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“Relaciones enfermizas” de Cecilia Ştefănescu

Alienante novela ambientada en el Bucarest de los 90. Una ciudad que vaga sin rumbo, al igual que las personas que la habitan o transitan por ella. Como Kiki, una joven universitaria que no sabe qué quiere en su vida y que se mueve y debate entre un hombre y una mujer a golpe de deseos por cumplir, anhelos que comprender, preguntas que no sabe formular y respuestas a interrogantes que no sabe por qué ni quién le hace.

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Imagino la capital rumana tras la caída del régimen de Ceaucescu en diciembre de 1989 como un escenario en el que dejó de haber representaciones y las tareas de mantenimiento pasaron a ser cosa del pasado. Poco a poco comenzó a desvencijarse, a verse afectada por las inclemencias meteorológicas, por las corruptelas de unos habitantes que habían perdido el miedo a las consecuencias de incumplir las normas y por el descuido de aquellos que estaban de paso exigiéndole el abrigo, el alimento y la satisfacción que tampoco encontraban en sus lugares de origen.

Este es el polvoriento y desconchado magma en el que se sumerge la autora de Relaciones enfermizas para escribir algo más que un relato que describa ese erial, una inmersión en la que construye una historia que nos muestra cómo esa atmósfera de desorden y desorientación contagia de su misma miopía y neurosis a las personas que la habitan. Como a su protagonista, Kiki, una chica que no sabe con exactitud lo que quiere ni tiene certeza absoluta de lo que le gusta, sino que se deja llevar por lo que su cuerpo le dicta. Lo suyo es moverse sin más motivación que aquello que le marcan sus impulsos, sin una lógica aparente que explique el por qué y de razón al para qué.

Una falta de brújula y de rumbo de la que se hace altavoz la prosa de Cecilia Ştefănescu para narrar los acontecimientos que suceden en torno a las vivencias afectivas y sexuales, amistosas y amorosas, conflictivas y pacíficas, de Kiki con un hombre y una mujer, con Renato y Alex, desde diferentes puntos de vista. Unas veces como si estuviera dentro de este triángulo y conociera mejor que sus personajes lo que está ocurriendo. Y otras, cuando se descubre reducida a las coordenadas de cada uno de ellos, viéndose limitada por su desconocimiento o su desinterés por querer profundizar en lo que están sintiendo, angustiada por la ansiedad que les produce todo aquello que les contraría, o reducida y encerrada en sí misma por sus fijaciones y obsesiones.

Su propuesta varía de ritmo e intensidad, entre una ficción sin pudor y una fábula críptica –en la que no siempre resulta fácil situarse y orientarse- que evoca sensorialmente a aquellos autores que, tras décadas proscritos, comenzaron a ser vistos, escuchados y leídos en Rumanía en los años previos a la publicación de este título (2002) y a los que menciona en sus páginas. Nombres y títulos cinematográficos (Buñuel, Visconti, Rossellini) y musicales (The Doors, Rolling Stones, Bob Dylan) de otras geografías e idiomas, o literarios que se habían visto obligados al exilio (Cioran, Eliade).

“Imagina” de Juan Ramón Fernández, Yolanda Pallín y Javier García Yagüe

La “Trilogía de la Juventud” deja atrás el mundo rural de la posguerra para irse a vivir al despegue urbano e industrial de nuestro país durante la década de los 60. Con la misma brillantez que “Las manos” relató el hambre y el caciquismo de una España sometida, “Imagina” cuenta la lucha de la utopía de la libertad frente a la aceptación y connivencia con el régimen social, económico y laboral impuesto por el franquismo.

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A lo largo de un total de 43 escenas Imagina nos muestra las escasas opciones que tuvieron los más jóvenes de labrarse su futuro en aquella época en que la dictadura estaba tan consolidada que algunos daban por hecho que iba a ser perpetua y que otros pensaban que debía estar cerca de un final que no se veía por ninguna parte. El hombre sometido al sistema y la mujer cumpliendo lo dictado por el hombre. La oportunidad de oro de ellos estaba en entrar como aprendices en una fábrica y poco a poco, a base de acatar silenciosamente instrucciones, órdenes y riesgos, ganar puntos y antigüedad con los que subir en la escala jerárquica del sistema fabril y pluses con los que complementar su sueldo. De esta manera se adquiría una respetabilidad y se garantizaban los ingresos con los que, aunque con muchas dificultades, mantener a una familia.

En el caso de ellas, primero estaba obedecer el dictado de un padre y los modos y maneras de la generación anterior que tan bien arbitraba siempre una madre. Después llegaban las reglas que considerara el hombre del presente, el amigo interesado, el pretendiente, el novio y el finalmente marido que tenía tanto el respaldo de su salario como el de la sociedad para dictar lo que estaba bien y mal, lo que se debía o no hacer bajo el techo familiar, así como los cuándos y con quién.

