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“Morirán de forma indigna” de Alberto Reyero Zubiri

Miles de ancianos murieron en las residencias de mayores durante la primera ola del COVID-19 en marzo y abril de 2020. Especialmente en Madrid y Cataluña. La versión oficial dice que fue inevitable. La realidad, en cambio, es tozuda y no dejan de surgir datos y documentos que evidencian que no se hizo cuanto estuvo al alcance de quienes nos gobernaban. Este libro, combinación de diario político e institucional y hemeroteca, es una muestra de ello.

En el año 2020 la mortalidad en Madrid se disparó un 44% y la edad media de sus residentes descendió 3,5 años. Cifras que la señalan como la región de Europa que peor gestionó la pandemia. Aun así, el gobierno de la Puerta del Sol, con su presidenta a la cabeza, no dejó de decir que lo estaba haciendo de manera excelente gracias a su diseño de planes eficientes, implantación de medidas innovadoras y ejecución de acciones que asombraban al mundo. Mensajes, propaganda y comunicación que se daban de bruces con los hechos y hacían sospechar, a los comprometidos con la objetividad y la transparencia, que se estaban ocultando unas cuantas verdades. Ese es el propósito de Alberto Reyero con Morirán de forma indigna.

Un testimonio que merece la pena conocer por estar contado desde dentro. Reyero era el Consejero de Políticas Sociales de ese gobierno resultado de una coalición entre el Partido Popular y Ciudadanos, partido al que él pertenecía. Aparentemente, nadie sabía mejor que él qué estaba ocurriendo en las residencias, con qué recursos contaban y qué ayuda se les ofreció desde la institución de cuyo consejo de gobierno él formaba parte. Su relato confirma lo que ya sabíamos: una situación previa deficiente por la desatención de todo lo social desde hacía años del gobierno regional, titular de las competencias de regular y prestar dichos servicios a los madrileños; y un presente para el que no se estaba preparado.

Un escenario en el que se reaccionó sin atender a los principios de la democracia, negando la realidad y a quienes la sufrían, culpando y acusando a quien defendía otros colores políticos y hostigando e intimidando a quienes, de entre los suyos, no se erigían en portavoces y defensores de la narración formateada, según las necesidades de cada momento, en determinados despachos. Morirán de forma indigna demuestra -con extractos de comparecencias, correos electrónicos, fragmentos de entrevistas radiofónicas y televisivas, así como entrecomillados periodísticos- que no hubo residencias medicalizadas, que se distribuyeron procedimientos que negaban la asistencia hospitalaria a los más frágiles, que la mentira fue la norma en las comparecencias públicas y que la intoxicación mediática fue continua.

La claridad, orden y documentación de su exposición no dejan duda alguna de la vivencia y la posición entonces y ahora, frente a lo sucedido, de Alberto Reyero. Se entiende que solo quiere plasmar sobre el papel aquello que tiene tras de sí un registro, pero se echa en falta que no entre en asuntos como el porqué de la soledad en la que le dejó su partido o porqué éste no se manifestó públicamente en favor de sus postulados. No basta solo con acusar al culpable, también hay que señalar a los que, de una u otra manera, tienen tras de sí la sombra de la complicidad.  

Teniendo en cuenta cuanto ha ocurrido, o no, desde entonces, la conclusión que se extrae de la lectura de Morirán de forma indigna es una doble interrogante. Cuándo se reconocerá la verdad de lo que sucedió y cómo lo pagarán sus responsables. Y de paso, porqué buena parte de nuestra sociedad fue y es tan pasiva ante esas muertes, evasiva ante los hechos que las provocaron y condescendiente con quienes -sin atender a la ética ni, quizás, a la legalidad- tomaron las decisiones que las ocasionaron.   

Morirán de forma indigna, Alberto Reyero Zubiri, 2022, Libros del K.O.

10 novelas de 2022

Títulos póstumos y otros escritos décadas atrás. Autores que no conocía y consagrados a los que vuelvo. Fantasías que coquetean con el periodismo e intrigas que juegan a lo cinematográfico. Atmósferas frías y corazones que claman por ser calefactados. Dramas hondos y penosos, anclados en la realidad, y comedias disparatadas que se recrean en la metaliteratura. También historias cortas en las que se complementan texto e ilustración.

«Léxico familiar» de Natalia Ginzburg. Echar la mirada atrás y comprobar a través de los recuerdos quién hemos sido, qué sucedió y cómo lo vivimos, así como quiénes nos acompañaron en cada momento. Un relato que abarca varias décadas en las que la protagonista pasa de ser una niña a una mujer madura y de una Italia entre guerras que cae en el foso del fascismo para levantarse tras la II Guerra Mundial. Un punto de vista dotado de un auténtico –pero también monótono- aquí y ahora, sin la edición de quien pretende recrear o reconstruir lo vivido.

