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Sensibilidad y sostenibilidad: “Somos agua” de Isabel Muñoz

Dentro de la sección oficial de PhotoESPAÑA 2021, el Museo Lázaro Galdiano acoge esta sugerente muestra de la Premio Nacional de Fotografía producida por Acciona. Una instalación que aúna la efectividad de su autora para transmitir el riesgo en que están nuestros océanos como consecuencia de la acción del hombre, y el propósito empresarial -en línea con los Objetivos de Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas- de la compañía mecenas.

En Somos agua confluyen una realidad innegable como es la del cambio climático, el saber hacer de una profesional de la imagen y la intención de trabajar con la máxima de la sostenibilidad fomentando el espíritu crítico a través de la creatividad y la excelencia artística.

En 2015 Naciones Unidas aprobó una serie de objetivos con los que, en 2030, erradicar la pobreza, proteger el planeta y asegurar la prosperidad de todos los que lo habitamos. Una agenda de desarrollo sostenible con 17 áreas de actuación, siendo la número 14 de todas ellas la dedicada a la vida submarina, a conservar y utilizar sosteniblemente los océanos, los mares y los recursos marinos. Medio en riesgo de perder el 20% de sus grandes ecosistemas como consecuencia de factores como los múltiples residuos que se arrojan directamente a ellos o llegan vía fluvial, o la sobre explotación de sus caladeros, con la consiguiente afectación a la economía global y al empleo y la alimentación de millones de personas. Desconsideración total y maltrato, además, al que sometemos a las más de 200.000 especies identificadas que habitan los océanos (aunque según NN.UU., podrían ser muchas más).

Un argumentario que Isabel Muñoz ha vehiculado a través de una serie de imágenes tomadas en el Oceanogràfic de Valencia en las que varios buceadores visitan el espacio habitado por distintos organismos autóctonos del medio acuático. La sinuosidad, estética y fluidez coreográfica de sus presencias conviven con el movimiento fluido de medusas, tortugas, tiburones, algas y caballitos de mar, entre otros, creando un entorno de pacífica y respetuosa convivencia.

Una simbiosis que permite un protagonismo coral, sin relaciones de poder, agresiones ni mecanismos de defensa más allá de los que conlleva el equilibro natural entre especies. La envolvente instalación concebida por Blanca Berlín -proyección principal central, secundarias laterales y entrada a través de un oscuro telón a un espacio sin más luz que la íntima tenuidad que desprenden las pantallas- hace que la experiencia emocional del espectador sea netamente sensorial, despertando la empatía de su epidermis, hipnotizando su vista y seduciendo su escucha.

Un proyecto materializado gracias a Acciona y que encaja plenamente con el propósito que la compañía enuncia en su web: contribuir de manera positiva a la sociedad y al planeta, ofreciendo soluciones sostenibles a los desafíos más urgentes como el calentamiento global y la escasez de agua. Su misión empresarial queda así alineada con el mensaje artístico y social de Somos agua, permitiendo que el común del público entendamos de manera más sencilla y cercana la actividad y los logros de la empresa, lo que repercute positivamente en su imagen y reputación.

Si algún pero hay que ponerle a este objetivo, es el excesivo tamaño de los paneles que unos metros antes de la sensibilidad de la también Premio PHotoESPAÑA 2021, transmiten los mensajes corporativos de Acciona. Dan la sensación de ser una adenda al diseño de la exposición, un resultado que extraña en una empresa que tiene una línea de negocio, Cultural Engineering, destinada precisamente a conseguir la excelencia en el ámbito museístico y museográfico.

Isabel Muñoz. Somos agua, Museo Lázaro Galdiano (Madrid), hasta el 31 de agosto.

Los instantes neoyorquinos de Barbara Probst

Entre los muchos nombres que incluye “Cámara y ciudad”, la exposición con que Caixaforum repasa la relación entre la fotografía y el urbanismo en los últimos cien años, me llamó la atención la propuesta de esta alemana afincada en Nueva York. Sus composiciones parten de una escena captada desde distintos puntos de vista con el objetivo de amplificar su potencial narrativo e ir más allá del simbolismo, la esteticidad y monumentalidad de lo encuadrado.

Exposición 9: Nueva York, estación Grand Central, 18 de diciembre de 2001, 13:21. Centro Pompidou, París.

El vestíbulo de Grand Central Station el 18 de diciembre de 2001 y la esquina de Broadway con Broome el pasado 18 de abril. Una ciudad en la que la vida seguía a pesar de la herida del 11-S y que, casi dos décadas después, buscaba cómo sacudirse la parálisis provocada por el COVID-19. Hemos visto multitud de registros visuales sobre ambos acontecimientos. Fotografías y vídeos, tomados con el móvil y grabados con cámaras profesionales, publicados en diarios y semanarios, difundidos en páginas web y redes sociales. Testimonios que seguiremos viendo en el cine, como parte de documentales o recreaciones más o menos verosímiles. Cada uno de estos conjuntos de Probst (Munich, 1964) son todo eso a la vez. Como si, valiéndonos del lenguaje pictórico y de su papel al servicio de la religión, se trataran de un retablo de seis encasamentos y un tríptico.

