Archivo de la etiqueta: LGTB

Apuntes y claves sobre “Intimidad”

Ocho capítulos de Netflix que se inician con la distribución en redes sociales de la grabación de una política manteniendo relaciones sexuales y con el suicidio de una joven que no soportó que sus compañeros de trabajo se mofaran de ella tras recibir un vídeo y fotografías suyas en situación similar. Una producción audiovisual que nos hace reflexionar sobre el ciberacoso y la sextorsión, al tiempo que evidencia algunas cuestiones sobre nuestra diversidad social y cultural.

No son solo imágenes. Es un atentado contra la dignidad y el honor de la persona filmada, una sacudida contra su salud física y mental de efectos hondos y de largo alcance, así como contra la de sus familiares y amigos. Pero también contra la comunidad de la que la persona violentada forma parte, abocada al comportamiento primario y visceral, jaleada a cosificar y despreciar, a moralizar y ajusticiar de manera caníbal. Intimidad muestra cómo es ese proceso de principio a fin en dos direcciones.

Una de sus tramas comienza con la última consecuencia, el suicidio de la afectada, una trabajadora de una fábrica que asistió durante semanas al escarnio, la mofa y la burla de sus colegas y a la desidia, inacción y culpabilización de la dirección. La otra eclosiona con la explosión de lo que su protagonista, teniente de alcalde de Bilbao, no se había imaginado nunca, verse en pantalla grande en un momento que suponía había sido exclusivo de ella y de con quien lo había compartido. Lógicamente, ella es la culpable por haber hecho lo que hizo y ahora se merece ser insultada, señalada y vilipendiada hasta por los suyos.

Ficción en ambos casos, pero anclada en casos reales de características similares que, igual que ocuparon espacio y tiempo en los medios de comunicación, resultaron después banalizados y olvidados. Cierres inconclusos que acaban transmitiendo la sensación de que da igual, de que aquello no tuvo la respuesta judicial, social e institucional acorde al daño causado. Insuficiencia que los convierte en precedentes peligrosos.

Las muchas formas de la violencia de género. Una y otra situación tienen como objetivo humillar, mancillar y controlar a la mujer señalada. Ya sea por parte de alguien del pasado que no aceptó que continuara su vida al margen de él, ya sea por oscuros intereses que ven en peligro el alcance de su control sobre la política y la economía de la región en la que viven. Situaciones reales, posibles y conocidas por todos. Ya sea porque las hemos vivido en carne propia o cerca de nosotros. Ya sea porque hemos conocido escándalos, sentencias y penas de cárcel en los casos en que se ha descubierto y juzgado a los responsables.

Se señala, apunta y dispara a quien se considera inferior. Creencia basada única y exclusivamente en su condición de mujer, en la absurda convicción de que la masculinidad, la fuerza y la rotundidad, asociadas a esta, son la máxima que ha de imperar en las relaciones, las negociaciones y el gobierno de lo público y lo privado. Tras ello, un déficit endémico de nuestro sistema educativo, una insuficiencia del judicial y una falta de voluntad de buena parte de lo más representativo de nuestra sociedad por ponerle fin al sinsentido, el absurdo y a la injusticia que supone ir en contra de un derecho humano como es el de la igualdad de todas las personas.

La visibilización de la diversidad. Los guiones escritos por Laura Sarmiento y Verónica Fernández dejan patentes otras cuestiones de manera natural y espontánea. No ponen el foco sobre ellas, lo que hace que su tratamiento sea el comportamiento aspiracional que debiéramos tener como objetivo colectivo. No extrañarnos ante convivencias matrimoniales en las que lo individual en todas sus facetas, incluyendo la sexual, tiene tanto o más terreno que lo común. El respeto que merecen las personas LGTB y la mano tendida que merecen todas aquellas que muestran cicatrices producto de un pasado que las lastra. Asunto que tiene mucho que ver con lo anímico y lo psicológico, con la estabilidad emocional, terreno en el que está bien pedir ayuda y apoyarse en profesionales de la materia, como dejan patente en determinadas secuencias.    

Súmese a esto la ausencia de clichés con que están construidos, mostrados y desarrollados tanto los personajes femeninos como los masculinos. Como toda ficción, la serie se toma sus licencias a la hora de plantear lugares y situaciones, comportamientos y respuestas, pero de lo que no se puede acusar a Intimidad es de que las emociones, sensaciones y expresiones de sus hombres y mujeres no sean veraces y creíbles, de que se base en tópicos y simplificaciones que convierten a los personajes en elementos necesarios para su desarrollo argumental. Valga como ejemplo el soberbio trabajo interpretativo de Itziar Ituño, Patricia López Arnaiz y Ana Wagener, entre otras, de un muy acertado casting.  

La riqueza cultural de Bilbao. No es la primera vez que la villa fundada en 1300 es el escenario que acoge una historia concebida para la pantalla. Pero la transformación urbana, medioambiental y estética que ha vivido en los últimos veinticinco años la han convertido en una ciudad agradable de ver, interesante de conocer y sugerente para vivir. Impresión personal en línea con lo que transmiten los exteriores de esta serie rodados en muchas de sus calles, plazas y puentes, así como en los interiores del Ayuntamiento. Arquitectura ecléctica muy bien conjugada con la modernidad del Guggenheim, la transparencia de la torre Iberdrola o el vanguardismo del Centro Azukna, situado en la antigua Alhóndiga.

