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“Morirán de forma indigna” de Alberto Reyero Zubiri

Miles de ancianos murieron en las residencias de mayores durante la primera ola del COVID-19 en marzo y abril de 2020. Especialmente en Madrid y Cataluña. La versión oficial dice que fue inevitable. La realidad, en cambio, es tozuda y no dejan de surgir datos y documentos que evidencian que no se hizo cuanto estuvo al alcance de quienes nos gobernaban. Este libro, combinación de diario político e institucional y hemeroteca, es una muestra de ello.

En el año 2020 la mortalidad en Madrid se disparó un 44% y la edad media de sus residentes descendió 3,5 años. Cifras que la señalan como la región de Europa que peor gestionó la pandemia. Aun así, el gobierno de la Puerta del Sol, con su presidenta a la cabeza, no dejó de decir que lo estaba haciendo de manera excelente gracias a su diseño de planes eficientes, implantación de medidas innovadoras y ejecución de acciones que asombraban al mundo. Mensajes, propaganda y comunicación que se daban de bruces con los hechos y hacían sospechar, a los comprometidos con la objetividad y la transparencia, que se estaban ocultando unas cuantas verdades. Ese es el propósito de Alberto Reyero con Morirán de forma indigna.

Un testimonio que merece la pena conocer por estar contado desde dentro. Reyero era el Consejero de Políticas Sociales de ese gobierno resultado de una coalición entre el Partido Popular y Ciudadanos, partido al que él pertenecía. Aparentemente, nadie sabía mejor que él qué estaba ocurriendo en las residencias, con qué recursos contaban y qué ayuda se les ofreció desde la institución de cuyo consejo de gobierno él formaba parte. Su relato confirma lo que ya sabíamos: una situación previa deficiente por la desatención de todo lo social desde hacía años del gobierno regional, titular de las competencias de regular y prestar dichos servicios a los madrileños; y un presente para el que no se estaba preparado.

Un escenario en el que se reaccionó sin atender a los principios de la democracia, negando la realidad y a quienes la sufrían, culpando y acusando a quien defendía otros colores políticos y hostigando e intimidando a quienes, de entre los suyos, no se erigían en portavoces y defensores de la narración formateada, según las necesidades de cada momento, en determinados despachos. Morirán de forma indigna demuestra -con extractos de comparecencias, correos electrónicos, fragmentos de entrevistas radiofónicas y televisivas, así como entrecomillados periodísticos- que no hubo residencias medicalizadas, que se distribuyeron procedimientos que negaban la asistencia hospitalaria a los más frágiles, que la mentira fue la norma en las comparecencias públicas y que la intoxicación mediática fue continua.

La claridad, orden y documentación de su exposición no dejan duda alguna de la vivencia y la posición entonces y ahora, frente a lo sucedido, de Alberto Reyero. Se entiende que solo quiere plasmar sobre el papel aquello que tiene tras de sí un registro, pero se echa en falta que no entre en asuntos como el porqué de la soledad en la que le dejó su partido o porqué éste no se manifestó públicamente en favor de sus postulados. No basta solo con acusar al culpable, también hay que señalar a los que, de una u otra manera, tienen tras de sí la sombra de la complicidad.  

Teniendo en cuenta cuanto ha ocurrido, o no, desde entonces, la conclusión que se extrae de la lectura de Morirán de forma indigna es una doble interrogante. Cuándo se reconocerá la verdad de lo que sucedió y cómo lo pagarán sus responsables. Y de paso, porqué buena parte de nuestra sociedad fue y es tan pasiva ante esas muertes, evasiva ante los hechos que las provocaron y condescendiente con quienes -sin atender a la ética ni, quizás, a la legalidad- tomaron las decisiones que las ocasionaron.   

Morirán de forma indigna, Alberto Reyero Zubiri, 2022, Libros del K.O.

“Los tres usos del cuchillo” de David Mamet

“Sobre la naturaleza y la función del drama” disecciona las claves por las que conectamos con el teatro y porqué la dramaturgia es una de las mejores construcciones artísticas a las que puede llegar el hombre. Didáctico y claro en su exposición, con símiles que permiten una fácil compresión de sus ideas y con los que reflexiona sobre su relación con otros ámbitos de nuestra vida como la política o la religión.

La Lupe tenía razón, “lo tuyo es puro teatro”. Así comienza David Mamet, exponiendo cómo nuestra manera de expresar, narrar y manifestar lo cotidiano está teñida de lo dramatúrgico a la hora de contextualizar lo que nos sucede, caracterizar a las personas con las que interactuamos o dar un sentido trascendental a nuestros pensamientos y reflexiones. De esta manera le imprimimos a nuestro relato verbal un sello emocional con el que generamos una atmósfera en la que pretendemos implicar a nuestros interlocutores, ya sea provocando su empatía y comprensión, ya motivando su rechazo y distanciamiento.

