Anne Applebaum. La Historia no es una narración lineal como habíamos creído. Es más, puede incluso repetirse como parece que estamos viviendo. ¿Qué ha hecho que después del horror bélico de décadas atrás volvamos a escuchar discursos similares a los que precedieron a aquel desastre? Este ensayo acude a la psicología, a la constatación de la complacencia institucional y a las evidencias de manipulación orquestada para darnos respuesta.

“Guerra y paz en el siglo XXI” de Eric Hobsbawm. Nueve breves ensayos y transcripciones de conferencias datados entre los años 2000 y 2006 en los que este historiador explica cómo la transformación que el mundo inició en 1989 con la caída del muro de Berlín y la posterior desintegración de la URSS no estaba dando lugar a los resultados esperados. Una mirada atrás que demuestra -constatando lo sucedido desde entonces- que hay pensadores que son capaces de dilucidar, argumentar y exponer hacia dónde vamos.

“La muerte del artista” de William Deresiewicz. Los escritores, músicos, pintores y cineastas también tienen que llegar a final de mes. Pero las circunstancias actuales no se lo ponen nada fácil. La mayor parte de la sociedad da por hecho el casi todo gratis que han traído internet, las redes sociales y la piratería. Los estudios universitarios adolecen de estar coordinados con la realidad que se encontrarán los que decidan formarse en este sistema. Y qué decir del coste de la vida en las ciudades en que bulle la escena artística.

«Algo va mal» de Tony Judt. Han pasado diez años desde que leyéramos por primera vez este análisis de la realidad social, política y económica del mundo occidental. Un diagnóstico certero de la desigualdad generada por tres décadas de un imperante y arrollador neoliberalismo y una silente y desorientada socialdemocracia. Una redacción inteligente, profunda y argumentada que advirtió sobre lo que estaba ocurriendo y dio en el blanco con sus posibles consecuencias.

«Algo va mal» de Tony Judt

Han pasado diez años desde que leyéramos por primera vez este análisis de la realidad social, política y económica del mundo occidental. Un diagnóstico certero de la desigualdad generada por tres décadas de un imperante y arrollador neoliberalismo y una silente y desorientada socialdemocracia. Una redacción inteligente, profunda y argumentada que advirtió sobre lo que estaba ocurriendo y dio en el blanco con sus posibles consecuencias.

La crisis económica y financiera de 2008 se llevó por delante a una parte de la clase media del mundo occidental. Curiosamente, los que disfrutaban de situaciones más sólidas apenas se vieron perjudicados. Es más, se enriquecieron, tal y como ha vuelto a ocurrir en los últimos meses. En una configuración del mundo en la que todo se mide única y exclusivamente por lo económico, esto les situó en la posición de ganadores. Doblemente, porque las cifras de sus cuentas de ahorro les permiten acceder a unos servicios a los que otros no tienen acceso, como son una sanidad o una educación de calidad prestada por operadores privados. Mientras tanto, la sanidad y educación facilitada por las administraciones públicas se han visto depauperadas y si la tendencia sigue así, llegará el día en que no serán ni la sombra de lo que fueron ni de lo que pudieron llegar a ser.

Ahora que parece que estamos dejando atrás la pandemia del covid, no está de más recordar lo que el también autor de Pensar el siglo XX nos contaba sobre los estragos que generó el egoísmo individualista y el arrinconamiento de la colectividad que supone la figura del Estado. Una situación cuyo inicio se remonta a los gobiernos de Margaret Thatcher y Ronald Reagan y su apuesta por las privatizaciones, que se consolida con la caída del muro de Berlín y la reducción de las ayudas públicas y toma velocidad de crucero con la globalización. Algunos creían que esta progresión se iba a corregir con la caída de Lehman Brothers, pero visto lo visto, no hay duda alguna de que se ha prolongado hasta nuestros días. Las medidas que la mayor parte de los gobiernos nacionales e instituciones supranacionales implementaron hace una década solo sirvieron para hacer aún más débil y dependiente a quien no tuviera más recursos que a sí mismo.  