En el grupo de hace veinte años observamos a una viandante que no sabemos si se dirige a su andén o a la salida con que dirigirse a su casa, a su trabajo o a sus quehaceres cotidianos. Una escena de la que somos testigos desde distintos puntos de vista, diferentes relaciones con la luz y con diversidad de ópticas. Barbara no busca captar la solemnidad del lugar ni la belleza de la retratada, ni el diálogo entre la persona y la escenografía, tan sólo la interacción funcional y casual entre ambos. Un primer plano, otro medio, uno más entero y tres panorámicos en los que la iluminación -combinación de la que se cuela por las ventanas a las 13:21 en una jornada de invierno y la eléctrica cenital- no es un recurso expresivo, sino un elemento que, invadido por la capacidad deslumbrante de los flashes, interviene libremente sobre la narración destacando el rostro, destellando sus fuentes y casi ocultando el espacio por el que se transita.

El resultado del conjunto es de una profunda sensación cinematográfica por la impresión de raccord, de continuidad. Un logro tras el que se encuentra un logrado y concienzudo ejercicio de deconstrucción y reconstrucción de la realidad que evoca la descomposición compositiva del cubismo y que sugiere los propósitos del más allá, de la utopía aún por concretar, de la postmodernidad.

Exposición #152: N.Y.C., Broadway & Broome Street, 18 de abril de 2020, 10:46. Kuchei + Kuchei, Berlín.

Diecinueve años después, el vacío del Soho a las 10:46 de la mañana de un sábado transmite la distopía de la incertidumbre pandémica, del desconcierto que para el ser humano dominante, dueño y señor de su entorno, está siendo el verse vapuleado, controlado y encerrado por la invisibilidad vírica. En esta ocasión los tres obturadores no se complementan, aunque confluyen en una misma persona, cada línea de fuga revela relaciones y lugares, aunque cercanos, también diferentes.

El encuadre a la izquierda recuerda a esas mujeres de Edward Hopper que observan la soledad que, fuera de campo, refleja su vacío interior. En el centro esa sensación se acrecienta con el blanco y negro, la perspectiva aérea, la linealidad de las señales del tráfico y la corporeidad de la niña en dirección contraria a la de la nuestra protagonista. A la derecha, la profundidad, la perspectiva y la plasticidad atmosférica provocada por la lluvia reciente sugieren el inquietante hiperrealismo pictórico de Richard Estes.

Cámara y ciudad. La vida urbana en la fotografía y el cine, Caixaforum (Madrid), hasta el 12 de octubre de 2020.

“Ramón Masats. Visit Spain”, la España que fuimos

Una colección de fotografías es un medio muy eficaz para construir un imaginario que genere una impresión positiva de tu nación y atraer turistas e inversores. Reflexión de varias décadas atrás de un gobierno dictatorial y autárquico necesitado del reconocimiento y los recursos de otros países. La combinación de reflejo veraz de la realidad, arte compositivo y expresivo y agudeza interpretativa hicieron que las instantáneas de este profesional cumplieran el objetivo para el que fueron encargadas y se convirtieran rápidamente en iconografía de España y lo español.

En 1953 Franco firmaba con EE.UU. el pacto por el que la primera potencia del mundo establecería bases militares en territorio ibérico. La recompensa llegaba en diciembre de 1955 con nuestro reconocimiento internacional al ser aceptados como estado miembro de Naciones Unidas. No quedaba otra que darse a conocer y para ello el régimen, a través del Ministerio de Información y Turismo, se puso manos a la obra recurriendo a jóvenes profesionales de la fotografía como Ramón Masats (Barcelona, 1931).  

El potencial artístico de la imagen fija ya era reconocido por los grandes museos y constituía uno de los pilares del periodismo, así que bajo la premisa de retratar quiénes éramos, qué hacíamos y cómo actuábamos, quien acabaría recibiendo el Premio Nacional de Fotografía en 2004, recorrió toda la geografía nacional entre 1955 y 1965 realizando un excelso trabajo que ahora podemos ver sintetizado en esta excelente muestra comisariada por otro gran fotógrafo y reportero, Chema Conesa.

Desde Almería a Tierra de Campos, desde la ciudad condal a la capitalidad de Madrid, desde el Mediterráneo al Cantábrico. Ceremonias políticas, corridas de toros, procesiones religiosas, entrenamientos deportivos, la agreste ruralidad, el incipiente urbanismo, el poder de atracción del futbol, la solemnidad de la Guardia Civil, visitas a museos, trabajos agrícolas o reuniones sociales. No hay un capítulo de la cotidianidad, más público o privado, más abierto o exclusivo, que no fuera recogido por Masats.

Con inteligencia e intuición, su gran capacidad de observación hace que no solo retrate y transmita, sino que analice y exponga sin juzgar. Integrando puntos de vista de manera que sus imágenes resultaran tan válidas para un gobierno hedonista y henchido de sí mismo, como para los críticos que las consideraban espejos fieles de los males que les encorsetaban y enclaustraban.

