Archivo de la categoría: Narrativa

“Canto castrato” de César Aira

La promesa de unas aventuras dieciochescas con hilo musical operístico queda rápidamente desvanecida por un relato que deja a un lado la historia y el arte rococó para optar por la libre asociación de ideas y el avanzar sin rumbo declarado ni deducible, instrumentalizando para ello a sus personajes y dejando muchas preguntas, argumentos y tramas sin resolver.

El viaje comienza en 1734 llegando a Nápoles, con la angustia de un noble austríaco que acude a esta ciudad no sabiendo si dará allí con la persona a la que busca. Un castrato, la mayor estrella musical de Europa, al que representa y que ha desaparecido sin motivación aparente y sin dejar señal alguna. Una intriga que podría derivar en drama o en thriller, sirviéndose para ello del urbanismo, el arte y los secretos de una urbe excitante, convulsa y bulliciosa. Pero no. Las esperanzas se desvanecen comprobando cómo la interrogante se disuelve, más que ser respondida, en una excusa para continuar la narración con unos caracteres de lo más peculiar. Particularidades expuestas de manera desenfocada, haciendo que nos mantengamos a una distancia prudencial de ellos.

Semanas después los volvemos a encontrar en Viena. El atractivo de la capital del imperio austro húngaro queda aguado en descripciones que la tildan de soporífera, aburrida y meramente arquitectónica. ¿Cuál es su encanto entonces? Según la imaginación de César Aira todo aquello que acontece a espaldas de la vida pública y lo que es cotilleado, susurrado y dicho en clave en sus salones, recepciones y eventos públicos sobre cuestiones no necesariamente de interés político. Entran en liza algunos personajes nuevos, que prometen ser interesantes, pero nuevamente esa esperanza se desvanece progresivamente a medida que se revelan hasta un poco tostón. Para colmo, la estructura narrativa vuelve a incluir excursiones a lugares misteriosos que lo único que aportan son páginas bien escritas, pero con escaso interés argumental.

San Petersburgo podría ser la oportunidad final. Sin embargo, comienza dejándose atrás a uno de los protagonistas como excusa para que le sean dirigidas las cartas de los dos remitentes en que se basa la estructura narrativa de esta etapa de Canto castrato. Unas con prisma familiar y otras con tintes subordinados. Las primeras resultan tediosas, como quien las firma y las aventuras absurdas, incongruentes y con escasa lógica en que se ve envuelta. Las segundas, afortunadamente, resultan ordenadas y precisas, un oasis en esta lectura tan poco estimulante. Ambas se complementan, hasta el punto de contar lo mismo desde distintos puntos de vista, convirtiendo al lector en un juez obligado a dictaminar cuál es la versión correcta y los posibles motivos, argumentos o excusas de quien falta a la verdad.  

Canto castrato es de esas lecturas que te planteas dejar pero que no abandonas creyendo que tarde o temprano encontrarás alguna joya entre tanta paja. Aira sabe escribir e hilvanar ideas, pero lo hace en modo automático, sin mirar nunca atrás y valorar o enmendar lo que ha elaborado, sin mayor propósito que el de rellenar páginas hasta alcanzar un destino al que parece darle igual llegar solo que acompañado.  

Canto castrato, César Aira, 1984, Literatura Random House.

“Otra vida por vivir” de Theodor Kallifatides

Ensayo, reflexión y auto ficción sobre la evolución de las democracias occidentales en las últimas décadas, así como sobre qué supone ser inmigrante en Suecia y emigrante en Grecia. La identidad individual y el encaje de su autor, ayer y hoy, en la sociedad y cultura en que nació y en aquella que le acogió. Una prosa sencilla y sosegada, sobre el peso de la vida y las vías de la inspiración, que envuelve a su lector en sus atmósferas, emociones y estados del alma.

No hay una experiencia más agradable cuando se está leyendo que verse superado por la amalgama de sensaciones, descubrimientos y ecos que siembra en nosotros el título que tenemos en nuestras manos. Eso es lo que me ha ocurrido con mi primer Kallifatides. Otra vida por vivir es un volumen breve, apenas me ha requerido dos días, pero tengo la impresión de haber realizado un profundo viaje desde la idiosincrasia del hoy, del aquí y ahora que todo lo puede, envuelve y ciega hasta las claves de la historia de mediados del siglo XX. Traslado temporal con el que he accedido a la realidad que se esconde tras la imagen y los tópicos actuales del norte y el sur de Europa. 