Cierto es que el mundo es ahora mucho más rico que décadas atrás, pero desde finales de los años 70 las desigualdades entre acaudalados y necesitados han aumentado, los salarios de los primeros multiplican obscenamente los de los segundos. Resultado de un neoliberalismo que de liberalismo ha tenido bien poco. Su máxima ha sido la ley del más fuerte y servirse de los elementos de la democracia, de todo aquello que nos une. Más para controlarnos (invirtiendo en defensa, seguridad…) que para hacernos progresar (cultura, pensiones, transporte…).

Una apisonadora frente a la que la socialdemocracia, que gobernó buena parte de Europa durante décadas tras la II Guerra Mundial y que inspiró el New Deal que consolidó a EE.UU. como primera potencia del mundo, no ha sabido articular un discurso sólido y con visión de futuro. Arrastrada por sus errores, por la concreción de sus debates -más sobre cuestiones acotadas a determinados grupos sociales que sobre su conjunto-, su desorientación ideológica tras la caída del comunismo y por el aburguesamiento de sus líderes, no solo no se ha identificado como alternativa, sino que tampoco ha actuado como muro de contención.

De esta manera se dejaba completamente atrás el acuerdo, la entente y la convicción que surgió tras 1945 de que la creación de riqueza económica tiene que ir acompañada obligatoriamente de búsqueda de la igualdad social y de que el papel del Estado es hacer que así ocurra (redistribuyendo adecuadamente lo recaudado vía impuestos). Curioso que los que más han apostado por la globalización -señalando que son los mercados los que nos han de gobernar y no las administraciones públicas- ejemplificaban al tiempo un estilo de vida representativo del más absoluto individualismo; o que hayan seguido predicando la eficiencia y productividad del sector privado mientras clamaban el rescate público de sus bancarrotas (he ahí los miles de millones entregados para salvar de la ruina a constructoras de autopistas y entidades financieras).

Pero más allá de su aguda mirada al pasado, el valor extra que tiene Algo va mal leído hoy es su previsión de hacia dónde consideraba Tony Judt que íbamos en 2010. Un panorama en el que buena parte de la clase media se entregaría al discurso populista y nacionalista de la ultraderecha en la creencia de que ahí encontraría el apoyo y la solución al abandono sufrido por las instituciones y la clase política. Un vaciamiento de buena parte de la geografía rural como consecuencia de la descuidada e ineficaz gestión de las redes de comunicación. O la insatisfacción de una juventud educada bajo la creencia de que iba a vivir mejor que sus padres, pudiéndose dedicar a aquello para lo que se estaban formando y encontrándose años después, si acaso, con salarios mínimos a la sombra de aquellos que habían contado con fondos para pagarse una prestigiosa escuela de negocios y oportunidades gracias a su restringida red de contactos.

¿Hemos aprendido de los errores? ¿Están dispuestos a ceder los que se han beneficiado de la injusticia? ¿Se harán escuchar los perjudicados? ¿Tendrá nuestra clase política la honestidad, arrojo y valor suficiente para ponerle fin a esta situación?

Algo va mal, Tony Judt, 2010, Editorial Taurus.

“11-S: Así se vivió en la Casa Blanca”

Han pasado veinte años de aquel día en el que todos recordamos dónde estábamos y cómo nos sentimos al enterarnos de que un avión se había estrellado contra una de las torres del World Trade Center de Nueva York. Desde entonces hemos escuchado la cronología de los acontecimientos una y otra vez, así como múltiples hipótesis sobre cómo lo vivieron quienes debían tomar las decisiones más importantes. Quizás no sea toda la verdad, pero este documental de Apple TV sí ofrece una respuesta convincente.

Hasta aquella fatídica jornada, quien fuera a esperarte en cualquier ciudad de EE.UU. a la terminal de vuelos nacionales podía recogerte en la misma puerta por la que desembarcabas. Eso cambió. Una vez que se restableció el tráfico aéreo días después del 11-S, las terminales aeroportuarias se convirtieron en recintos tan restringidos como monitorizados. Cuanto tiene que ver con la seguridad dejó de ser igual. Entre medias una sensación difícil de describir, de que todo se tambaleaba, de una incertidumbre para la que no teníamos referentes ni recursos a los que asirnos. Algo que no nos ocurrió solo a los mortales que seguíamos la realidad a través de los medios de comunicación, sino también a aquellos con el deber legal y moral de decidir qué y cómo hacer.