Su aparente sencillez es la clave de su eficacia, como si aunara el instante decisivo de Cartier-Bresson y el estar lo suficientemente cerca de Robert Capa. Eso es lo que le permite adentrarse en la escena, pero no ser invasivo con sus participantes, ser testigo de lo privado, pero no voyeur de lo íntimo. Su hoja de ruta es partir de lo común y lo habitual, captar su esencia, lo que lo hace auténtico y único, identitario, y convertirlo así en descriptivo, epítome y símbolo de cuantas coordenadas convergen en ello. Los valores y anhelos de los retratados, su expresividad y apariencia, así como las coordenadas intrínsecas (personales, profesionales) y exógenas (políticas, sociales) en que se encuentran.

El paso del tiempo ha ensalzado la excelencia narrativa de Masats, dando a sus imágenes la categoría de fiel retrato de una sociedad y reflejo de un tiempo en que España miraba a la vez al pasado y al futuro, en que intentaba combinar la tradición con la práctica de nuevos usos y costumbres, los oficios de antiguo con las exigencias de la modernidad en la que pretendía adentrarse. ¿Para cuándo un Museo Nacional de Fotografía en el que se pueda disfrutar de continuo de su obra?

Visita de Eisenhower a Madrid, 21 de diciembre de 1959

Ramón Masats. Visit Spain, Promoción del Arte (Madrid), hasta el 12 de octubre.

Pasen y vean

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Es ya casi la una de la tarde, ¿quieren entrar y probar algo? ¿Una sopa de cebolla bien caliente para entrar en calor?  El día se ha levantado muy frío, ¡esta humedad invisible cala hasta los huesos! No me digan que no, que se nota, que ustedes son del sur. En esta época del año se les reconoce porque son de los que cuando vienen a París aún lo hacen con una bufanda y un gorro por si acaso. Y la verdad es que razón no les falta, con lo bueno que estuvo ayer y anteayer con cielo sin una nube y el sol brillando, y hoy nada. Hoy se torció el día y se levantó bien nublado.

¿No se deciden ustedes? ¡Vamos hombre! Miren, les diré una cosa, cuando entren dentro el local les va a sonar, o lo mismo ya habían oído hablar de él. Hace casi veinte años, en 1996, Woody Allen rodó aquí una secuencia de “Todos dicen I love you”. No estaba mal la peli, seguro que visitarnos fue uno de los motivos por los que se enamoró aún más de esta ciudad y luego la retrató tan genialmente en 2011 en “Midnight in Paris”. Esperen, esperen, un minuto de paciencia, que no me enrollo sin más, que si les cuento esto por algo, ya verán, solo un minuto. Acabo lo que les quiero decir y luego ya ustedes deciden si entran o si se van sin más continuando su paseo.

¿Recuerdan cómo en  “Midnight in Paris” aparecían Picasso, Dalí o Toulouse-Lautrec cuando a media noche el protagonista subía hasta Montmartre? Pues bien, muchos ratos pasaron ellos en el interior de “Le consulat” debatiendo sobre lo divino y lo humano, lo carnal y lo espiritual, las líneas rectas y los espacios de color. Aquí vivieron mañanas de café con leche y croissant, almuerzos de menú del día, tardes de absenta y noches de foie regadas con vino, con mucho vino de la casa, que sigue siendo tan bueno hoy como excepcional entonces.

Porque no lo duden, la carta que tenemos es de lo más sabrosa: mejillones, tablas de quesos, omelettes para chuparse los dedos, asados de pato cuyo sabor recordarán toda la vida, ¡lo que les digo! ¿No se lo creen? Y si no tienen mucha hambre, pues elijan entre un crepe salado o uno dulce. Se lo aseguro, si entran, volver a “Le consulat” será uno de los motivos por los que algún día visitarán de nuevo París. ¿No me creen? Recuérdenmelo cuando llegue ese momento y me encuentren aquí parado a la puerta hablando con los viandantes o fumándome un pitillo en mis cinco minutos de descanso.

Yo mismo me enamoré de este restaurante hace muchos años. También llegué a Montmartre queriendo conocer las calles por los que pasaron el autor de las señoritas de Avignon o el que nos hizo creer que el Moulin Rouge era un sitio de bailes apasionantes –y no el burdel de sesión continua, que realmente era, créanme- y acabé viviendo donde ellos lo hacían, apenas a unas calles de aquí, y sirviendo comidas a gente entre los que quizás estén los que revolucionen el arte cualquier día de estos. Si entran, les aseguro que no se arrepentirán de haber vivido la experiencia de sentarse a nuestras mesas de manteles de cuadros rojos y blancos. Si no lo hacen, ¡quién sabe! Pero les aseguro que en ese caso, ¡llegará el día en que se arrepientan de no haber entrado!

¿Y bien?… ¡Adelante, están ustedes en su casa! ¡Marchando una mesa para cuatro!