Marcos similares a los de las historias que vemos representadas sobre un escenario o proyectadas en una pantalla y que nos llegan e impactan por la manera en que sus protagonistas, los héroes de sus dramas y tragedias, combinan lo ambicioso y trascendental de lo macro con lo cercano y tangible de lo micro. La concreción de la misión que cumplir con la abstracción del objetivo que se alcanzará con su consecución. Dimensiones que, según Mamet, conjugan con gran ambigüedad y acierto los líderes políticos, enarbolando horizontes difíciles de concretar y prometiendo materializaciones igualmente paradójicas de materializar. Grandilocuencias que ocultan miedos, debilidades y fracasos de nuestros diferentes modelos de sociedad por nuestra incapacidad de escucha y aceptación de límites.

Relación entre la ficción y la realidad que entrelaza con la estructura en tres actos que tienen casi todos los textos teatrales. Presentación, nudo y desenlace en los que plantear nuestra identificación con el protagonista singular o plural, el conflicto que le generan quienes manipulan las circunstancias y la búsqueda a ciegas y desesperada de los medios con los que conseguir su resolución. Trayecto que nos engancha y apasiona porque nos ofrece posibilidades que no tenemos en este lado. Aquí no podemos acabar con los villanos ni intervenir de manera directa para hacer del mundo un lugar mejor. Lo cual no quiere decir que lo escrito o interpretado sea falso, siempre y cuando esté fundamentado en el impulso, la necesidad y el deseo de solventar lo que nos inquieta, motiva, ilusiona y mueve.

Por eso mismo el autor de American Buffalo (1975), Glengarry Glen Ross (1984), Speed-the-Plow (1988) o El viejo barrio (1997) advierte que la bonanza y el exceso de oferta no es bueno para la creatividad de los artistas ni para el espíritu crítico de los espectadores. La expresividad ha de nacer de la necesidad interior de contar y transmitir algo, la observación de la búsqueda de ser llevado a mundos ajenos, pero en los que sintamos que podemos ser nosotros mismos.

Resulta curiosa la crítica, en 1998, de David Mamet sobre el exceso de canales de televisión y cómo esto estaba convirtiendo lo que antes era arte en mero entretenimiento, y a los escritores en reproductores en serie de historias concebidas única y exclusivamente para completar minutos de emisión susceptibles de atraer suscriptores e inversiones publicitarias. Una visión certera a tenor de lo que hemos vivido desde entonces con la eclosión del streaming y la explosión de las redes sociales.

Los tres usos del cuchillo, David Mamet, 1998, Editorial Alba.

“¿Qué es la calidad en el arte?” de Alejandro Vergara Sharp

Cuestión delicada que despierta suspicacias según el gusto, la experiencia y la formación de cada observador. Pregunta difícil de responder, pero asunto definible si se sigue un procedimiento reflexivo como el que propone su autor. Un ensayo breve sobre estética, apto tanto para entendidos sobre arte como para aficionados deseosos de dotar de razón a sus argumentos.

Unos dirán que la tiene si les atrae o no lo que ven. Otros se basarán en criterios ajenos como la cotización del autor, el prestigio de la entidad que atesora sus creaciones o los adjetivos con que los medios de comunicación divulgan su obra. Pero tras todo ello, tal y como afirma el Jefe de Conservación de Pintura Flamenca y Escuelas del Norte hasta 1700 del Museo Nacional del Prado, debe haber algo observable que, consensuado, nos permita tener un criterio común sobre qué es bueno y qué no. Su disertación no pretende establecer una regla estricta, matemática, pero sí una hoja de ruta con la que argumentar convincentemente porqué consideramos que una pintura, escultura o edificio tiene ese algo que lo hace valorado y, por tanto, digno de ser preservado, estudiado y divulgado.

Vergara Sharp inicia su reflexión advirtiendo sobre un concepto anterior al de calidad, el de cualidad. Primero qué ha de tener una obra de arte. Y segundo, en qué medida, no basta si no tiene el nivel suficiente. Ahora bien, ¿cuáles son esas cualidades? Depende del momento y el lugar. Respuesta que ejemplifica situándose en el período que domina, en la Europa que va desde el siglo XV hasta el XVIII, largo período sintetizado bajo el término de neoclasicismo.

Mas una vez trasladados allí lanza varios interrogantes. ¿Cuál era la cultura visual del común de los ciudadanos? ¿Cómo se formaban entonces los creadores? ¿Qué papel cumplían las distintas disciplinas artísticas en la sociedad que alumbraba sus producciones? Eso es lo que determina las cualidades en que nos hemos de fijar. Y tratando sobre pintura, él propone dos, idealismo y verosimilitud. Lo que se solicitaba y observaba debía estar conectado con la realidad, pero siendo más excelso que ella sin que esa sublimación afectara a su credibilidad. Aunque se fuera consciente de que lo que se contemplaba era una ilusión, los espectadores habían de sentir, percibir e interpretar lo que veían como verosímil.

