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“Maricas malas” de Christo Casas

¿Avanzar en derechos supone mejorar nuestras vidas o subirnos al carro de la satisfacción en el corto plazo para, después, seguir igual? ¿Hemos progresado o caído en la trampa de creernos tratados como iguales cuando el mundo que nos rodea sigue regido por el poder y la jerarquía del heteropatriarcado? ¿Se puede ser libremente LGTBI en nuestra sociedad?

Imagino que preguntas así pasaron insistentemente por la mente de Christo Casas y tanto le rondaron que leyó, se informó y debatió hasta finalmente ponerse manos al papel y darles respuesta en Maricas malas. Un título provocador y un ensayo no diplomáticamente correcto. Casas hace autocrítica de lo que supuso la aprobación legal del matrimonio igualitario, analiza con la distancia transcurrida lo que supuso y si materializó las reivindicaciones con las que el activismo español salió a la calle en los años 70 y 80. Y, por último, recorre hasta dónde hemos evolucionado desde un punto de vista legal y social en derechos LGTBI y enuncias los retos que, a su juicio, presenta el momento actual.

Varios frentes que comienzan con la tesis de que el matrimonio homosexual fue una estrategia del sistema para integrarnos ahora que las estructuras de poder se basan en la necesidad de mano de obra y capital que alimente el consumismo en el que unos ganan y otros no llegan. Darnos la opción de ser familia para, a su vez, dividirnos. Quien no se atiene a este modelo en el que prima la carátula del amor y no la del derecho a ser, es el extraño, el outsider y, por tanto, a quien se mira mal, se arrincona y expulsa. Se nos ofrece aceptación, pero si no adoptamos el canon y lo cumplimos de manera estricta, se nos castiga, nos convertimos en Maricas malas. Seguimos siendo tratados como una minoría, igual que sucede por motivos de raza, origen, sexo…

Primero atentamos contra la moral, después contra la ciencia médica y finalmente contra el capitalismo. Este parece habernos vencido, fagocitándonos incluso, he ahí el pinkwashing que realizan grandes corporaciones y hasta el utilitarismo de algunos exponentes de la ultraderecha en su cruzada xenófoba. ¿Qué podemos hacer? Maricas malas mira atrás para chequear si el matrimonio igualitario fue el éxito que asumimos en 2005. Y su conclusión es que no.

En las tres décadas de democracia que culminaron ese día dejamos por el camino la voluntad de romper los moldes y de considerar otras maneras de vivir y de relacionarnos, sin obligación de adoptar convencionalismos que, en demasiados casos, ocultan deberes (estar en pareja para poder llegar a final de mes), maquillan miedos (creer que somos menos por no dormir acompañados) y anulan el libre desarrollo de la personalidad (negamos cómo nos sentimos para no correr el riesgo de ser juzgados).

Ahí es donde Casas propone volver y sentirnos orgullosos no de ser LGTBI, sino de serlo de una manera que no se atiene a lo esperado. Una visión que pasa no solo por la reivindicación identitaria, sino por la reclamación de un horizonte en el que además de la igualdad y la libertad, primen la transversalidad de la empatía y el diálogo. Suena a utópico, pero su “amariconar la sociedad” no deja de ser una aspiración que ya vimos en el pasado como germen del estado del bienestar y que hemos escuchado más recientemente como economía de los cuidados. Algo que nos beneficiaría a todos por igual, sin importar nuestra identidad ni nuestra orientación sexual.

Maricas malas, Christo Casas, 2023, Ediciones Paidós.   

«La mala costumbre» de Alana S. Portero

Novela y testimonio. Relato y retrato de una ciudad y una sociedad, de una realidad y de una persona. Lectura con la que imaginar y conocer. Una protagonista a la que escuchar y comprender. Páginas en las que dejarse imbuir por la verdad de su autora, un interior desnudo y una vivencia con la que es imposible no empatizar.

Las narraciones en primera persona tienen la virtud de introducirte de lleno en la historia que exponen. Una inmersión sin medias tintas cuando lo escrito es autobiográfico. Más aún si te coge de la mano para exponerte una experiencia de cuya profundidad y autenticidad ni su autora parece ser plenamente consciente hasta que escoge las palabras con que da carta de identidad a sus lugares y personajes y convierte en recuerdos, guardados o vigentes, las conversaciones y acontecimientos, cotidianos y extraordinarios, que en ella expone. Y todo ello teniendo como elemento conductor la toma de conciencia de que su sentir interno, su ser mujer, no se corresponde con lo que le devuelve el otro lado, tanto el espejo físico como las suposiciones de su entorno y las expectativas de su familia.