De paso, el euskera suena una y otra vez, resaltando el bilingüismo natural que practican muchos de sus habitantes y que tan bien nos viene escuchar a los demás para abrir nuestra mente a otras posibilidades y maneras de ser y estar en el mundo. Más aún los que somos de la capital del Estado para darnos cuenta de que ni somos el centro, ni todo gira en torno a nosotros y al kilómetro cero. De paso, Netflix, a través de Txintxua Film, productora que ha trabajado sobre el terreno, se pone al día y cumple el canon que en esta materia le exige la Ley General de Comunicación Audiovisual aprobada el pasado 26 de mayo.

A propósito de las “Invitadas” del Museo del Prado

Después de dos horas de visita disfrutando con esta exposición sobre cómo el mundo de la pintura fue de 1833 a 1931 un espejo de las maneras del heteropatriarcado de la sociedad de entonces, y el escaso hueco que las mujeres pudieron hacerse en él, seguí reflexionando sobre cuánto de lo que había visto y leído sigue vigente en nuestra actualidad.

Falenas, Carlos Verger, 1920 (fragmento).

El mundo de las bellas artes no es la única parcela creativa en la que los hombres han hecho de todo por anular a las mujeres. Desde negarles la formación o la participación en exposiciones, no considerar su valía ni la excelencia de sus trabajos, o cuando la autoría de las obras no estaba clara, dar por hecho que esta correspondía a uno de ellos. Algo así, y aunque sea aplicado a la literatura, a coordenadas anglosajonas y a un marco temporal más amplio, es lo que contaba Joana Russ en 1984 en su ensayo Cómo acabar con la escritura de las mujeres.

Como personajes se las ha caricaturizado (valga como ejemplo Juana I de Castilla en lo político) y si nos fijamos en universos como el de la mitología, hemos justificado con nuestro lenguaje épico y heroico el comportamiento y la actitud del hombre. He ahí el mito de Dafne, a quien no le quedó otra que convertirse en un árbol de laurel para evitar que Apolo ¿se apropiara? de su cuerpo. Frente a la visión condescendiente que hemos leído y escuchado una y mil veces, considérese cómo cambia este episodio al ser narrado desde un punto de vista como el de Irene Vallejo.

La reina doña Juana la Loca recluida en Tordesillas con su hija, la infanta doña Catalina, Francisco Pradilla y Ortiz, 1906

Cuando se trata la prostitución se pone el foco en ellas, culpándolas y castigándolas con el desprecio social mientras que ellos, incluso en estas situaciones, suelen aparecer como caballeros galantes. Muchos años después seguimos con prejuicios similares. Incluir la sexualidad en los currículos educativos es casi un tabú, por no habla de poner el foco en el papel proxeneta que los denominados clientes y empresarios del gremio tienen en la oscuridad, violencia y alegalidad de esta actividad. Sin olvidar que quienes más conocen de este asunto, ellas, no son escuchadas como debieran (tal y como denunciaba Prostitución, reciente montaje teatral).

La bestia humana, Antonio Fillol, 1897.

Rostros de niñas, pero cuerpos desnudos con actitud insinuante. Esclavas con un pecho al aire. Tentadoras con curvas sinuosas. ¿A qué nos suena? A cantidad de imágenes fijas y audiovisuales, publicidad y cine, donde el canon impone que ellas tienen que ser belleza, sexo y sugerencia interpretando roles, desplegando actitudes y adoptando poses ficticias. ¿Sucede lo mismo en el caso masculino? ¿Hay consolidado, en ese caso, un referente literario como la Lolita de Nabokov, un estilo fotográfico tan marcado como el de las marcas de lujo o grupos de personajes como las impuras demoníacas que ofrecían a San Antonio lujuria, poder y riqueza?

Inocencia, Pedro Sáenz, 1899.

Otro tanto sucede con los arquetipos de la apariencia. Por un lado, la mujer castiza, encarnación de la identidad, la tradición, los principios y las buenas costumbres de la nación, con asuntos propios al margen de los económicos y políticos que eran «cosas de hombres». Por otro, las maniquíes de lujo, las abanderadas de las nuevas estéticas y los comportamientos lúdicos asociados a estas. Unas y otras con sus correspondientes vestuarios, complementos y miradas al espectador. ¿No es así como siguen catalogando hoy muchos medios de comunicación a las que ejercen cargos políticos, empresariales o de cualquier otra clase?

Una manola, Ignacio Zuloaga, 1913 y María Hahn, Raimundo de Madrazo, 1901

En cuanto a la censura que sufrieron algunas obras por considerarse moralmente irrespetuosas o explícitamente groseras. ¿Guarda esto similitud con el bloqueo de las redes sociales a las publicaciones que incluyen reproducciones de desnudos artísticos? ¿O con los tapados momentáneos a que son sometidos determinadas representaciones en su lugar de origen para no herir la sensibilidad de visitantes adinerados y poderosos de otras culturas?