Un resultado que no surgía sin más y que tiene que ver tanto con el papel del arte en la sociedad de aquel momento como con la capacidad de percepción e interpretación inherente al hombre, pero que también se moldea con la experiencia y se educa según los círculos de los que se forme parte. Asunto sobre el que, como bien apunta Vergara Sharp, le dedicaron escritos y reflexión nombres de la Grecia clásica como Platón, Aristóteles o Sócrates o del Renacimiento italiano como Leonardo da Vinci o Leon Battista Alberti.

Hoy somos capaces de detectar los mecanismos por los que conseguían sus logros grandes autores como Caravaggio, Mantegna, Tiziano o Rubens. Un reto que exigía dominio técnico, intuición y sensibilidad para llegar a unas cotas que sorprendían y hasta abrumaban, y que en la actualidad seguimos admirando. Una buena manera y ejemplificación de cómo se puede detectar y valorar la calidad de las piezas de un determinado período y, en consecuencia, un método extrapolable y aplicable a las creaciones de otros tiempos, producto de otros condicionantes y objetivos, que es necesario conocer, para así realizar un juicio justo de las mismas.

¿Qué es la calidad en el arte?, Alejandro Vergara Sharp, 2022, Editorial Tres Hermanas.

“Un tal González” de Sergio del Molino

Más un acercamiento y una reflexión que un ensayo y un análisis. Una mirada que descifra las luces y las sombras, descubre las fortalezas y las debilidades y señala los logros y las derrotas de su protagonista, a la par que expone cómo se constituyeron y consolidaron los fundamentos de nuestro actual modelo de sociedad y de país. Una escritura incisiva sobre el ayer con la que disfrutar de una lectura reflexiva desde el hoy.

En 2004 viajé a Barcelona para conocer el Fórum de las Culturas. Uno de los recuerdos más intensos que tengo de aquellos días es el de la tarde que acabé escuchando a Felipe González. Se me ha olvidado el tema sobre el que versaba aquel encuentro, debate o conferencia, pero no la honda impresión que me produjo escuchar y ver a alguien que, además de saber sobre qué estaba hablando, lo transmitía con absoluta claridad. Resultaba tan convincente por la seguridad y tranquilidad de su expresión como por la argumentación y fundamentación de sus afirmaciones. Había experimentado en mis propias carnes lo que muchos otros españoles habían comprobado desde que este sevillano, abogado laboralista e hijo de un vaquero cántabro, se lanzó a la política a finales de la década de los 60.

Como para muchos de los que nacimos en los agitados 70, Felipe González ha sido una presencia continua en mi imaginario político. Primero, y cuando aun no era ni consciente de semejante concepto, como tema de conversación de mis mayores y de lo que veía en televisión y leía en portadas de periódicos. Posteriormente, como mención obligada a la hora de repasar la evolución y el estado actual de nuestra democracia, asunto al que me acerco continuamente con curiosidad por saber, deseo de comprender cómo y por qué y necesidad de vislumbrar qué futuro se puede construir a partir de ahí. Experiencia que parece afín a la que transmite Sergio del Molino y quizás por la que he conectado tan bien con su propuesta narrativa.

Una sucesión de fechas significativas de las que se sirve para aunar el contexto, el pensamiento de su personaje y los elementos que estaban en juego para relatarnos dónde estaba nuestro país -dictadura, transición y consolidación democrática-, el papel que Felipe desempeñó como político y como gobernante, como ideólogo y presidente del Gobierno desde 1982 hasta 1996, y las consecuencias prácticas que aquello tuvo y tiene en nuestro presente.

Sin necesidad de aclarar las fronteras entre lo documentado, lo escuchado y lo intuido, el también autor de La España vacía (2016) acierta al relatar cada día escogido con un estilo a caballo entre el reportaje periodístico y la crónica literaria. Aúna al rigor que ofrecen los datos, la dramaturgia con que expone -incluida la vivencia de encuentros propios, circunstanciales y premeditados, con su retratado- la individualidad de las emociones personales y lo colectivo de las atmósferas compartidas en cada situación.

Una aproximación cuyo valor está en el acierto del conjunto que conforman la cronología, las temáticas, los lugares y los personajes de las jornadas seleccionadas. Una edición que aúna lo nacional y lo internacional, lo económico y lo social, lo banal y lo trascendente, lo nimio y por ello representativo y lo grandilocuente y por eso olvidado en los anales. Un cuadro con el que tener una imagen quizás no perfecta y completa, pero sí cercana de su protagonista, de sus decisiones y acciones, de su influencia y papel en el devenir de aquello en lo que España se convirtió y sigue siendo y, por tanto, de lo que somos todos y cada uno de nosotros.

Un tal González, Sergio del Molino, 2022, Editorial Alfaguara.

“El liberalismo y sus desencantados” de Francis Fukuyama

Cómo hemos llegado hasta el actual momento político, social y económico en lo global y en lo local. Análisis, hipótesis y propuestas expuestas con sencillez, argumentadas con claridad y advirtiendo del reto que suponen y los riesgos que conllevaría no actuar. Una propuesta que considerar para hacer frente a la amalgama de falta de autocrítica y de límites, de egoísmo, vanidad e insensibilidad de buena parte del mundo actual.