La mala costumbre revela a una persona sensible, intuitiva en su modo de percibir y comprender las conexiones de lo que no se ve, e inteligente en su traslación a la racionalidad del lenguaje del maremágnum de motivaciones y relaciones que se producen en la vida de cualquier individuo, más aún cuando éste es alguien que está en la doble frontera de no saber cómo vivir consigo mismo y cómo hacerlo en el mundo en el que le ha tocado crecer. Alana S. Portero demuestra ser capaz, no cae en la limitación del dolor ni se encierra en la necesidad terapéutica del yo. E inteligente, dotada para darle forma literaria a su historia, introduciendo a su lector en una realidad de la que saldrá aún más conocedor o incapaz de mantenerse en la ignorancia y los posibles prejuicios que antes tuviera.

Consigue que su exposición tenga la estructura de una ficción, pero que todo en ella transmita verdad. Subjetiva y editada, pero no por ello privada o reducida. Su mirada está teñida de la perspicacia de quien busca, indaga y se esfuerza por encontrar respuestas y no del costumbrismo de quien se deleita en la facilidad de mirar sin ver. Alana se revela como una aguda retratista del Madrid de los últimos cuarenta años, de cómo pasó de ser para muchos una ciudad humilde y sufrida a una urbe exigente y hasta traidora con los suyos. También una acertada cronista de cómo las identidades de género y las orientaciones sexuales, que no se atuvieran al canon del heteropatriarcado, pasaron de sobrevivir a no esconderse y de ahí a reivindicarse y reclamarse.

Todo apunta a que este título es ya un referente del capítulo transexualidad en el amplio campo de la literatura LGTB. Pero, además de por eso, merece ser considerada por el modo en que es capaz de hacer de su pasado un camino abierto al tránsito de otros. Valorada por la calidad con que nos introduce en un universo en el que lo inabarcable está unido a lo tangible. Por el tacto con que transmite el amplio espectro de emociones -de la soledad y el miedo a la ilusión y la esperanza- por las que viajamos, también dentro de nosotros mismos, de su mano.  

La mala costumbre, Alana S. Portero, 2023, Editorial Seix Barral.

10 ensayos de 2020

La autobiografía de una gran pintora y de un cineasta, un repaso a las maneras de relacionarse cuando la sociedad te impide ser libre, análisis de un tiempo histórico de lo más convulso, discursos de un Premio Nobel, reflexiones sobre la autenticidad, la dualidad urbanidad/ruralidad de nuestro país y la masculinidad…

“De puertas adentro” de Amalia Avia. La biografía de esta gran mujer de la pintura realista española de la segunda mitad del siglo XX transcurrió entre el Toledo rural y la urbanidad de Madrid. El primero fue el escenario de episodios familiares durante la etapa más oscura de la reciente historia española, la Guerra Civil y la dictadura. La capital es el lugar en el que desplegó su faceta creativa y la convirtió en el hilo conductor de sus relaciones artísticas, profesionales y sociales.

“Cruising. Historia íntima de un pasatiempo radical” de Alex Espinoza. Desde tiempos inmemoriales la mayor parte de la sociedad ha impedido a los homosexuales vivir su sexualidad con la naturalidad y libertad que procede. Sin embargo, no hay obstáculo insalvable y muchos hombres encontraron la manera de vehicular su deseo corporal y la necesidad afectiva a través de esta práctica tan antigua como actual.  

“Pensar el siglo XX” de Tony Judt. Un ensayo en formato entrevista en el que su autor recuerda su trayectoria personal y profesional durante la segunda mitad del siglo, a la par que repasa en un riguroso y referenciado análisis de las causas que motivaron y las consecuencias que provocaron los acontecimientos más importantes de este tiempo tan convulso.

“La maleta de mi padre” de Orhan Pamuk. El día que recibió el Premio Nobel de Literatura, este autor turco dedicó su intervención a contar cómo su padre le transmitió la vivencia de la escritura y el poder de la literatura, haciendo de él el autor que, tras treinta años de carrera y siete títulos publicados, recibía este preciado galardón en 2006. Un discurso que esta publicación complementa con otros dos de ese mismo año en que explica su relación con el proceso de creación y de lectura.

“El naufragio de las civilizaciones” de Amin Maalouf. Un análisis del estado actual de la humanidad basado en la experiencia personal, profesional e intelectual de su autor. Aunando las vivencias familiares que le llevaron del Líbano a Francia, los acontecimientos de los que ha sido testigo como periodista por todo el mundo árabe, y sus reflexiones como escritor.

“A propósito de nada” de Woody Allen. Tiene razón el neoyorquino cuando dice que lo más interesante de su vida son las personas que han pasado por ella. Pero también es cierto que con la aparición y aportación de todas ellas ha creado un corpus literario y cinematográfica fundamental en nuestro imaginario cultural de las últimas décadas. Un legado que repasa hilvanándolo con su propia versión de determinados episodios personales.