La jaula, José María López Mezquita, 1912-14

Como anecdotario, el fondo negro de La Mona Lisa copiada por Emilia Mena en 1847 (Patrimonio Nacional) nos retrotrae al tiempo anterior a que esta supuesta hermana menor de La Gioconda recuperara su paisaje en la restauración que se le realizó entre 2011 y 2012. La composición de las figuras de Adán y Eva con el fondo arbolado en El primer beso de Salvador Viniegra (1891) me recordó a la novia lorquiana cual Pietà, con Leonardo en sus brazos, de la película de Paula Ortiz (2015).

El primer beso, Salvador Viniegra, 1891.

Para finalizar, y ahora que el Museo del Prado ha contado cómo durante el período 1833-1931 las mujeres no tuvieron la oportunidad de participar en la definición y ejemplificación del canon artístico, ¿corregirá su propia versión de este? Sería difícil de comprender que este discurso no fuera integrado en el más amplio de su permanente. No se trata de enmendarlo, sino de ampliarlo. ¿Debiera implicar también una revisión de los textos de su enciclopedia y de las cartelas explicativas que podemos leer actualmente en sus salas tal y como han hecho otras instituciones como el Rijksmuseum? ¿O sucederá como con las alusivas al testimonio LGTB que lucieron en 2017 la treintena de pinturas, dibujos y esculturas que formaron el recorrido La mirada del otro y que desaparecieron tras el fin del WorldPride Madrid? Curiosa coincidencia que Rosa Bonheur sirva de enlace entre aquella y esta muestra.

El cid, Rosa Bonheur, 1879.

La exposición (131 obras distribuidas en 17 secciones), comisariada por Carlos G. Navarro, queda cerrada con estas palabras de Emilia Pardo Bazán (Memorias de un solterón, 1896) que me parecen de lo más acertadas: “Solo aspiro a gozar de la libertad… no para abusar de ella en cuestiones de amorucos…, sino para interpretarme, para ver de lo que soy capaz, para completar, en lo posible, mi educación, para atesorar experiencia, para…, en fin, para ser algún tiempo y ¡quién sabe hasta cuando!… alguien, una persona, un ser humano en el pleno goce de sí mismo”. El derecho a la libertad como paso previo a la igualdad de oportunidades.

Invitadas. Fragmentos sobre mujeres, ideología y artes plásticas en España (1833-1931), Museo del Prado, hasta el 14 de marzo de 2021.

“Asalto a Oz”, antología de relatos de la nueva narrativa queer

Quince pequeñas historias en la que sus autores manejan la cuestión LGTB libremente. Haciéndola protagonista de narraciones identitarias. Como un rasgo más de sus personajes. O como unas coordenadas desde las que observar, analizar y exponer una cotidianidad que aún no sabe cuánto implica el concepto “diversidad”. Un buen conjunto con el que conocer las propuestas de nombres ya conocidos y de otros que buscan su hueco en el panorama literario.

Es difícil hacer una valoración de un conjunto de relatos cuando ya conoces a algunos de sus creadores. Pero si tuviera que hacer una síntesis de Asalto a Oz sería la frescura libre de auto prejuicios de sus escritores y la inquietud por constatar y atestiguar realidades que demandan ser registradas, compartidas y conocidas. Enfoque e interés que confluyen haciendo del asunto LGTB tanto un prisma con el que acercarse desde la realidad a la literatura, como desde el que adentrarse en la realidad a través de las palabras. Un logro en línea con el objetivo editorial de Dos Bigotes, potenciar la curiosidad lectora y ofrecer #LiteraturaContraElSilencio.

Rehúyo de los rankings en las antologías y recopilatorios porque su función no es es dar pie a debates de quién es bueno o mejor, sino la de ofrecer puntos de vista, tratamientos y resoluciones que se complementen y contrasten entre sí en beneficio del que disfruta de pasar una a una sus páginas. Dejado esto claro, no puedo no reparar en algunos nombres que me han llegado especialmente. El de Rubén Serrano por la claridad y hondura de su texto introductorio, dejando claro por qué es necesaria la literatura LGTB. No solo por activismo político y reivindicación social, sino también con un fin casi antropológico, para mostrar esas muchas maneras de hacer, ser y estar que están fuera del estrecho margen de actuación de la heteronormatividad masculina en la que vivimos.

Entre los escritores que ya conocía, esta lectura me ha servido para renovar el placer que sentí con Gema Nieto en su Haz memoria (2018). Como entonces, mira al pasado para llegar hasta los lugares, los momentos y las personas que provocaron que nuestro presente sea el que es. Y lo hace con una capacidad sensorial y emocional delicada y exquisita en la que se funden lo narrativo y lo lírico, haciéndote sentir primero y conociendo después. He disfrutado reencontrando a Pablo Herrán de Viu tras Manuel Bergman (2017) y dejándome llevar por la bacanal interior de ese protagonista escritor, que sugiere biografía, ficción, imaginación y diversión a partes iguales. Por su parte, la propuesta de Óscar Espirita convierte en adulto narrador al Niño marica (2015) de su primer poemario, pero su historia sugiere tanta magia, autenticidad, sinceridad y verdad como los versos de aquel.