Cayó el muro de Berlín y se desintegró la URSS. La democracia liberal llegó al este europeo y la globalización se extendió por todo el mundo. Parecía que habíamos llegado a lo que Francis Fukuyama denominó en 1992 El fin de la historia. Habíamos conseguido un sistema y unas reglas básicas con las que gobernarnos, relacionarnos y administrarnos a través de estados que funcionaban con principios similares y que, tal y como habían demostrado en el mundo occidental las décadas anteriores, aportaban grandes beneficios a sus ciudadanos. Sin embargo, la realidad nos ha demostrado no solo que las tres décadas transcurridas desde entonces no solo no han cumplido aquellas expectativas -los regímenes de partido único y las democracias iliberales siguen siendo tan o más fuertes que entonces-, sino que ya llevaban imbuidas dentro de sí la semilla de la desigualdad y, por tanto, de la injusticia, la manipulación y el desgobierno.

Fukuyama señala los factores que, según él, nos han llevado hasta este hoy desde el que la mirada al pasado más reciente arroja un resultado tan claro. Al igual que otros historiadores como Hobsbawm o Judt, sitúa el punto de inflexión en el neoliberalismo que pusieron en marcha Reagan y Thatcher, en su denostación del papel regulatorio y administrativo del estado y su convicción de que el libre hacer de las empresas sería suficiente para impulsar el desarrollo de un país. Principios que complementaron con la desatención de lo social porque, según ellos, esto generaba una relación parasitaria entre lo público y determinadas capas de la población que no se responsabilizan de su situación y pretendían vivir de los impuestos que pagaban otros.

Súmese los avances tecnológicos y la globalización que trajeron la desregulación y la multiplicación de los movimientos de capitales, servicios y productos. Muchos trabajadores vieron cómo eran sustituidos por máquinas y personas que vivían a cientos o miles de kilómetros y que, por sus bajos salarios y menores derechos laborales, resultaban mucho más baratos para quienes recurrían a ellos. De manera paralela, la facilitación de los desplazamientos llevó a los países del primer mundo habitantes de otros menos afortunados buscando oportunidades que allí no tenían. Personas dispuestas a vivir en los márgenes, aceptando condiciones ilegales y no quedándoles otras que dejarse explotar. Carne de cañón para los populismos xenófobos y nacionalistas que les acusan a ellos, y no a quienes les maltratan, de la degradación de nuestra supuesta identidad, historia y valores nacionales. Asunto que este politólogo ya había analizado expresamente en un ensayo anterior, Identidad (2019).

Profundizando en lo tecnológico, Francis señala cómo esta dimensión ha revolucionado la manera en que nos informamos y comunicamos. Apunta varias claves: la instantaneidad que impide la reflexión y acentúa las respuestas viscerales, la saturación de fuentes y portavoces que dificulta la fijación de referentes creíbles, la conversión y surgimiento de muchos medios de comunicación deudores de quienes sostienen sus cuentas, y la búsqueda neurótica de la constatación y la autoafirmación que niega el contraste y el debate. Compleméntese ello -coincidiendo con lo expuesto por Byung-Chul Han en La sociedad de la transparencia (2012)- con la negación a la evolución del pensamiento y a los espacios y tiempos reservados para la libre formulación de ideas y planteamientos que suponen el uso absolutista y censor que se hace de los registros que generan las grabaciones y conversaciones mantenidas vía aplicaciones de mensajería instantánea, o de lo que publicamos en redes sociales. Así es como hemos dado vía libre a las fake news, al enraizamiento de la polarización y a la vulgarización de la cultura de la cancelación.

Por último, y no menos importante, la evolución que, a su juicio, ha tomado el análisis de la desigualdad. De constatar cómo esta afectaba más a un sexo que a otro, a personas de unas razas, orígenes, creencias religiosas u orientaciones sexuales que otras, a hacer de estas características no solo un elemento que define y agrupa a quienes son señalados y castigados por su diferencia, sino una categoría empoderadora que observa y analiza la realidad -presente y pasada- a través de ese filtro yendo más allá, por tanto, de políticas específicas y prácticas de necesaria discriminación positiva en determinadas circunstancias y contextos.

Fukuyama propone volver a la esencia del liberalismo para corregir esta situación y evitar desmanes como los de Trump y otros sobre los que piensa de manera similar a Anne Applebaum. Libertad sí, pero entendiendo que la de uno acaba donde comienza la del otro. Que solo es posible si convivimos formando parte de una sociedad, y que esta ha de estar regulada y supervisada por una estructura administrativa, judicial, legislativa y judicial que ha de tener como máxima la evitación de cualquier forma de desigualdad. Asunto capital que exige tener acceso a las mismas oportunidades y no verse condenado a sobrevivir sin posibilidad alguna de progresar y desarrollarse como sí lo hacen otros.

El liberalismo y sus desencantados, Francis Fukuyama, 2022, Editorial Deusto.