“Lo real y su doble” de Clément Rosset. ¿Cuánta realidad somos capaces de tolerar? ¿Por qué? ¿De qué mecanismos nos valemos para convivir con la ficción que incluimos en nuestras vidas? ¿Qué papel tiene esta ilusión? ¿Cómo se relaciona la verdad en la que habitamos con el espejismo por el que también transitamos?

“La España vacía” de Sergio del Molino. No es solo una descripción de la inmensidad del territorio nacional actualmente despoblado o apenas urbanizado, “Viaje por un país que nunca fue” es también un análisis de los antecedentes de esta situación. De la manera que lo han vivido sus residentes y cómo se les ha tratado desde los centros de poder, y retratado en medios como el cine o la literatura.

“Un hombre de verdad” de Thomas Page McBee. Reflexión sobre qué implica ser un hombre, cómo se ejerce la masculinidad y el modo en que es percibida en nuestro modelo de sociedad. Un ensayo escrito por alguien que no consiguió que su cuerpo fuera fiel a su identidad de género hasta los treinta años y se topa entonces con unos roles, suposiciones y respuestas que no conocía, esperaba o había experimentado antes.

“La caída de Constantinopla 1453” de Steven Runciman. Sobre cómo se fraguó, desarrolló y concluyó la última batalla del imperio bizantino. Los antecedentes políticos, religiosos y militares que tanto desde el lado cristiano como del otomano dieron pie al inicio de una nueva época en el tablero geopolítico de nuestra civilización.

“Un hombre de verdad” de Thomas Page McBee

Estas «Lecciones de un boxeador que peleaba para abrazar mejor» conforman una interesante reflexión sobre qué implica ser un hombre, cómo se ejerce la masculinidad y el modo en que es percibida en nuestro modelo de sociedad. Un ensayo escrito por alguien que no consiguió que su cuerpo fuera fiel a su identidad de género hasta los treinta años y se topa entonces con unos roles, suposiciones y respuestas que no conocía, esperaba o había experimentado antes.

Cuando Thomas comenzó a inyectarse testosterona como parte de su proceso de transición, no solo experimentó cambios físicos (su complexión física se ensanchó, le surgió vello y su voz se hizo más grave), también notó que su entorno le consideraba de otra manera. Cuando hablaba, le prestaban más atención. Si se cruzaba con una mujer en un lugar con poca luz, sentía cómo esta se ponía tensa. De repente, algunos hombres se dirigían hacia él con una actitud retadora, violenta incluso.

Para entender qué estaba pasando, propuso a la revista en la que trabajaba escribir un reportaje sobre la relación entre los hombres y la violencia a partir de lo que viviera y sintiera preparándose para tomar parte en un combate de boxeo benéfico en el Madison Square Garden. Cinco meses de entrenamiento en dos gimnasios, cruces y comentarios en los vestuarios, horas de preparación física y mental con contrincantes y entrenadores, golpes hasta la extenuación en el ring…

Una exigente práctica física en la que se introdujo como principiante, que después le poseyó confundiéndole y enajenándole por momentos, pero en la que poco a poco consiguió encontrarse haciendo frente a sus dudas y miedos. Así hasta acabar entendiendo las paradojas y la alegoría sobre la condición humana -así como sobre sí mismo (su biografía, su personalidad y su pensamiento)- que, según él, es este deporte tan controvertido y tenido como un epítome de la masculinidad, del poder y las capacidades del hombre como luchador y estratega.  

Decir a los prejuiciosos y presuntuosos que Un hombre de verdad no trata sobre la vivencia, la aceptación o los posibles conflictos de la transexualidad. Afortunadamente, la fortaleza mental, la sensibilidad humana y la sinceridad emocional de Page McBee están más allá de eso, lo que le hizo darse cuenta, con su entrada en la masculinidad, de cómo se generan, transmiten y perpetúan las actitudes que el heteropatriarcado ha ejercido sobre mujeres y hombre no heterosexuales desde el principio de los tiempos. Y lo peor de todo, como él incluso, asumía inconscientemente algunas de ellas.

Un filtro de catalogación de la humanidad -el de la orientación sexual- que se complementa con otros como el de la raza o la posición social. Una triada sobre la que indagó tratando con historiadores, sociólogos, antropólogos o psicólogos con el fin de entender los porqués y cómo esto estructura y condiciona a nuestra sociedad. Artificios sin fundamentación alguna que hacen que nuestras relaciones individuales, colectivas y sistémicas se basen más en el conflicto que en la colaboración y en la diferencia que en la semejanza, con la consiguiente pérdida de energía y bienestar para todos y cada uno de nosotros.