(Fotografía tomada en París el 4 de abril de 2015).

En los días de lluvia…

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… cuando ya es otoño, y el frío cae del cielo para ya no marcharse, me refugio en casa, junto a una ventana, una de las grandes, que me permite apreciar tanto las gotas de agua que caen sobre ella como la cotidianeidad que se hace húmeda al otro lado del cristal. Será por la lluvia, será por la bajada del barómetro, o no sé por qué, pero entonces pulso play y la música, las letras, los acordes, se hacen más intensos, los hago míos y siento y vivo a través de ellos. Mis ojos miran hacia fuera, y yo imagino y sueño hacia dentro.

There are moments you remember in your life, there are moments you wait for and dream of all your life… Hay canciones que nada más comenzar ya han conseguido emocionarme, el vello se me eriza, mi piel se estremece… I stepped outside and looked around, I never dreamt it was so high or even half as wide… Lo que está por venir es una fuerza, una energía que nace de lo más hondo y profundo de mí, que recorre mi cuerpo de arriba a bajo y que saldrá a través de todos mis poros, de mis ojos, de mi boca, luz que llenará el espacio que me rodea.

Your heart is not open, so I must go, the spell has been broken, I loved you so… Estrofas que ponen en palabras lo que en algún momento no he sido capaz de expresar verbalmente, emociones que aún no había elevado al arte de la retórica, que eran sensaciones físicas, un corazón dolido, encogido,… It won´t be easy, you’ll think strange when I try to explain how I feel, that I still need your love after all that I’ve done… Una vez que ya he mostrado la vulnerabilidad de mi corazón, ya no tengo pudor alguno en enseñar quién soy, desnudo, transparente, intentando –espero que consiguiendo- ser honesto y veraz contigo que me escuchas.

When you’re standing on the edge of nowhere, there’s only one way up, so your heart’s got to go there…  Sé que tengo la fuerza, la capacidad, las habilidades para llegar hasta ahí donde me proponga, un punto que no es tal, no es unas coordenadas físicas, un norte o sur y un este u oeste, sino un lugar de emociones y sensaciones en el que quizás ya vivo, y al que todo el que llegue -como puedes ser tú hablando, paseando, viajando conmigo- será para sumarme a mí, sumarte a ti, hacerme crecer a mí, hacerte crecer a ti. Everyone was watching, you were the freakiest thing on show, dazzle in the crystal ball… Con la certeza de cada uno de nosotros somos únicos y tenemos sonrisas, momentos, palabras, roces, miradas que ofrecernos con el único fin de sentirnos y hacer sentir bien, de ofrecer sin esperar y recibir aún más.

Thought that I was going crazy, just having one those days, didn´t know what to do… Dejo atrás prejuicios e ideas preconcebidas, límites e imposiciones, unos autoimpuestas, otras recibidas, busco de dónde vienen para así superarlas, hago de la debilidad oportunidad. What´s the worst thing that could happen to you? Take a chance tonight and try something new… Me atrevo, voy a por ello. Hasta tres veces está bien hacer algo de la misma manera, luego ya no, ya no vale. Voy a más, a conocer nuevos modos de crear, a descubrir nuevas formas de escuchar, a dejarme sorprender. A construir, a dar forma al futuro, y cuando mire atrás al día de hoy, al camino recorrido, no lo haré con añoranza, sino con orgullo.

Coincide el fin de la lluvia con el de esta canción, las gotas desaparecen del vidrio que me separa del exterior. Abro la puerta de la terraza y salgo a la par que lo hacen también mis vecinos. Solo se oye el ruido ambiente que sube desde la calle, pero el ritmo musical que me lleva hacia adelante en el tiempo y el espacio no ha parado, sigue en mi cuerpo, en mi cabeza y en mi corazón.

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(Fotografías tomadas en Madrid el 29 de marzo de 2014).

Cinco minutos…

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… y salimos a escena. Siempre me ocurre lo mismo, ese nudo en el estómago. Creer que voy a ser incapaz, me falta casi el aire. Dudo de saberme las letras de las canciones, de si seré capaz de la espontaneidad que exigen los pequeños monólogos entre ellas, de si sabré entender al público de hoy para dialogar con él. Por muy igual que sea cada concierto de la gira en la forma, la atmósfera que se crea cada día es diferente. Al final quizás no, pero al principio, el punto de partida, es único, diferente en cada lugar. Ningún estadio es similar a ningún otro, como tampoco se parecen el público de dos pequeñas salas de concierto aunque estén a apenas tres calles de distancia la una de la otra. Y aun habiendo estado tantas veces y aparecido en tantas ocasiones ante un público expectante tanto en unos como en otras – bueno, al principio de mi carrera expectación cero, las cosas como son- no me acostumbro. Estos minutos previos son casi de pavor.

Concéntrate, respiración abdominal. Inspira profundamente, exhala relajadamente. Una vez. Dos. Tres. La tensión va desapareciendo.