“La señora March” de Virginia Feito. Un personaje genuino y una narración de lo más perspicaz con un tono en el que confluyen el drama psicológico, la tensión estresante y el horror gótico. Una historia auténtica que avanza desde su primera página con un sostenido fuego lento sorprendiendo e impactando por su capacidad de conseguir una y otra vez nuevas aristas en la personalidad y actuación de su protagonista.

«Obra maestra» de Juan Tallón. Narración caleidoscópica en la que, a partir de lo inconcebible, su autor conforma un fresco sobre la génesis y el sentido del arte, la formación y evolución de los artistas y el propósito y la burocracia de las instituciones que les rodean. Múltiples registros y un ingente trabajo de documentación, combinando ficción y realidad, con los que crea una atmósfera absorbente primero, fascinante después.

«Una habitación con vistas» de E.M. Forster. Florencia es la ciudad del éxtasis, pero no solo por su belleza artística, sino también por los impulsos amorosos que acoge en sus calles. Un lugar habitado por un espíritu de exquisitez y sensibilidad que se materializa en la manera en que el narrador de esta novela cuenta lo que ve, opina sobre ello y nos traslada a través de sus diálogos las correcciones sociales y la psicología individual de cada uno de sus personajes.

“Lo que pasa de noche” de Peter Cameron. Narración, personajes e historia tan fríos como desconcertantes en su actuación, expresión y descripción. Coordenadas de un mundo a caballo entre el realismo y la distopía en el que lo creíble no tiene porqué coincidir con lo verosímil ni lo posible con lo demostrable. Una prosa que inquieta por su aspereza, pero que, una vez dentro, atrapa por su capacidad para generar una vivencia tan espiritual como sensorial.

“Small g: un idilio de verano” de Patricia Highsmith. Damos por hecho que las ciudades suizas son el páramo de la tranquilidad social, la cordialidad vecinal y la práctica de las buenas formas. Una imagen real, pero también un entorno en el que las filias y las fobias, los desafectos y las carencias dan lugar a situaciones complicadas, relaciones difíciles y hasta a hechos delictivos como los de esta hipnótica novela con una atmósfera sin ambigüedades, unos personajes tan anodinos como peculiares y un homicidio como punto de partida.

“El que es digno de ser amado” de Abdelá Taia. Cuatro cartas a lo largo de 25 años escritas en otros tantos momentos vitales, puntos de inflexión en la vida de Ahmed. Un viaje epistolar desde su adolescencia familiar en su Salé natal hasta su residencia en el París más acomodado. Una redacción árida, más cercana a un atestado psicológico que a una expresión y liberación emocional de un dolor tan hondo como difícil de describir.

“Alguien se despierta a medianoche” de Miguel Navia y Óscar Esquivias. Las historias y personajes de la Biblia son tan universales que bien podrían haber tenido lugar en nuestro presente y en las ciudades en las que vivimos. Más que reinterpretaciones de textos sagrados, las narraciones, apuntes e ilustraciones de este “Libro de los Profetas” resultan ser el camino contrario, al llevarnos de lo profano y mundano de nuestra cotidianidad a lo divino que hay, o podría haber, en nosotros.

“Todo va a mejorar” de Almudena Grandes. Novela que nos permite conocer el proceso de creación de su autora al llegarnos una versión inconclusa de la misma. Narración con la que nos ofrece un registro diferente de sí misma, supone el futuro en lugar de reflejar el presente o descubrir el pasado. Argumento con el que expone su visión de los riesgos que corre nuestra sociedad y las consecuencias que esto supondría tanto para nuestros derechos como para nuestro modelo de convivencia.

“Mi dueño y mi señor” de François-Henri Désérable. Literatura que juega a la metaliteratura con sus personajes y tramas en una narración que se mira en el espejo de la historia de las letras francesas. Escritura moderna y hábil, continuadora y consecuencia de la tradición a la par que juega con acierto e ingenio con la libertad formal y la ligereza con que se considera a sí misma. Lectura sugerente con la que descubrir y conocer, y también dejarse atrapar y sorprender.

10 montajes teatrales de 2022

Estrenos con la mirada puesta en el barroco de Lope de Vega. Pícaras del siglo de oro encarnadas por dos de nuestras mejores actrices. Reivindicaciones políticas, reflexiones filosóficas y un monólogo tan autobiográfico como terapéutico. Coralidades divertidas, sugerentes y sugestivas, y miradas a la adolescencia y a la ligereza de la primera juventud.

Restos del fulgor nocturno (Teatro Clásico). Josep María Miró se deconstruye y se reconstruye sobre el escenario en una suerte de morbo, desnudez y confesión en que revela intimidades, pudores y secretos personales y familiares, conformando una pirámide que crece conceptual y narrativamente formando un corpus cada vez más sólido.