George W. Bush era el Presidente de la nación más poderosa del planeta, todas las miradas estaban pendientes de él, así que nadie mejor que él mismo para contar cómo vivió aquella jornada, qué pasó por su mente y cómo fue formándose una imagen de lo que estaba ocurriendo –“el primer avión fue un accidente, el segundo fue un ataque y el tercero una declaración de guerra”- para, tanto con el equipo que le acompañaba como con el que estaba a distancia, comenzar a tomar decisiones. Adam Wishart lo hace combinando lo retransmitido por los medios de comunicación, entrevistas al 43 Presidente de los EE.UU. y a distintas personas de su gabinete, así como con un material especialmente valioso, las fotografías con que su personal de prensa dejó documentadas aquellas frenéticas horas.

El resultado es un equilibrado trabajo por lo bien manejadas que están cada una de sus piezas. La videoteca es explícita pero no escabrosa. Los testimonios personales son claros, no van más allá del discurso institucional o corporativo, pero no eluden la incomprensión de lo que estaba ocurriendo ni la impotencia al no disponer de los protocolos adecuados ni los medios necesarios para hacerle frente -ni siquiera a nivel técnico para la correcta coordinación del gabinete de crisis-. Y la edición conseguida en la mesa de montaje es la apropiada. Secuencias más rápidas en los pasajes en que se coinciden varias líneas narrativas y ritmo pausado en los que la pesadumbre y la falta de información se adueñaba de la atmósfera. Ni un silencio innecesario, ni una mirada prolongada de más, ni un acorde estresante en su banda sonora. Y un diseño de producción, sobre todo en lo referente a los recursos gráficos, que estructura la información y le saca el máximo provecho a la imagen fija.

Y sobre todo, 11-S: Así se vivió en la Casa Blanca es fiel a su propósito. Su desarrollo va desde las 8:48, hora en que el vuelo AA11 Boston-Los Ángeles se estrelló contra la torre norte del World Trade Center, hasta las 20:30, momento en el que George W. Bush se dirigió por televisión a la nación desde el despacho oval de la Casa Blanca. No entra en el antes y solo da dos pinceladas de la respuesta del después, algo sobre lo que tenemos otros muchos trabajos a los que acudir para conocer cómo se argumentó, formuló y gestionó.

“Guerra y paz en el siglo XXI” de Eric Hobsbawn

Nueve breves ensayos y transcripciones de conferencias datados entre los años 2000 y 2006 en los que este historiador explica cómo la transformación que el mundo inició en 1989 con la caída del muro de Berlín y la posterior desintegración de la URSS no estaba dando lugar a los resultados esperados. Una mirada atrás que demuestra -constatando lo sucedido desde entonces- que hay pensadores que son capaces de dilucidar, argumentar y exponer hacia dónde vamos.  

Todos recordamos dónde estábamos el 11 de septiembre de 2001. Aquella jornada fue un punto de inflexión en la vida de muchas personas, aunque según Hobsbawm (Alejandría, 1917-Londres, 2012) no debiéramos considerarlo un momento histórico en los términos en que se transmitió inicialmente. Fue la muestra de un terrorismo que alcanzaba formas y resultados hasta entonces inimaginables, pero también dejó patente que por muy desestabilizadores que sean sus efectos -como los habían sido los de ETA en España o los del IRA en Reino Unido-, no tienen nada que hacer frente a la fuerza de las democracias liberales gracias a las capacidades de los Estados-nación en que estas se sostienen.

A su juicio, el verdadero peligro para sus instituciones y ciudadanos estaba en la megalomanía de sus dirigentes y su incapacidad o dejadez para no hacer frente a la contradicción de un mundo globalizado tecnológica, financiera y comercialmente, pero que en términos normativos sigue considerando las fronteras territoriales como su primer rasgo definidor. Una combinación paradójica desde que se decidiera resolver las ineficiencias del Estado del Bienestar optando por las máximas del capitalismo, autorregulación y priorización de la cuenta de resultados, sin considerar que hay actores, como las empresas multinacionales, que gracias a su poder son capaces de superar los límites regulatorios.   