Un ejemplo de introspección y sinceridad personal que me ha hecho recordar el Autorretrato de un macho disidente (Huso Editorial, 2017) de Octavio Salazar, y un deseo de conocer y comprender que, de haber estado ambientado en nuestro país, hubiera podido apoyarse en lo que Ramón Martínez cuenta en La cultura de la homofobia y cómo acabar con ella (Editorial Egales, 2017).

Un hombre de verdad, Thomas Page McBee, 2019, Temas de Hoy.

«Nos acechan todavía» de Ramón Martínez

¿Hacia dónde va el movimiento LGTB? ¿Qué reclama? ¿Cuáles son los retos, dificultades y agentes que le hacen frente hoy en día? Preguntas a las que este autor les da respuesta yendo más allá de lo sintomático y lo evidente del momento presente para buscar las causas sistémicas de sus demandas y proponer soluciones ambiciosas y con visión de futuro.

Parecía que tras la aprobación del matrimonio igualitario en España en 2005 se iba a iniciar una concatenación de hechos que haría que las personas LGTB viviéramos libres de discriminación y en las mismas condiciones de igualdad y libertad que el resto de nuestros conciudadanos. Sin embargo, y aunque es evidente en términos generales que vivimos con menos censura y prejuicios que décadas atrás, no se ha avanzado en los términos imaginados. ¿Qué ha pasado? ¿Qué ha ocurrido en nuestra sociedad? ¿Cuál ha sido la respuesta y la actitud de las personas y los colectivos LGTB?

Como ya apuntara Ramón en La cultura de la homofobia y cómo acabar con ella, el origen está claro, una extendida concepción de las relaciones humanas en las que el sexo biológico es el elemento sobre el que supedita la supremacía del hombre sobre la mujer, y la heterosexualidad es la orientación sexual que subraya y privilegia dicha norma. Esa es la raíz de la discriminación, las injusticias y el estigma que sufren, en mayor o menor medida (según nivel/poder económico y simbiosis con dicho sistema de actuación), los que no la cumplen y que no solo no han desaparecido, sino que se están fortaleciendo, refugiándose en tergiversaciones semánticas y falsos posicionamientos políticos como los de la crítica a la ideología de género.

Únase a esto otros factores como el aburguesamiento de buena parte de los “activistas” del pasado que consideraban conseguidas las metas propuestas. O la falta de un proyecto sólido y ambicioso en lo conceptual de las organizaciones que fuera más allá de propósitos puntuales (por muy exitoso que fuera su logro). Además, hemos de tener en cuenta la irrupción de las nuevas tecnologías, que nos permiten informarnos y socializar de manera diferente, a lo que se suma el relevo generacional de nuestra sociedad, con jóvenes que han crecido en un contexto diferente tanto a nivel micro (en lo referente a las cuestiones LGTB) como macro (entorno educativo, social, económico…).

Lo que el también autor de Lo nuestro sí que es mundial señala es que los objetivos deben ser ambiciosos, y la manera de conseguirlos realista. Hay que ir más allá de los síntomas (las agresiones), lo cotidiano (las declaraciones provocadoras de algunos representantes públicos) y lo asistencial (asesoramiento sobre VIH), para enunciar alta y claramente lo que verdaderamente deseamos y a lo que aspiramos. Una sociedad donde todas las personas seamos iguales, donde no haya una manera de ser, vivir y relacionarse que sea más que las demás o la que marque la estructura y las reglas de funcionamiento de nuestra modelo de convivencia.

Ese día un día llegará (que cantaba Mecano), pero requiere determinación, compromiso y una estrategia muy bien cimentada. Nuestro pensador de cabecera -título más que merecido con la trilogía que culmina con este Nos acechan todavía– señala aspectos tan importantes como el uso del lenguaje (hablar de pluralidad en lugar de diversidad), combinar acciones de distinto tipo (reivindicativas, reformistas, revolucionarias), buscar aliados adecuados (otros movimientos sociales como el feminismo e, incluso, las organizaciones políticas, pero sin dejarse fagocitar por ellas), contraargumentar con solidez a los que nos tergiversan, establecer objetivos claros (ejemplo, que los libros de texto expliciten la homosexualidad de Federico García Lorca) con una narrativa definida (manejando apropiadamente conceptos como el de cultura LGTB) y, en cualquier caso, realizar una comunicación eficiente en las formas (conseguir llamar la atención) pero efectiva en el fondo (transmitir el mensaje).

No será fácil y resultará arduo, queda mucho por recorrer y conseguir para lograr esa meta en que no solo no haya discriminación por ser LGTB, sino que resulte inconcebible que la pueda haber. En nuestra manos, voluntad, esfuerzo y dedicación está el lograrlo. Y lo haremos.