Las que limpian (Centro Dramático Nacional). A Panadaría combina orgullo identitario, capacidad de análisis y finura para transmitir su visión sobre el atropello laboral que sufren tantas mujeres encargadas de limpiar las habitaciones de hotel, condenadas a trabajar en condiciones indignas y por un sueldo aún más miserable que la ética de los empresarios que las contratan.

Los farsantes (Centro Dramático Nacional). Pablo Remón volvió a la actualidad dramática por la puerta grande con dos horas y medias inteligentes y complejas en las que desnudaba la cara oculta del teatro y el cine con unos excelentes Javier Cámara, Bárbara Lennie, Francesco Carril y Nuria Mencía.

Malvivir (Teatro Español). Marta Poveda y Aitana Sánchez-Gijón se trasladan bajo la dirección de Yayo Cáceres y la dramaturgia de Álvaro Tato al Siglo de Oro para ofrecernos un recital de gracia, verbo y presencia en el que se reparten y alternan los personajes para hacernos disfrutar con sus andanzas, descaros e impudicias

Los que hablan (Teatro del barrio). Sencillos y espontáneos que dicen lo que piensan, mas nunca piensan lo que dicen. Un cuadro, un fresco, un collage de humanidad en la combinación, la interacción y la unión de las voces, la presencia y la gestualidad de Malena Alterio y Luis Bermejo.

La voluntad de creer (Teatro Español). En el principio estuvo el verbo y la presencia, después la palabra y el cuerpo y finalmente el significado y la experiencia. Ese es el viaje escrito, dirigido y compartido por Pablo Messiez en un argumento que nos sitúa en una reunión familiar en el País Vasco.

La noria invisible (Teatro Español). Comedia dramática y drama risueño a la par, en el que la detallista dirección de José Troncoso se complementa con la retórica de su texto para ofrecer un espectáculo que nos llega, además de por lo que escuchamos y vemos, por la identificación que establecemos con sus personajes.

Tea Rooms (Teatro Fernán Gómez). Una dirección en la que cada personaje está trabajado tríplemente. Por sí mismo, en conexión con los demás y como parte de un protagonista que es el conjunto de todos ellos. Un enfoque que consigue una compenetración total entre texto y actrices, gesto, presencia y palabras.

Elogio de la estupidez (Teatro Español). Decía Forrest Gump que tonto es el que dice tonterías, también hay quien opina que los muy tontos son, en realidad, listos que viven de los tontos que se creen listos. Esta función podría ser utilizada a favor y en contra por partidarios de una corriente y de otra.

Sweet Dreams (Nave 73). No es solo un espectáculo individual o un monólogo al uso con distintos actos en el que su único personaje evoluciona, cambia y se enfrenta a sí mismo. Es también un diván, un folio en blanco y un confesionario en el que no hay más cera que la que arde y afirmaciones que las que se escuchan.

“Alguien se despierta a medianoche” de Miguel Navia y Óscar Esquivias

Las historias y personajes de la Biblia son tan universales que bien podrían haber tenido lugar en nuestro presente y en las ciudades en las que vivimos. Más que reinterpretaciones de textos sagrados, las narraciones, apuntes e ilustraciones de este “Libro de los Profetas” resultan ser el camino contrario, al llevarnos de lo profano y mundano de nuestra cotidianidad a lo divino que hay, o podría haber, en nosotros.

Las personas de mi generación hemos crecido acudiendo a libros, manuales y materiales impresos de lo más variado para adquirir los conocimientos con los que comprender los principios del mundo en el que vivimos, los valores de la sociedad de la que formamos parte y las reglas del entorno en el que nos desenvolvemos. Cuando era niño, uno de los volúmenes que me ayudó en ese proceso fue el catecismo con su recopilación de pasajes del nuevo y el antiguo testamento. Ficciones perfectamente complementadas por la retórica de Don Joaquín, el párroco de la iglesia de aquel pequeño pueblo en el que entonces residía. El tiempo pasó, comenzaron los interrogantes, las respuestas no llegaban y el ambiente propició que casi todo aquello se diluyera. Sin embargo, mantengo un recuerdo extraordinario de la sugestión que aquella sucesión de predicamentos me ocasionaban, un día sí, otro también.

Vivencias a las que he sentido volver a través de las ilustraciones y la escritura que Miguel y Óscar han concebido en este volumen editado por Reino de Cordelia con tanto mimo como transmiten la calidad de su papel y el cosido y lomo de su encuadernación a media tela. Una primera impresión que nos introduce en un mundo habitado por personajes con máscaras de pico en urbanidades con aire futurista en las que prima la oscuridad y la nocturnidad, la acumulación y el abigarramiento, así como la soledad y la desconfianza. Aun así, la composición, profundidad y detalle de las ilustraciones de Navia hace que resulten sugestivas e hipnóticas. Invitan a descubrir y recorrer la arquitectura y las calles de Madrid, Burgos o Bilbao, y a escrutar el mobiliario de los interiores de viviendas particulares, hoteles impersonales y naves industriales. A dilucidar cuánto hay en ellas de interpretación de la realidad y cuánto de profecía de futuro. Cuánto de reinterpretación bíblica y cuánto de inspiración cinematográfica o literaria.