Súmese a esto, el haber pasado -como consecuencia del fin de la guerra fría- de un esquema de enfrentamiento entre dos potencias en el tablero internacional, pero que también trajo consigo estabilidad y equilibrio entre los bloques ideológicos que ambas encabezaban, a la hegemonía única de EE.UU. (aunque la actualidad más reciente pone esto en duda). Sin embargo, en lugar de tomar el sendero de la diplomacia para dar continuidad a su liderazgo, los herederos de George Washington optaron por el imperialismo bélico y el militarismo unilateral sin valorar sus consecuencias allí donde dejaba caer sus bombas, rompiendo la entente existente desde hacía décadas de no intervención directa en el territorio de otro país. He ahí lo sucedido en Afganistán o Irak, utilizando excusas que se sabían falsas (las armas de destrucción masiva) o prostituyendo el lenguaje (guerra contra el terror, defensa de nuestro estilo de vida).

Actuación similar a la ejercida por otros países del bloque occidental (como Reino Unido) dentro de sus fronteras, dejando en manos del sector privado mucho de aquello en lo que se había basado el papel y sentido del estado (ej. sanidad, educación y seguridad), reduciendo así la sensación de pertenecer a una sociedad formada por personas con intereses comunes y generando nuevas brechas de desigualdad que, tal y como evidenció la crisis de 2008, no han hecho más que incrementarse. Sin olvidar que esto ha incentivado un individualismo que encuentra su aliado en el nacionalismo, no como manera de crear comunidad, sino de buscar a un diferente entre los propios y de señalar al llegado de fuera para culparle de sus insatisfacciones e ineficacias. El ascenso de los discursos (homófobos y xenófobos) y resultados electorales de opciones de ultraderecha dejan claro que Hobsbawn no estaba nada desacertado.

El mundo sigue cambiando a velocidad de vértigo, nadie sabemos a ciencia cierta hacia dónde ni cómo hay que actuar para que lo haga en la dirección correcta y se vean favorecidas el mayor número de personas posibles, cada una en la manera más adecuada a sus coordenadas de origen y a su visión de futuro. Guerra y paz en el siglo XXI no propone soluciones, no las tiene, pero sí demuestra que hay historiadores que son capaces de ver cuáles son las variables a tener en cuenta y la manera en que no se han de aplicar, que no es poco.

Guerra y paz en el siglo XXI, Eric Hobsbawn, 2007, Editorial Booket.

«De qué hablo cuando hablo de correr» de Haruki Murakami

“Escritor (y corredor)” es lo que le gustaría a Murakami que dijera su epitafio cuando llegue el momento de yacer bajo él. Le definiría muy bien. Su talento para la literatura está más que demostrado en sus muchos títulos, sus logros en la segunda dedicación quedan reflejados en este. Un excelente ejercicio de reflexión en el que expone cómo escritura y deporte marcan tanto su personalidad como su biografía, dándole a ambas sentido y coherencia.

Comencé a leer este libro por el buen sabor de boca que me han dejado la mayor parte de los Murakami (Kioto, 1949) que he leído hasta la fecha (1Q84, Kafka en la orilla, Tokyo blues…) y también porque soy corredor habitual desde hace más de veinte años y de vez en cuando me pregunto por qué y para qué me calzo las deportivas nada más despertar. Una lucha entre la pereza inicial y la satisfacción posterior que por el momento -y tres veces a la semana durante una hora y doce kilómetros- sigue ganando la segunda de esas dos fuerzas que habitan en algún hondo lugar de mi persona.

Pero lo de Haruki es mucho más, como novelista es un superventas y su nombre suena una y otra vez como candidato al Premio Nobel de Literatura, y como corredor acumula ya muchos maratones y triatlones a sus espaldas (a su lado yo no soy nadie, tan solo dos medias maratones). Para él correr no es solo una muestra de un estilo de vida saludable, es también parte de una filosofía existencial con la que le da equilibrio a su día a día. Como si el estar con los pies en la tierra que conlleva el correr compensara el vuelo de su imaginación en su faceta laboral, en su tarea como escritor. Tal y como relata, su manera de ser y estar en el mundo desde principios de los 80 está basada en la unión y comunicación entre ambas prácticas, habiendo entre ellas una relación de espejo, refuerzo y alivio al basarse en pilares comunes como la técnica, la constancia y la consciencia.

