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“Almudena. Una biografía” de Aroa Moreno Durán y Ana Jarén

Retrato sencillo, cercano, íntimo y político de la persona y de la escritora. La Grandes expuesta como ciudadana, esposa, amiga y madre, también como alguien preocupada por airear las rémoras de la historia, las trampas de la etapa más reciente y las oscuridades con las que seguimos conviviendo. Alguien a quien apreciar y querer, a quien admirar y reivindicar.

Ser escritor profesional es una tarea ardua, enfrentarse a la hoja en blanco cada día, sin tener claro por dónde te van a llevar los derroteros de tus personajes y si serás capaz de darle forma humana y literaria a su devenir. Asunto aparte es cuando la misión que te propones es tratar sobre alguien a quien conoces y cuantos te pueden contar sobre ella se ponen a tu disposición. Ese regalo y reto es el que asumió hace un año Aroa Moreno a la hora de escribir esta biografía de Almudena Grandes (Madrid, 1960-2021).

Una encomienda en la que ha estado acompañada por la labor como ilustradora de Ana Jaén para conformar un ensayo sencillo, pero con las dosis suficientes de análisis y documentación para considerarlo una pieza con la que acercarse con rigor y seriedad a la figura, obra y personaje de la escritora de los Episodios de una guerra interminable.

Aroa no esconde que parte de la experiencia personal, de la admiración que siente y la amistad que mantuvo con Almudena. Una cercanía que plasma en el tono cariñoso que da a su redacción, pero manteniendo el rigor de quien sabe manejar la técnica de la escritura -equilibrando narración, fuentes, detalles, anécdotas y archivo- y entiende que ha de ser, al tiempo, rigurosa para no sobrepasar a la mujer sobre la que escribe. Una atmósfera, a su vez, perfectamente transformada en imágenes por el trazo armónico y colorido de Jaén, partiendo de fotografías en ocasiones, recreando escenas en otras e imaginando objetos de todo tipo en el resto.

Más allá de conocer cómo surgió su amistad con Eduardo Mendicutti, donde se veía con Luis García Montero hasta que se formalizaron su relación, sus habilidades como cocinera o cómo se convirtió en la orgullosa poseedora de un gato, lo interesante de esta biografía es que no solo repasa su vida y su obra, sino que transmite con una controlada emoción su carácter, su manera de ser y estar, de relacionarse con sus lectores, de mirar e interpretar la realidad y la visión con la que compartía su interpretación de las últimas décadas de la historia de nuestro país.

En definitiva, Almudena. Una biografía, sirve tanto para acercarse a una de las escritoras más exitosas y significativas de la literatura española más reciente si no la conoces, del mismo modo que te embarca en una suerte de travesía emocional si has sido un ferviente seguidor de ella desde que se diera a conocer con Las edades de Lulú en 1989, como es mi caso. Y de paso, y aunque no es su propósito, un lugar de encuentro para, desde él, acercarse a la narrativa de Aroa Moreno Durán y seguirle la pista a la trayectoria artística de Ana Jaén.

Almudena. Una biografía, Aroa Moreno Durán y Ana Jaén, 2024, Editorial Lumen.

“El hombre en busca de sentido” de Viktor Frankl

Relato y análisis de lo que supuso ser prisionero en un campo de concentración durante la II Guerra Mundial. Fusión de vivencia en primera persona y observación desde su exterior. Comunión de sensibilidad e inteligencia para descifrar el propósito de la existencia humana. Texto emocionante y didáctico, catártico por la claridad de sus ideas, la sencillez de su exposición y la profundidad de su logro.  

Libro de cabecera al que volver cuando no tienes claro qué está ocurriendo en tu vida. Guía con la que ser capaz de ver más allá de la superficie y encontrar las placas tectónicas que están chocando en ese momento de desconcierto, inflexión o novedad para el que, quizás, no estás preparado. Por muy hondo, profundo u oscuro que sea el dolor, el sufrimiento o el vacío en el que se esté, siempre habrá un camino, una luz o una señal que nos haga ver, comprobar o sentir que nuestra existencia e identidad está por encima de lo que nos está ocurriendo. De que hay modo de que seamos capaces de estar por encima, de no caer y enriquecernos a pesar de las heridas, cicatrices y minusvalías que esa experiencia nos dejará como legado.