A pesar de su contenido número de páginas, la verdad de lo personal, la sinceridad de lo íntimo y el acierto analítico de su visión sobre cómo éramos y en qué nos hemos convertido, hace que quiera conocer más sobre la vida y obra literaria de Theodor Kallifatides (Molaoi, 1938). En Otra vida por vivir su experiencia es el camino que nos guía por la transformación política y económica, así como en la mutación de los valores y modelo de convivencia del mundo occidental desde mediados del siglo XX.

Lo hace con una prosa sencilla y humilde que demuestra su claridad de ideas, su compromiso humanista y su ánimo positivo y generoso por ser comprendido. Desde la aceptación de ser uno entre muchos, de alguien para quien prima la igualdad como base de la libertad, la justicia y la pluralidad ideológica. Motivo por el que se califica como un socialdemócrata que no entiende la vorágine individualista, consumista y cosificadora que se ha apoderado de la esencia de nuestras democracias, y cómo esto nos ha devuelto escenas de ruinas personales, rechazo xenófobo y clasismo pecuniario que creíamos estar minimizando.

Visión que complementa con su reflexión identitaria, sobre si sigue siendo griego tras más de medio siglo viviendo en Escandinavia, y cuán sueco es si no nació allí y teniendo en cuenta que su brújula interior sigue apuntando al Peloponeso. Asunto que hilvana con su infructuosa búsqueda de inspiración a la hora de ponerse a escribir en un determinado momento de su vida. Cuestiones que le sirven para hablar sobre su familia y el lazo que le une con su mujer después de tanto tiempo, el vínculo que mantiene con las amistades que dejó en su tierra de origen y con las que comparte lugar de procedencia en Estocolmo, y la divagación sobre el concepto de legado viendo cómo muchos de sus allegados van llegando a su hora final.

Otra vida por vivir, Theodor Kallifatides, 2018, Galaxia Gutenberg.

“Carol” de Patricia Highsmith

Prosa rica y ágil que transita por las emociones que conforman una relación desde su momento inicial, a la par que se hace eco de los prejuicios y la ignorancia de la difícil sociedad de su tiempo sin caer en dramas ni épicas. Narración que combina acción y reflexión, evolucionando de la confusión a la certeza y profundizando en la simbiosis de la atracción, el deseo y el amor.

Tras el éxito de Extraños en un tren (1950), el deseo de escribir lo que le marcara su ánimo y no sus editores, y una intensa experiencia análoga a la que vive Therese cuando ve por primera vez a Carol, Patricia se puso manos a la obra con su segundo título. Con el fin de evitar la etiqueta de lesbiana y el prejuicio que conllevaba, optó por refugiarse en un seudónimo, el de Claire Morgan. El éxito en ventas y el impacto que generó en sus lectores hizo que tres décadas después Highsmith reconociera ser la verdadera autora de El precio de la sal, lo que valió para recuperarla -añadiéndole un prólogo y un epílogo- y darla a conocer tal y como se merecía y con el título con el que la conocemos desde entonces. La adaptación cinematográfica de 2015, protagonizada por unas magníficas Cate Blanchett y Rooney Mara, le dio nueva vida y demostró que sigue siendo una novela extraordinaria.

El constante punto de vista de Therese, una joven de diecinueve años, criada en un internado y aspirante a escenógrafa mientras trabaja en unos grandes almacenes, hace que el desarrollo de las tramas de Carol esté sustentado en los dos baluartes que definen su personalidad. De un lado su falta de experiencia y sus ganas de conocer, de otro su precaución y la confianza en su instinto y sus impulsos. La narración avanza aunando observación y vivencia de una manera objetiva, casi pulcra, sin prejuicios ni sentencias, dejando que los momentos, los hechos y su eco hablen por sí mismos.

Así es como lo lectores vivimos con esta novela una relación parecida a la que se establece entre Carol y Therese. Primero la curiosidad fomentada por la atracción, después la seducción resultado de lo inevitable y, por último, la involucración producto de la sensación de que nos encontramos ante algo que realmente merece la pena. Su autora no niega el contexto conservador en el que tiene lugar, pero le da su dosis justa de protagonismo, lo que hace más patente el papel opresor y coercitivo que tenían las buenas costumbres propugnadas por el heteropatriarcado. Añádase a esto la precisa sencillez con que describe los lugares y las personas del interior de los EE.UU. en los capítulos que transcurren viajando por ellos.