Por su parte, la precisión y delicadeza del vocabulario de Esquivias, y la musicalidad de su prosa, hacen que nos sintamos guiados a dimensiones extrañamente propias, en el que se habla de nosotros mismos a través de otros. Cuentos en los que las especies animales resultan más empáticas que los hombres, los niños más libres y capaces que los adultos, y los relatos extraídos de las sacras escrituras presentan una simbiosis de pecado y virtud tan nuclear y abrupta como la presencia de la serpiente en el paraíso. Brevedades acompañadas de paréntesis e interludios que nos plantean paradojas, símbolos y paralelismos entre lo terrenal y lo teológico.

La conjunción del trabajo textual de Óscar y el visual de Miguel se mueve entre el diálogo y la confrontación. Alguien se Despierta a Medianoche no parece ser el resultado de una traducción del uno al otro, ni un encuentro a ciegas, sino una suerte de conexión en la que, siendo cada uno fiel a sí mismo, genera comunicación y reflejo entre su visión y la de su compañero creador. Particularidad que revela no solo la conexión entre ellos, sino su habilidad para conseguir que su mensaje vaya más allá de sí mismos, en clara analogía con los profetas que mencionan en su título. Quién sabe si, de haber encontrado décadas atrás catecismos como este, imbricado en la esencia de las escrituras, así como en nuestra verdad, a la par que, con la suficiente dosis de imaginación y fantasía, seguiría creyendo.

Alguien se Despierta a Medianoche, Miguel Navia y Óscar Esquivias, 2022, Reino de Cordelia.

“Madrid en el cine de Pedro Almodóvar” de Gloria Camarero Gómez

Recorrido por la villa y corte a través de las películas del que llegó a ella desde Calzada de Calatrava. Evolución del urbanismo e imagen de la ciudad tomando como referente las cintas del ganador de dos Oscar. Ensayo técnico bien documentado y editado, síntesis de la selección y transformación, por parte del manchego, de lugares reales en localizaciones cinematográficas

En el cine de Almodóvar Madrid no es solo el complemento circunstancial de lugar en el que se desarrollan sus ficciones. Es el elemento que las envuelve, unas veces condicionándolas, otras reflejándolas y otras más amplificándolas. Mujeres al borde de un ataque de nervios no sería tal sin las extraordinarias vistas de la terraza de Pepa o sin sus persecuciones por los túneles de Azca. Personalmente suelo evocar la imagen de Carmen Maura regando sus plantas cuando paseo por Alonso Martínez y sus calles aledañas y miro hacia la última planta de sus edificios más señoriales, o me siento en el taxi con tapicería de leopardo de Guillermo Montesinos cuando me adentro en el subsuelo de Nuevos Ministerios.

Eso es lo grande y lo mágico del séptimo arte, cómo imprime su huella, aunque no sepamos a ciencia cierta si lo hace sobre los lugares que retrata o sobre nuestra mirada, afectando así al filtro con que vemos y observamos después. Las calles de La Latina me recuerdan siempre a Tacones lejanos, el Parque de las Avenidas a ¿Qué he hecho yo para merecer esto?, la fachada del Centro Cultural Conde Duque a Laberinto de pasiones y algunas zonas del Puente de Vallecas a Volver.

Gracias a Gloria Camarero he descubierto que el Restaurante-Asador Emilio de la última no llegó a existir como tal y que fue construido ex profeso, al igual que las vistas nocturnas desde la casa de Kika no se corresponden con la zona de Prosperidad donde esta vivía. Han pasado los años y la zona del rastro ya no es como se la ve en Laberinto de pasiones y no queda ni rastro de la degradación en que estaba sumido el barrio de la Ventilla cuando se rodó en él Carne trémula. Su ensayo no solo desglosa los puntos exactos en los que transcurren las diferentes tramas de cada película, sino que analiza cómo son utilizados, así como la intención de Pedro en cada título y la manera en que ha reflejado la evolución continua desde un punto de vista social, económico, cultural y hasta político experimentada por Madrid.

El excelente trabajo de Gloria no solo denota las múltiples veces que debe haber visto cada película, sino que incluye las referencias que le han ayudado a darle forma. Hemeroteca, bibliografía y documentación de diversos archivos que le dan una solidez y coherencia total a sus hipótesis e interpretaciones sobre el propósito de cada relato de Almodóvar. Más intimista, recogido e interior en sus últimos títulos, Dolor y gloria y Julieta, al contrario del desparpajo y frescura de sus inicios en Entre tinieblas o Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón.