Entre los que he descubierto y de los que ahora quiero conocer más, Álvaro Domínguez, que en La pareja ofrece un muy bien expuesto retrato sobre la diatriba espontaneidad personal versus exigencias públicas. Algo similar a lo que consigue Aixa de la Cruz entre las expectativas y la realidad en Nodriza. Me resultó muy festivo el tobogán de secuencias de El niño que le miraba el coño a las Barbies de Lluis Mosquera. Y me pregunto cómo continúan tras su final las propuestas de Miriam Beizana Vigo y Alana Portero. Quién sabe, lo mismo podrían crecer hasta convertirse en auténticas novelas, no sería la primera vez Alberto y Gonzalo, los Dos Bigotes, hacen que así sea.

Asalto a Oz, varios autores, 2019, Dos Bigotes.

«Homintern. Cómo la cultura LGTB liberó al mundo moderno» de Gregory Woods

Un extenso repaso a los muchos nombres que en el período 1870-1970 han vehiculado a través de sus creaciones, de su manera de vivir y de relacionarse con su entorno, cómo era ser LGTB en un mundo que negaba y castigaba todo lo que no fuera heterosexualidad y heteropatriarcado. Un ensayo profuso con el que conocer a muchos de los excluidos de las historias oficiales de la literatura, la música o el cine, así como las vivencias y motivaciones no reconocidas de algunos de los sí incluidos.   

La Historia no está formada por un único relato, una línea recta masculina, blanca, cristiana y heterosexual. La realidad es que hay otras maneras de ser que desde el momento en que se (auto) perciben como diferentes y son, por ello, estigmatizadas y castigadas, dan pie a que los definidos por ellas se relacionen, expresen y busquen objetivos vitales de manera distinta.

Durante mucho tiempo -hoy incluso- ha habido quien ha optado por negarse a sí mismo para no ser excluido (familiar, social o laboralmente). Quien ha decidido guardar unas formas heterosexuales (matrimonios pactados, soltería discreta) que ha utilizado como barrera de seguridad para poder ser fiel a su manera de sentir en un círculo más privado. Y quien ha sido lo suficientemente osado y arriesgado para no aceptar frenos ni amenazas y decidiendo vivir su condición y circunstancia en base a su propio criterio (distanciado con indiferencia o alejado prejuiciosamente de lo que hoy llamamos “el colectivo”) o adscribiéndose a las coordenadas (barrios urbanos considerados zonas seguras según unos, guetos según otros) y cánones políticos (movimientos reivindicativos) de cada momento.

Los incluidos en el segundo y tercer grupo (e incluso los del primero), han buscado siempre referentes que les mostraran y les guiaran, que les hicieran de espejo, les motivaran o provocaran cómo construirse su propio camino. En el inicio del período analizado por Homintern, el eco de la obra y figura de Oscar Wilde parecía llegar a todas partes, pero aún más lo hizo la sombra del juicio que le llevó a la cárcel acusado de sodomía e indecencia, ocultando durante años su genio literario y poniendo en el blanco de la homofobia a todo lo que tuviera relación con él.

No es este el único caso que recoge Gregory Woods en su relato de cómo la cuestión LGTB siempre ha estado ahí presente. A lo largo de sus profusamente documentadas páginas recoge biografías llenas de exceso y descaro como las de Tamara de Lempicka, Serguéi Eisenstein o Rudolf Nureyev, así como el uso tergiversado que se ha hecho de la condición homosexual en temas como el del nazismo (acusados homófobamente por los aliados de ser gays y de ahí su crueldad sin límites) o por todas las democracias occidentales durante décadas (valga como ejemplo la británica).  

También las ciudades, como focos y lugares a los que acudir, son protagonistas de la Historia LGTB y de como esta subcultura o prisma no solo forma parte de la Historia general, sino que ha hecho de esta algo plural y diverso. El París lleno de norteamericanos de entreguerras, el hedonista Berlín de los años 20, la Italia viajada por los europeos del norte y la costa amalfitana en la que muchos de ellos se quedaron a vivir, el Tánger en el que estuvieron Paul Bowles, Tennessee Williams o Jack Kerouac, el Harlem neoyorkino al que llegó Federico García Lorca en 1929, o el Hollywood en el que la vida pública de algunas de las grandes estrellas estaba marcada por el marketing de los estudios para los que trabajaban mientras que su intimidad solía ir por derroteros completamente opuestos.

Homintern. Cómo la cultura LGTB liberó al mundo moderno, Gregory Woods, 2019, Editorial Dos Bigotes.

«Nos acechan todavía» de Ramón Martínez

¿Hacia dónde va el movimiento LGTB? ¿Qué reclama? ¿Cuáles son los retos, dificultades y agentes que le hacen frente hoy en día? Preguntas a las que este autor les da respuesta yendo más allá de lo sintomático y lo evidente del momento presente para buscar las causas sistémicas de sus demandas y proponer soluciones ambiciosas y con visión de futuro.