El hombre en busca de sentido podemos y debemos ser cualquiera de nosotros. El testimonio que Viktor Frankl (Viena, 1905-1997) nos ofrece tiene la dualidad de ser el de un paciente y el de su terapeuta, coincidentes ambas figuras en él mismo. Despojado de posesiones y familia, y con intención de dejarle sin dignidad, los nazis le torturaron junto a muchos más en Auschwitz. Pero él supo valerse de sus conocimientos sobre la mente y la conducta humana para entender el porqué de su reacción y de aquello en lo que esta coincidía o difería de la de sus compañeros. Su exposición no pretende señalar porqué sobrevivió a quienes pretendían exterminarlo, sino qué hizo que, a pesar de todo, sintiera tener el control de sus convicciones y no perder el foco de cuáles eran las prioridades, los alicientes y las ilusiones, de su vida.

Asunto complicado, pero posible si se cuenta con las habilidades que permitan sobrevivir al ataque exterior que pretende o tiene la capacidad de arrasar con lo interior. Difícil, pero posible con técnicas como la de la logoterapia, la terapia que Viktor Frankl terminó de formular sumando su catártica experiencia a su conocimiento previo. Una concepción de la psicología que, como él mismo explica, tiene como fin -al contrario que el psicoanálisis de Freud- más mirar al para qué del futuro que al porqué del pasado.

Este breve ensayo tiene la virtud de exponer la complejidad de la que trata con un lenguaje asumible y una narración comprensible por cualquier ciudadano medio, sin necesidad de tener o haber tenido relación alguna con la psicología, ya sea como paciente, curioso o estudioso de la misma. Permite verse, sin condicionante alguno, en esa manera de ser y estar en el mundo.

A destacar su definición del ser humano como alguien que basa su existencia en los vínculos que establece, cuida y mantiene, así como el bienestar psicológico como un equilibrio, y no como una llanura sin grises, influenciado por los valores de la sociedad en la que vive cada individuo y por su forma de entender y practicar su dimensión espiritual.

El hombre en busca de sentido, Viktor Frankl, 2015, Herder Editorial.

“Maricas malas” de Christo Casas

¿Avanzar en derechos supone mejorar nuestras vidas o subirnos al carro de la satisfacción en el corto plazo para, después, seguir igual? ¿Hemos progresado o caído en la trampa de creernos tratados como iguales cuando el mundo que nos rodea sigue regido por el poder y la jerarquía del heteropatriarcado? ¿Se puede ser libremente LGTBI en nuestra sociedad?

Imagino que preguntas así pasaron insistentemente por la mente de Christo Casas y tanto le rondaron que leyó, se informó y debatió hasta finalmente ponerse manos al papel y darles respuesta en Maricas malas. Un título provocador y un ensayo no diplomáticamente correcto. Casas hace autocrítica de lo que supuso la aprobación legal del matrimonio igualitario, analiza con la distancia transcurrida lo que supuso y si materializó las reivindicaciones con las que el activismo español salió a la calle en los años 70 y 80. Y, por último, recorre hasta dónde hemos evolucionado desde un punto de vista legal y social en derechos LGTBI y enuncias los retos que, a su juicio, presenta el momento actual.

Varios frentes que comienzan con la tesis de que el matrimonio homosexual fue una estrategia del sistema para integrarnos ahora que las estructuras de poder se basan en la necesidad de mano de obra y capital que alimente el consumismo en el que unos ganan y otros no llegan. Darnos la opción de ser familia para, a su vez, dividirnos. Quien no se atiene a este modelo en el que prima la carátula del amor y no la del derecho a ser, es el extraño, el outsider y, por tanto, a quien se mira mal, se arrincona y expulsa. Se nos ofrece aceptación, pero si no adoptamos el canon y lo cumplimos de manera estricta, se nos castiga, nos convertimos en Maricas malas. Seguimos siendo tratados como una minoría, igual que sucede por motivos de raza, origen, sexo…

Primero atentamos contra la moral, después contra la ciencia médica y finalmente contra el capitalismo. Este parece habernos vencido, fagocitándonos incluso, he ahí el pinkwashing que realizan grandes corporaciones y hasta el utilitarismo de algunos exponentes de la ultraderecha en su cruzada xenófoba. ¿Qué podemos hacer? Maricas malas mira atrás para chequear si el matrimonio igualitario fue el éxito que asumimos en 2005. Y su conclusión es que no.