Tras ello, dos maneras de proceder por parte de Highsmith, la transparencia emocional con que describe acontecimientos y personajes, y el acierto con que maneja el suspense. Se mantiene siempre en un estricto presente, dando pie a la incertidumbre y a la posibilidad de que ocurra lo insospechado. Carol se construye sobre la marcha, y no hay en su génesis y su desarrollo nada que no sea similar a lo que pudieran vivir otras dos personas, pero precisamente por no compararlas ni referenciarlas a nadie más, hace de ellas y de su historia algo único, singular y diferente.

Carol, Patricia Highsmith, 1984, Editorial Anagrama.

«La edad de la inocencia» de Edith Wharton

Ha pasado un siglo desde su publicación, pero esta novela sigue manteniendo la fuerza y visión que su autora le imprimió, haciendo que a pesar del tiempo transcurrido siga resultando actual.  Por la belleza, riqueza y hondura con que describe, califica y explica la banalidad y la complicación del mundo en el que se adentra. Y por el retrato que realiza de la alta sociedad neoyorkina de 1870, del inmovilismo de sus costumbres, de la desigualdad entre hombres y mujeres, y de la hipocresía y el cinismo tras todo ello.

LaEdadDeLaInocencia

La aparición de Ellen Olenska en un palco de la ópera de Nueva York revoluciona a cuantos están más pendientes de los asistentes que de la representación sobre el escenario. Entre ellos, Newland Archer que ve cómo la recién llegada se sitúa junto a la joven con la que espera casarse, May Welland, quien resulta ser prima de aquella.

La recién llegada de Europa, separada de su marido por voluntad propia, despierta un revuelo que no deja indiferente a nadie. Todos opinan, critican y juzgan no solo su decisión, sino también su actitud, dispuesta a ejercer vida social por sí misma, y no del brazo de un prometido, un marido, un padre o un hermano. Su sola presencia se convierte en una afrenta para aquellos que basan su imagen pública en la rigurosa demostración, que no necesariamente cumplimiento, de unos cánones relacionales, matrimoniales y familiares. Una recepción y enfrentamiento que no afecta a sus convicciones y seguridad personal, lo que la otorga un inquietante atractivo que resulta de lo más estimulante para Newland Archer.

Un ambiente y un triángulo de personajes que Edith Wharton maneja con maestría para mostrarnos el conservadurismo que regía la vida de la gente bien posicionada en el Nueva York de finales del siglo XIX. Una pequeña comunidad que aspiraba a diferenciarse de las grandes ciudades europeas del momento (París, Londres) en una ciudad que aún no quería ser la de las oportunidades, sino un enclave cerrado que daba la espalda a todos los que no acataran sus dictados, fueran acaudalados y contaran con un apellido reconocido.

Con Newland Archer como guía -entre Ellen Olenska como referente de lo que seduce hasta atrapar y de May Welland de lo que da la seguridad de tener un lugar-, Wharton nos cuenta con absoluta fineza y precisión las formalidades que conllevaban los noviazgos y los rituales de la vida matrimonial, los detalles a tener en cuenta a la hora de recibir invitados y las maneras de vestir más apropiadas en cada momento del día. Su narrativa no deja escapar nada, combinando la descripción de la belleza intrínseca de los elementos utilizados (florales, artísticos, mobiliarios,…) y de los lugares elegidos (paisajes a la vera del mar, el incipiente gran urbanismo estadounidense, los clubs sociales o las residencias de estilo colonial), con la explicación divulgativa del uso encorsetado que se hacía de los mismos (plagados de simbolismo y metáforas de estatus).

Una prosa de extraordinaria riqueza en la que conviven –simultáneamente incluso, pero sin llegar a diluirse entre sí- la asertividad del narrador omnisciente, la acidez del que sabe que el fruto tiene más matices de sabor de los que aparenta y el cálculo de quien deja que sean los hechos los que hablen por sí mismos. Así, lo que comienza como la descripción de la parte visible, de los usos y costumbres, de los valores y exigencias de la que se autoconsidera alta sociedad, poco a poco va tornando en un viaje lleno de avatares hacia todo lo que conlleva el deseo cuando combina la reciprocidad y la imposibilidad.

Así es como La edad de la inocencia va más allá de la localización y tiempo en que está ambientada y se desvela como una novela genial sobre la lucha por ser fiel a uno mismo, el sufrimiento por las exigencias del entorno y la impotencia por no encontrar la manera de conciliar el impulso interior con la convivencia exterior.