Parecía que tras la aprobación del matrimonio igualitario en España en 2005 se iba a iniciar una concatenación de hechos que haría que las personas LGTB viviéramos libres de discriminación y en las mismas condiciones de igualdad y libertad que el resto de nuestros conciudadanos. Sin embargo, y aunque es evidente en términos generales que vivimos con menos censura y prejuicios que décadas atrás, no se ha avanzado en los términos imaginados. ¿Qué ha pasado? ¿Qué ha ocurrido en nuestra sociedad? ¿Cuál ha sido la respuesta y la actitud de las personas y los colectivos LGTB?

Como ya apuntara Ramón en La cultura de la homofobia y cómo acabar con ella, el origen está claro, una extendida concepción de las relaciones humanas en las que el sexo biológico es el elemento sobre el que supedita la supremacía del hombre sobre la mujer, y la heterosexualidad es la orientación sexual que subraya y privilegia dicha norma. Esa es la raíz de la discriminación, las injusticias y el estigma que sufren, en mayor o menor medida (según nivel/poder económico y simbiosis con dicho sistema de actuación), los que no la cumplen y que no solo no han desaparecido, sino que se están fortaleciendo, refugiándose en tergiversaciones semánticas y falsos posicionamientos políticos como los de la crítica a la ideología de género.

Únase a esto otros factores como el aburguesamiento de buena parte de los “activistas” del pasado que consideraban conseguidas las metas propuestas. O la falta de un proyecto sólido y ambicioso en lo conceptual de las organizaciones que fuera más allá de propósitos puntuales (por muy exitoso que fuera su logro). Además, hemos de tener en cuenta la irrupción de las nuevas tecnologías, que nos permiten informarnos y socializar de manera diferente, a lo que se suma el relevo generacional de nuestra sociedad, con jóvenes que han crecido en un contexto diferente tanto a nivel micro (en lo referente a las cuestiones LGTB) como macro (entorno educativo, social, económico…).

Lo que el también autor de Lo nuestro sí que es mundial señala es que los objetivos deben ser ambiciosos, y la manera de conseguirlos realista. Hay que ir más allá de los síntomas (las agresiones), lo cotidiano (las declaraciones provocadoras de algunos representantes públicos) y lo asistencial (asesoramiento sobre VIH), para enunciar alta y claramente lo que verdaderamente deseamos y a lo que aspiramos. Una sociedad donde todas las personas seamos iguales, donde no haya una manera de ser, vivir y relacionarse que sea más que las demás o la que marque la estructura y las reglas de funcionamiento de nuestra modelo de convivencia.

Ese día un día llegará (que cantaba Mecano), pero requiere determinación, compromiso y una estrategia muy bien cimentada. Nuestro pensador de cabecera -título más que merecido con la trilogía que culmina con este Nos acechan todavía– señala aspectos tan importantes como el uso del lenguaje (hablar de pluralidad en lugar de diversidad), combinar acciones de distinto tipo (reivindicativas, reformistas, revolucionarias), buscar aliados adecuados (otros movimientos sociales como el feminismo e, incluso, las organizaciones políticas, pero sin dejarse fagocitar por ellas), contraargumentar con solidez a los que nos tergiversan, establecer objetivos claros (ejemplo, que los libros de texto expliciten la homosexualidad de Federico García Lorca) con una narrativa definida (manejando apropiadamente conceptos como el de cultura LGTB) y, en cualquier caso, realizar una comunicación eficiente en las formas (conseguir llamar la atención) pero efectiva en el fondo (transmitir el mensaje).

No será fácil y resultará arduo, queda mucho por recorrer y conseguir para lograr esa meta en que no solo no haya discriminación por ser LGTB, sino que resulte inconcebible que la pueda haber. En nuestra manos, voluntad, esfuerzo y dedicación está el lograrlo. Y lo haremos.

Nos acechan todavía. Anotaciones para reactivar el movimiento LGTB, Ramón Martínez, 2019, Editorial Egales.

«La vida que soñamos» de Raúl Portero

Una novela mayúscula aunque esté redactada sin letras capitales. Un río literario que nace con sencillez para después coger ritmo sensorial, llenarse de caudal emocional y desembocar en el mar de la vida, de lo que deja poso y cala hondo. La alegría, el dolor, la amistad, los nervios y la abstracción del amor en un relato narrado con la precisión de quien percibe lo invisible y dialogado con la espontaneidad de la verdad que brota del corazón.

LaVidaQueSoñamos

Las relaciones son como los seres vivos. En su aspecto cronológico nacen, crecen, se reproducen y mueren. Pero también tienen un lado energético, espiritual, aparentemente imperceptible que incluye un antes de encontrarse y un después en el que ese vínculo ya es parte intrínseca e identitaria de las personas a las que unió. La vida que soñamos aúna ambas dimensiones. No es solo lo que nos cuenta, sino también lo que se intuye entre sus líneas, lo que nos podemos imaginar al finalizar cada una de sus partes, lo que con otros es intrascendente y que con el hombre o la mujer adecuada se convierte en un punto de inflexión, en una marca en la piel, en un recuerdo que perdurará para siempre.