En las tres décadas de democracia que culminaron ese día dejamos por el camino la voluntad de romper los moldes y de considerar otras maneras de vivir y de relacionarnos, sin obligación de adoptar convencionalismos que, en demasiados casos, ocultan deberes (estar en pareja para poder llegar a final de mes), maquillan miedos (creer que somos menos por no dormir acompañados) y anulan el libre desarrollo de la personalidad (negamos cómo nos sentimos para no correr el riesgo de ser juzgados).

Ahí es donde Casas propone volver y sentirnos orgullosos no de ser LGTBI, sino de serlo de una manera que no se atiene a lo esperado. Una visión que pasa no solo por la reivindicación identitaria, sino por la reclamación de un horizonte en el que además de la igualdad y la libertad, primen la transversalidad de la empatía y el diálogo. Suena a utópico, pero su “amariconar la sociedad” no deja de ser una aspiración que ya vimos en el pasado como germen del estado del bienestar y que hemos escuchado más recientemente como economía de los cuidados. Algo que nos beneficiaría a todos por igual, sin importar nuestra identidad ni nuestra orientación sexual.

Maricas malas, Christo Casas, 2023, Ediciones Paidós.   

“La invención de la tradición” de Eric Hobsbawm y Terence Ranger

El simbolismo de estados como el Reino Unido tiene mucho de recreación e invención. No todo es tan ancestral y milenario como repiten hasta la saciedad los periodistas en cuanto tiene que ver con la imagen pública de instituciones como la monarquía. Cuestiones sobre las que se ancla el poder tanto en el mundo occidental como en sus antiguas colonias y acerca de las cuales aún queda por desvelar desde múltiples puntos de vista (cultural, social, político…).

Hobsbawm es sinónimo de argumentación razonada, claridad expositiva y conclusiones que resuelven preguntas a la par que plantean otras que evidencian que la historia es un corpus nunca concluso, sea porque nunca es un pasado cerrado, sea porque siempre hay nuevos enfoques y datos por descubrir con los que acercarse a ella. En este volumen, acompañado de otros especialistas, se propone revelar la realidad de los elementos con que asociamos en nuestro imaginario a las cuatro naciones que componen el Reino Unido. También cómo esos mecanismos fueron aplicados tanto por ellos como por sus gobernados en los territorios que controlaban en Asia y África, y el modo en que se extendieron por Europa a lo largo del siglo XIX y hasta el principio de la I Guerra Mundial en 1914.

Lo curioso de leer títulos como este es descubrir que aquello que tomabas por indudable no es así. Escocia no fue el vecino fuerte, recio y peculiar de Inglaterra durante muchos siglos, sino el hermano menor de una Irlanda del norte culturalmente poderosa donde los hombres utilizaban diseños textiles que les cubrían todo el cuerpo. El kilt no se definió como tal hasta el siglo XVIII y la supuesta costumbre de identificar a cada familia por un diseño específico fue algo que surgió aun después y bajo criterios que podríamos considerar cercanos a las técnicas del marketing.

Otras supuestas tradiciones surgieron como reacción a la preponderancia de aquellos a los que se consideraban ajenos. Algo así vivió Gales con la expansión de la revolución industrial inglesa, lo que dio pie a que algunos de sus ciudadanos más sensibles comenzaran a reivindicar -para lo cual tuvieron que darles forma- elementos que hasta entonces había ignorado como su paisaje y su lengua. El movimiento cultural del romanticismo y el político del nacionalismo, así como las convulsiones que sufrieron los imperios y los intentos monárquicos en la segunda mitad del XIX influyeron mucho en este sentido. Es entonces cuando nace la pompa británica e instrumentos que apelan a la ciudadanía como sellos, medallas y actos públicos con los que ganar visibilidad.

Fundamental en esta última etapa es el papel de los medios de comunicación, primero la prensa escrita y su poder como comentarista y analista, y después la televisión retransmitiendo en directo funerales y coronaciones. Involucrando no solo a los pertenecientes a la dinastía sino también las emociones que suscitan entre sus súbditos y el público en general. Medios y efectos que muchos estados han utilizado en su favor, valiéndose de vehículos como el deporte (las selecciones nacionales), la música (los himnos) o toda clase de símbolos institucionalizados (personajes esculpidos, banderas ondeando…).

