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10 películas de 2022

Ficción española pegada a la realidad, animación estadounidense y títulos europeos que le cogen el pulso a la vida. Propuestas basadas en grandes guiones y plasmadas con variados estilos de narrativa audiovisual. Historias cotidianas y valientes, arriesgadas y disruptivas. Doce meses de muy buen cine.

«Apolo 10 1/2». Los estadounidenses llevan más de treinta años revisando lo sencillos e ingenuos que eran en los años 60 y lo colorido y fascinante que resultaba el “american way of life” en todo su esplendor. Aun así, todavía hay maneras de acercarse a aquel tiempo, identidad y vivencia de una manera original y diferente. Tal y como lo ha hecho Richard Linklater en esta cinta de animación.

«Alcarràs». Carla Simón profundiza en el estilo que ya mostró en “Verano 1993” convirtiendo lo cotidiano, el mimbre de lo que nos une, en lo que marca de principio a fin el contenido, el tono y la evolución de su película. Tras ello, una mirada tranquila y empática guiada por el punto en el que se encuentra lo anodino con lo íntimo y lo invisible con lo obvio, y un trabajo interpretativo en el que brillan todos y cada uno de sus intérpretes.

«Ennio: el maestro». Documental que aúna la admiración por su protagonista y el reconocimiento a su extraordinaria labor en pro del séptimo arte con la excelencia de su dirección y su capacidad de emocionar e implicar al espectador en su propuesta. Material de archivo y entrevistas que repasan, analizan y explican la trayectoria de un genio musical, las peculiaridades de su estilo y los logros con que tanto nos hizo gozar desde la gran pantalla.

«Cinco lobitos». El cine se convierte en un arte cuando una película resulta más que la suma de todos los elementos que la conforman. Eso es lo que ocurre con esta cinta que nos muestra los múltiples prismas de la maternidad y la versatilidad a la que se ven abocadas muchas mujeres como resultado de ésta. Un guión redondo, dos actrices soberbias -Laia Costa y Susi Sánchez- y una dirección tras la cámara sensible e inteligente.

«Vortex». Entras a la sala creyendo que vas a ser testigo de la ancianidad de una pareja, pero comienza la proyección y en lo que te adentras es en el abismo que se abre entre la necesidad de estructurar y comprender y la abstracción y la sinrazón en que consiste la demencia. Edición virtuosa y un guion concebido para llevar a su espectador al extremo de su resistencia psicológica.

«El acusado». El sentido común nos dice que el consentimiento no debiera tener matices legales ni morales, pero la realidad demuestra que sí que los tiene sociales y conductuales. Ahí es donde entra esta película que refleja sobriamente cómo influyen sobre esta cuestión filtros como las diferencias de clase y los modelos familiares. Grandes interpretaciones, un buen guion y una excelente dirección que acierta con su propuesta de atenerse a los hechos y revelar las múltiples paradojas que estos revelan.

«As bestas». Thriller en el que la coacción y la incertidumbre, la paz y la soledad, crean una atmósfera apabullante en la que conviven y se enfrentan lo mejor y lo peor del ser humano. Un guión en el que la tensión de sus silencios y la parquedad de sus personajes son multiplicados por una dirección que los funde con los ritmos, las posibilidades y las paradojas de la naturaleza.

«La maternal». Tras su buen hacer con “Las niñas”, Pilar Palomero suma ahora el de esta cinta en la que sigue fijándose en aquellos a quienes no escuchamos ni consideramos como debiéramos. Los que quedan fuera del sistema por su edad, su falta de recursos y su comportamiento. Personas que merecen la sensibilidad y la seriedad, la escucha y la guía con que ella les muestra en esta ficción en la que deslumbra la mirada, el gesto y el verbo de su protagonista, Carla Quílez.  

«Close». El gran premio del jurado de la última edición del Festival de Cannes se clava en el corazón de sus espectadores con la mirada limpia, el sentir inocente y la conciencia pura de sus protagonistas adolescentes. Una historia que expone con sinceridad, empatía y sensibilidad lo bonito y hermoso que es relacionarse y el poder e influencia que ejercemos sobre los demás, pero también los deberes y riesgos, las consecuencias y aprendizajes que esa vivencia conlleva.

«Mantícora». La sobriedad narrativa del guion de Carlos Vermut se complementa con la mirada aséptica de su dirección y el conjunto de buenas decisiones sobre las que se asienta. Un combo que se amplifica con la hipnótica presencia de Nacho Sánchez dando vida a lo humano y a lo inconcebible, así como a la lucha y a la convivencia dentro de sí entre ambas maneras de ser y estar en el mundo.

10 ensayos de 2022

Arte, periodismo de opinión y de guerra, análisis social desde un punto de vista tecnológico y político. Humanismo, historia y filosofía. Aproximaciones divulgativas y críticas. Visiones novedosas, reportajes apasionados y acercamientos interesantes. Títulos con los que conocer y profundizar, reflexionar y tomar conciencia de realidades y prismas quizás nunca antes contemplados.

“Otra historia del arte” de El Barroquista. Aproximación a la disciplina que combina la claridad de ideas con la explicación didáctica. Ensayo en el que su autor desmonta algunos de sus mitos a la par que da a conocer los principios por los que considera se ha de regir. Una propuesta de diálogo a partir del cambio de impresiones y de la suma de puntos de vista, sin intención alguna de asombrar o imponerse con su acervo académico.