El único pero que se le puede poner a este Madrid en el cine de Pedro Almodóvar es que el paso del tiempo ha hecho que haya quedado ligeramente desactualizado al no incluir las referencias de sus dos últimos títulos, La voz humana y Madres paralelas. Ojalá veamos pronto una cuarta edición en la que Gloria, Doctora en Historia del Arte, haya podido analizarlos e incluirlos convenientemente.

Madrid en el cine de Pedro Almodóvar, Gloria Camarero Gómez, 2019, Ediciones Akal.

11M, no olvidar

Todos recordamos cómo nos enteramos el 11 de marzo de 2004 de lo que había sucedido, pero los años pasan y son muchos los detalles que se han desdibujado o que nunca llegamos a conocer. Un digno homenaje a los que el terrorismo les arrebató la vida, un gesto de cariño con los que nunca volvieron a ser los mismos y un ejercicio de memoria para que no olvidemos quién y cómo pretendió manipularnos.  

El primer acierto de este documental es no utilizar la figura de un narrador y dejar que sean quienes estuvieron allí los que nos trasladen lo que ocurrió. Los primeros veinte minutos son espléndidos. Sosegados, tranquilos y respetuosos. Entrando directamente en el asunto por el que nos convoca ante la pantalla, pero sin dramatismo ni tenebrismo. Solo los hechos, pero no con la precisión y la frialdad de los datos, sino a través de la incapacidad de sus protagonistas para describir o relatar algo que nunca imaginaron tener que contar. De ahí que solo puedan hacerlo a través de detalles e instantes que sintetizan y esencian, según palabras de una de ellos, “imágenes que creo que no debería ver nadie”.

Lo frustrante es que por encima de ese dolor hubo algo más que también nos causó estupor y que, como señala Iñaki Gabilondo, se ha convertido en el motivo casi principal por el que recordamos el 11M. Las cicatrices de la historia nos hicieron pensar en un primer momento que los responsables de la barbarie habían sido los de siempre, pero que quien tenía que calmarnos, unirnos y guiarnos, institucionalizara esa sensación equivocada con interés partidista, resultó difícil de asimilar.

El nivel de los entrevistados (académicos, directores de periódicos, cargos institucionales de entonces, así como representantes del poder judicial y de las fuerzas y cuerpos de seguridad encargadas de la investigación) y la claridad con la que hablan, apoyados además en el paso del tiempo y en lo demostrado por la justicia, revelan la soberbia de aquella actitud y la alevosía del ruido mediático tras el que sus artífices se escudaron primero, y refugiaron después, incluso, durante años.

Este 11M audiovisual casi queda atrapado en este punto de su exposición por lo mismo que le sucedió a nuestra sociedad, por la necesidad moral de revelar la sucesión de manipulaciones, tergiversaciones y falsedades que idearon, en connivencia, quienes perdieron sus cargos ejecutivos y quienes pretendían liderar la opinión pública. Pero José Gómez consigue girar su dirección y entra en una trama argumental a la que quizás le tendría que haber dedicado más espacio o enfocar de manera más relevante. Aquella en la que -a partir de lo demostrado por Fernando Reinares, investigador del Real Instituto Elcano- desvela quiénes fueron los autores intelectuales (algo que no se consiguió concretar en el juicio celebrado en 2007) y la fecha en que tomaron la decisión de organizar la masacre en Madrid.

Para este espectador -que por cuestiones profesionales leyó mucho sobre el 11M en aquella época, incluyendo las ficciones conspirativas- es ahí donde radica lo más valioso de esta producción de Netflix. Una exposición de cómo la realidad no tuvo nada que ver ni con las suposiciones ni con las asunciones relativas a la guerra de Irak. Argumento que, absurdamente, se considera motivo por el que unos y otros ganaron y perdieron las elecciones generales de tres días después. Alegoría que refleja cómo actuó nuestra clase gobernante, haciendo de su obsesión por ocupar el poder político algo más importante que el cuidado, atención, respeto y cariño que debían recibir quienes más lo necesitaban.    

10 montajes teatrales de 2021

Obras nuevas y otras vistas tiempo después de que fueran estrenadas. Denuncia política, retrato social y revisión histórica. Producciones financiadas por instituciones públicas y otras como resultado de la iniciativa privada. Realismo y misticismo, diversión y dramatismo, monólogos y representaciones corales.

«Manning» (Umbral de Primavera). Una década después de que este apellido comenzara a sonar en los medios de comunicación por filtrar documentos que revelaban la cara oculta de la actuación militar de EE.UU. en Irak y Afganistán, podemos conocer su vida a través de este monólogo.