Se quedan los nervios. No, no son nervios. Es excitación. Eso es lo que me gusta de estos minutos previos. Cuando ya estoy vestido, maquillado, peinado, los técnicos y la orquesta en sus puestos. Cada uno concentrado en su posición. Todos juntos esperando. Y yo con la responsabilidad de saber que soy el capitán de este barco, de tener bien clara cuál es mi misión, hacia todos los que navegan conmigo y hacia los que nos esperan. El paso del tiempo no ha hecho mella en mis ganas de salir a darlo todo, me sigo entregando hoy ante miles de personas con la misma ilusión con que décadas atrás lo hice por primera vez ante apenas una veintena.  Sonrío, bien grande, no solo con mis labios o mi rostro, también con mi pecho. Es un momento de gran consciencia de mí misma. Me olvidaré de ello, de mí, en el momento en que comience la música y tenga que ponerme en acción. Pero el encanto de estos segundos que parecen no transcurrir me resulta mágico. Es el primer instante de plenitud. Y lo mejor de todo es saber que es el previo de los que probablemente estén por llegar en las próximas dos horas.

Inspiro profundamente, sintiendo como me lleno de aire, como el oxígeno llega hasta el más recóndito rincón de mi cuerpo. Exhalo relajadamente, y siento como todos los puntos de mi persona se alinean.

El último minuto antes de comenzar tiene algo de irreal. Ya no queda nada por hacer ni por preparar, solo esperar sesenta segundos. En esta cuenta atrás me evado, se superponen las imágenes, viajo en mis recuerdos a los ánimos que me dieron los primeros aplausos que recibí, la sorpresa de ver entre el público a artistas a los que yo admiraba y que nunca imaginaba poder conocer, las miradas emocionadas y agradecidas de tantas personas que aprecian y dan valor a lo que hago. La sensación de la alegría y de la satisfacción sobre mi piel que todo ello me produce, la luz que transmite mi presencia, cómo irradia mi sonrisa, cómo brillan mis ojos. Soy una persona afortunada, por ganarme la vida haciendo lo único que sé hacer, por hacer lo que deseo hacer. Por soñar haciendo soñar, por sentir haciendo sentir.

Estoy listo, preparado. Tres, dos, uno. Se levanta el telón, comienza la música.

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(Fotografías tomadas en Viena el 4 de agosto y en Madrid el 31 de enero de 2014).

La noche

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Abro los ojos. Estoy confuso. ¿Qué ocurre? ¿Qué me ha pasado? Respiro. Recupero la plena conciencia. No soy yo. No me ha ocurrido nada. No ha pasado nada. Me quedé dormido. He despertado siendo ya de noche. ¿Dónde estoy? No veo nada. La noche es dura. Los faros del coche apenas le roban la intuición de algo definido. Unos trazos que bocetan un árbol aquí. Unos arbustos allá. Un suelo arcilloso. Una señal con un texto ilegible al fondo. Hay algo. No sé qué es. Es definido. No es nada. No es vacío. Es materia. Ocupa un espacio concreto. Se intuye que tiene vida.

Apagamos el motor. Paramos. Bajo yo solo del coche. Busco el silencio. Pero no lo oigo. Se escucha una respiración. ¿Esto es la realidad o una ficción que nos ha atrapado? ¿Saldrá alguien de ahí? ¿O vendrá de detrás de nosotros y veremos como lo invisible se lo engulle? Alerta. Puede ser en cualquier momento. En tensión. Todos los músculos del cuerpo cargados de adrenalina. Listos. Preparado para lo que sea necesario. Para huir. Para enfrentarme. Para mantener la calma. El deseo del bien sobre el mal. Mas no para esperar. No para sentirme observado. Indefinido. Cosificado. Controlado. Dominado.

Se suceden los segundos. Se forman los minutos. Cada uno igual que el anterior. Pero sentido más largo. Más denso. Más intenso. Inversamente proporcionales al latido de mi corazón. Acelerado. Disparado. Contenido para no salirse de su sitio. Esforzándose por no hacerse notar. Por no hacerse dueño de mí. Esforzándome yo por controlar la situación. Autocontrol. Casi duele. Ahoga el esfuerzo. La angustia. La ansiedad. La incertidumbre.

Silencio. Sigue el falso silencio. Y ni una luz. Ni un murmullo. Ni un pequeño ruido. Un todo igual in crescendo.  ¿Por cuánto tiempo así? ¡Basta! ¡Por favor!  Que esto termine. O acabará conmigo. Pregunto. ¿Quién está ahí? Alzo la voz. ¿Quién eres? Grito. ¿Qué buscas? Grito más fuerte. Aún más fuerte. ¿Qué quieres? Unos segundos después me escucho. ¿Qué quieres? Oigo mi voz más débil. El eco de mi voz. Me respondo. Irme de aquí. Nos vamos.

Noche2

(Fotografías tomadas en Lauca, Angola, el 27 de Octubre de 2014, inspiradas en obras de José Carlos Naranjo como “El camino”, por la que ganó en 2013 el XXVIII Premio BMW de pintura).