Nos acechan todavía. Anotaciones para reactivar el movimiento LGTB, Ramón Martínez, 2019, Editorial Egales.

10 funciones teatrales de 2018

Monólogos y obras corales; textos originales y adaptaciones de novelas; títulos que se ven por primera vez, que continúan o que se estrenan en una nueva versión; autores nacionales y extranjeros; tramas de rabiosa actualidad y temas universales,…

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«Unamuno, venceréis pero no convenceréis». José Luis Gómez se desdobla para demostrarnos porqué Don Miguel sigue presente y vigente. Sus palabras definieron la naturaleza de una nación, la nuestra, que en muchos de sus aspectos son hoy muy similares a como lo eran cuando él vivía. La perspectiva del tiempo nos permite también entender las contradicciones de un hombre que, tras apoyarlo inicialmente, pronunció una de las frases más críticas y definitorias del franquismo.

Unamuno

«Gloria». La persona detrás del personaje adorado por los niños. La mujer que vivía más allá de lo que contaban sus versos. La adulta que mira hacia atrás recordando de dónde vino, qué hizo a lo largo de su vida –escribir y amar- y en quién se convirtió. Un monólogo vibrante que retrata a Gloria con sencillez y homenajea a Fuertes con la misma humildad que ella siempre transmitió.

Gloria

«El tratamiento». Cada día de función es un día de estreno en el que convergen 40 años de biografía y la ilusión de dedicarse al cine. Un arte que para Martín constituye el lenguaje a través del cual expresa sus obsesiones y emociones y se relaciona con el mundo acelerado, salvaje y neurótico en que vivimos. Hora y media de humor y comedia, de drama e intimidad, de fluidez y ritmo, de diálogos ágiles y actores excelentes.

ElTratamiento

«Los días de la nieve». Un monólogo en el que el ausente Miguel Hernández está presente en todo momento sin por ello restarle un ápice de protagonismo a la que fuera su mujer. Una Josefina Manresa escrita por Alberto Conejero, puesta en escena por Chema del Barco e interpretada por Rosario Pardo que atrae por su carácter sencillo, engancha por su transparencia emocional y enamora por la generosidad de su discurso.

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«Tiempo de silencio». La genial novela de Luis Martín Santos convertida en un poderoso texto dramático. Una escueta y lograda ambientación –áspera escenografía y asertiva iluminación- que nos traslada al páramo social y emocional que fue aquella España franquista que se asfixiaba en su autarquía. Una puesta en escena que es teatro en estado puro con una soberbia dirección de actores cuyas interpretaciones resultan perfectas en todos y cada uno de sus registros.

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«Los mariachis». Una perfecta exposición a golpe de carcajada y con un fino sentido del humor de cómo la corrupción y la incultura están interrelacionadas entre sí y de cómo nos lastran a todos. Cuatro intérpretes que con su exultante comicidad dan rienda suelta a todas las posibilidades de un texto excelente. Una obra que cala hondo y toca la conciencia de sus espectadores.

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«La ternura». ¡Bravo! Todo el público en pie al acabar la función, aplaudiendo a rabiar y sonriendo llenos de felicidad, con la sensación de haber visto teatro clásico, pero con la frescura y el dinamismo de los autores más actuales. Una historia cómica que juega con los roles de género y parte de la eterna dicotomía entre hombres y mujeres para exponer con sumo acierto lo que supone el amor, lo que nos entrega y nos exige.

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«Lehman trilogy». Triple salto mortal técnicamente perfecto y artísticamente excelente que nos narra la vida y obra de tres generaciones de la familia Lehman -así como el desarrollo de los EE.UU. y del capitalismo desde la década de 1840- gracias al ritmo frenético que marca la dirección de Sergio Peres-Mencheta y la extraordinaria versatilidad de sus seis actores en una miscelánea de comedia del teatro de varietés, exceso cabaretero, expresividad gestual y corporal de cine mudo aderezada con la energía y fuerza de la música en vivo.

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«El curioso incidente del perro a medianoche». Comienza como una intriga con un tono ligero cercano casi a la comedia y poco a poco va derivando en una historia costumbrista en torno a un joven diferente que nos lleva finalmente al terreno del drama y la acción. Un montaje inteligente en el que el sofisticado despliegue técnico se complementa con absoluta precisión con el movimiento, el ritmo y la versatilidad de un elenco perfectamente compenetrado en el que Alex Villazán brilla de manera muy especial.

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«El castigo sin venganza». Todavía sigo paralizado por la intensidad de esta tragedia, en la que no sé qué llega más hondo, si la crudeza del texto de Lope de Vega, la claridad con la que lo expone Helena Pimienta o la contagiosa emoción con que lo representa todo su elenco. Una historia en la que la comicidad de su costumbrismo y tranquilidad inicial deriva en una opresiva atmósfera en la que se combinan el amor imposible, la amenaza del poder y las jerarquías afectivas y sociales.