“Arte (in)útil” de Daniel Gasol. Bajo el subtítulo “Sobre cómo el capitalismo desactiva la cultura”, este ensayo expone cómo el funcionamiento del triángulo que conforman instituciones, medios de comunicación y arte es contraproducente para nuestra sociedad. En lugar de estar al servicio de la expresión, la estética y el pensamiento crítico, la creación y la creatividad han sido canibalizadas por el mecanismo de la oferta y la demanda, el espectáculo mediático y la manipulación política.

«La desfachatez intelectual» de Ignacio Sánchez-Cuenca. Hay escritores y ensayistas a los que admiramos por su capacidad para imaginar ficciones e hilar pensamientos originales y diferentes que nos embaucan tanto por su habilidad en el manejo del lenguaje como por la originalidad de sus propuestas. Prestigio que, sin embargo, ensombrecen con sus análisis de la actualidad llenos de subjetividades, sin ánimo de debate y generalidades alejadas de cualquier exhaustividad analítica y validez científica.

“Amor América” de Maruja Torres. Desde Puerto Montt, en el sur de Chile, hasta Laredo en EE.UU., observando cómo queda México al otro lado del Río Grande. Diez semanas de un viaje que nació con intención de ser en tren, pero obligado por múltiples obstáculos a servirse también de métodos alternativos. Una combinación de reportaje periodístico y diario personal con el que su autora demuestra su saber hacer y autenticidad observando, analizando, recordando y relacionando.

“Guerras de ayer y de hoy” de Mikel Ayestaran y Ramón Lobo. Conversación entre dos periodistas dedicados a contar lo que sucede desde allí donde tiene lugar. Guerras, conflictos y entornos profesionales relatados de manera diferente, pero analizados, vividos y recordados de un modo semejante. Crítica, análisis e impresiones sobre los lugares y el tablero geopolítico en el que han trabajado, así como sobre su vocación.

“Privacidad es poder” de Carissa Véliz. Hemos asumido con tanta naturalidad la perpetua interconexión en la que vivimos que no nos damos cuenta de que esta tiene un coste, estar continuamente monitorizados y permitir que haya quien nos conozca de maneras que ni nosotros mismos somos capaces de concebir. Este ensayo nos cuenta la génesis del capitalismo de la vigilancia, el nivel que ha alcanzado y las posibles maneras de ponerle coto regulatorio, empresarial y social.

“Los rotos. Las costuras abiertas de la clase obrera” de Antonio Maestre. Ensayo que explica los frentes en los que se manifiesta actualmente la opresión del capitalismo sobre quienes trabajan bajo sus parámetros. Texto dirigido a quienes ya se sienten parte del proletariado, para que tomen conciencia de su situación, pero también a aquellos que no entienden por qué parte de sus miembros le han dado la espalda a sus circunstancias y abrazado opciones políticas contrarias a sus intereses.

“El infinito en un junco” de Irene Vallejo. Ensayo académico sobre el origen de la escritura y la consolidación de su soporte material, los libros. Confesión y testimonio personal sobre el papel que estos han desempeñado a lo largo de la vida de su autora. Y reflexión sobre cómo hemos conformado nuestra identidad cultural. La importancia y lo azaroso de los nombres, títulos y acontecimientos que están tras ella, y el poder de entendimiento, compresión y unión que generan.

«Historias de mujeres» de Rosa Montero. Dieciséis semblanzas que aúnan datos biográficos y análisis del contexto combinando el reportaje periodístico y el ensayo breve. Vidas, personalidades y acontecimientos narrados de manera literaria, con intención de hacer cercanas y comprensibles a quienes fueron ninguneadas o simplificadas. Una inteligente reivindicación del derecho a la igualdad sin caer en mitificaciones ni dogmas.

“El gobierno de las emociones” de Victoria Camps. Llevar una vida equilibrada exige una correcta combinación de razón y emoción. Formula diferente para cada persona según su nivel de autoconocimiento, el contexto y el propósito de cada momento. Aun así, tiene que haber un marco común que favorezca la comunicación personal y la convivencia social. Un contexto de conciencia y correcto ejercicio emocional que fomentar y mantener desde la educación, la justicia y la política.

“Por una España digital” de Javier Rodríguez Zapatero

La digitalización no es solo hacerlo todo vía internet ni servirse de la tecnología para reducir plazos y aumentar productividades. Ese es solo el punto de partida para entrar en otra dimensión de nuevas posibilidades y logros que den la vuelta completamente tanto a nuestras vidas como a nuestro modelo de país y de sociedad. Un ensayo claro que ofrece una visión amplia que tomar como referencia y una propuesta de cómo afrontar este que considerar como guía.

El mundo actual cambia a velocidad de vértigo. No nos da tiempo a actualizarnos. Nos quedamos anticuados sin ni siquiera haber disfrutado de lo que creíamos puntero. ¿Qué está pasando? Que las nuevas tecnologías de la información y el conocimiento están cada día más presentes en las distintas áreas de nuestra vida y de una manera más profunda, tanto que ya es imposible tener una imagen única de hasta dónde llegan. Aún hay ámbitos fuera de su intervención, pero solo de manera relativa, al menos en las coordenadas occidentales a las que pertenecemos como habitantes de uno de los países más punteros y desarrollados.