Frente a la rigurosidad con que están trazados sus destinos, los personajes de Imagina se debaten, como la España de entonces, en la angustiosa y esperanzadora necesidad de luchar por sus derechos más elementales, como el de expresión, el de organización sindical o el del uso y disfrute de su propio cuerpo. Un deseo de progresar que se daba de bruces no solo contra la cerrazón y la fuerza del entramado burocrático que todo lo asfixiaba, sino con la, en muchos casos, incomprensión de unos mayores que tras haber sufrido una guerra consideraban la aparente paz presente como la mejor de las situaciones. Un mundo ingenuo de complejos conflictos al que le ponían letra las canciones de Joan Baez, Rolling Stones, The Beatles o Françoise Hardy, en el que se deseaba hablar inglés y conocer París.

Imagina es una sucesión de cuadros escénicos en los que su preciso texto es capaz de recoger la esencia de momentos que tienen tanto de espontáneo y cotidiano como de trascendencia y simbolismo. Teatro que no es solo representación, sino también interpelación a su espectador con el múltiple registro que en ocasiones se les exige a los actores, encarnando no solo su papel, sino ejerciendo también de narradores del compendio de emociones y diferentes puntos de vista de los momentos que protagonizan.

Tras descubrir tiempo atrás esta Trilogía de la Juventud con Las manos y encontrar hace poco este Imagina, ahora solo me queda localizar 24/7, la tercera parte con que José Ramón, Yolanda y Javier completaron este fantástico proyecto en 2002.

Fotógrafos que convierten en leyenda al fotografiado: Terry O’Neill

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Faye Dunaway el día siguiente de ganar el Oscar, Beverly Hills, 1977.

Hay personajes que no serían los que son si no fuera por aquellos que les han ayudado a construir su imagen. Entre el marketing y el arte es donde se coloca la fotografía al servicio de personajes como Ava Gardner, Audrey Hepburn, Brigitte Bardot o la modelo Twiggy. Y detrás de la cámara una mente que combina talento y técnica en el manejo de la luz, la de Terry O’Neill. Bajo el título de “El rostro de las leyendas”, el Espacio Telefónica nos da la oportunidad de deleitarnos hasta el próximo 12 de enero con 66 imágenes suyas tomadas a lo largo de las últimas cinco décadas.

El quería viajar ser músico, y aunque no lo consiguió, sí que viajó y acabó relacionándose largo y tendido con el mundo de la música. El fue el primero que mostró en 1963 a The Beatles como un grupo de cuatro británicos desenfadados y frescos –primera foto además del cuarteto en un medio de comunicación-  y a los Rolling Stones como los gamberros descarados que desde entonces siguen siendo. Además de estos, su objetivo ha retratado a otros como Elton John actuando en vivo, Rod Stewart vistiendo estampado de leopardo, Bruce Springteen paseando por Sunset Trip, Bono, David Bowie (fabulosa imagen con Liz Taylor poniéndole un pitillo en los labios), Eric Clapton, Tina Turner o Amy Winehouse. Posados que transmiten una abrumadora naturalidad que podría hacer pensar a estos personajes que es su fotogenia –y no la labor de Terry O’Neill- la que ha ayudado a que la fotografía consiga dejar al público con la boca abierta al contemplar las imágenes fijas que ellos han protagonizado.

Le hizo famoso la sencillez de la imagen que tomó al Secretario de AA.EE. británico durmiendo de traje en un aeropuerto rodeado de personas africanas vestidas de manera tribal. El éxito le llevó a dejar el servicio fotográfico de British Airways en el que había comenzado a trabajar y a partir de ahí su carrera fue un no parar: “Tuve mucha suerte. Estaba en el lugar y los tiempos correctos: la década de los 60 en Londres. Fue una edad de oro. Cada día ocurría algo emocionante.» 

Su estilo es el de una absoluta espontaneidad que le hace parecer invisible al ver las imágenes que en rodajes cinematográficos tomó de mitos como Raquel Welch, Ursula Andress, Clint Eastwood, Orson Welles, Robert Redford o Richard Burton. Son retratos humanos, sensibles, cercanos y al tiempo gestos de admiración hacia sus protagonistas. He ahí la fotografía que tomó a su mujer Faye Dunaway en la piscina el día después de que esta ganara el Oscar a la mejor actriz en 1977, o las que tomó en su cotidianeidad a su buen amigo Frank Sinatra. 

Deseaba viajar a EE.UU. cuando aún era un joven británico, y ha acabado recorriendo medio mundo siguiendo a sus lugares de trabajo para retratarlos o recibiendo para posados a iconos de la moda -o quizás sus retratos fueron los que les convirtió en iconos- como Christy Turlington o Iman (color), de la política como Winston Churchill o Nelson Mandela el día de su 90 cumpleaños, o del deporte como Pelé en su fotografía oficial para la promoción del Mundial de Futbol del próximo 2014, uno de los últimos trabajos de un maestro de la imagen que sigue en activo a sus 75 años. 

De Nueva York a Munich, de Londres a Las Vegas, de París a Almería, allí donde hiciera falta crear leyenda o seguir a una ya existente ha acudido Terry O’Neill desde 1963 creando la suya propia. Una gran carrera que podemos disfrutar y con la que incluso soñar imaginando cómo nos hubiera retratado él a cada uno de nosotros en esta exposición que merece la pena visitar.

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Frank Sinatra, Miami, 1968.

Sitio web de “Terry O’Neill: el rostro de las leyendas” en la web de la Fundación Telefónica.

(Fotografías tomadas de la web de la Fundación Telefónica)