La edad de la inocencia, Edith Wharton, 1920, Tusquets Editores.

10 novelas de 2022

Títulos póstumos y otros escritos décadas atrás. Autores que no conocía y consagrados a los que vuelvo. Fantasías que coquetean con el periodismo e intrigas que juegan a lo cinematográfico. Atmósferas frías y corazones que claman por ser calefactados. Dramas hondos y penosos, anclados en la realidad, y comedias disparatadas que se recrean en la metaliteratura. También historias cortas en las que se complementan texto e ilustración.

«Léxico familiar» de Natalia Ginzburg. Echar la mirada atrás y comprobar a través de los recuerdos quién hemos sido, qué sucedió y cómo lo vivimos, así como quiénes nos acompañaron en cada momento. Un relato que abarca varias décadas en las que la protagonista pasa de ser una niña a una mujer madura y de una Italia entre guerras que cae en el foso del fascismo para levantarse tras la II Guerra Mundial. Un punto de vista dotado de un auténtico –pero también monótono- aquí y ahora, sin la edición de quien pretende recrear o reconstruir lo vivido.

“La señora March” de Virginia Feito. Un personaje genuino y una narración de lo más perspicaz con un tono en el que confluyen el drama psicológico, la tensión estresante y el horror gótico. Una historia auténtica que avanza desde su primera página con un sostenido fuego lento sorprendiendo e impactando por su capacidad de conseguir una y otra vez nuevas aristas en la personalidad y actuación de su protagonista.

«Obra maestra» de Juan Tallón. Narración caleidoscópica en la que, a partir de lo inconcebible, su autor conforma un fresco sobre la génesis y el sentido del arte, la formación y evolución de los artistas y el propósito y la burocracia de las instituciones que les rodean. Múltiples registros y un ingente trabajo de documentación, combinando ficción y realidad, con los que crea una atmósfera absorbente primero, fascinante después.

«Una habitación con vistas» de E.M. Forster. Florencia es la ciudad del éxtasis, pero no solo por su belleza artística, sino también por los impulsos amorosos que acoge en sus calles. Un lugar habitado por un espíritu de exquisitez y sensibilidad que se materializa en la manera en que el narrador de esta novela cuenta lo que ve, opina sobre ello y nos traslada a través de sus diálogos las correcciones sociales y la psicología individual de cada uno de sus personajes.

“Lo que pasa de noche” de Peter Cameron. Narración, personajes e historia tan fríos como desconcertantes en su actuación, expresión y descripción. Coordenadas de un mundo a caballo entre el realismo y la distopía en el que lo creíble no tiene porqué coincidir con lo verosímil ni lo posible con lo demostrable. Una prosa que inquieta por su aspereza, pero que, una vez dentro, atrapa por su capacidad para generar una vivencia tan espiritual como sensorial.

“Small g: un idilio de verano” de Patricia Highsmith. Damos por hecho que las ciudades suizas son el páramo de la tranquilidad social, la cordialidad vecinal y la práctica de las buenas formas. Una imagen real, pero también un entorno en el que las filias y las fobias, los desafectos y las carencias dan lugar a situaciones complicadas, relaciones difíciles y hasta a hechos delictivos como los de esta hipnótica novela con una atmósfera sin ambigüedades, unos personajes tan anodinos como peculiares y un homicidio como punto de partida.

“El que es digno de ser amado” de Abdelá Taia. Cuatro cartas a lo largo de 25 años escritas en otros tantos momentos vitales, puntos de inflexión en la vida de Ahmed. Un viaje epistolar desde su adolescencia familiar en su Salé natal hasta su residencia en el París más acomodado. Una redacción árida, más cercana a un atestado psicológico que a una expresión y liberación emocional de un dolor tan hondo como difícil de describir.

“Alguien se despierta a medianoche” de Miguel Navia y Óscar Esquivias. Las historias y personajes de la Biblia son tan universales que bien podrían haber tenido lugar en nuestro presente y en las ciudades en las que vivimos. Más que reinterpretaciones de textos sagrados, las narraciones, apuntes e ilustraciones de este “Libro de los Profetas” resultan ser el camino contrario, al llevarnos de lo profano y mundano de nuestra cotidianidad a lo divino que hay, o podría haber, en nosotros.