España es uno de los países con mayor potencial para aprovechar esta revolución, la 14 del mundo con mayor PIB o el 27 si se considera la renta nacional bruta. Pero para conseguirlo ha de afrontar una serie de importantes retos, tomarnos más en serio cuanto tiene que ver con la investigación y el desarrollo, con mirar más allá del corto plazo, tal y como expone quien fuera director de Google en España, Portugal y Oriente Medio y Yahoo! Europa.

Rodríguez Zapatero escribe con conocimiento de causa, tras esos cargos fundó la escuela de negocio ISDI que hoy preside, y por eso hay que considerar la hoja de ruta que propone. Un camino en el que aúna tecnología, gestión pública y privada, educación y marco jurídico. Y junto a ello habilidades como visión, proactividad, liderazgo y empatía. La inteligencia artificial, el big data y el blockchain son mucho más que medios con los que conseguir funcionalidades hasta ahora restringidas o no materializadas. Su transversalidad y su capacidad de ser aplicadas a todo tipo de procesos, actividades y sectores hacen que los sistemas de administración por los que nos hemos regido en lo financiero, lo sanitario o lo medioambiental estén a punto de saltar por los aires. Algo que, a juicio a Javier, es inminente y de lo que parece que aún no somos plenamente conscientes.

Un devenir inevitable en la globalidad en la que vivimos, un destino al que, si no llegamos a la par que las naciones que ya están en vía de alcanzarlo o ahí instaladas -como es el caso de Estonia, Singapur o Corea del Sur-, no solo nos quedaremos tras ellas, sino que veremos como perdemos calidad de vida de un modo integral. Para ello hace falta disposición individual y colectiva, apoyando de un modo mucho más claro las actitudes emprendedoras y los riesgos empresariales, y un cambio total de paradigmas con los que dar la vuelta a sistemas como el educativo -de transmitir conocimientos a generar personas creativas y comunicativas- y el legislativo -simplificando el corpus normativo y enfocándolo más a dar seguridad jurídica que a punir comportamiento indebidos-.

Han pasado dos años desde que se publicara Por una España digital, ya inmersos en la pandemia de la COVID-19, por lo que el escenario que diagnostica apenas ha cambiado. Algunas de las cuestiones que propone parecen estar en camino, he ahí la nueva ley de startups o las muchas páginas del Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia del Gobierno de España dedicadas a la transformación digital. Veremos cuándo y cómo se materializan, y si se concretan en cotidianidades como disponer de 5G en todo el territorio nacional, resolver cualquier trámite con las administraciones públicas en un par de clics o una gestión de la tecnología, por parte de todos (grandes empresas, administraciones y ciudadanos), con un filtro mucho más humanista y ciberseguro que hasta ahora.

Por una España digital, Javier Rodríguez Zapatero, 2020, Editorial Deusto.

“El gobierno de las emociones” de Victoria Camps

Llevar una vida equilibrada exige una correcta combinación de razón y emoción. Formula diferente para cada persona según su nivel de autoconocimiento, el contexto y el propósito de cada momento. Aun así, tiene que haber un marco común que favorezca la comunicación personal y la convivencia social. Un contexto de conciencia y correcto ejercicio emocional que fomentar y mantener desde la educación, la justicia y la política.

Victoria Camps, catedrática emérita de la Universidad de Barcelona y ex Consejera Permanente del Consejo de Estado, comienza su reflexión señalando uno de los males de nuestro tiempo, pasamos de un extremo a otro para cambiarlo todo, pero seguimos reproduciendo los mismos errores. Una vez hemos comprobado que la fijación por los números, la proliferación de procedimientos y la atomización de referentes que ha conllevado nuestra evolución social y política, pero sobre todo económica con la eclosión del neoliberalismo en la década de los 80 del siglo XX, no proporcionan los resultados que esperábamos, llevamos años reclamando que las emociones sean las protagonistas, ensalzando el valor de la escucha, la empatía y la necesidad de expresarnos con libertad.

Sin embargo, de la misma manera que antes se nos olvidaba cuánto influyen en nuestras motivaciones y actuaciones la singularidad de nuestra historia personal, los principios de nuestro carácter y los valores de nuestro pensamiento, ahora parecemos obviar la necesidad de unos marcos que sí, nos limitan, pero que también sirven para que seamos respetados por los demás, a la par que favorecen la creación y la existencia de un espacio de encuentro, intercambio y crecimiento común.

A lo largo de este título, Premio Nacional de Ensayo 2012, su autora se realiza preguntas y plantea hipótesis -según señala, ese es el deber y propósito de la filosofía- sobre el papel que desempeñan en nuestra percepción y comprensión del mundo -tanto del más cercano y concreto como del más general o abstracto- emociones como el miedo, la vergüenza, la confianza o la autoestima siguiendo lo que escribieron al respecto nombres como Platón, Aristóteles, Spinoza, Kant, Hume o Adam Smith. Su intención, llegar al fondo de cuestiones como la de cómo conjugar el bien individual y el progreso común, extraer una aportación positiva de las sensaciones desagradables o hacer coincidir el conocimiento de lo que está bien con una actuación consecuentemente justa.  

Un proceso al que no ayudan tendencias de tiempos recientes como la exaltación de la individualidad, el recurso a la farmacología y técnicas como el coaching, cuando de mar de fondo arrastramos un cambio de los paradigmas que sentíamos nos organizaban, guiaban y unían. Hemos dejado atrás o diluido la creencia en la religión, la práctica de los lazos familiares, el sentido de pertenencia a una nación y la esperanza que nos proporcionaba el estado de bienestar, y nos encontramos con que seguimos teniendo muchas incertidumbres y han surgido otras nuevas de las que desconocemos tanto su origen como su posible solución.