El que fuera el primer título de Raúl Portero, publicado en 2008, comienza centrándose en los acontecimientos aparentemente fortuitos y en las atmósferas que surgen a partir de estos para después explorar el viaje de las sensaciones –el sexo, las miradas, el roce, las presencias- y los sentimientos –la alegría, la tristeza, el cariño, el dolor, el amor- que la evolución de estas van generando. Poco más de cien páginas en las que el también autor de La canción pop expone un completo cuadro relacional en el que Carlos y Josep se unen, compenetran, funden y proyectan hacia el futuro como individuos y como pareja. Dos hombres sin rumbo definido, dos almas disponibles en una historia que crece, haciéndose más profunda y amplia a medida que se suceden sus capítulos y cada uno va siendo más íntimo, sensible y hondo que el anterior.

Una narración madura que presenta con sencillez la complejidad que hace que una chispa pasional inicial no solo no se apague sino que se convierta en un fuego sostenido a lo largo del tiempo. Empapada de la esencia moderna, dispuesta y diversa que ha dado frescura, modernidad e identidad a Barcelona. Una urbe en la que como tantas otras, las personas están deseosas de entregarse, recibir y compartir, pero los espacios públicos, lúdicos y sociales están destinados al postureo escultórico, al consumo químico y al desempeño de un personaje tras el que refugiar lo que nos falta y aquello a lo que aspiramos.

Leer La vida que soñamos hace que lo que sucede en sus páginas se convierta en tu momentum interno, que lo que se dicen Carlos y Josep sean lo que tú escuchas y lo que ellos viven lo que tú sientes. Su realismo es tan auténtico que impacta por su transparencia, una desnudez que obliga a dar un salto interior. Un título solo apto para valientes emocionales.

“Sobrevivir al ambiente” de Gabriel J. Martín y Sebas Martín

El humor es la herramienta más didáctica para aprender o recordar. Ese es el logro fundamental de los dos autores que suman texto e ilustraciones para hacer un completo repaso de ese entorno de las grandes ciudades donde hombres homosexuales acuden para socializar con otros hombres con la misma orientación sexoafectiva que ellos. Un título apto para todos aquellos que estén dispuestos a ser realistas, pero también a echarse unas risas.

SobrevivirAlAmbiente.jpg

No se me olvidará. Era una noche de viernes a mediados de los 90, bajaba por la calle Fuencarral y a altura de un neón verde que decía Hostal Nuria uno de mis amigos me indicó, “cualquiera de esas calles a la izquierda te llevan a Chueca”. Aquella frase me sonó a momento álgido de una película que podría haberse titulado El mapa del tesoro. Con el tiempo, poco después ya que la curiosidad no entiende de barreras, me adentré por aquellas calles hasta llegar al mismísimo corazón del barrio. Y allí, una vez ya dentro y a golpe de ensayo y error, de indagar cual cotilla y de preguntar como si fuera Ana Pastor, fui descubriendo los distintos tipos de locales que existían, observé múltiples clases de individuos y estéticas, aprendí sobre todo tipo de prácticas sexuales y escuché infinidad de anécdotas y episodios (¿de ciencia ficción? ¿de realismo decimonónico? Ríete tú de las fake news y de la pos verdad) con los que aprendí a moverme, socializar y hacerme mi sitio en el ambiente.

Las nuevas generaciones lo tienen más ¿fácil? Nuestra sociedad, afortunadamente, ha evolucionado, Google ofrece respuestas a quien ni siquiera tiene interrogantes y ahora Gabriel y Sebas (ambos se apellidan Martín, ¿serán primas? ¿serán hermanas de leche?) publican Sobrevivir al ambiente. Un completo repaso a las coordenadas que definen barriadas como la mencionada de Madrid y de similares en ciudades como Barcelona, Ámsterdam o San Francisco. Áreas urbanas que los que vivimos en o cerca de ellas tenemos la suerte de poder casi hasta ignorarlas por lo habituales que son para nosotros, pero que son la aspiración de esa gran mayoría que aún vive en lugares donde poder ser tú mismo conlleva un alto precio tanto psicológico como físico.

Esta publicación no pretende salvarte la vida ni es la Biblia del mundo LGTB, pero sí que es un completo compendio -contado con ironía y sarcasmo, con un punto incluso de marica mala tanto en su redacción como en sus ilustraciones, ya tú sabes- de las coordenadas que conforman la socialización en lo que denominamos como “ambiente”. Un entorno en el que todo es posible –el amor, la amistad, el disfrute, lo duradero, lo efímero, lo sincero, el auto engaño- , pero que debes saber en qué consiste para modular y ajustar tus perspectivas a lo que, a priori, te ofrece cada una de sus posibilidades.

Para aquellos que se lleven las manos a la cabeza que sepan que estas son similares a las de cualquier otro entorno de socialización (heterosexual, lésbico,…) y que lo que allí te encuentres no es la universalidad, pero sí una formas de relacionarte que tú decides si practicas o no y en qué medida. Eso sí, como bien señalan sus autores, hazlo siempre de manera segura en lo referente a prácticas sexuales, consumo de sustancias o culto al cuerpo, y teniendo en cuenta que no conseguirás algo positivo y fructífero  –tal y como ya explicaba Gabriel en sus anteriores Quiérete mucho, maricón y El ciclo del amor marica– si no dejas los prejuicios (producto de la homofobia interiorizada) a un lado y partes de una auto aceptación plena y una correcta auto estima.