“Todo va a mejorar” de Almudena Grandes. Novela que nos permite conocer el proceso de creación de su autora al llegarnos una versión inconclusa de la misma. Narración con la que nos ofrece un registro diferente de sí misma, supone el futuro en lugar de reflejar el presente o descubrir el pasado. Argumento con el que expone su visión de los riesgos que corre nuestra sociedad y las consecuencias que esto supondría tanto para nuestros derechos como para nuestro modelo de convivencia.

“Mi dueño y mi señor” de François-Henri Désérable. Literatura que juega a la metaliteratura con sus personajes y tramas en una narración que se mira en el espejo de la historia de las letras francesas. Escritura moderna y hábil, continuadora y consecuencia de la tradición a la par que juega con acierto e ingenio con la libertad formal y la ligereza con que se considera a sí misma. Lectura sugerente con la que descubrir y conocer, y también dejarse atrapar y sorprender.

“Montevideo” de Enrique Vila-Matas

Ser escritor no es solo pasar horas frente al cuaderno o al teclado. Es también sentirse tal y reconocerse influenciable por cuanto pueda ocurrir a tu alrededor. Sucesos reales o imaginados cuya génesis puede estar en la lectura de obras y autores anteriores. Esta narración parte de ello y fluye entre la introspección, sobre la inspiración y el propósito, y la improvisación sobre el papel que todo narrador cumple tanto consigo mismo como con los demás.

El índice de esta novela nos lleva de París y Cascais a Montevideo, Reikiavik y Bogotá para acabar donde comenzó, en la capital francesa. Ahora bien, ¿es una novela? Interrogante que surge porque muchos de sus pasajes podrían pasar por un diario personal y otros una suerte de ensayo sobre el oficio de escritor en el que Enrique Vila Matas se toma a sí mismo como caso práctico. Pero su exposición es escurridiza. No es una narración netamente cronológica, con unos personajes definidos y unas tramas que la articulan. Tampoco una reflexión estructurada sobre asuntos que le interesa analizar y compartir. Es, más bien, un libre fluir en torno a vivencias que le preocupan e inquietan.

Montevideo pivota en torno a qué convierte a una persona en escritor, entendiéndose esta profesión como una misión vital y no como un desempeño laboral. Una manera de ser y estar, de relacionarse con el mundo, lo que abarca la manera en que lo mira y lo procesa, y el estilo con que convierte todo ello en respuestas en sus obras. Resultado que lleva a Vila Matas a clasificar a su gremio en cinco categorías o tendencias: los que no tienen nada que contar, los que deliberadamente no narran nada, los que no lo cuentan todo, los que esperan que sea Dios quien lo cuente todo algún día y los que son súbditos del poder registrador y transcriptor de la tecnología.

Entre referencias a múltiples colegas, fundamentalmente a Cortázar, al que convierte en una suerte de faro, guía y obsesión, Enrique juega a ser todos esos narradores basándose en sí mismo. Nos lleva por las ciudades mencionadas para contarnos lo que tenía que hacer para ganarse la vida cuando soñaba con ser escritor, viajes para asistir a eventos a los que era convocado por su reputación, o estancias en las que sorteaba las circunstancias que se encontraba como manera de eludir la falta de ideas, de capacidad o de ganas de situarse nuevamente frente a la página en blanco. Relatos en los que enreda lo real con lo recordado y lo supuesto, así como con los símbolos, lo fabulado y lo, claramente, fantaseado.  

Una escritura que nunca se deja asir por ir desde lo mínimo, puntual y superfluo a lo que le corroe y le disturba. Sacudidas que expresa siendo fiel a cómo las percibe y siente, sin refugiarse en figuras retóricas ni circunloquios literarios. Sin embargo, esa libertad sin reglas ni convenciones dificulta, impide en demasiados momentos, entrar en su mundo si no se conocen las muchas referencias que maneja y no se está familiarizado con su trayectoria personal y literaria. En definitiva, con su manera de verse y proyectarse en el mundo, tanto en la vida real como en estas páginas en las que supuestamente se comparte.

Montevideo, Enrique Vila Matas, 2022, Editorial Seix Barral.

“Mi dueño y mi señor” de François-Henri Désérable

Literatura que juega a la metaliteratura con sus personajes y tramas en una narración que se mira en el espejo de la historia de las letras francesas. Escritura moderna y hábil, continuadora y consecuencia de la tradición a la par que juega con acierto e ingenio con la libertad formal y la ligereza con que se considera a sí misma. Lectura sugerente con la que descubrir y conocer, y también dejarse atrapar y sorprender.