Tras ello, nuestro desconocimiento sobre las emociones y nuestra incapacidad para gestionarlas correctamente, para servirnos de ellas de una manera constructiva y no vernos atrapados o enfrentados por ellas. Algo que pasa por considerarlas tanto desde la dirección política de nuestros gobiernos como desde el funcionamiento administrativo de las administraciones públicas, así como empapar de las mismas a la misión y visión del sistema educativo y del judicial. Esto no ha de anular la razón, ni las leyes y estructuras que se basan en ella, sino que la hará más efectiva al revelarnos cuál es la situación que da pie a que la formulemos en la manera en que lo hacemos, y los objetivos -tanto racionales como emocionales- que nos proponemos.

Han pasado más de diez años desde la publicación de El gobierno de las emociones y lo que Victoria Camps expone en sus páginas sigue hoy tan vigente como entonces, lo que revela no solo la certeza de su diagnóstico, sino la necesidad de tomar conciencia de que necesitamos tomarnos mucho más en serio las emociones y la gestión, tanto colectiva como individual, que hacemos de las mismas.

El gobierno de las emociones, Victoria Camps, 2011, Herder Editorial.

«El acusado», solo sí es sí

El sentido común nos dice que el consentimiento no debiera tener matices legales ni morales, pero la realidad demuestra que sí que los tiene sociales y conductuales. Ahí es donde entra esta película que refleja sobriamente cómo influyen sobre esta cuestión filtros como las diferencias de clase y los modelos familiares. Grandes interpretaciones, un buen guion y una excelente dirección que acierta con su propuesta de atenerse a los hechos y revelar las múltiples paradojas que estos revelan.

Matrimonio separado. Él periodista exitoso y ella feminista reputada. Hijo inteligente y con aires insolentes, estudiante en una universidad extranjera y al que no le falta de nada. Un padre para el que las mujeres son seres a los que conquistar y a los que invadir sexualmente. Una madre feliz con su nueva relación con un profesor de literatura, padre, a su vez, de una adolescente con ganas de encontrar su sitio. Los dos jóvenes salen de fiesta y a la mañana siguiente todo estalla. La policía le acusa de violación, él reconoce haber mantenido relaciones sexuales, pero en ningún caso haberla obligado o abusado de ella.

Lo que hasta entonces había sido una suerte de retrato costumbrista de una élite caprichosa torna a partir de ese punto de inflexión en una narración austera en lo que se dice y gestualiza tiene tanto valor como si ocurriera ante un tribunal. Todo muestra y revela, es susceptible de ser tomado como prueba o testimonio y, en consecuencia, absolver o condenar. Una tensión que se ve acrecentada porque en la vida real, los asuntos mostrados no están acotados y cuanto se hace, piensa u ocurre en este plano resulta ser un previo, un paralelismo o una extensión de lo que se dirime ante la justicia.

El acusado no trata solo de una causa judicial, también de cómo en nuestra vida real el consentimiento es un concepto que entendemos y aplicamos de maneras tan diversas como marcan nuestros intereses y habilidades, condicionados por nuestro egoísmo, la educación formal e informal recibida, la presión social y capacidad para comprender y poner límites y, sobre todo, verbalizarlos sabiendo decir que no o interpretar los múltiples modos en que este puede ser expresado. Lo acertado de la dirección de Yvan Mattal es que no busca un terreno de ambigüedad y asertividad, donde cada actitud, comportamiento o verbalización pueda ser válido sea cual sea el pensamiento de su personaje o su espectador.

Al revés, entra de lleno en el examen legal y el análisis moral del asunto, para llegar a lo verdaderamente importante del asunto, dónde queda la dignidad de la persona violada, qué sucede ahora con su integridad psicológica y su derecho a un futuro sano que, probablemente, se verá afectado por las cicatrices que se abren como resultado de verse nuevamente desnuda y vapuleada por los testimonios, preguntas y alegatos de abogados, testigos y jueces. Del otro lado, cuántas veces antes el violador lo pudo haber sido, o qué pasos transgresores le prepararon para, esta vez, sí que sí, terminar de traspasar las líneas rojas de la indecencia, la brutalidad y la inhumanidad.

Una cinta con un reparto excelente, en el que cada intérprete se atiene a las luces y sombras, a las contrariedades y paradojas, del papel que le corresponde. Y un guion acertado, al que, si acaso, se le pueden achacar algunas licencias poéticas en las secuencias del juicio quizás demasiado explicativas. Salvando las distancias, El acusado cinematográfico recuerda a la Jauría teatral que en España nos hizo comprender, de una vez por todas, que solo un sí explícito es sí de verdad. 

“El hombre que no deberíamos ser” de Octavio Salazar

Los convencidos dirán que lo que su autor cuenta es justo y necesario. Los reaccionarios que su redacción está plagada de generalidades y va en contra de lo que ha sido norma y tradición. Así es como entre unos y otros le dan la razón a su intención pedagógica y a su visión sobre lo desigual que es nuestra sociedad mientras siga definiéndose en términos de masculino y femenino.