«Algunas razones» de Paco Tomás

Una de las herramientas de trabajo de todo periodista son las palabras. Son el medio con el que –sobre todo los que trabajan en cabeceras impresas u on line- nos hacen llegar lo que ven, escuchan y conocen, pero también lo que a título personal opinan, se interrogan y plantean. Pero solo los buenos generan recuerdo con lo que escriben y agitan la conciencia de quien les lee. Uno de esos es el Sr. Paco Tomás, valga como ejemplo este recopilatorio de artículos publicados en distintas cabeceras, escritos unas veces con el humor del que sabe reírse hasta de sí mismo y otras con la seriedad de aquel que está comprometido con unos valores colectivos.  

AlgunasRazones.jpg

No acudan a las librerías sino a internet si queréis conseguir este volumen. Debe ser –quizás, también puede que me equivoque- que ningún departamento de marketing de las editoriales de nuestro país ha considerado que merecería la pena financiar su maquetación, impresión y distribución. Error similar al de las dependientas de Rodeo Drive que no querían atender a Vivian Pretty Woman por el look fresco y la actitud desenfadada con que se adentraba en sus locales.

Utilizo este símil por un doble motivo. Primero porque me gusta y segundo porque es una imagen llena de humor y acidez que me vino a la cabeza al leer el primer bloque de Algunas razones, el titulado 37 grados. Con mucha sorna y más desparpajo aún, el Sr. Paco Tomás describe en sus diversas entradas las aventuras y desventuras de un grupo de pijas en los veranos de la Mallorca de principios de los 2000. Mientras la Susi de Eduardo Mendicutti seguía desde El Mundo a la familia real, él se ocupaba de los que pretendían salir en el Hola pero eran carne de cañón del Pronto. Un universo de personajes absurdos, situaciones aberrantes y vivencias petulantes que recuerdan a la disparatada pirotecnia multicolor del Terenci Moix de Garras de astracán, Mujercísimas y Chulas y famosas.

A continuación, con un verbo más templado, Tienes un e-mail recopila una serie de correos electrónicos en los que un amigo le cuenta a otro que se ha mudado a EE.UU. qué sucede en la vida de aquellos que se quedaron en su país. Aquí la flema ya no lo llena todo y con fino humor hace espacio para una realidad que comienza siendo aquella en la que vivíamos por encima de nuestras posibilidades y deja espacio para reflexionar sobre cuánto había de artificio en lo que se había vivido hasta entonces.

En 2009 comienza El ingenuo seductor, que se prolonga hasta 2013. La crisis financiera, económica, institucional, política,…, comienza a hacer estragos a nuestro alrededor y nuestro autor se posiciona ante lo que está ocurriendo. Pero no como un tertuliano que opina de todo, sino como un mástil que defiende unos valores –igualdad, libertad, convivencia, empatía,…-  que ve en peligro por las acciones y decisiones de unos gobernantes que imponen el neoliberalismo económico como manera de fomentar el individualismo, la cultura del mérito y la ley de la oferta y la demanda para conseguir el divide y vencerás con el que implantar un canibalismo que acabe con la cohesión social.

Aquí es donde el Sr. Paco Tomás se despliega. Sabe argumentar, expone con claridad, deja claro cuál es su punto de vista y los referentes que maneja, así como los propósitos –unas veces genéricos y otras más concretos- que pretende. Es decir, escribe bien, se le entiende y al acabar no queda duda alguna de lo que nos ha contado.

Son artículos como los de We are not in Kansas anymore (2013-2014) en los que, mostrando incluso sus experiencias personales, expone las muchas trabas que la población y las circunstancias LGTB han de hacer frente en una sociedad que aún ha de evolucionar para llegar a disfrutar de la riqueza de su diversidad, en lugar de percibirla como una debilidad. Textos con un logrado equilibro entre lo emocional y el sentir político que, al igual que los anteriores, dejan un poso de reflexión que en la mayoría de las ocasiones suele dar pie tanto al debate como a la introspección. A bucear dentro de uno mismo recordando cómo te percibías durante tu niñez –con ilusión pero también con dolor-, la primera vez que escuchaste al artista que desde siempre ha puesto banda sonora a tu vida (David Bowie en su caso) o cómo actúas ante las injusticias con la que convivimos pasivamente (ej. el acoso escolar, la violencia en el fútbol o las injerencias de la Conferencia Episcopal).

Si al acabar Algunas razones se quedan con ganas de más Paco Tomás, recuperen su primera novela, Los lugares pequeños, y sigan disfrutando.

“Lo nuestro sí que es mundial” de Ramón Martínez

No hemos llegado a la meta ni mucho menos, queda aún por hacer para llegar a la plena normalización de las personas que engloban las siglas LGTB. Pero para saber cómo llegar a ese futuro, lo suyo es hacer como propone este ensayo, mirar hacia atrás y ver qué pasos hemos dado –tanto desde dentro del colectivo como desde el conjunto de la sociedad- para llegar al presente en que vivimos. Un muy didáctico e interesante recorrido con un doble objetivo, consolidar lo logrado –en el plano legislativo y jurídico- y materializar los asuntos pendientes –conseguir la catarsis social que acabe con la LGTBfobia-.