La invención de la tradición, Eric Hobsbawm y Terence Ranger, 1983, Editorial Planeta.  

“Cultura ingobernable” de Jazmín Beirak

Más que un organismo o una institución, unas políticas y una programación, u objetos y experiencias solo al alcance de unos pocos. La cultura es una cuestión transversal que, desde la creación, la expresividad y la comunicación, ayuda a una mejor individualidad y sociedad mediante su impulso del bienestar personal, el espíritu crítico, la toma de conciencia y el conocimiento recíproco. Acertado y bien fundamentado ensayo con propuestas sensatas y necesarias llevar a cabo si queremos consolidar los cimientos de nuestra democracia.

La premisa de Jazmín Beirak es clara. La cultura es algo público y comunitario y, como tal, debe ser sujeto de atención de las instituciones que nos gobiernan. Pero no del modo en que lo hacen. Su acción no debe reducirse a vehicular una serie de materializaciones que no cumplen ni de lejos la premisa democrática que supone su existencia y que, además, condicionan en mucho a los pocos que consiguen apoyarse en ellas para llevar a cabo sus proyectos y conseguir hacer de sus creaciones (plásticas, escénicas, audiovisuales, performativas…) su modo de vida. Y la solución tampoco es confiar en el papel mediador de entidades privadas que se guían por, aunque lícitos, criterios subjetivos y/o intereses económicos.

Dos vías consolidadas, pero que, a todas luces, son insuficientes. No llegan a la mayoría de nuestra sociedad. Solo permiten dedicarse a la cultura a muy pocos. Y conciben la cultura de una manera muy simplista. Un diagnóstico que evidencia que no se practican, tal y como corresponden, los fundamentos constitucionales que nos rigen desde 1978 y que, a pesar de ser un término manoseado por todos, la cultura no se concreta en prácticas que demuestren su transversalidad, importancia y valor.

Y los primeros responsables de ellos son muchos de los dedicados a gobernar, legislar y gestionar, desde el ámbito público, ya sea estatal, regional o local. O la convierten en un elemento de imagen, con el riesgo de derivar en propaganda. O la consideran como algo superfluo, más asociado al ocio y al entretenimiento, o parte del paquete mercantilista en que están convirtiendo el conocimiento y el turismo.

Frente a esto, la propuesta de Beirak concreta lo que algunos movimientos políticos, más cercanos a la calle que a las intrigas de despachos llevan reclamando desde hace tiempo, reforzando así lo que es una demanda de movimientos vecinales, agrupaciones amateurs o la voz de cuantos están alejados de los grandes centros de producción y exhibición. La cultura está en lo cotidiano y no solo en lo puntual. En la expresión y la comunicación y no solo en lo excelso y estético. En lo que promueve que el sujeto se convierta en alguien que se interroga, debata y plantee, que comparta, muestra, interactúe y construya con otros, y no solo en quien es pasivo, escucha, observa y asume o no.

De ahí el acertado adjetivo de Cultura ingobernable. El papel de las administraciones públicas debe estar en crear un marco normativo ágil y facilitador, en lugar del rígido y limitante que tenemos, e incentivar la disposición de infraestructuras con las que cuantos quieran manifestarse a través de la cultura puedan hacerlo. Un medio que no es un fin en sí mismo, sino que también puede ser vehículo para que otras causas como el feminismo, la lucha contra el cambio climático o los derechos humanos lleguen no solo más alto, sino también más profundo entre cuantos podemos convertirnos en audiencia de sus manifestaciones y mensajes.

Cultura ingobernable, Jazmín Beirak, 2022, Editorial Ariel.

“Elogio del horizonte. Conversaciones con Eduardo Chillida”

Una buena manera de acercarse al hombre que está tras algunas de las esculturas más icónicas de las últimas décadas. Nada mejor que sus propias palabras para intentar comprender su proceso creativo y descifrar sus motivaciones y pretensiones. Un título con el que entrar en el triángulo intelectualidad, técnica y espiritualidad que converge en toda creación artística.