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«La ternura», comedia y amor

¡Bravo! Todo el público en pie al acabar la función, aplaudiendo a rabiar y sonriendo llenos de felicidad, con la sensación de haber visto teatro clásico, pero con la frescura y el dinamismo de los autores más actuales. Una historia cómica que juega con los roles de género y parte de la eterna dicotomía entre hombres y mujeres para exponer con sumo acierto lo que supone el amor, lo que nos entrega y nos exige.

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Los hombres vienen de Martes y las mujeres de Venus reza un dicho que se ha convertido en el título de un libro que seguro lleva ya muchas tiradas. El tema da supuestamente para mucho, aunque suele hacerse mediante topicos y clichés que cansan y agotan por su simpleza y banalidad. Algo que está a miles de kilómetros de la propuesta de Alfredo Sanzol. Él no convierte estas cuestiones en un enfrentamiento entre opuestos sino que los utiliza como recursos creativos para construir un discurso que tiene tanto de prosa recurrente como de lirismo en la expresión que adopta para ambientarlo en 1588.

La ternura es una carcajada sin fin. Su objetivo es que sus espectadores se rían con ella de la misma manera que su texto se ríe de sí mismo. Lo hace con tal claridad que no necesita recurrir a una elaboración argumental que conlleve la ironía o la sátira, su logro está en conseguirlo manejando única y exclusivamente con suma belleza las muchas variantes del lenguaje (vocabulario profuso, sintaxis de modos clásicos) y de la expresión oral (ritmo, entonación).

La sencillez de su planteamiento argumental –el encuentro en una isla desierta entre el hombre y sus dos hijos que la habitan con tres náufragos, una mujer y sus dos hijas vestidas como soldados para evitar mostrar su femineidad- podría ser un vacío minimalista en manos de otro elenco. Pero la extraordinaria elocuencia verbal, riqueza gestual y sobresaliente expresividad corporal de los seis intérpretes de este montaje lo convierten en un espacio mágico en el que no paran de suceder acontecimientos en toda clase de rincones (playas, cuevas, montañas, ¡hasta un volcán!).  Un lugar en el que las dos familias que inicialmente se excluyen por sus prevenciones ante lo desconocido comenzarán a comunicarse racionalmente, dando paso a medida que surjan la sensaciones personales, a relacionarse emocionalmente.

Una huida hacia adelante y un viaje sin posibilidad de marcha atrás en el que vemos cómo los prejuicios son disfraces de la inexperiencia y corazas defensivas de la inseguridad. Enredos de vodevil en los que se juega con la identidad sexual, confrontando los impulsos con la educación aprendida, planteándole al espectador actual el debate de si la orientación es algo genético o ambiental.  Pero de lo que se trata en todo momento es de lo que nos une. Por un lado, la lealtad a la familia, que nos dio la vida, nos protege y nos respalda. Por otro, el impulso, la atracción y el deseo de compromiso que puede nacer en cada uno de nosotros por alguien que aparezca de repente en nuestro presente. Y también, cómo no, como ambas dimensiones son capaces de convivir.

La ternura es una oda al amor y al teatro universal, a Shakespeare, a ese que siempre apela a nuestra identidad. Un texto fantástico de Alfredo Sanzol que dirigido por él resulta redondo. Ojalá haya más oportunidades de seguir viéndolo representado.

La ternura, en el Teatro de la Abadía (Madrid).

“Lo nuestro sí que es mundial” de Ramón Martínez

No hemos llegado a la meta ni mucho menos, queda aún por hacer para llegar a la plena normalización de las personas que engloban las siglas LGTB. Pero para saber cómo llegar a ese futuro, lo suyo es hacer como propone este ensayo, mirar hacia atrás y ver qué pasos hemos dado –tanto desde dentro del colectivo como desde el conjunto de la sociedad- para llegar al presente en que vivimos. Un muy didáctico e interesante recorrido con un doble objetivo, consolidar lo logrado –en el plano legislativo y jurídico- y materializar los asuntos pendientes –conseguir la catarsis social que acabe con la LGTBfobia-.

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Desde que el hombre es hombre y la mujer, mujer, los ha habido que se han atraído y relacionado entre ellos, de igual manera que, como hoy, ha habido hombres que han deseado a hombres, mujeres a mujeres e, incluso, tanto ellos como ellas, a ambos sexos. Una naturalidad que, con raras excepciones, se ha encontrado desde tiempos inmemoriales con la oposición y el castigo del entorno. Basta con mirar a la historia de nuestro mundo occidental y su siempre opresora moral cristiana o al mapamundi actual y la pena de muerte a la que cualquier persona se arriesga en determinados países por intimar con alguien de su mismo sexo.