Ganador-28-Premio-BMW-de-Pintura.-Jose-Carlos-Naranjo.-El-Camino

Vendedores ambulantes

Mirame

Vivo y trabajo en la calle porque no tengo otro sitio al que ir ni donde hacerlo, palabras manidas dirás, pero, ¿hay otra manera de describirlo? Tú te quejas de que solo vives para trabajar, de que te pasas todo el día en la oficina, o de que las preocupaciones de las cifras, los plazos y los objetivos van contigo a todas partes. ¿Sabes qué? Que a mí me sucede lo mismo. Cada mañana me echo a la carretera para ganarme la vida, al alba ya estoy sobre el asfalto intentando vender el periódico del día. No sé lo que dice, no lo leo, apenas sé leer y aunque lo hiciera, no soy capaz de hacer una lectura crítica de ello. No recibí ninguna educación, cuando yo era niño este país estaba en guerra y bastante teníamos con sobrevivir y no vernos en medio de un fuego cruzado, en la ruta de paso de un exacerbado  armado o descubriendo cuando ya hubiera sido tarde que en la huida lo hacíamos caminando sobre un área minada.

Aquí los muertos están por todas partes, en el corazón recordando a aquellos que ya no están, en el ambiente porque la tradición católica así lo manda, y a apenas unos centenares de metros tras de mí porque ahí es donde está uno de los cementerios más grandes de esta ciudad. Esa es una de las razones de este atasco continuo que crea mi lugar de mi trabajo. Hoy, además, es sábado, por lo que los entierros que se celebren tienen la oportunidad de convertirse en un acontecimiento social, al no ser día laboral muchos más podrán venir a acompañar y a consolar.  Es algo que nunca he entendido bien, ¿por qué se ven como algo triste los entierros? ¿No nos dice la iglesia que la muerte es el momento de paso de este valle de lágrimas al paraíso celestial? Lo segundo no sé si es cierto, de lo primero tengo mis dudas, creo que yo nunca he llorado. ¿Querrá decir eso que para mí no habrá una vida después de esta? Los hombres con sotana siempre me han dicho que tuviera fe, que Dios está ahí.

Sin embargo, a mi alrededor yo lo veo todo filtrado por el humo gris de los tubos de escape. Y antes que fe lo que tengo es hambre y sed. Cuando se me retuerce el estómago y se me seca la garganta mi cuerpo se convierte en una cárcel, en una dictadura, habrá territorio más allá de sus fronteras, pero no hay nada que te permita decir que así sea, y como bien decía Santo Tomás, si no lo veo lo creo. A lo mejor a ti te sucede lo mismo viéndome en esta fotografía. No seré para ti más que una imagen, una diminuta historia de apenas unas líneas como tantas otras, insignificantes por lo manido de sus lugares comunes, que se cuentan de millones de ciudadanos que habitamos en tantos y tantos rincones del mundo, muchos de ellos en esta olvidada África.

Con lo que saco de vender sobre el asfalto la actualidad diaria consigo mantenerme. No me preguntes cómo, quizás conocer los detalles sea demasiado crudo, diría que hasta doloroso, para tus estándares y prejuicios. No es una crítica, ni un reproche, no pretendo hacerte sentir culpable. Es la realidad. Si en un ya mismo me trasladaras a tus salones de suelos pulidos y recepciones con grandes focos, al ver mi pasmo probablemente dirías que no sé comportarme en tales circunstancias. Eso mismo digo yo de ti aquí. Aquí las sensaciones y las emociones nos parecen un estadio superior. Aquí se vive para sobrevivir, para sentir que el hombre es hombre y no un animal. En esto sí que tengo fe, o llámalo convicción. No sé porqué a veces nos vemos superiores a los que se desplazan a cuatro patas, al igual que ellos muchas noches yo duermo casi a la intemperie, no estoy vacunado de nada, me alimento con lo que consigo, sin mirar si ha estado refrigerado y de lo que bebo te podría decir otro tanto.

En cualquier momento el tráfico arrancará y me pasarás de largo. Ya no me verás, no me verás a mí, pero verás a otros como yo. Probablemente más jóvenes, de mi edad encontrarás pocos, se los habrá llevado por delante la enfermedad,  la violencia humana -inhumana la llamaría yo- o un coche como el tuyo. En un arranque de inseguridad pulsarás el seguro de las puertas para que no se puedan abrir desde fuera creyendo que esos chavales pueden robarte y asaltarte. Quizás la frivolidad te lleve a pensar que son unos vagos, que prefieren inhalar pegamento a trabajar. Piensa, elucubra, imagina, pero permíteme que te diga que los verdaderos motivos están mucho más lejos y más profundos de lo que puedes dilucidar en los apenas unos segundos que estás dedicando a imaginarme. Permíteme decirte lo que yo supongo de ti. Que tu mirada hacia mí no viene desde la empatía o la simple curiosidad, sino desde el repentino miedo que te da descubrir que las coordenadas de tu vida y de ese que llamas tu mundo no están tan ancladas como crees, y que este que soy yo, podría ser que si no hoy, sí mañana, fueras tú. Ten suerte amigo, preserva las coordenadas que tienes y que mañana, al día siguiente, y en todos los que estén por venir, sigas siendo tú el que mira desde ahí y no el observado desde aquí.