Cuando nos acercamos a la obra de un artista plástico solemos caer en el error de creer que lo que nos ofrece alberga significados que hemos de descifrar, en lugar de dejarnos embaucar por su propuesta, salir de nuestras coordenadas mentales y ser trasladados a un territorio emocional que si no desconocido, si es infrecuente que lleguemos a él por la vía de la observación meditada o la vivencia espontánea. Eduardo Chillida (1924-2002) se exigía a sí mismo no volver a donde ya había estado, a lo que ya sabía hacer, por eso experimentaba y se dejaba llevar por la intuición para alcanzar visiones y sensaciones nunca antes materializadas o habitadas.

En las once entrevistas que contiene este volumen se comprende cuál es la senda personal, vivencial y espiritual que llevó a Eduardo a ese principio. Destaca la tierra en la que nació y el lugar en el que vivió, consideraba sus raíces vascas y ya antes de que su peine del viento se convirtiera en icono de San Sebastián, percibía la capacidad de aquel punto del Cantábrico para generar significados. Posteriormente, su época como portero de la Real Sociedad le valió para experimentar asuntos como la relación entre el espacio, la geometría y la perspectiva. Y siempre, como hilo conductor, de su persona, su particular vivencia y reflexión de la religión católica y la espiritualidad cristiana como sinónimos de entrega y universalidad.

Le atraía lo que siempre parece igual, pero nunca es lo mismo, como los paisajes o el mar. Sentía simbiosis con lo pausado y lo lento, porque ahí es donde lo humano tiene capacidad para expandirse y surgir. Le interesaba la ciencia, pensaba que esta difería del arte en buscar lo cuantitativo y no lo cualitativo. Y todo ello acompañado de una preocupación por la relación entre la materia y el espacio, así como entre la pieza y el ser humano que se acerca a ella.

Lo primero le llevó a no trabajar nunca con vaciados, sino a crear piezas macizas y a manipular elementos con una presencia o posibilidades lumínicas que evocaran las de sus raíces vascas. De ahí su fijación por el hormigón, el hierro, el alabastro o la chamota o su uso tridimensional del papel en sus Gravitaciones. En lo segundo estuvo siempre presente su inquietud filosófica -San Juan de la Cruz, Cioran, Heidegger…-, su sensibilidad musical -Bach, Mozart- o la relación con sus contemporáneos -Braque, Miró, Calder…-.

Y una máxima que aparece constantemente en este volumen, los hombres somos todos iguales, antes de ser de ningún territorio, y compartimos la visión unitaria y igualitaria del horizonte.  Un axioma con el que volver a visitar sus trabajos en múltiples ciudades como Gijón, Madrid, Barcelona o Gernika y disfrutar de la capacidad de Eduardo Chillida para trascender el tiempo y permanecer en la atemporalidad de nuestro presente.

Elogio del horizonte. Conversaciones con Eduardo Chillida, edición a cargo de Susana Chillida, 2003, Ediciones Destino.

“Ensayos quemados en Chile” de Ariel Dorfman

La censura de Pinochet intentó acabar con estos textos, pero el destino quiso que encontraran la manera de llegar a nuestras manos. Análisis, opinión y reflexión sobre cómo el neocolonialismo norteamericano se sirve de los dibujos animados y las publicaciones lúdicas, el poder de la literatura para situarnos ante el mundo y el sueño comunista hecho realidad con la revolución cubana de Fidel Castro.

Son muchos los autores olvidados por el paso del tiempo, cuyas obras no consiguen ser reeditadas y cuando desaparecen los ejemplares impresos que llegaron a ver editados, su legado se volatiliza. En ocasiones no es ese lento e inevitable transcurrir el que acaba con ellos, sino la acción premeditada del hombre. Eso sucedió en Chile a partir del 11 de septiembre de 1973. Fueron asesinadas personas e ideas. La junta militar acabó con cuanto fuera en contra de su ideario y pusiera en riesgo su objetivo totalitario. No solo torturaron y mataron, sino que requisaron, quemaron y destruyeron cuantas páginas sustentaran o reflejaran otras maneras de contemplar la realidad y visionar el futuro.