Es curioso como la Constitución Española habla de españoles, personas e individuos sin hacer distinción de género. Eran otros tiempos y probablemente sus redactores no tuvieron más intención que seguir la norma de la RAE que dice que el plural se forma utilizando el masculino del sustantivo a utilizar, el tan manido masculino genérico. Pero hay algo que, quizás, también estuvo en su inconsciente y es que tanto antes, como más allá de las imágenes que creamos, transmitimos e interpretamos de nosotros mismos, somos personas. El género es algo que nos describe a posteriori, pero previo a esta construcción somos conciudadanos, seres humanos iguales y diferentes a los otros miles de millones que habitamos este planeta.

Punto de partida de lo que es la humanidad. Sin embargo, negado desde su mismo principio, situándolo no ahí -y ni siquiera en otras peculiaridades como la raza, la cultura o la religión- sino en el resultado del filtro que nos divide en hombres por un lado y mujeres por otro, y asignándonos unos roles con deberes y derechos inamovibles. Encorsetándonos en una injusticia y desigualdad donde ellas son más víctimas que ellos, pero donde lo masculino también resulta herido y mancillado por la falta de libertad a la que se ve condenado. La diferencia está en que en ambos casos quien genera daño y dolor es el hombre, por el sometimiento físico y psicológico que ejerce sobre las mujeres y por el estrechamiento conductual que se impone a sí mismo.

Como bien señala Octavio, los concienciados estamos de acuerdo en que transitamos desde hace tiempo por el largo, lento y tortuoso camino que algún día nos llevará a la igualdad real y del que en algunos momentos vemos destellos que nos hacen sentir que lo tenemos al alcance de la mano. Pero hay algo que evidencia que aún queda mucho por recorrer, y es que prácticamente todo lo logrado ha sido gracias a la insistente reclamación y lucha de las mujeres. Y que parte de lo que creemos conseguido es resultado de las estrategias de marketing del voraz consumismo impulsado por el neoliberalismo. La supuesta sensibilidad del metrosexual y la feminización de algunos puestos directivos esconden en la mayor parte de los casos una nueva visión de la exigencia de transmitir poderío físico y la exaltación de comportamientos fríos y agresivos.

La antropología y la cultura dan fe de cómo ha sido así desde hace siglos, y la sociología atestigua cómo sigue ocurriendo, pero como bien afirma el también autor de Autorretrato de un macho disidente, contamos con un instrumento muy útil con el que transformar el sexismo de nuestra sociedad, la política. Dimensión múltiple en la que se actúa no solo delegando vía voto, sino con el ejemplo personal. Pidiendo que se actúe en campos como el de la educación afectiva y sexual de los más jóvenes y que se ponga el foco no solo en ayudar a las mujeres maltratadas y explotadas sino en prevenir que haya hombres violentos y proxenetas.

Algo en lo que todos y cada uno de nosotros podemos y debemos actuar en nuestro día a día y sea cual sea el ámbito en el que nos movamos y actuemos a nivel laboral, familiar y social. Informándonos para tomar conciencia de cómo seguimos teniendo comportamientos machistas que nos impiden mostrarnos atentos, cercanos y empáticos con quienes nos relacionamos. Denunciando los relatos y prácticas excluyentes en los que se fundamenta el heteropatriarcado -basta acudir a una juguetería para comprobarlo-, y rehuyendo cualquier coordenada en la que se cosifique, mancille o violente a las mujeres -como es la pornografía- por el mero hecho de ser tales.

El hombre que no deberíamos ser, Octavio Salazar, 2018, Editorial Planeta.

“Los rotos. Las costuras abiertas de la clase obrera” de Antonio Maestre

Ensayo que explica los frentes en los que se manifiesta actualmente la opresión del capitalismo sobre quienes trabajan bajo sus parámetros. Texto dirigido a quienes ya se sienten parte del proletariado, para que tomen conciencia de su situación, pero también a aquellos que no entienden por qué parte de sus miembros le han dado la espalda a sus circunstancias y abrazado opciones políticas contrarias a sus intereses.

Antonio Maestre (Getafe, 1979) parte en su exposición de sí mismo. De lo que ha vivido en primera persona, de lo que ha sido testigo en su casa y de lo que ha conocido a través de sus amigos, vecinos y compañeros de aula desde que fuera un niño en Fuenlabrada hasta que se convirtió en un universitario en Madrid. Complementado con las diversas actividades que ha realizado a lo largo de su vida laboral, las de más joven para colaborar con la economía familiar, las de más adulto ligadas a su vocación investigadora y periodística. Su biografía es un claro ejemplo de un niño y un adulto de clase obrera. De los muchos que en este país hemos crecido en hogares que se mantenían al albur de la nómina del cabeza de familia y del trabajo no remunerado de nuestras madres, situación que ahora reproducimos dependiendo única y exclusivamente de los ingresos que obtenemos con nuestro trabajo diario.

Los rotos expone cómo las coordenadas de hoy ya no son como las de la segunda mitad del siglo XX, las de grandes empresas industriales y convenios colectivos que definían la relación entre el capital y los trabajadores. El neoliberalismo económico y político dinamitó la fuerza de la cohesión del grupo y estableció que las relaciones fueran individuales bajo premisas como la de la movilidad, la meritocracia y la ambición de una carrera profesional. Se nos hizo responsables de nuestro destino fomentando una competitividad que tenía por objeto dividir y confrontar, de hacernos sentir que si no lo lográbamos era porque no somos capaces, y de que quien lo ha conseguido ha sido a nuestra costa y no porque le sea más barato a quien ha optado por él o ella.