10 ensayos de 2022

Arte, periodismo de opinión y de guerra, análisis social desde un punto de vista tecnológico y político. Humanismo, historia y filosofía. Aproximaciones divulgativas y críticas. Visiones novedosas, reportajes apasionados y acercamientos interesantes. Títulos con los que conocer y profundizar, reflexionar y tomar conciencia de realidades y prismas quizás nunca antes contemplados.

“Otra historia del arte” de El Barroquista. Aproximación a la disciplina que combina la claridad de ideas con la explicación didáctica. Ensayo en el que su autor desmonta algunos de sus mitos a la par que da a conocer los principios por los que considera se ha de regir. Una propuesta de diálogo a partir del cambio de impresiones y de la suma de puntos de vista, sin intención alguna de asombrar o imponerse con su acervo académico.

“Arte (in)útil” de Daniel Gasol. Bajo el subtítulo “Sobre cómo el capitalismo desactiva la cultura”, este ensayo expone cómo el funcionamiento del triángulo que conforman instituciones, medios de comunicación y arte es contraproducente para nuestra sociedad. En lugar de estar al servicio de la expresión, la estética y el pensamiento crítico, la creación y la creatividad han sido canibalizadas por el mecanismo de la oferta y la demanda, el espectáculo mediático y la manipulación política.

«La desfachatez intelectual» de Ignacio Sánchez-Cuenca. Hay escritores y ensayistas a los que admiramos por su capacidad para imaginar ficciones e hilar pensamientos originales y diferentes que nos embaucan tanto por su habilidad en el manejo del lenguaje como por la originalidad de sus propuestas. Prestigio que, sin embargo, ensombrecen con sus análisis de la actualidad llenos de subjetividades, sin ánimo de debate y generalidades alejadas de cualquier exhaustividad analítica y validez científica.

“Amor América” de Maruja Torres. Desde Puerto Montt, en el sur de Chile, hasta Laredo en EE.UU., observando cómo queda México al otro lado del Río Grande. Diez semanas de un viaje que nació con intención de ser en tren, pero obligado por múltiples obstáculos a servirse también de métodos alternativos. Una combinación de reportaje periodístico y diario personal con el que su autora demuestra su saber hacer y autenticidad observando, analizando, recordando y relacionando.

“Guerras de ayer y de hoy” de Mikel Ayestaran y Ramón Lobo. Conversación entre dos periodistas dedicados a contar lo que sucede desde allí donde tiene lugar. Guerras, conflictos y entornos profesionales relatados de manera diferente, pero analizados, vividos y recordados de un modo semejante. Crítica, análisis e impresiones sobre los lugares y el tablero geopolítico en el que han trabajado, así como sobre su vocación.

“Privacidad es poder” de Carissa Véliz. Hemos asumido con tanta naturalidad la perpetua interconexión en la que vivimos que no nos damos cuenta de que esta tiene un coste, estar continuamente monitorizados y permitir que haya quien nos conozca de maneras que ni nosotros mismos somos capaces de concebir. Este ensayo nos cuenta la génesis del capitalismo de la vigilancia, el nivel que ha alcanzado y las posibles maneras de ponerle coto regulatorio, empresarial y social.

“Los rotos. Las costuras abiertas de la clase obrera” de Antonio Maestre. Ensayo que explica los frentes en los que se manifiesta actualmente la opresión del capitalismo sobre quienes trabajan bajo sus parámetros. Texto dirigido a quienes ya se sienten parte del proletariado, para que tomen conciencia de su situación, pero también a aquellos que no entienden por qué parte de sus miembros le han dado la espalda a sus circunstancias y abrazado opciones políticas contrarias a sus intereses.

“El infinito en un junco” de Irene Vallejo. Ensayo académico sobre el origen de la escritura y la consolidación de su soporte material, los libros. Confesión y testimonio personal sobre el papel que estos han desempeñado a lo largo de la vida de su autora. Y reflexión sobre cómo hemos conformado nuestra identidad cultural. La importancia y lo azaroso de los nombres, títulos y acontecimientos que están tras ella, y el poder de entendimiento, compresión y unión que generan.

«Historias de mujeres» de Rosa Montero. Dieciséis semblanzas que aúnan datos biográficos y análisis del contexto combinando el reportaje periodístico y el ensayo breve. Vidas, personalidades y acontecimientos narrados de manera literaria, con intención de hacer cercanas y comprensibles a quienes fueron ninguneadas o simplificadas. Una inteligente reivindicación del derecho a la igualdad sin caer en mitificaciones ni dogmas.

“El gobierno de las emociones” de Victoria Camps. Llevar una vida equilibrada exige una correcta combinación de razón y emoción. Formula diferente para cada persona según su nivel de autoconocimiento, el contexto y el propósito de cada momento. Aun así, tiene que haber un marco común que favorezca la comunicación personal y la convivencia social. Un contexto de conciencia y correcto ejercicio emocional que fomentar y mantener desde la educación, la justicia y la política.