Uno de los afectados por esa situación fue Ariel Dorfman (Buenos Aires, 1942), autor de la genial La muerte y la doncella con que en 1990 plantaría, dramatúrgicamente, cara a Pinochet. Pero ya antes había manifestado estar en contra del sistema intelectual y administrativo que respaldaba al general. En la primera parte de este volumen -que vio la luz en 1974 en Argentina-, con un enfoque cercano al análisis semiótico, arremete contra los productos de la industria gráfica y mediática de Estados Unidos, a los que acusa de ser, tras su fachada de entretenimiento, un medio de manipulación con el que transmitir una visión del mundo prejuiciada y contraria a los derechos humanos.

Una nueva forma de colonialismo con la que perpetuar el dominio de unos sobre otros haciendo que los que leen historias infantiles como las del elefante Babar o los artículos de entretenimiento de la revista Reader’s Digest se sientan impulsados a alejarse de sus orígenes, tradiciones y valores, adoptando una visión racista y excluyente tanto de sí mismos como de otras zonas del mundo y asuman como marco aspiracional el estilo de vida y los criterios de aquellos que -bajo el dictado del consumismo capitalista- viven a miles de kilómetros.

Dorfman revela un conocimiento detallado y profundo de los asuntos que trata, haberse documentando, leído y trabajado sobre ellos antes de escribir, y aunque claro en su argumentación y conclusiones, le pesa una redacción insistente y más retórica que prosaica, más para ser escuchada y atendida como una exposición oral que leída con fines de comprensión y reflexión. De ahí que su lector corra el riesgo de quedarse fuera en asuntos en los que no esté ducho como la literatura de compatriotas suyos como Jorge Edwards, Antonio Skármeta o Carlos Droguett.

Donde sí adopta un enfoque al que es más fácil acercarse es a cuanto tiene que ver con lo político. Ahí queda su visión sobre cómo la burguesía adinerada y los medios de comunicación hacían frente al gobierno de Salvador Allende, su sugerencia de cómo este debía aprovechar el potencial alfabetizador y libertador de la cultura, o su declarada simpatía por la figura de Fidel Castro y su logro revolucionario de poner fin al régimen de Batista en 1959.

Ensayos quemados en Chile, Ariel Dorfman, 2016, Editorial Godot.

«My Name is Barbra» Streisand

Casi mil páginas con las que conocer a la persona, a la creadora y al personaje. A la niña huérfana y humilde, a la adolescente convencida de que lo suyo era la actuación, a la mujer que se hizo un lugar en la industria del cine y de la música y a la número uno que superó expectativas artísticas, barreras comerciales y rompió techos de cristal. La versión oficial, edulcorada unas veces, sobria y agria otras.

Soy fan de Barbra Streisand (Nueva York, 1942) desde que siendo pre adolescente vi Yentl en televisión. El primer cd que me compré en mi vida fueron sus primeros Greatest Hits. Practiqué el listening en clase de inglés con canciones como People y He touched me y quedé impactado con la fina y delicada sensibilidad que plasmó en El príncipe de las mareas. Por aquellos entonces leí la biografía que le dedicó James Spada y junto con lo que dejaba ver en los interludios de One Concert me quedó claro que Barbra no solo es una persona con un talento que ha sabido cuidar y vehicular, sino también una persona inteligente que ha dedicado esfuerzo y energía a materializar su visión de quién quería ser, qué contar y qué conseguir con ello.

He tenido la suerte de ver en pantalla grande sus primeras películas, Funny Girl y Hello Dolly. Sus interpretaciones son completas, voz, gesto, cuerpo, presencia, mirada. Actúa cuando canta y transmite melodía, ritmo y timbre cuando habla. En las tres películas que ha dirigido se nota que lo suyo es una combinación de intuición y aprendizaje a través de la observación y de la experiencia práctica adquirida cuando se valía de ser intérprete para observar, preguntar y plantear.

En My name is Barbra ella misma explica, describe y analiza la materialización de esa trayectoria, su progresión en las coordenadas y posibilidades en que se construyó, así como las ilusiones y objetivos que consiguió, a la par que las objeciones y barreras que encontró. Hilvana lo profesional y lo personal porque en ella están íntimamente unidos, y enlaza con ello lo político. Para la Streisand las emociones no son solo una experiencia interior que exteriorizar y compartir, sino también que causar o enmendar en la vida real desde la empatía, el compromiso y la acción individual según las propias posibilidades.