Maestre desgrana cómo se ha devaluado nuestro poder adquisitivo y debilitado la educación y la sanidad pública, pilares del estado del bienestar. Es más difícil prever un futuro estable, lo que afecta a nuestra capacidad de organizarnos un proyecto de vida no solo en el plano material, sino también en el familiar y en el individual, con su consiguiente derivada anímica. De manera paralela, el poder de la imagen, el consumismo y la categorización por capacidad económica del capitalismo se ha extendido a prácticas como la gestión de recursos humanos, el diseño de moda o la micro oferta low cost de muchas empresas de servicios. El objetivo último, seguir separando, señalando y exprimiendo cuanto sea imaginable al consumidor de a pie con la promesa de sentirse distinguido, superior y diferente a aquellos que no pueden.

Cantos de sirenas que algunos de los que han gozado de estabilidad se han creído, considerándose merecedores de lo que tienen y pueden, y mejores que aquellos entre los que crecieron y se criaron. A su vez, la opresión ha situado a otros tantos de los menos beneficiados en una situación defensiva, posicionándose del lado que creen no pone en riesgo los poco que tienen (lo que ha implicado su abrazo a opciones políticas no imaginadas hasta ahora), por muy precario que sea, en lugar de situar por delante sus convicciones y necesidades.

Antonio Maestre no señala nada que no sepamos, pero por si acaso utiliza un tono vehemente que no deja pie a la duda. Complementa su visión con referentes académicos y hemeroteca (hubiera sido buena idea haber incluido ésta en la bibliografía), pero sin ánimo de construir una tesis formal basada en datos concretos. De ahí que Las costuras de la clase abierta, más que un ensayo al uso, producto de un ejercicio de investigación, resulte un ejercicio de reflexión a la manera de una extensa, pero bien razonada, planteada e hilada, columna de opinión. 

Los rotos. Las costuras abiertas de la clase obrera, Antonio Maestre, 2022, Ediciones Akal.

“Otra historia del arte” de El Barroquista

Aproximación a la disciplina que combina la claridad de ideas con la explicación didáctica. Ensayo en el que su autor desmonta algunos de sus mitos a la par que da a conocer los principios por los que considera se ha de regir. Una propuesta de diálogo a partir del cambio de impresiones y de la suma de puntos de vista, sin intención alguna de asombrar o imponerse con su acervo académico.

Obra maestra, genio, adelantado a su tiempo, claves ocultas… Y así hasta la extenuación. La difusión, divulgación y comunicación de la historia del arte que realizan museos, prensa, profesionales del gremio, artistas y aficionados de toda índole está plagada de etiquetas que, bien utilizadas pueden ayudar, pero que también simplifican en exceso hasta llegar a tergiversar y falsear. Tras ello, el gusto por la retórica, la búsqueda de narrativas y la necesidad de imprimir su huella personal por parte de algunos intermediarios entre los creadores, las obras y el público. Y nuestro lío porque no siempre coincide lo que nos gusta o motiva con lo que se nos dicen una y otra vez que es excelente.

Miguel Ángel Cajigal desvela la larga estela de esa triada (ejemplificado, por ejemplo, en las vidas de Vasari, el marketing de muchas instituciones o académicos con afán de protagonismo) señalando sus puntos positivos (estructura, genera recuerdo y establece relaciones), para a partir de ahí construir una visión propia tan sólida como fluida. Bien fundamentada y ejemplificada -introduciendo y explicando nombres, pero sin elaborar listados interminables-, a la par que abierta a ser contrastada y complementada con otras maneras de mirar, analizar, elaborar y relatar.

Desde un punto de vista exclusivamente literario, su texto resulta ordenado y progresivo. Presenta sus ideas correctamente, explicando cómo se complementan y van conformando su tesis: la diferencia entre la excelencia técnica de lo que vemos, la originalidad e innovación de quien lo firma y la impresión que la combinación de ambas cuestiones nos puede generar teniendo en cuenta nuestras circunstancias (tanto a nivel macro -marco cultural- como micro -casuísticas personales-).

Si a esto se le une el conocimiento del contexto en el que dicha pieza -ya fuera lienzo, escultura, grabado, cerámica…- fue concebida, creada y expuesta en el momento de su creación, entonces entramos de lleno en la labor de la historia del arte. Ejes que los espectadores no tenemos por qué conocer -como las coordenadas de tiempo y lugar políticas, artísticas y sociales- y que suelen ser utilizados por el mundo académico y museístico más como barrera con la que perpetuar sus planteamientos que como un elemento que guíe la experiencia de quien se acerca a sus propuestas y a los legados que atesoran.

Resultan muy útiles las analogías que El Barroquista establece con disciplinas no plásticas, como entre la abstracción y la música, o la sencillez con que desvela las convenciones en que caemos una y otra vez, tanto especialistas como aficionados, para después revelarnos cómo la realidad se da de bruces con ellas. He ahí el hecho de ponerle fechas a movimientos y estilos para después catalogar a quienes los practicaron de alguna medida antes que ellos como precursores e innovadores. O el cómo hemos humanizado y naturalizado dimensiones y seres de los que no tenemos constancia real alguna, como es cuanto tiene que ver con lo espiritual y los representantes de las distintas religiones.

