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“Carol” de Patricia Highsmith

Prosa rica y ágil que transita por las emociones que conforman una relación desde su momento inicial, a la par que se hace eco de los prejuicios y la ignorancia de la difícil sociedad de su tiempo sin caer en dramas ni épicas. Narración que combina acción y reflexión, evolucionando de la confusión a la certeza y profundizando en la simbiosis de la atracción, el deseo y el amor.

Tras el éxito de Extraños en un tren (1950), el deseo de escribir lo que le marcara su ánimo y no sus editores, y una intensa experiencia análoga a la que vive Therese cuando ve por primera vez a Carol, Patricia se puso manos a la obra con su segundo título. Con el fin de evitar la etiqueta de lesbiana y el prejuicio que conllevaba, optó por refugiarse en un seudónimo, el de Claire Morgan. El éxito en ventas y el impacto que generó en sus lectores hizo que tres décadas después Highsmith reconociera ser la verdadera autora de El precio de la sal, lo que valió para recuperarla -añadiéndole un prólogo y un epílogo- y darla a conocer tal y como se merecía y con el título con el que la conocemos desde entonces. La adaptación cinematográfica de 2015, protagonizada por unas magníficas Cate Blanchett y Rooney Mara, le dio nueva vida y demostró que sigue siendo una novela extraordinaria.

El constante punto de vista de Therese, una joven de diecinueve años, criada en un internado y aspirante a escenógrafa mientras trabaja en unos grandes almacenes, hace que el desarrollo de las tramas de Carol esté sustentado en los dos baluartes que definen su personalidad. De un lado su falta de experiencia y sus ganas de conocer, de otro su precaución y la confianza en su instinto y sus impulsos. La narración avanza aunando observación y vivencia de una manera objetiva, casi pulcra, sin prejuicios ni sentencias, dejando que los momentos, los hechos y su eco hablen por sí mismos.

Así es como lo lectores vivimos con esta novela una relación parecida a la que se establece entre Carol y Therese. Primero la curiosidad fomentada por la atracción, después la seducción resultado de lo inevitable y, por último, la involucración producto de la sensación de que nos encontramos ante algo que realmente merece la pena. Su autora no niega el contexto conservador en el que tiene lugar, pero le da su dosis justa de protagonismo, lo que hace más patente el papel opresor y coercitivo que tenían las buenas costumbres propugnadas por el heteropatriarcado. Añádase a esto la precisa sencillez con que describe los lugares y las personas del interior de los EE.UU. en los capítulos que transcurren viajando por ellos.

Tras ello, dos maneras de proceder por parte de Highsmith, la transparencia emocional con que describe acontecimientos y personajes, y el acierto con que maneja el suspense. Se mantiene siempre en un estricto presente, dando pie a la incertidumbre y a la posibilidad de que ocurra lo insospechado. Carol se construye sobre la marcha, y no hay en su génesis y su desarrollo nada que no sea similar a lo que pudieran vivir otras dos personas, pero precisamente por no compararlas ni referenciarlas a nadie más, hace de ellas y de su historia algo único, singular y diferente.

Carol, Patricia Highsmith, 1984, Editorial Anagrama.