Hay muchas formas de amor: el maternofilial, el fraternal, el amistoso, el de pareja… Las señales para comprobar su existencia son múltiples, como la comunicación, la complicidad y la comprensión entre los afectados. Pero también es cierto que, cuando no está bien cimentado y vehiculado, cuando no se llega a él de una manera libre, autónoma y equilibrada, el amor perjudica seriamente la salud. Podemos encontrar múltiples ejemplos de ello a nuestro alrededor y a lo largo de la historia, como la relación que mantuvieron Verlaine y Rimbaud, poetas francesas, que devino en tragedia armada el nueve de julio de 1873. Suceso pasional, momento lírico y anécdota humana a partir de la cual Désérable construye un relato que aúna su conocimiento de los nombres y evolución de la literatura francesa y su dominio de las técnicas y métricas de la construcción poética, con su sagaz análisis de la conducta humana y su muy peculiar y ácido sentido del humor.

Mi dueño y mi señor está articulado en torno a dos planos, el temporal y el de la percepción. En el primero complementa el presente, en el que un juez toma declaración a un testigo de un tiroteo, con el pasado que va conociendo a medida que su interrogado le cuenta cómo derivó en semejante suceso la relación de dos de sus mejores amigos, Tina y Vasco. Y en el segundo aúna realidad, imaginación y versos. La versión de quien fuera confesor de ambos conformada por lo que vivió y escuchó de primera mano, lo que le confiaron y lo que supone de los instantes en que ni estuvo ni le contaron. Súmese a ello lo que se deduce de lo manuscrito por Vasco en el cuaderno que la autoridad judicial tiene en su mesa y que le sirve para articular la cronología relacional y emocional, psicológica y psiquiátrica, de su objeto de investigación.

El Gran Premio de la Academia Francesa de 2021 podía haber escrito una novela académica y erudita, revela estar más que de sobra habilitado para ello. Pero ha optado por algo más atrevido y es dar forma a una historia que, sin alejarse de lo supuestamente íntimo y mágico del amor, se toma a guasa su relato y vulgariza su materialización. Se sirve para ello del universo de las letras, amalgamando los interiores del funcionamiento de la Biblioteca Nacional de su país y lo expresado en sus poesías y narraciones por autores como Apollinaire y Stendhal, con hasta donde pueden llevar la obsesión, el misticismo y la identificación con ficciones en las que nunca está claro donde acaba la verdad, sigue la recreación y continúa la ilusión.  

François-Henri es, además, capaz de darle a su drama y comedia una dimensión de thriller con giros argumentales, angustias y excesos físicos y psicológicos, erotismo y existencialismo, pero sin caer nunca en el desborde de la gratuidad y la vacuidad. Y suena fresco y ágil, divertido y recurrente, por sus frases cortas evocadoras de la escritura teatral y la digital, así como los párrafos en que aúna prosa y diálogos de uno o varios personajes. Así, y de la misma manera que su título evoca y sintetiza lo que amalgaman sus páginas, Mi dueño y mi señor significa también lo que esta novela acaba suponiendo para su lector.

Mi dueño y mi señor, François-Henri Désérable, 2021 (2022 en español), Editorial Cabaret Voltaire.

“Todo va a mejorar” de Almudena Grandes

Novela que nos permite conocer el proceso de creación de su autora al llegarnos una versión inconclusa de la misma. Narración con la que nos ofrece un registro diferente de sí misma, supone el futuro en lugar de reflejar el presente o descubrir el pasado. Argumento con el que expone su visión de los riesgos que corre nuestra sociedad y las consecuencias que esto supondría tanto para nuestros derechos como para nuestro modelo de convivencia.

Cuando en marzo de 2020 el presente tornó en distopía por causa del estallido de la pandemia de la COVID19, el futuro explotó. Si siempre está por concretar cuándo y cómo será, pero dentro de unos escenarios más o menos previsibles, estos quedaron superados por cuanto podíamos imaginar. Hubo quien recurrió a la literatura o al cine para elucubrar, pero Almudena Grandes (1960-2021) hizo algo más interesante y valioso, partir de la actualidad. Si a lo largo de toda su carrera, y tomando como base su vocación y formación como historiadora, había analizado el presente y el pasado en sus novelas (he ahí Los besos en el pan y los Episodios de una guerra interminable), cuentos (Estaciones de paso) y artículos (como los recopilados en La herida perpetua), en ese momento se fijó en el interlineado, los dobles sentidos y los enunciados que albergan más allá de los titulares determinados discursos políticos, económicos y sociales que dicen promover la libertad, la riqueza y el progreso mientras generan desigualdad, precariedad e injusticia.