“Por una España digital” de Javier Rodríguez Zapatero

La digitalización no es solo hacerlo todo vía internet ni servirse de la tecnología para reducir plazos y aumentar productividades. Ese es solo el punto de partida para entrar en otra dimensión de nuevas posibilidades y logros que den la vuelta completamente tanto a nuestras vidas como a nuestro modelo de país y de sociedad. Un ensayo claro que ofrece una visión amplia que tomar como referencia y una propuesta de cómo afrontar este que considerar como guía.

El mundo actual cambia a velocidad de vértigo. No nos da tiempo a actualizarnos. Nos quedamos anticuados sin ni siquiera haber disfrutado de lo que creíamos puntero. ¿Qué está pasando? Que las nuevas tecnologías de la información y el conocimiento están cada día más presentes en las distintas áreas de nuestra vida y de una manera más profunda, tanto que ya es imposible tener una imagen única de hasta dónde llegan. Aún hay ámbitos fuera de su intervención, pero solo de manera relativa, al menos en las coordenadas occidentales a las que pertenecemos como habitantes de uno de los países más punteros y desarrollados.

España es uno de los países con mayor potencial para aprovechar esta revolución, la 14 del mundo con mayor PIB o el 27 si se considera la renta nacional bruta. Pero para conseguirlo ha de afrontar una serie de importantes retos, tomarnos más en serio cuanto tiene que ver con la investigación y el desarrollo, con mirar más allá del corto plazo, tal y como expone quien fuera director de Google en España, Portugal y Oriente Medio y Yahoo! Europa.

Rodríguez Zapatero escribe con conocimiento de causa, tras esos cargos fundó la escuela de negocio ISDI que hoy preside, y por eso hay que considerar la hoja de ruta que propone. Un camino en el que aúna tecnología, gestión pública y privada, educación y marco jurídico. Y junto a ello habilidades como visión, proactividad, liderazgo y empatía. La inteligencia artificial, el big data y el blockchain son mucho más que medios con los que conseguir funcionalidades hasta ahora restringidas o no materializadas. Su transversalidad y su capacidad de ser aplicadas a todo tipo de procesos, actividades y sectores hacen que los sistemas de administración por los que nos hemos regido en lo financiero, lo sanitario o lo medioambiental estén a punto de saltar por los aires. Algo que, a juicio a Javier, es inminente y de lo que parece que aún no somos plenamente conscientes.

Un devenir inevitable en la globalidad en la que vivimos, un destino al que, si no llegamos a la par que las naciones que ya están en vía de alcanzarlo o ahí instaladas -como es el caso de Estonia, Singapur o Corea del Sur-, no solo nos quedaremos tras ellas, sino que veremos como perdemos calidad de vida de un modo integral. Para ello hace falta disposición individual y colectiva, apoyando de un modo mucho más claro las actitudes emprendedoras y los riesgos empresariales, y un cambio total de paradigmas con los que dar la vuelta a sistemas como el educativo -de transmitir conocimientos a generar personas creativas y comunicativas- y el legislativo -simplificando el corpus normativo y enfocándolo más a dar seguridad jurídica que a punir comportamiento indebidos-.

Han pasado dos años desde que se publicara Por una España digital, ya inmersos en la pandemia de la COVID-19, por lo que el escenario que diagnostica apenas ha cambiado. Algunas de las cuestiones que propone parecen estar en camino, he ahí la nueva ley de startups o las muchas páginas del Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia del Gobierno de España dedicadas a la transformación digital. Veremos cuándo y cómo se materializan, y si se concretan en cotidianidades como disponer de 5G en todo el territorio nacional, resolver cualquier trámite con las administraciones públicas en un par de clics o una gestión de la tecnología, por parte de todos (grandes empresas, administraciones y ciudadanos), con un filtro mucho más humanista y ciberseguro que hasta ahora.

Por una España digital, Javier Rodríguez Zapatero, 2020, Editorial Deusto.

“El gobierno de las emociones” de Victoria Camps

Llevar una vida equilibrada exige una correcta combinación de razón y emoción. Formula diferente para cada persona según su nivel de autoconocimiento, el contexto y el propósito de cada momento. Aun así, tiene que haber un marco común que favorezca la comunicación personal y la convivencia social. Un contexto de conciencia y correcto ejercicio emocional que fomentar y mantener desde la educación, la justicia y la política.

Victoria Camps, catedrática emérita de la Universidad de Barcelona y ex Consejera Permanente del Consejo de Estado, comienza su reflexión señalando uno de los males de nuestro tiempo, pasamos de un extremo a otro para cambiarlo todo, pero seguimos reproduciendo los mismos errores. Una vez hemos comprobado que la fijación por los números, la proliferación de procedimientos y la atomización de referentes que ha conllevado nuestra evolución social y política, pero sobre todo económica con la eclosión del neoliberalismo en la década de los 80 del siglo XX, no proporcionan los resultados que esperábamos, llevamos años reclamando que las emociones sean las protagonistas, ensalzando el valor de la escucha, la empatía y la necesidad de expresarnos con libertad.