Así es como lo expone volviendo a su juventud y a las insanas costumbres -fumar, trasnochar, alimentación desequilibrada- que practicó mientras fue empresario y barman hasta que la escritura se fue haciendo presente en su vida y llegado el momento, decidió junto con su mujer, dejarlo todo para intentar una actividad en la que ha conseguido unos logros por los que hoy es sobradamente conocido. A partir de ahí, y aunque se centra más en cómo piensa y actúa cuando se anuda las zapatillas que cuando se pone manos a la obra frente al folio en blanco, deja ver con claridad cómo se percibe, analiza e interroga a sí mismo, observándose desde fuera, pero también sintiéndose resonar desde dentro.

Puntos de vista que en las páginas de este volumen -recordando entrenamientos, preparaciones y carreras, éxitos y fracasos, en Grecia, Japón y EE.UU.- no resultan opuestos, tampoco complementarios, sino más que eso. Están compaginados e intrincados, pero también separados y diferenciados. Con esa habilidad tan exquisita y delicada, pero a la par sencilla, honesta y fácilmente comprensible con que Murakami es capaz de exponer y sintetizar -tanto por separado, como conjuntamente- hechos, pensamientos, sensaciones y emociones.

De qué hablo cuando hablo de correr, Haruki Murakami, 2007, Tusquets Editores.

¿Quién es «Manning»?

Una década después de que este apellido comenzara a sonar en los medios de comunicación por filtrar documentos que revelaban la cara oculta de la actuación militar de EE.UU. en Irak y Afganistán, podemos conocer su vida a través de este monólogo. Un texto que sintetiza acertadamente los diferentes planos de su biografía, una interpretación que exterioriza cada uno de los matices de su sentir y una dirección que acierta en el ritmo que le da a su relato.

La historia de Estados Unidos no es la nuestra, aunque a veces lo parezca por su capacidad para marcar la agenda política global y los titulares mediáticos que seguimos cada día. Pero como con tantas otras cosas, no profundizamos en lo que vemos y escuchamos, no indagamos en qué hay tras ello. Manning es un ejemplo de todo lo contrario por sus varios niveles. El primero, los hechos tal cuales, el qué, el cómo, el cuándo y el dónde. El segundo, el porqué de su protagonista, su motivación. El tercero, la génesis, las decisiones y acciones que le han llevado hasta ahí.

Lo que ocurre sobre el escenario parece haberse construido de igual manera. La base está en una escritura que suena sencilla, pero que por eso mismo denota estar muy bien trabajada. Deduzco una labor de documentación más o menos ardua hasta sentir que se tenía la información necesaria y suficientemente pulida para trazar la línea de vida de Bradley Manning que se inicia con su nacimiento en 1987 en Oklahoma. Sobre esta confluyen otras muchas influenciándola, afectándola y alterándola. La violencia de sus padres y el refugio de su hermana, el acoso en el entorno escolar, la obligación de ser autosuficiente, la necesidad nunca satisfecha de sentirse querido, lo militar como opción laboral, lo que allí conoció y experimentó, lo que vino después…

Episodios que se suceden, sumándose y entrelazándose, haciendo que la trama biográfica y la construcción psicológica del personaje vayan ganando hondura y complejidad. Pedro Ayose hace que su encarnación de las palabras que él mismo ha escrito suenen como un río que gana caudal y bravura con cada cambio de ritmo. A medida que se suceden los episodios, lo que comparte con su ágil disposición corporal, la versatilidad de su gesto y las variaciones del timbre de su enunciación se va convirtiendo en una difícil pero muy conseguida dualidad. El desesperado esfuerzo por tener una identidad y un propósito combinado con una convulsa manera de relacionarse, pensarse y verse. Existir para sobrevivir como manera de ser y estar en el mundo.

Elementos con los que -junto con una sencilla escenografía, un muy preciso uso de la iluminación, el sonido y las proyecciones, e integrando en la acción los cambios de vestuario- José Martret ensambla una narración visualmente austera, pero con un discurso con múltiples dimensiones perfectamente imbricadas. Lo político y lo individual, lo castrense y lo afectivo, lo bélico y lo identitario, coordenadas unas veces obvias, otras soterradas, de lo que supone el gran logro de este montaje, implicarnos con una sola, frágil y desnuda voz en una historia de múltiples, oscuras y difusas capas.

Manning, en El Umbral de Primavera (Madrid).