«Cluster» (ex límite). una constelación de constelaciones. Perfecta, pero no como resultado de esa unión, sino porque cada uno de esos microcosmos ya era redondo antes de integrarse en el entramado resultante.

«Estado B. Kitchen / Ruz – Barcenas» (Teatro del Barrio). La sobriedad de la puesta en escena y la rotundidad de las interpretaciones dobles de Pedro Casablanc y Manolo Solo dejan claro que la máxima de la dirección de Alberto San Juan es análoga a la objetividad periodística. 

«Descendimiento» (Teatro de la Abadía). La pintura, la poesía y el movimiento. La imagen estática, la palabra escrita y pronunciada y el cuerpo desplegado sobre el escenario. Tres lenguajes, tres medios que confluyen para crear algo que ya son cada uno de ellos por separado, y que juntos son más, arte.

«Shock 2. La Tormenta y la Guerra» (Centro Dramático Nacional). Un puzle de mil piezas que Boronat y Lima han diseñado tan bien sobre el papel que la materialización en escena dirigida por Andrés está a caballo entre lo continuamente fluido y lo casi perfecto.

«Sucia» (Teatro de la Abadía). Bàrbara Mestanza nos sitúa con valentía y claridad frente a la realidad de los abusos sexuales. Un relato en primera persona sobre aquello a lo que menos atención prestamos, a cómo se sintió la víctima cuando la violentaban, cómo convivió en silencio con aquel dolor y cómo fue el proceso de darlo a conocer.

«Una noche sin luna» (Teatro Español). Un texto redondo, una interpretación espléndida y una dirección extraordinaria de Sergio Peris-Menchetta que materializa con inteligencia y sensibilidad la profundidad, capacidad y múltiple expresividad del doble trabajo de Juan Diego Botto. 

«El bar que se tragó a todos los españoles» (Centro Dramático Nacional). Alfredo Sanzol cuenta que su texto está basado e inspirado en su padre. Hay verdad y ficción en lo que nos expone. Drama, comedia, costumbrismo y delirio hilarante. Del pequeño pueblo navarro de San Martín de Unx a Roma pasando por Texas, San Francisco y Madrid.

«N.E.V.E.R.M.O.R.E.» (Centro Dramático Nacional). Una original y trabajada propuesta escrita y dirigida por Xron, con la que el Grupo Chévere nos retrotrae tanto al inicio de la pandemia del covid como al desastre del Prestige veinte años atrás.

«Los remedios» (Teatro Lara). Acción y texto. Vida y actuación. Da igual si lo que relatan sucedió o no tal y como lo representan. Lo importante es que pudo ocurrir así porque suena a sentido y hecho con el corazón, y montado para ser captado y procesado desde ahí.

10 novelas de 2021

Dos títulos a los que volví más de veinte años después de haberlos leído por primera vez. Otro más al que recurrí para conocer uno de los referentes del imaginario de un pintor. Cuatro lecturas compartidas con amigos y sobre las que compartimos impresiones de lo más dispar. Uno del que había oído mucho y bueno. Y dos más que leí recomendados por quienes me los prestaron y acertaron de pleno.

«Venus Bonaparte» de Terenci Moix. Una biografía que combina la magnanimidad de las múltiples facetas de la historia (política, arte, religión…) con lo más mundano (el poder, el amor, el sexo…) de los seres humanos. Un trabajo equilibrado entre los datos reales, basados en la documentación, y la libertad creativa de un escritor dotado de una extraordinaria capacidad expresiva. Una narrativa fluida que ahonda, analiza, describe y explica y unos diálogos ingeniosos y procaces, llenos de respuestas y sentencias brillantes.

«A sangre y fuego» de Manuel Chaves Nogales. Once episodios basados en otras tantas situaciones reales que demuestran que la violencia engendra violencia y que la Guerra Civil fue más que un conflicto bélico entre nacionales y republicanos. Los relatos escritos por este periodista en los primeros meses de 1937 son una joya narrativa que dejan claro que esta fue una guerra total en la que en muchas ocasiones los posicionamientos ideológicos fueron una disculpa para arrasar con todo aquel que no pensara igual.

«El lápiz del carpintero» de Manuel Rivas. Una narración que, además de los hechos, abarca las emociones de sus protagonistas y sus preguntas y respuestas planteándose el por qué y el para qué de lo que está ocurriendo. Un viaje hasta la Galicia violentada en el verano de 1936 por el alzamiento nacional y embrutecida por lo que derivó en una salvaje Guerra Civil y una despiadada dictadura.

«Drácula» de Bram Stoker. Novela de terror, romántica, de aventuras, acción e intriga sin descanso. Perfectamente estructurada a partir de entradas de diarios y cartas, redactadas por varios de sus personajes, con los que ofrece un relato de lo más imaginativo sobre la lucha del bien contra el mal. El inicio de un mito que sigue funcionando y a cuya novela creadora la pátina del tiempo la hace aún más extraordinaria.