Cierto es que, en términos generales, esa ya no es la situación de España. El matrimonio igualitario es una realidad desde 2005, pero los logros legislativos no implican necesariamente una plena aceptación social. Aún hay barreras que superar y muros por derribar en el ámbito educativo (campo de cultivo del heteropatriarcado), cultural (mostrar otros puntos de vista diferentes al cisgénero androcentrista), médico (apoyo psicológico a los maltratados por su identidad/orientación sexual y soporte clínico a la comunidad transexual) o político (reclamar en el ámbito internacional –tanto en la relaciones bilaterales como desde la organizaciones supranacionales en las que nuestro país es miembro con voz y voto- el fin de toda discriminación por razón de identidad u orientación sexual).

Podría parecer que este es el epílogo del nuevo ensayo de Ramón tras su anterior La cultura de la homofobia y cómo acabar con ella, pero en realidad esas metas han estado siempre en el horizonte a largo plazo que ha tenido como objetivo el activismo LGTB de nuestro país. Sin embargo, décadas atrás la coyuntura era otra y los propósitos en los que hubieron de centrarse fueron los relacionados con la propia supervivencia.

Algo que no nos retrotrae necesariamente a siglos atrás cuando aún no existía el término homosexual, el lesbianismo no se concebía o la transexualidad se contemplaba únicamente como una cuestión de mal gusto en las formas. Nos lleva a ecos como el asesinato de García Lorca por maricón y a tiempos más recientes, como el 4 de agosto de 1970 en que el Gobierno de España aprueba la Ley de Peligrosidad y Rehabilitación Social en que la mera sospecha de homosexualidad implicaba la acción represiva de la ley y una mácula penal de por vida.

Comienza entonces, y bajo los ecos de las protestas ante los abusos policiales sobre la clientela del Stonewall Inn en Nueva York el 28 de junio de 1969, un incipiente asociacionismo con unas claras aspiraciones en el ámbito de los Derechos Humanos, pero que el régimen imperante –primero la dictadura, después la convulsa transición y a continuación una incipiente democracia- llevó a que se articularan como reclamaciones políticas, legislativas y sociales. La labor de documentación de Ramón y los muchos testimonios que se encuentran en estas páginas nos muestran cómo la valentía, el empeño y la dedicación de unos incipientes activistas (a los que siguieron muchos más) fue consiguiendo resultados muy poco a poco, no dando nunca nada por sentado y trabajando activamente en múltiples frentes.

Así fue como con mucho esfuerzo se fue consiguiendo la escucha de los partidos políticos y la empatía social que llevó progresivamente de la despenalización (en los 80) a la consideración administrativa (en los 90) y a la igualdad jurídica (modificación del Código Civil en 2005 definiendo el matrimonio como la unión de dos personas del mismo o diferente sexo y no, únicamente, de un hombre y una mujer), aunque aún quede por hacer en ámbitos como la identidad de género o en la erradicación de la violencia (ej. acoso escolar, agresiones físicas y psicológicas hasta llegar al asesinato o el homicidio o avocar al suicidio) con que se manifiestan los delitos de odio por orientación e identidad sexual.

Una evolución en la que el asociacionismo reivindicativo ha vivido una trayectoria paralela. De los difíciles y ocultos inicios a las disyuntivas entre revolución, radicalización y reformismo con la llegada de la democracia. De las confluencias y divergencias entre gays y lesbianas a la consideración de la transexualidad y la bisexualidad. De la homogeneidad de las siglas a las particularidades con que se vive la propia identidad en función de múltiples registros (ej. edad, lugar de residencia,…). De reclamar aceptación y tolerancia a exigir igualdad y normalización. De manifestaciones del Orgullo con apenas unos centenares de manifestantes vigilados por la policía a las jornadas en que miles y miles de personas salieron a la calle a reivindicar. De ser escuchados por gobiernos democráticos a negados por los elegidos en la urnas y al revés. De negociar una Ley de Parejas de Hecho a llamar por las cosas por su nombre y proponer y conseguir el término y la institución del matrimonio. De vivir al margen de otros colectivos a ser un agente social que comparte principios, puntos de vista y objetivos con el feminismo.

Así, hasta llegar a un hoy en el que el movimiento LGTB tiene claras cuáles son las metas aún por conseguir, pero que está en pleno proceso de reinvención y de redefinición del papel que ha de cumplir para hacer que las ciudades, el país y el mundo en que vivimos sea plenamente respetuoso con la diversidad sexual de todos y cada uno de los que lo habitamos.