10 ensayos de 2020

La autobiografía de una gran pintora y de un cineasta, un repaso a las maneras de relacionarse cuando la sociedad te impide ser libre, análisis de un tiempo histórico de lo más convulso, discursos de un Premio Nobel, reflexiones sobre la autenticidad, la dualidad urbanidad/ruralidad de nuestro país y la masculinidad…

“De puertas adentro” de Amalia Avia. La biografía de esta gran mujer de la pintura realista española de la segunda mitad del siglo XX transcurrió entre el Toledo rural y la urbanidad de Madrid. El primero fue el escenario de episodios familiares durante la etapa más oscura de la reciente historia española, la Guerra Civil y la dictadura. La capital es el lugar en el que desplegó su faceta creativa y la convirtió en el hilo conductor de sus relaciones artísticas, profesionales y sociales.

“Cruising. Historia íntima de un pasatiempo radical” de Alex Espinoza. Desde tiempos inmemoriales la mayor parte de la sociedad ha impedido a los homosexuales vivir su sexualidad con la naturalidad y libertad que procede. Sin embargo, no hay obstáculo insalvable y muchos hombres encontraron la manera de vehicular su deseo corporal y la necesidad afectiva a través de esta práctica tan antigua como actual.  

“Pensar el siglo XX” de Tony Judt. Un ensayo en formato entrevista en el que su autor recuerda su trayectoria personal y profesional durante la segunda mitad del siglo, a la par que repasa en un riguroso y referenciado análisis de las causas que motivaron y las consecuencias que provocaron los acontecimientos más importantes de este tiempo tan convulso.

“La maleta de mi padre” de Orhan Pamuk. El día que recibió el Premio Nobel de Literatura, este autor turco dedicó su intervención a contar cómo su padre le transmitió la vivencia de la escritura y el poder de la literatura, haciendo de él el autor que, tras treinta años de carrera y siete títulos publicados, recibía este preciado galardón en 2006. Un discurso que esta publicación complementa con otros dos de ese mismo año en que explica su relación con el proceso de creación y de lectura.

“El naufragio de las civilizaciones” de Amin Maalouf. Un análisis del estado actual de la humanidad basado en la experiencia personal, profesional e intelectual de su autor. Aunando las vivencias familiares que le llevaron del Líbano a Francia, los acontecimientos de los que ha sido testigo como periodista por todo el mundo árabe, y sus reflexiones como escritor.

“A propósito de nada” de Woody Allen. Tiene razón el neoyorquino cuando dice que lo más interesante de su vida son las personas que han pasado por ella. Pero también es cierto que con la aparición y aportación de todas ellas ha creado un corpus literario y cinematográfica fundamental en nuestro imaginario cultural de las últimas décadas. Un legado que repasa hilvanándolo con su propia versión de determinados episodios personales.

“Lo real y su doble” de Clément Rosset. ¿Cuánta realidad somos capaces de tolerar? ¿Por qué? ¿De qué mecanismos nos valemos para convivir con la ficción que incluimos en nuestras vidas? ¿Qué papel tiene esta ilusión? ¿Cómo se relaciona la verdad en la que habitamos con el espejismo por el que también transitamos?

“La España vacía” de Sergio del Molino. No es solo una descripción de la inmensidad del territorio nacional actualmente despoblado o apenas urbanizado, “Viaje por un país que nunca fue” es también un análisis de los antecedentes de esta situación. De la manera que lo han vivido sus residentes y cómo se les ha tratado desde los centros de poder, y retratado en medios como el cine o la literatura.

“Un hombre de verdad” de Thomas Page McBee. Reflexión sobre qué implica ser un hombre, cómo se ejerce la masculinidad y el modo en que es percibida en nuestro modelo de sociedad. Un ensayo escrito por alguien que no consiguió que su cuerpo fuera fiel a su identidad de género hasta los treinta años y se topa entonces con unos roles, suposiciones y respuestas que no conocía, esperaba o había experimentado antes.

“La caída de Constantinopla 1453” de Steven Runciman. Sobre cómo se fraguó, desarrolló y concluyó la última batalla del imperio bizantino. Los antecedentes políticos, religiosos y militares que tanto desde el lado cristiano como del otomano dieron pie al inicio de una nueva época en el tablero geopolítico de nuestra civilización.