“Alicia en el país de las maravillas” y «Alicia a través del espejo», de Lewis Carroll. No es la obra infantil que la leyenda dice que es. Todo lo contrario. Su protagonista de siete años nos introduce en un mundo en el que no sirven las convenciones retóricas y conceptuales con que los adultos pensamos y nos expresamos. Una primera parte más lúdica y narrativa y una segunda más intelectual que pone a prueba nuestras habilidades para comprender las situaciones en las que la lógica hace de las suyas.  

«Feria» de Ana Iris Simón. Narración entre la autobiografía, el fresco costumbrista y la mirada crítica sobre las coordenadas de nuestro tiempo desde la visión de una joven de treinta años educada para creer que cuando llegara a los treinta tendría el mundo a sus pies. Un texto que, jugando a la autenticidad de lo espontáneo, bordea el artificio de lo naif, pero que plasma muy bien la inmaterialidad que conforma nuestra identidad social, familiar y personal.

“A su imagen” de Jérôme Ferrari. La historia, el sentido, el poder y la función social del fotoperiodismo como hilo conductor de una vida y como medio con el que sintetizar la historia de una comunidad. Una escritura honda que combina equilibradamente puntos de vista y planos temporales, que descifra con precisión lo silente y revela la realidad de los vínculos entre la visceralidad y la racionalidad de la naturaleza humana.

«La ridícula idea de no volver a verte» de Rosa Montero. Lo que se inicia como una edición comentada de los diarios personales de Marie Curie se convierte en un relato en el que, a partir de sus claves más íntimas, su autora reflexiona sobre las emociones, las relaciones y los vínculos que le dan sentido a nuestra vida. Una prosa tranquila, precisa en su forma y sensible en su fondo que llega hondo, instalándose en nuestro interior y dando pie a un proceso transformador tras el que no volveremos a ser los mismos.

“Lo prohibido” de Benito Pérez Galdós. Las memorias de José María Bueno de Guzmán van de 1880 a 1884. Cuatro años de un fresco de la alta sociedad madrileña, de apariencias y despropósitos, dimes y diretes y tejemanejes sociales, políticos y económicos de los supuestamente adinerados y poderosos. Una superficie de lujo, buen gusto y saber estar que oculta una buena dosis de soberbia, corrupción, injusticia y perversión.

“Segunda casa” de Rachel Cusk. Una novela introvertida más que íntima, en la que lo desconocido tiene mayor peso que lo explícito. Ambientada en un lugar hipnótico en el que la incomunicación resulta ser la atmósfera en la que tiene lugar su contrario. Una prosa intensa con la que su protagonista se abre, expone y descompone en su intento por explicarse, entenderse y vincularse.

«Los vencejos» de Fernando Aramburu

365 días de un diario personal y otras tantas entradas o capítulos en los que se entremezclan las intenciones futuras, las sensaciones del presente y los recuerdos del pasado. Un personaje anodino, incisivo cuando se expresa con acidez, pero excesivo cuando irradia apatía. Tanta que acaba resultando un narrador que ensombrece las intenciones con que presumiblemente le concibió su creador.   

Toni está harto de vivir. Su trabajo le aburre, su familia no son más que los restos de un proyecto fracasado y el futuro no le ofrece aliciente alguno. Si falta, no falla a nadie y al no contar con nadie más que consigo mismo, se siente libre para decidir su destino sin deberle explicaciones a persona alguna. Aún así, no puede dejar de ser quien y como es y por eso se lo va a tomar con calma. Se da un año para ejecutar su intención de desaparecer. Tiempo que emplear en hacer balance por escrito de lo transcurrido, identificar y ordenar lo mucho o poco a dejar como legado e ir desconectando progresivamente de cuanto hoy le estructura.

Una premisa sugerente articulada en una serie de tramas que nos muestran las distintas etapas de su vida (los padres y el hermano, la exmujer y el hijo, la amante que reaparece y el amigo que sigue) con interludios en los que se expone su presente y su pensamiento, el de un profesor de instituto de filosofía, residente en Madrid, que siempre ha estado al tanto de la actualidad política y social, aunque sin demasiado apego por cambiar el modo en que funcionan las cosas. Sin embargo, todo ello queda ensombrecido por la manera en que combina la estructura de su relato con el tono de su expresión.

El ritmo de una entrada diaria no solo pauta la lectura, sino que provoca la sensación de estar asistiendo a una sucesión de microrrelatos en los que pesa más su componente anecdótico que lo que cada uno de ellos suma a los anteriores. El mecanismo de reflexión nocturna, a cuya llamada no falla su protagonista ni una sola jornada, acaba por generar una sensación de monotonía que tiñe cuanto comparte y encorseta su propuesta, algo a lo que no ayudan las muchas páginas de esta novela. Se quedan por el camino universos que hubieran dado más de sí, así como muchos detalles que, tratados con un enfoque más analítico que meramente descriptivo o habiendo reflexionado sobre ellos con mayor detenimiento, seguro hubieran enriquecido su relato.