Y tras todo esto, la doble exigencia que Miguel Ángel recalca una y otra vez. El rigor y la disciplina con que los historiadores han de realizar y dar a conocer su trabajo -explicando las claves de su aproximación e interpretación-, y la libertad con que el público nos hemos de acercar a las manifestaciones artísticas. A sabiendas de que nunca conoceremos todo lo que sería deseable de las creaciones del pasado, de que muchas de las actuales no tendrán una larga vida, y que tanto nuestros gustos personales como las aproximaciones profesionales a la historia del arte son caminos paralelos, no necesariamente convergentes, y que, sea como sea, seguirán evolucionando.

Otra historia del arte, Miguel Ángel Cajigal Vera (El Barroquista), 2021, Penguin Libros.

10 textos teatrales de 2021

Obras que ojalá vea representadas algún día. Otras que en el escenario me resultaron tan fuertes y sólidas como el papel. Títulos que saltaron al cine y adaptaciones de novelas. Personajes apasionantes y seductores, también tiernos en su pobreza y miseria. Fábulas sobre el poder político e imágenes del momento sociológico en que fueron escritas.

«The inheritance» de Matthew Lopez. Obra maestra por la sabia construcción de la personalidad y la biografía de sus personajes, el desarrollo de sus tramas, los asuntos morales y políticos que trata y su entronque de ficción y realidad. Una complejidad expuesta con una claridad de ideas que hace grande su escritura, su discurso y su objetivo de remover corazones y conciencias. Una experiencia que honra a los que nos precedieron en la lucha por los derechos del colectivo LGTB y que reflexiona sobre el hoy de nuestra sociedad.

«Angels in America» de Tony Kushner. Los 80 fueron años de una tormenta perfecta en lo social con el surgimiento y expansión del virus del VIH y la pandemia del SIDA, la acentuación de las desigualdades del estilo de vida americano impulsadas por el liberalismo de Ronald Reagan y las fisuras de un mundo comunista que se venía abajo. Marco que presiona, oprime y dificulta –a través de la homofobia, la religión y la corrupción política- las vidas y las relaciones entre los personajes neoyorquinos de esta obra maestra.

“La taberna fantástica” de Alfonso Sastre. Tardaría casi veinte años en representarse, pero cuando este texto fue llevado a escena su autor fue reconocido con el Premio Nacional de Teatro en 1986. Una estancia de apenas unas horas en un tugurio de los suburbios de la capital en la que con un soberbio uso del lenguaje más informal y popular nos muestra las coordenadas de los arrinconados en los márgenes del sistema.

«La estanquera de Vallecas» de José Luis Alonso de Santos. Un texto que resiste el paso del tiempo y perfecto para conocer a una parte de la sociedad española de los primeros años 80 del siglo pasado. Sin olvidar el drama con el que se inicia, rápidamente se convierte en una divertida comedia gracias a la claridad con que sus cinco personajes se muestran a través de sus diálogos y acciones, así como por los contrastes entre ellos. Un sainete para todos los públicos que navega entre la tragedia y nuestra tendencia nacional al esperpento.

«Juicio a una zorra» de Miguel del Arco. Su belleza fue el salvoconducto con el que Helena de Troya contó para sobrevivir en un entorno hostil, pero también la condena que hizo de ella un símbolo de lo que supone ser mujer en un mundo machista como ha sido siempre el de la cultura occidental. Un texto actual que actualiza el drama clásico convirtiéndolo en un monólogo dotado de una fuerza que va más allá de su perfecta forma literaria.

«Un hombre con suerte» de Arthur Miller. Una fábula en la que el santo Job es convertido en un joven del interior norteamericano al que le persigue su buena estrella. Siempre recompensado sin haber logrado ningún objetivo previo ni realizado hazaña audaz alguna, lo que despierta su sospecha y ansiedad sobre cuál será el precio a pagar. Una interrogación sobre la moral y los valores del sueño americano en tres actos con una estructura sencilla, pero con un buen desarrollo de tramas y un ritmo creciente generando una sólida y sostenida tensión.

“Las amistades peligrosas” de Christopher Hampton. Novela epistolar convertida en un excelente texto teatral lleno de intriga, pasión y deseo mezclado con una soberbia difícil de superar. Tramas sencillas pero llenas de fuerza y tensión por la seductora expresión y actitud de sus personajes. Arquetipos muy bien construidos y enmarcados en su contexto, pero con una violencia psicológica y falta de moral que trasciende al tiempo en que viven.

“El Rey Lear” de William Shakespeare. Tragedia intensa en la que la vida y la muerte, la lealtad y la traición, el rencor y el perdón van de la mano. Con un ritmo frenético y sin clemencia con sus personajes ni sus lectores, en la que nadie está seguro a pesar de sus poderes, honores o virtudes. No hay recoveco del alma humana en que su autor no entre para mostrar cuán contradictorias y complementarias son a la par la razón y la emoción, los deberes y los derechos naturales y adquiridos.

“Glengarry Glen Ross” de David Mamet. El mundo de los comerciales como si fuera el foso de un coliseo en el que cada uno de ellos ha de luchar por conseguir clientes y no basta con facturar, sino que hay que ganar más que los demás y que uno mismo el día anterior. Coordenadas desbordadas por la testosterona que sudan todos los personajes y unos diálogos que les definen mucho más de lo que ellos serían capaces de decir sobre sí mismos.

«La señorita Julia» de August Strindberg. Sin filtros ni pudor, sin eufemismos ni decoro alguno. Así es como se exponen a lo largo de una noche las diferencias entre clases, así como entre hombres y mujeres, en esta conversación entre la hija de un conde y uno de los criados que trabajan en su casa. Diálogos directos, en los que se exponen los argumentos con un absoluto realismo, se da cabida al determinismo y su autor deja claro que el pietismo religioso no va con él.