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(Fotografías tomadas en Luanda, Angola, el 24 de octubre de 2014).

In perfect unison

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Mientras en nuestro país se extienden hasta el infinito la tontería y la estupidez con la excusa del ébola, yo me debato en el absurdo de ordenar un recuerdo que no sé si es pasado, presente o atemporal. Las televisiones y las radios dedicaron sus primeros minutos hace semanas a algo que nos parecía lejano, una enfermedad que comenzaba a cobrarse víctimas a miles de kilómetros. Y a apenas unos cuantos de mi casa, en mi trayecto diario hacia el trabajo, yo coincidía contigo por primera vez en un vagón de metro. Compartí con los espectadores más hipocondríacos la misma sensación, ellos llevados por su obsesión, y yo por la realidad de mis sentidos. Me mirabas, eso fue lo primero de lo que me di cuenta, antes de saber que existías o de cómo eras físicamente, tú me observabas. Sin usar palabras, no sé cuál era el interrogante que me planteabas pero no pude evitar tener otra respuesta que un sí. No era capaz de aguantarte la mirada, y la sensación física, aun alterándome, resultaba placentera. Era casi incómodo que no fuera algo sexual, me habías tocado algo más allá, más dentro, quizás con una sola mirada habías conseguido llegar hasta esa parte de mí que solo yo elijo quien puede ver, mi intimidad.

Eso fue ya la primera vez, cosas que pasan me dije. En la segunda ocasión pocos días después, otra vez lo mismo, sentí enrojecer y cómo mis piernas se clavaban al suelo, no podía moverme. A la tercera hondeé en mí para descubrir el punto en el que estabas influyendo, viajé en mis referentes internos hasta los chacras hindúes y aterricé en el número uno, ese que simboliza la tierra y donde residen el instinto y la supervivencia, la sensación de seguridad. Ese día bajé del vagón tras los quince minutos de trayecto conjunto a apenas un metro de distancia de ti decidido a que en la siguiente ocasión hablaríamos. Y parecía que no íbamos a ser capaces, yo te miraba cuando tú no lo hacías, tú a mí cuando yo retiraba los ojos, hasta que en este cuarto encuentro surgieron dos sonrisas espontáneas y probablemente a la par se nos escapó un “hola”. Comenzamos a hablar y cuando llegamos al final del trayecto del cercanías nos intercambiamos los números de teléfono.

Te envié dos mensajes en los siguientes días a los que me contestaste enseguida, de haber un tercer contacto decidí que tendría que ser iniciado por ti. Y cuando había decidido pensar que no se iba a dar tal ocasión, sonó el móvil: “¿Te espero en el metro al salir del trabajo?” Media hora después dos medias sonrisas viajaban por el subsuelo de Madrid hacia el centro de la ciudad. Buscamos una terraza y allí no sentamos a charlar alternando cañas, para ti, y copas de rioja, para mí. De los lugares a los que hemos viajado al último libro leído, del deporte que practicamos al qué nos dedicamos profesionalmente y qué habíamos estudiado, así poco a poco los centímetros que nos separaban en la mesa parecían reducirse a medida que pasaban los minutos, formando incluso un par de horas y quizás solo un palmo de tus ojos a los míos. Yo disfrutaba y tus ojos también, y yo lo hacía aún más viendo que tú disfrutabas, y doy por hecho que tu disfrute se acrecentaba con el mío. Estaba claro que en el terreno de las palabras, en el de decirnos y escucharnos, había una clara y evidente conexión.

Dejamos atrás a la camarera que nos cobró y comenzamos a pasear por calles con nombre de naciones sudamericanas. Tu hombro se pegaba al mío cada vez que me decías algo en lo que ya daba igual el qué, lo que me llegaba era el ánimo de la sonrisa, del buscarme. Y sabía que iba a pasar, pero no me importaba esperar, el goce del nervio, del momento y la tensión previa sabían a dulce excitación, a ese momento cuando eras niño y te disponías a abrir cuidadosamente la gran caja envuelta en papeles de colores y un gran lazo que encontrabas al despertar el día de tu cumpleaños. Deseaba que ocurriera, te miraba a los ojos y lo pedía, y te decía que sí, igual que tú me lo estabas diciendo a mí, y la única interrogante en el estrecho espacio entre los dos era quién daría el paso, si tú o yo. Lo siguiente que ocurrió fue que te estaba besando. No sé cómo fueron los últimos segundos previos, pero supongo que resultaron ser una coreografía en absoluta coordinación, un número de dos in perfect unison.

Después…, qué más da qué pasara después. Unos momentos se prolongan y otros no, algunas historias ni siquiera se inician, pero las sensaciones, las emociones del camino recorrido hasta llegar a ese beso, esas sí que perduran. Una vez sentidas y vividas, te las llevas contigo y el siguiente beso, sea contigo, o contigo…, o contigo…, será más, mucho más.