“Lo que no se dice”, relatos que leer y comentar en voz alta

Once historias cortas sobre cómo se vive la circunstancia de que a un hombre, a la hora del deseo y del amor la naturaleza, le hace mirar a otro hombre. Bendita homosexualidad, circunstancia natural de la vida, si estimula la creatividad y el saber hacer de nuestros escritores tan bien como en este pequeña colección editada por Dos Bigotes.

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Hubo un tiempo en que lo LGTBI era negado, luego fue proscrito y castigado. De ahí pasó a ser obviado, tolerado, finalmente aceptado y hace bien poco legal. Sin embargo, en nuestro país –y eso que en este tema somos pioneros en el mundo- aún nos falta por llegar a ese momento en que los homosexuales (y demás colectivos de las siglas enunciadas) sean (seamos) visto(s) con la naturalidad y espontaneidad que se merece cualquier característica que toda persona nos hace un ser… humano.

Ahí es donde se sitúa “Lo que no se dice”. Nos trae momentos cotidianos que cualquiera de sus lectores podríamos haber vivido y en los que sentir el impulso de amar a alguien de tu mismo sexo aún era algo fuera de la norma, escondido o rechazado en el entorno en el que sucedía. Situaciones cuyos protagonistas en paz consigo mismo vivían con franqueza, siendo fieles a sí mismo. No así por los que no contaban con la fuerza o las agallas para hacer frente a un entorno limitador e invasivo.

Los once escritores que forman esta recopilación, junto con sus dos editores, practican un ejercicio de visibilidad y de activismo de una de las maneras más claras y sencillas en que se puede realizar, desde aquello que saben hacer y para lo que la genética y/o la experiencia les ha dotado, escribir bien, muy bien incluso en algunos casos.

A Luis G. Martín le salen solas las palabras para dar voz a la irracionalidad del deseo, al impulso de la pasión en “El esplendor en la hierba”. Fernando López parece escribir en un equilibrio entre estómago y corazón para expresar eso que es la verdad, y que desea vivir con honestidad y reciprocidad en “Nunca en septiembre”. Por su parte, José Luis Serranos hace visible en “Hipocampos” a ese ser desapercibido que siempre fue parte de nuestras vidas, es capaz de hacer forma lo que ni siquiera veíamos. El conflicto entre lo que somos y lo que se supone que somos queda expuesto de manera contundente por Oscar G. Esquivias en “Todo un mundo lejano”.

“¿Azul o verde?” es tan crudo y desnudo como delicado resulta Oscar Hernández en su narración sobre ese mundo en el que por mucho que se nos asfixie se puede llegar a ver la luz. Eduardo Mendicutti demuestra con su dominio del verbo, el ritmo, la gracia y la sensualidad en “Canela y oro” porque es una de las mejores plumas de la literatura española actual. Adentrarse en su protagonista hasta hacernos sentir como él, con sus momentos plenos y sus atisbos de duda, es lo que hace con gran soltura Lawrence Schimel  en sus “Estadísticas”. La tensión teatral de obras maestras como “August: Osage County” de Tracy Letts o de “El zoo de cristal” de Tennessee Williams está en el “No te levantes” de Álvaro Domínguez.

Con delicada sensibilidad Luis Cremades cuenta en “Manos mágicas” la esencia del amor, lo que lo hace mágico, dure lo que dure y pase lo que pase. La “Fábula del mirar opaco” de Lluis María Todó refleja los subterfugios que el deseo se busca para, aun oculto, hacerse presente. Y por último, “Un hombre o dos o tres” es una muestra de cómo Luis Antonio de Villena hace presente la pasión, el ardor, las ganas que sigue generando el recuerdo del pasado.

Desconozco en qué medida estaba premeditado, pero el conjunto de historias encargadas ex proceso para este volumen componen un completo caleidoscopio de edades (desde el inicio de la adolescencia hasta el momento de mirar atrás en la madurez consolidada), profesiones (toreros, futbolistas, directores de coro, músicos,…), ciudades (Barcelona, Berlín, Madrid,…), emplazamientos (habitaciones de hotel, iglesias, el comedor o el dormitorio de una domicilio familiar, una caseta de feria,…),… Maneras de percatarse, encontrarse, juntarse, unirse y/o separarse que conforman lo que es la vida y ese cúmulo de sensaciones, emociones, sentimientos y descubrimientos atropellados, irracionales y sosegados mediante la práctica que es la vida.

Un cúmulo de variables que unidas representan la verdad de lo que todos somos al margen de nuestro género y orientación sexual, hombres y mujeres que deseamos vivir compartiendo, sonriendo, sintiendo, dialogando, abrazando, riendo, besando, llorando de alegría y disfrutando de placeres de todo tipo como puede ser el de leer un libro como este “Lo que no se dice”.