Todo eso es lo que relata de manera detallada, denotando un trabajo de documentación que revela que además de ser una persona sagaz, ha sabido rodearse de un buen equipo. Aunque no siempre fue fácil, fueron múltiples los obstáculos que encontró en su carrera. A pesar de los éxitos, los premios y los hitos conseguidos, la suya ha sido siempre una evolución y progresión a pesar de los elementos, en la que el viento no ha soplado tan a favor como pareciera cuando se observa un currículo como el suyo.  

Una biografía en la que además de cantante, compositora, guionista, directora y productora ha compartido tiempo, experiencias y hasta proyecto de vida con multitud de personas. Familia, amigos, colegas y parejas de las que habla siempre con respeto, aunque a algunas les dedica cariño y admiración y a otras asertividad y distancia. Con menos tapujos de lo esperado, con alguna que otra caprichosa licencia personal, My name is Barbra revela también el carácter de quien se sabe excepcional, pero a la par se manifiesta humilde, de quien no reniega de dónde viene pero que tampoco se avergüenza de las posibilidades pecuniarias y sociales que le ha permitido el estatus y el prestigio conseguido.

En definitiva, mil páginas con las que profundizar en el conocimiento de un corpus artístico y creativo que merece respeto, admiración y aplausos; además de deleitarse con la cercanía, la sencillez y los excesos de una persona única y un personaje legendario. Barbra Streisand, the voice, the one and only.

My Name is Barbra, Barbra Streisand, 2023, Viking Books.

“La mujer que soy” de Britney Spears

Escritura ordenada, explicativa y sintáctica con la que entender el origen y la génesis del personaje que es una estrella del pop. Confesión sencilla y directa con la que comprender el punto de vista de la persona tras esa fachada de fama y escándalos por motivo alejados de su trabajo. Memorias dictadas y redactadas por tres personas en la sombra.  

Está claro que no vas a leer La mujer que soy si no sientes un mínimo interés y cuentas con cierto conocimiento sobre la figura de Britney Spears. Pero pasada esa barrera, y si no tienes una urgente prioridad a la que dedicarle tu tiempo, te puedes dejar entretener por este título resultado del trabajo de tres personas a partir de la oralidad de quien se convirtiera en la princesa del pop a finales de los 90.

Aparentemente su biografía se podría resumir en tres frases. Se convirtió en la artista número uno durante casi una década. Comenzó a dar titulares por su vida personal hasta que estos opacaron su trayectoria artística. El movimiento #FreeBritney impulsó el fin de la potestad legal que su padre ejerció sobre su vida, figura y patrimonio durante trece años.

Con esta trabajada edición de la síntesis de sus cuarenta años de biografía, Britney pretende poner blanco sobre negro. Dar luz a lo no contado, exponer la sombra que ocultaban los focos y revelar la verdad que negaban las mentiras de los medios de comunicación y la falsedad de las declaraciones de sus familiares. Y lo hace con sencillez y sin justificarse. Su propósito no es convencer, sino contar su versión con la certeza de estar en lo correcto. Avalada por la decisión judicial de dejar que volviera a ser dueña y señora de sus decisiones, y la madurez que siente tras haber transitado por el estrés, el ruido y la manipulación resultado de su capacidad para generar ingentes cantidades de dinero.

Según The New York Times son tres las personas que han dado forma redaccional a los recuerdos y reflexiones de Britney Spears, añadiéndole, supongo, documentación y coherencia. Además de un estilo con el que provocar atención a través de recursos como combinar estilo directo e indirecto, alternar lo general, abstracto y espiritual con la precisión, el detalle y el ejemplo, así como el contraste entre lo que vimos y lo que no de momentos extraordinariamente mediáticos. Ada Calhoun, Sam Lansky y Duke Dempsey han sido los encargados de esa conjugación ofreciendo un resultado correctamente armado en el que se relacionan y equilibran lo privado y lo público, lo conocido y lo ignorado, la rapidez del entonces y la meditación del ahora.

Esa es la lectura literaria que se puede hacer de La mujer que soy. Las otras dos son que hay que estar hecho de una pasta especial y saber rodearse de gente hábil y fiable para hacer carrera en la industria del espectáculo sin verse afectado a nivel psicológico y psiquiátrico. Y, por último, lo que suele atraer más atención en este tipo de publicaciones, un amplio listado de famosos mencionados, unos para bien, y otros para no tanto.

La mujer que soy, Britney Spears, 2023, Plaza & Janés.