Viena6Agosto2014

(Fotografías tomadas en Madrid, 10 de septiembre, y Viena, 6 de agosto de 2014).

Estampa. Contemporary Art Fair 2014: diálogo entre autores, galeristas y visitantes

Estampa2014

Tras Summa Art Fair, nuevamente Madrid Matadero se revela como un lugar ideal para poder visitar, ver y disfrutar el arte más actual de una manera cercana y dialogada entre autores, galeristas y visitantes/coleccionistas.

Estas son algunas de la piezas y artistas que, entre otras y otros muchos, podrían destacarse de esta edición de Estampa. Contemporary Art Fair que sin duda alguna deja muy buen sabor de boca.

Juan Francisco Casas (Galería Fernando Pradilla): hiperrealismo con fotograbados –en pequeño tamaño- y bolígrafo y rotulador sobre papel -a gran escala -, y guiño a la fotografía dibujando mujeres que pretenden autorretratar su sensualidad.

01.JuanFranciscoCasas

Mateo Mate (Galería NF): haciendo arte del otro lado del arte, planteando el debate de los límites, ¿qué nos queda por convertir por arte? ¿En qué se apoya este? ¿Lo que ayuda al arte es también arte?

02.MateoMate

Suso Basterrechea (Galería Paula Alonso): cada imagen de la serie “Saco Roto” es por sí misma un impacto visual, el conjunto, tanto en lo cuantitativo como en lo cualitativo, es impresionante.  Tuve la suerte de intercambiar unas palabras con el autor, “cuando me pongo a trabajar soy como un torrente, hasta el final. También paso momentos parado, aunque ahora mismo estoy deseando volver al estudio a trabajar en varias ideas que me rondan la cabeza.”

03.SusoBasterrechea

María Oriza (Galería Astarté): doble intervención tridimensional, con el lenguaje de la escultura y la afección visual impresa a este, que trasciende a la ubicación de la pieza y se traslada al espacio que media con su espectador al interactuar este con ella desde donde quiera que lo haga.

04.MariaOriza

Fernando Bellver (Photosai Art Gallery): diálogo entre el comic y la estampa japonesa, colocando a Tintín en 30 localizaciones reales de Tokio representadas a modo de hukiyo-e a las que se puede acceder a través del código QR que acompaña a cada imagen.

05.FernandoBellver

Rubén Martín de Lucas (Galería Bat Alberto Cornejo): fotografía de lugares anónimos y sin coordenadas espacio-temporales como punto de partida e intervención de óleo para proporcionarles las sensaciones que las convierten en espacios que acogen a sus espectadores.

06.RubenMartinDeLucas

Juan Angel González de la Calle (Galería Estampa): profundidad hipnótica y composición enigmática que unidas forman espacios en los que se entra pero ya no se sale, entre el surrealismo de Dalí y la metafísica de De Chirico.

07.GonzalezDeLaCalle

Didier Lourenço (Obra Recent): ilustraciones llenas de magia en las que con apenas unas líneas se da vida a unos protagonistas llena de vida y emocionalidad,  y con unos trazos de color con acuarela se crea el universo de ensoñación en que estos residen.

8.DidierLourenco

Abel Robino (Museo Vivanco de la Cultura del Vino): ingenio y extrema meticulosidad para con intervención artesanal recrear el camino realidad fotografiada y recreación de la realidad a partir de la fotografía.

09. AbelRobino

Gustavo Díaz Sosa (Mikel Armendia): brutal e impactante sensación de infinito con sus dibujos, su definido trazo y su amplia perspectiva recrean un lugar anónimo y apocalíptico que parece remitir tanto a lo muy pasado como a lo muy futuro.

10.GustavoDiazSosa

Emilio Pemjean (Galería Siboney): recreando a modo de homenaje con luces frías las arquitecturas e iluminaciones de Velázquez y Vermeer, quitándole la belleza pictórica para darle la trascendencia de los cánones presentes.

11.Emilio

Cristina Almodovar (Set Espai d’Art): viaje simbólico de ida y vuelta, esculpe naturaleza a partir del hierro que ha tomado de la tierra, siendo este elemento también la raíz del elemento esculpido.

12.CristinaAlmodovar

Santiago Ydáñez (Invaliden1): combinación de pinceladas deslizadas sobre el lienzo y saturadas de óleo otras que en conjunto magnifican, con su blanco y negro o tonalidades azules o verdes, lo representado, sean paisajes, retratos humanos y animales o detalles de unos y otros.

13.SantiagoYdanez

Pep Durán (Maserre Galería): varias historias contadas en un único plano a partir de un collage que incluye fotomontajes y materiales agregados con los que recrear espacios arquitectónicos a caballo entre la definición y la insinuación.

14.PepDuran

Marcos Tamargo (Galería de Arte Rodrigo Juarranz): fuerza y expresividad en la que tras un aparente ímpetu abstracto se encuentra un paisajismo de profunda perspectiva desde los detalles del primer plano.

15.MarcosTamargo