El deseo de vivir la intimidad con sinceridad y tranquilidad, pero sin plantarle cara a los prejuicios y las amenazas del exterior. Un equilibrio imposible que exige tomar parte y optar por la visibilidad o la mentira. Retrato de la Inglaterra de los 80 y del poder influenciador del entorno y los profesionales educativos. Una cinta más descriptiva y analítica que narrativa, pero acertada en su acercamiento social y psicológico.

Los supuestos amantes, promotores y defensores acérrimos de la libertad son muy dados a ignorar, señalar y ocultar cuanto no forma parte del canon que, a su juicio, determina, define e identifica a una persona de bien. Margaret Thatcher, venerada por el espectro conservador por su puesta en marcha del neoliberalismo que tan buenos réditos le ha generado a unos pocos, impulsó en 1988 la aprobación de una enmienda a una ley ya existente por la que determinaba que los profesionales de la enseñanza británica no podían promocionar la homosexualidad, ni publicar material alusivo, ni fomentar su consideración como una supuesta relación familiar. Censura y estigmatización.
Ese es el entorno y el contexto en el que se mueve Blue Jean, tanto la película como el personaje que le da título. Una mujer de treinta años cuyo día a día transcurre en las coordenadas que le marcan su sentir, pero con una calculada discreción para que su soltería y unifamiliaridad no llame la atención de sus vecinos, familia, compañeros de trabajo -profesora de gimnasia en un colegio femenino- y alumnas. Sin embargo, la manipulación mediática, el ruido político y la presión social la rodean, generando una tensión en la que el riesgo, la amenaza y el miedo son susceptibles de concretarse. Un drama que, aparentemente controla hasta que esa doble vida se hace patente y ya no es posible mantenerse al margen.
Un puzle de muchas piezas y capas varias cada una de ellas que Georgia Oakley, directora y guionista, muestra de una manera calmada y detallista, introduciéndonos de un modo natural en la complejidad que los aúna y la reciprocidad causa y consecuencia entre todos sus planos y puntos de vista. Aúna lo sociológico y lo psicológico, los valores comunitarios y las emociones personales, lo establecido colectivamente y la determinación individual sirviéndose únicamente de miradas y actitudes auto explicativas, diálogos y respuestas cotidianas. Los hechos hablan por sí mismo, el activismo y la reivindicación están en cómo late en ellos la necesidad de la verdad y el equilibrio de la coherencia.
Blue Jean no es una película amplia o profunda en un sentido estrictamente narrativo. Su historia es concisa y lo que determina lo que vemos en la pantalla son los silencios y los diálogos de sus personajes, como se unen y se evitan. En definitiva, las características, retos y condicionantes de los lazos y coordenadas que los ligan. Esto condiciona el ritmo, haciendo que parezca contemplativo, mas lo acertado de su fotografía y montaje y, sobre todo, las muy buenas interpretaciones de todas sus actrices -a destacar la protagonista de Rosy McEwen- la convierten en una cinta que expone y transmite, comunica y conciencia.