Sin embargo, de la misma manera que antes se nos olvidaba cuánto influyen en nuestras motivaciones y actuaciones la singularidad de nuestra historia personal, los principios de nuestro carácter y los valores de nuestro pensamiento, ahora parecemos obviar la necesidad de unos marcos que sí, nos limitan, pero que también sirven para que seamos respetados por los demás, a la par que favorecen la creación y la existencia de un espacio de encuentro, intercambio y crecimiento común.

A lo largo de este título, Premio Nacional de Ensayo 2012, su autora se realiza preguntas y plantea hipótesis -según señala, ese es el deber y propósito de la filosofía- sobre el papel que desempeñan en nuestra percepción y comprensión del mundo -tanto del más cercano y concreto como del más general o abstracto- emociones como el miedo, la vergüenza, la confianza o la autoestima siguiendo lo que escribieron al respecto nombres como Platón, Aristóteles, Spinoza, Kant, Hume o Adam Smith. Su intención, llegar al fondo de cuestiones como la de cómo conjugar el bien individual y el progreso común, extraer una aportación positiva de las sensaciones desagradables o hacer coincidir el conocimiento de lo que está bien con una actuación consecuentemente justa.  

Un proceso al que no ayudan tendencias de tiempos recientes como la exaltación de la individualidad, el recurso a la farmacología y técnicas como el coaching, cuando de mar de fondo arrastramos un cambio de los paradigmas que sentíamos nos organizaban, guiaban y unían. Hemos dejado atrás o diluido la creencia en la religión, la práctica de los lazos familiares, el sentido de pertenencia a una nación y la esperanza que nos proporcionaba el estado de bienestar, y nos encontramos con que seguimos teniendo muchas incertidumbres y han surgido otras nuevas de las que desconocemos tanto su origen como su posible solución.

Tras ello, nuestro desconocimiento sobre las emociones y nuestra incapacidad para gestionarlas correctamente, para servirnos de ellas de una manera constructiva y no vernos atrapados o enfrentados por ellas. Algo que pasa por considerarlas tanto desde la dirección política de nuestros gobiernos como desde el funcionamiento administrativo de las administraciones públicas, así como empapar de las mismas a la misión y visión del sistema educativo y del judicial. Esto no ha de anular la razón, ni las leyes y estructuras que se basan en ella, sino que la hará más efectiva al revelarnos cuál es la situación que da pie a que la formulemos en la manera en que lo hacemos, y los objetivos -tanto racionales como emocionales- que nos proponemos.

Han pasado más de diez años desde la publicación de El gobierno de las emociones y lo que Victoria Camps expone en sus páginas sigue hoy tan vigente como entonces, lo que revela no solo la certeza de su diagnóstico, sino la necesidad de tomar conciencia de que necesitamos tomarnos mucho más en serio las emociones y la gestión, tanto colectiva como individual, que hacemos de las mismas.

El gobierno de las emociones, Victoria Camps, 2011, Herder Editorial.

«Historias de mujeres» de Rosa Montero

Dieciséis semblanzas que aúnan datos biográficos y análisis del contexto combinando el reportaje periodístico y el ensayo breve. Vidas, personalidades y acontecimientos narrados de manera literaria, con intención de hacer cercanas y comprensibles a quienes fueron ninguneadas o simplificadas. Una inteligente reivindicación del derecho a la igualdad sin caer en mitificaciones ni dogmas.

Concebidos originalmente para ser publicados en el dominical de El País, Rosa Montero volvió a trabajar estos perfiles con el fin de editar este recopilatorio que llegó a las librerías por primera vez en 1995. Doce años después actualizaría nuevamente algunos de ellos para concluir la versión que he tenido la oportunidad de leer. Páginas con las que he descubierto a féminas que me eran desconocidas, ampliado conocimientos sobre otras y reflexionado sobre cómo se ha anulado a las mujeres a lo largo de la historia (complementando el recuerdo que tengo de Cómo acabar con la escritura de las mujeres de Joanna Russ), o cómo se les permite formar parte de su discurso oficial solo si demuestran un exigente dechado de virtudes, entre las que está la sumisión al heteropatriarcado.

Frente a esto, Rosa reclama lo sensato y lo justo, el derecho a ser ellas mismas. Brillantes, inteligentes y cultivadas sin tener porqué ser necesariamente empáticas, amorosas o legales. Estas Historia de mujeres revelan a escritoras, como las hermanas Brontë, que tuvieron que hacerse pasar por hombres para ver publicadas sus obras. O peor aún, dejar que lo que ellas concebían fuera firmado por sus maridos, el caso de María Lejárraga, o abandonar incluso su impulso literario para ser sostén del de su esposo, tal y como hizo Zenobia Camprubí en favor de Juan Ramón Jiménez. Además de a escritoras, también dedica capítulos a pintoras (Frida Kahlo), escultoras (Camille Claudel), músicas (Alma Mahler), antropólogas (Margaret Mead) o políticas (Irene de Constantinopla).