LoNuestroSiQueEsMundial.jpg

Desde que el hombre es hombre y la mujer, mujer, los ha habido que se han atraído y relacionado entre ellos, de igual manera que, como hoy, ha habido hombres que han deseado a hombres, mujeres a mujeres e, incluso, tanto ellos como ellas, a ambos sexos. Una naturalidad que, con raras excepciones, se ha encontrado desde tiempos inmemoriales con la oposición y el castigo del entorno. Basta con mirar a la historia de nuestro mundo occidental y su siempre opresora moral cristiana o al mapamundi actual y la pena de muerte a la que cualquier persona se arriesga en determinados países por intimar con alguien de su mismo sexo.

Cierto es que, en términos generales, esa ya no es la situación de España. El matrimonio igualitario es una realidad desde 2005, pero los logros legislativos no implican necesariamente una plena aceptación social. Aún hay barreras que superar y muros por derribar en el ámbito educativo (campo de cultivo del heteropatriarcado), cultural (mostrar otros puntos de vista diferentes al cisgénero androcentrista), médico (apoyo psicológico a los maltratados por su identidad/orientación sexual y soporte clínico a la comunidad transexual) o político (reclamar en el ámbito internacional –tanto en la relaciones bilaterales como desde la organizaciones supranacionales en las que nuestro país es miembro con voz y voto- el fin de toda discriminación por razón de identidad u orientación sexual).

Podría parecer que este es el epílogo del nuevo ensayo de Ramón tras su anterior La cultura de la homofobia y cómo acabar con ella, pero en realidad esas metas han estado siempre en el horizonte a largo plazo que ha tenido como objetivo el activismo LGTB de nuestro país. Sin embargo, décadas atrás la coyuntura era otra y los propósitos en los que hubieron de centrarse fueron los relacionados con la propia supervivencia.

Algo que no nos retrotrae necesariamente a siglos atrás cuando aún no existía el término homosexual, el lesbianismo no se concebía o la transexualidad se contemplaba únicamente como una cuestión de mal gusto en las formas. Nos lleva a ecos como el asesinato de García Lorca por maricón y a tiempos más recientes, como el 4 de agosto de 1970 en que el Gobierno de España aprueba la Ley de Peligrosidad y Rehabilitación Social en que la mera sospecha de homosexualidad implicaba la acción represiva de la ley y una mácula penal de por vida.

Comienza entonces, y bajo los ecos de las protestas ante los abusos policiales sobre la clientela del Stonewall Inn en Nueva York el 28 de junio de 1969, un incipiente asociacionismo con unas claras aspiraciones en el ámbito de los Derechos Humanos, pero que el régimen imperante –primero la dictadura, después la convulsa transición y a continuación una incipiente democracia- llevó a que se articularan como reclamaciones políticas, legislativas y sociales. La labor de documentación de Ramón y los muchos testimonios que se encuentran en estas páginas nos muestran cómo la valentía, el empeño y la dedicación de unos incipientes activistas (a los que siguieron muchos más) fue consiguiendo resultados muy poco a poco, no dando nunca nada por sentado y trabajando activamente en múltiples frentes.

Así fue como con mucho esfuerzo se fue consiguiendo la escucha de los partidos políticos y la empatía social que llevó progresivamente de la despenalización (en los 80) a la consideración administrativa (en los 90) y a la igualdad jurídica (modificación del Código Civil en 2005 definiendo el matrimonio como la unión de dos personas del mismo o diferente sexo y no, únicamente, de un hombre y una mujer), aunque aún quede por hacer en ámbitos como la identidad de género o en la erradicación de la violencia (ej. acoso escolar, agresiones físicas y psicológicas hasta llegar al asesinato o el homicidio o avocar al suicidio) con que se manifiestan los delitos de odio por orientación e identidad sexual.

Una evolución en la que el asociacionismo reivindicativo ha vivido una trayectoria paralela. De los difíciles y ocultos inicios a las disyuntivas entre revolución, radicalización y reformismo con la llegada de la democracia. De las confluencias y divergencias entre gays y lesbianas a la consideración de la transexualidad y la bisexualidad. De la homogeneidad de las siglas a las particularidades con que se vive la propia identidad en función de múltiples registros (ej. edad, lugar de residencia,…). De reclamar aceptación y tolerancia a exigir igualdad y normalización. De manifestaciones del Orgullo con apenas unos centenares de manifestantes vigilados por la policía a las jornadas en que miles y miles de personas salieron a la calle a reivindicar. De ser escuchados por gobiernos democráticos a negados por los elegidos en la urnas y al revés. De negociar una Ley de Parejas de Hecho a llamar por las cosas por su nombre y proponer y conseguir el término y la institución del matrimonio. De vivir al margen de otros colectivos a ser un agente social que comparte principios, puntos de vista y objetivos con el feminismo.

Así, hasta llegar a un hoy en el que el movimiento LGTB tiene claras cuáles son las metas aún por conseguir, pero que está en pleno proceso de reinvención y de redefinición del papel que ha de cumplir para hacer que las ciudades, el país y el mundo en que vivimos sea plenamente respetuoso con la diversidad sexual de todos y cada uno de los que lo habitamos.