El otro inconveniente es la responsabilidad que ha dado Aramburu a su protagonista de ser también narrador en primera persona de su historia. Y no por la formalidad que pudiéramos pensar al estar concebida para ser leída algún día por su hijo, o por una supuesta falta de capacidades retóricas, sino por la combinación de desánimo, epicureísmo y mordacidad con que retrata cuanto acontecimiento y persona a la que alude, así como por la manera impúdica con que se refiere a sus asuntos más íntimos.

A su favor hay que decir que, aunque se echa en falta un retrato psicológico y conductual más matizado de este personaje, con el que haber entrado en su existencialismo, en ningún momento queda convertido en un sucedáneo banal o una simple caricatura de un supuesto ciudadano medio de nuestro tiempo. La sensación es la de haber subido en el ascensor, una vez más, con ese vecino con el que coincidimos de cuando en cuando desde hace años en el portal, y del que solo sabemos que vive en un piso superior al nuestro, ni siquiera su nombre. Aunque pasada la novedad de las primeras ocasiones, rápidamente dejamos de tener ganas ni curiosidad por conocerlo.

Los vencejos, Fernando Aramburu, 2021, Tusquets Editores.

“Lo prohibido” de Benito Pérez Galdós

Las memorias de José María Bueno de Guzmán van de 1880 a 1884. Cuatro años de un fresco de la alta sociedad madrileña, de apariencias y despropósitos, dimes y diretes y tejemanejes sociales, políticos y económicos de los supuestamente adinerados y poderosos. Una superficie de lujo, buen gusto y saber estar que oculta una buena dosis de soberbia, corrupción, injusticia y perversión.

Podría tomarse Lo prohibido como una escritura en la que Galdós se esconde tras la primera persona y el carácter díscolo, fresco y nada reprimido de su protagonista. Un hombre soltero y adinerado, hijo de español e inglesa, elegante y con supuesto buen juicio. Educado entre Londres y Jerez de la Frontera y que llega a Madrid con ganas de iniciar una nueva etapa de su vida siendo vecino de sus tíos y primos. Tres mujeres (María Juana, Elisa y Camila) ya iniciadas en el matrimonio y un desnortado Raimundo que le sirven como proyección, a través de cómo les describe y dialoga, de su manera de pensar, sus valores y sus intenciones materiales y espirituales.

Pero como toda fachada, la suya también se resquebraja poco a poco contagiando progresivamente su discurso de sus incoherencias, desfachateces y hasta depravaciones. Catálogo conductual que comparte con casi todos los que aparecen por sus páginas. Ya sea en cenas con lo más granado de la sociedad. En el parqué y la trastienda de la Bolsa con agentes que además de gestionar títulos y acciones, trapichean con información interesada. Y en círculos gubernamentales en los que el único propósito es detectar las oportunidades de hacer caja.

Un mundo que Galdós sobrevuela colocando su narración en un cruce de caminos entre el naturalismo y el determinismo por un lado, y el absurdo y un progresivo patetismo por otra. Juega con todo ello con una intención más crítica que sentenciosa, absteniéndose de intervenir para dejar que los hechos y los personajes hablen por sí mismos. Sin entrar en cuestiones morales, aunque el dogmatismo de lo cristiano sobre las relaciones humanas forme parte de las coordenadas en las que se adentra, lo que le permite conseguir un retrato más humano y verosímil de todos ellos.

Un logro al que añade su capacidad para mostrar cómo se materializan y manifiestan los vínculos afectivos y amorosos en escenas con una precisión realista, seguidas de otras con una pulsión e intensidad evocadora de títulos cercanos en el tiempo como Ana Karenina (1877) o Madame Bovary (1857). Sin olvidar los elementos simbólicos que introduce con total naturalidad, transmitiendo a través de ellos la evidente sensualidad, y hasta carga sexual, de algunos comportamientos y encuentros.   

Formalmente, su buen saber consigue que la constante simultaneidad de liviandad y profundidad de su historia resulte en todo momento fluida, que queden perfectamente expuestas gracias a la riqueza de su vocabulario y enmarcadas con los elementos descriptivos sobre arquitectura, decoración o protocolo que maneja. Así como con los referentes que menciona, ya sean políticos (relativos a Cuba y supuestas actuaciones ministeriales), clásicos literarios (Don Quijote, Hamlet) o artistas contemporáneos y conocidos suyos (Enrique Mélida, Aureliano de Beruete o Agapito y Venancio Vallmitjana).

Lo prohibido, Benito Pérez Galdós, 1884, Alianza Editorial.