A partir de lo que estaba sucediendo (estado de alarma, confinamiento e incertidumbre total sobre lo que ocurría y cómo resolverlo), y tomando como filtro su siempre claro posicionamiento ideológico, Almudena supuso qué deriva podía tomar la situación si esos actores, deseosos no de gobernar, sino de ostentar el poder única y exclusivamente en beneficio propio, se hacían con el control de las instituciones manipulando y mintiendo, apoyándose en el populismo y la corrupción.

Con esa premisa dibuja un escenario general, que implica a toda la sociedad española, y lo concreta en una serie de personajes con los que muestra cuál sería el resultado en términos de seguridad, censura mediática o falta de libertad de expresión y movimiento, y en ámbitos como la justicia, el comercio, el trabajo o el ocio. Un mapa narrativo tan amplio y completo, bien trazado y conectado, fundamentado y casi concluido como suele ser habitual en ella.

Y digo casi porque es sabido que el destino no le dejó escribir, pero sí bocetar en sus cuadernos, el último capítulo y haber revisado el conjunto resultante. Aun así, la lectura de Todo va a mejorar resulta consistente, entretenida y adictiva. Nos deja con la duda de si, de haber podido trabajarla tal y como esperaba hacerlo, hubiera permanecido como la buena novela que es o alcanzado la categoría de sobresaliente a la que nos tenía acostumbrados desde hace tanto tiempo. Duda que concreto en su construcción de la línea temporal, no siempre explicitada y que hace que las atmósferas emocionales oculten el ordenamiento cronológico que ella presuponía para el devenir de un país regido por los principios del Movimiento Ciudadano Soluciones Ya. La segunda interrogante es, y ya que el futuro no se puede documentar, si hubiera pulido todo lo referente a soluciones y elementos tecnológicos para ir más allá de una redacción, a este respecto, enfocada a solventar su funcionalidad argumental. 

Todo va a mejorar, Almudena Grandes, 2022, Tusquets Editores.

«Pura vida» de José María Mendiluce

Una historia sobre la relación, los espacios y los límites entre la pasión y el amor muy bien conducida entre EE.UU., Costa Rica y España, pero con un exagerado y excesivo lirismo a medio camino entre la sensualidad del erotismo y la trascendencia espiritual. Con pasajes que enganchan y otros que fluyen sin más habitados por unos personajes bastante esquemáticos, con trazos de realismo mágico latinoamericano y dramatismo cinematográfico estadounidense.

PuraVida

Frente a una gran urbe como Nueva York, convertida en una megalópolis anuladora de personalidades y conciencias individuales, Costa Rica comenzaba a darse a conocer a finales de los 80 del siglo XX como un lugar en el que vivir en contacto con la naturaleza y, por ende, en conexión con uno mismo. La cuestión es si cualquier ciudadano de nivel medio del mundo occidental está preparado para ese diálogo profundo e íntimo que supone vivir en un lugar sin ninguno de los referentes que haya tenido en su trayectoria anterior.

Esto es lo que se pregunta Pura vida a través del personaje de Ariadna, niña bien de Barcelona, máster en Ginebra y novia de un neoyorkino de familia pudiente. Esa clase de persona para la que todo lo material ha sido siempre fácil y que ante la duda opta por hacer punto y aparte. Así, aprovechando la movilidad de su trabajo en una agencia de NN.UU., deja a un lado el aburrimiento que le produce la previsibilidad de su presente para comenzar una aventura personal y social que parece más propia de un expatriado de lujo que de un emprendedor frente al riesgo de la diferencia cultural y la incertidumbre del éxito profesional.

Un camino de fiestas, excesos y desórdenes que tienen como escenario postales costarricenses paradisiacas, parques naturales y playas descritas por alguien que transmite haberlas conocido y quedado verdaderamente enamorado por ellas. Una pulsión que Mendiluce hace saltar del paisaje a sus pobladores autóctonos, a aquellos que habitan la naturaleza comunicándose con ella en una armoniosa simbiosis que les dota de una autenticidad y belleza únicas. Ese poder de atracción es el que Jonás emana, expira, exuda. Un Dios al que es imposible no mirar, no desear, no entregarse en cuerpo y alma.