10 ensayos de 2021

Reflexión, análisis y testimonio. Sobre el modo en que vivimos hoy en día, los procesos creativos de algunos autores y la conformación del panorama político y social. Premios Nobel, autores consagrados e historiadores reconocidos por todos. Títulos recientes y clásicos del pensamiento.

“La sociedad de la transparencia” de Byung-Chul Han. ¿Somos conscientes de lo que implica este principio de actuación tanto en la esfera pública como en la privada? ¿Estamos dispuestos a asumirlo? ¿Cuáles son sus beneficios y sus riesgos?  ¿Debe tener unos límites? ¿Hemos alcanzado ya ese estadio y no somos conscientes de ello? Este breve, claro y bien expuesto ensayo disecciona nuestro actual modelo de sociedad intentando dar respuesta a estas y a otras interrogantes que debiéramos plantearnos cada día.

“Cultura, culturas y Constitución” de Jesús Prieto de Pedro. Sea como nombre o como adjetivo, en singular o en plural, este término aparece hasta catorce veces en la redacción de nuestra Carta Magna. ¿Qué significado tiene y qué hay tras cada una de esas menciones? ¿Qué papel ocupa en la Ley Fundamental de nuestro Estado de Derecho? Este bien fundamentado ensayo jurídico ayuda a entenderlo gracias a la claridad expositiva y relacional de su análisis.

“Voces de Chernóbil” de Svetlana Alexévich. El previo, el durante y las terribles consecuencias de lo que sucedió aquella madrugada del 26 de abril de 1986 ha sido analizado desde múltiples puntos de vista. Pero la mayoría de esos informes no han considerado a los millares de personas anónimas que vivían en la zona afectada, a los que trabajaron sin descanso para mitigar los efectos de la explosión. Individuos, familias y vecinos engañados, manipulados y amenazados por un sistema ideológico, político y militar que decidió que no existían.

«De qué hablo cuando hablo de correr» de Haruki Murakami. “Escritor (y corredor)” es lo que le gustaría a Murakami que dijera su epitafio cuando llegue el momento de yacer bajo él. Le definiría muy bien. Su talento para la literatura está más que demostrado en sus muchos títulos, sus logros en la segunda dedicación quedan reflejados en este. Un excelente ejercicio de reflexión en el que expone cómo escritura y deporte marcan tanto su personalidad como su biografía, dándole a ambas sentido y coherencia.

“¿Qué es la política?” de Hannah Arendt. Pregunta de tan amplio enfoque como de difícil respuesta, pero siempre presente. Por eso no está de más volver a las reflexiones y planteamientos de esta famosa pensadora, redactadas a mediados del s. XX tras el horror que había vivido el mundo como resultado de la megalomanía de unos pocos, el totalitarismo del que se valieron para imponer sus ideales y la destrucción generada por las aplicaciones bélicas del desarrollo tecnológico.

“Identidad” de Francis Fukuyama. Polarización, populismo, extremismo y nacionalismo son algunos de los términos habituales que escuchamos desde hace tiempo cuando observamos la actualidad política. Sobre todo si nos adentramos en las coordenadas mediáticas y digitales que parecen haberse convertido en el ágora de lo público en detrimento de los lugares tradicionales. Tras todo ello, la necesidad de reivindicarse ensalzando una identidad más frentista que definitoria con fines dudosamente democráticos.

“El ocaso de la democracia” de Anne Applebaum. La Historia no es una narración lineal como habíamos creído. Es más, puede incluso repetirse como parece que estamos viviendo. ¿Qué ha hecho que después del horror bélico de décadas atrás volvamos a escuchar discursos similares a los que precedieron a aquel desastre? Este ensayo acude a la psicología, a la constatación de la complacencia institucional y a las evidencias de manipulación orquestada para darnos respuesta.

“Guerra y paz en el siglo XXI” de Eric Hobsbawm. Nueve breves ensayos y transcripciones de conferencias datados entre los años 2000 y 2006 en los que este historiador explica cómo la transformación que el mundo inició en 1989 con la caída del muro de Berlín y la posterior desintegración de la URSS no estaba dando lugar a los resultados esperados. Una mirada atrás que demuestra -constatando lo sucedido desde entonces- que hay pensadores que son capaces de dilucidar, argumentar y exponer hacia dónde vamos.

“La muerte del artista” de William Deresiewicz. Los escritores, músicos, pintores y cineastas también tienen que llegar a final de mes. Pero las circunstancias actuales no se lo ponen nada fácil. La mayor parte de la sociedad da por hecho el casi todo gratis que han traído internet, las redes sociales y la piratería. Los estudios universitarios adolecen de estar coordinados con la realidad que se encontrarán los que decidan formarse en este sistema. Y qué decir del coste de la vida en las ciudades en que bulle la escena artística.

«Algo va mal» de Tony Judt. Han pasado diez años desde que leyéramos por primera vez este análisis de la realidad social, política y económica del mundo occidental. Un diagnóstico certero de la desigualdad generada por tres décadas de un imperante y arrollador neoliberalismo y una silente y desorientada socialdemocracia. Una redacción inteligente, profunda y argumentada que advirtió sobre lo que estaba ocurriendo y dio en el blanco con sus posibles consecuencias.