Cuenta Montero en el prólogo que se documentó leyendo y contrastando, ampliando y complementando información a partir de autobiografías y biografías, ficciones y ensayos firmados por sus retratadas que revelan maneras de pensar y de ver el mundo, o creaciones de otros que las referencian. A partir de ello, hilvana narraciones en la que aúna episodios importantes, hitos significativos, anécdotas relevantes y detalles simbólicos que enmarca, en un corpus sólido y equilibrado, narrativo y explicativo a la par, en la cultura y la sociedad del tiempo y lugar en que vivieron. Desde el encorsetamiento del imperialismo victoriano a la cerrazón de la dictadura franquista, el experimentalismo emocional del romanticismo o las libertades y convulsiones del período de entreguerras.

El resultado son relatos amenos y entretenidos a la par que certeros en su intención de descubrirnos cómo esas mujeres albergaron mucho más de lo que creíamos y, sobre todo, como fueron autoras, creadoras, pensadoras o dirigentes con un acervo y un potencial mucho más profundo y rico del que suponíamos. Un ejercicio en el que se puede aventurar el germen que, en 2013, daría como resultado ese gran título que es La ridícula idea de no volver a verte, protagonizado tanto por la propia Rosa como por otra mujer, Marie Curie, que bien podría haber formado parte de este volumen.

Historias de mujeres, Rosa Montero, 2007, Editorial DeBolsillo.

“El infinito en un junco” de Irene Vallejo

Ensayo académico sobre el origen de la escritura y la consolidación de su soporte material, los libros. Confesión y testimonio personal sobre el papel que estos han desempeñado a lo largo de la vida de su autora. Y reflexión sobre cómo hemos conformado nuestra identidad cultural. La importancia y lo azaroso de los nombres, títulos y acontecimientos que están tras ella, y el poder de entendimiento, compresión y unión que generan.

Damos por supuestas demasiadas cosas que no siempre estuvieron ahí, y desde que lo están, no de la forma con que las conocemos en nuestro presente. Hoy los libros son objetos de gran consumo. Los hay a raudales. En nuestras casas. En las bibliotecas. En las librerías. Y en toda otra clase de lugares dedicados al comercio como grandes superficies, tiendas aeroportuarias, quioscos y hasta máquinas de vending en los andenes del metro. Yo mismo soy un claro ejemplo de ello. Lector en papel y en pantalla. Comprador por encima de mis posibilidades lectoras. Apasionado de las ediciones de gran formato y reproducciones de calidad si se trata de volúmenes sobre pintura o fotografía. Adicto a pasear la mirada y rozar con la punta de los dedos los lomos de los ejemplares que completan estanterías como medio con el que conocer a su propietario y descubrir referencias de contacto y unión con él o ella.

Pero lo que verdaderamente me maravilla de los libros es cuando sucede lo que me ha ocurrido leyendo El infinito en un junco. Una combinación de admiración intelectual no solo por los amplios y detallados conocimientos que demuestra Irene, sino por su capacidad de relacionarlos y exponerlos de una manera tan particular como ordenada e hipnótica. También fascinación por haberme hecho asomar a planos de la historia de la humanidad que no conocía, o no bajo las coordenadas con que ella visualiza y fija las líneas que nos unen con ellos. Con la fijación de un método y unos códigos con que los sumerios comenzaron a registrar aquello que nos importa, inquieta y conmueve; con el gran proyecto de la biblioteca de Alejandría de compilar y preservar toda la sapiencia existente; o con el sueño de Alejandro Magno, y posteriormente de los romanos, de pretender que el mundo conocido compartiera referentes, valores y sistemas.

Sin embargo, Vallejo no se queda ahí y nos guía con tiento y serenidad por ese universo de tramas y creadores, progresos técnicos y costumbres en evolución continua. Manejando no solo la dimensión temporal con que nos traslada al Egipto faraónico, así como a la Grecia clásica y la Roma imperial de la que somos herederos, sino también la relacional que nos permite comprenderlos a través de símiles con nuestra casuística actual. A su vez, lo conjuga con el muy personal relato de cómo ha vivido, interpretado e interiorizado ella sus mensajes y su contexto, la singularidad que los diferenció en su día y los muchos motivos por los que seguimos vinculados con La Iliada, Las Troyanas o las crónicas de Heródoto, así como a Cicerón, Plinio y Julio César.

Quizás la clave de este título, además de por su tono cercano y empático y su profusa documentación, está en la devoción, admiración y agradecimiento que su autora transmite por el asunto que trata. El origen, evolución y papel actual que tienen los libros, la literatura y la cultura tanto en la formación de todo individuo como de la sociedad de la que forma parte desde hace ya casi tres milenios. Una humildad con la que nos contagia la pasión, el asombro y la capacidad de trasladarnos a tiempos y lugares distantes gracias a la lectura de cartas, ensayos, dramaturgias, prosas o versos escritos siglos atrás y que antes que en papel fueron leídos en pergaminos, códices o rollos de papiro o tallados en piedra, arcilla o madera.

El infinito en un junco, Irene Vallejo, 2019, Ediciones Siruela.