Y aquí es donde esta novela finalista del Premio Planeta de 1998 deja de intentar ser literatura y se convierte directamente en un folletín. Si hasta ese momento la progresión de los acontecimientos había resultado bastante esquemática, aunque con una línea argumental muy lógica, la sucesión de besos, caricias, entregas y orgasmos que comienza entonces se convierte en un viaje, conducido por los impulsos sexuales, a ninguna parte narrativamente trascendente. Supongo que la intención del autor era resultar sensual y erótico, y aunque no cae en lo pornográfico ni en lo ordinario, el resultado carece de interés alguno.

A partir de ese momento Pura vida se convierte en un melodrama de fácil lectura, sin pretensión alguna, dando pie incluso a plantearse si merece la pena seguir o no. Evitando hacer spoilers, diré que sí, que aunque no cuajen las intenciones narrativas de su autor, merece la pena descubrir cómo convergen en su final las distintas tramas, personajes y localizaciones implicadas.

Pura vida, José María Mendiluce, 1998, Editorial Planeta.

“La estrategia del agua” de Lorenzo Silva

Investigadores de la Benemérita ya conocidos y un argumento inspirado en hechos reales. Un asesinato, pistas que seguir para intentar averiguar quién y por qué y el contexto de la sociedad española y la ciudad de Madrid de una década atrás. Una narración teñida por la personalidad y el carácter de su protagonista, y una acción marcada por la intriga, la tensión y las sorpresas que toda persona guarda en su lado más oscuro.

El brigada Bevilacqua y la sargento Chamorro son dos habituales de los amantes de la novela negra patria. Han protagonizado doce novelas y tomado, incluso, forma cinematográfica, pero más allá de su verborrea y sus métodos de investigación criminal, sus reflexiones, respuestas, andanzas y ocurrencias siguen sonando auténticas. El paso del tiempo les respeta, y eso es todo un valor, tal y como evidencian los doce años transcurridos desde la publicación de La estrategia del agua. El sexto de los doce títulos, publicados entre 1998 y 2022, el último apenas hace unos días, en los que se enfrentan a la indignidad del ser humano.

Las reseñas de 2010 cuentan la noticia real tras la génesis de lo que sucede en estas páginas. Un asesinato a sangre fría, un hombre sin grandes máculas en su biografía y un alrededor con términos como divorcio, drogas, malos tratos, violencia de género, solicitud de custodia y denuncias falsas. Un punto de contacto con la realidad a partir del cual Lorenzo prolonga el universo de sus dos personajes anclándolos, a su vez, en nuestras coordenadas. Se mueven por las mismas carreteras y calles que nosotros, ven lo mismos programas de televisión y experimentan impresiones análogas a las de cualquier otro ciudadano cuando escucha por dónde va la actualidad política y económica. Súmese a eso, el verismo con el que desenvuelven en la burocracia y la jerarquía del instituto armado, y los protocolos con que se relacionan con la policía y el poder judicial.

Bevilacqua, Vila para los necesitados de una fonética sencilla, es un tipo escurridizo. Amistoso cuando no se le requiere, ácido cuando denota interés en quien le apela. Llena el vacío de su vida personal con cavilaciones sobre el comportamiento individual y colectivo resultado de su formación como psicólogo, su experiencia como testigo de muchas situaciones límite y su vivencia como ciudadano de la clase trabajadora. Pero tras su impresión árida y dura, alberga también a un hombre instintivo y observador, capaz de discernir las conexiones raciones y emocionales que explican la conducta de aquellos a los que se ve obligado a investigar, interrogar y hasta arrestar.

Rasgos que Silva aprovecha muy bien para introducir en esta novela referencias a El arte de la guerra de Sun Tzu y a la vida y obra del estoico Epícteto, así como a los principios de actuación de las Waffen-SS, las fuerzas de élite del ejército nazi. Notas que no solo ensanchan, requiebran y tiñen la investigación y la acción, sino que acaban por calar en el pensamiento y la visión de su protagonista en lo que supone, por parte de Lorenzo Silva, un muy conseguido ejercicio de incorporación literaria a su propia creación. Motivo extra, además de la coherencia y la tensión sostenida de su complejidad de personajes y personalidades, relaciones e intereses, motivaciones y objetivos, para disfrutar con la lectura de La estrategia del agua.

La estrategia del agua, Lorenzo Silva, 2010, Ediciones Destino.