«Los días de la nieve»

Un monólogo en el que el ausente Miguel Hernández está presente en todo momento sin por ello restarle un ápice de protagonismo a la que fuera su mujer. Una Josefina Manresa escrita por Alberto Conejero, puesta en escena por Chema del Barco e interpretada por Rosario Pardo que atrae por su carácter sencillo, engancha por su transparencia emocional y enamora por la generosidad de su discurso.

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Con el tiempo Josefina entendió que las frases que Miguel le escribía en las cartas que le enviaba desde Madrid eran versos que formaban sonetos. Desde esa ingenuidad y descubrimiento Josefina nos cuesta mientras trabaja en su taller de costura cómo era su vida cuando conoció a aquel joven del que se enamoró, los pasos que dio su relación hasta que se consolidó y cómo, tras su muerte, convivió con el dolor de la pérdida, la alegría de su recuerdo y la vigencia del amor que se profesaron. Una narración en primera persona en la que tan entrañable es su gesto como especial, por su profunda sencillez, el relato que nos cuenta tanto acerca de sí misma como de su relación con su marido.

Ésta siguió los cánones del cortejo de su tiempo –desde la inexistencia del tacto a la comunicación epistolar, al compromiso y la celebración de los votos matrimoniales- con la particularidad de que uno de ellos era poeta. Alberto Conejero aprovecha esta circunstancia -con su particular estilo lleno de sensibilidad, empatía, delicadeza y respeto por sus personajes- para dar a los versos de Miguel Hernández un protagonismo que trasciende lo literario y convierte sus palabras, su evocación y su memoria en caricias sobre la piel, de esas en las que hay más roce que tacto, en un armónico hilo musical para los oídos de los que las escuchan. A medida que pasan los minutos de representación, se va generando una vibrante atmósfera en la que las vivencias de ella quedan firmemente hiladas con los poemas de él.

Buena parte de este mérito le corresponde al trabajo tejido entre la interpretación de Rosario Pardo y la dirección de Chema del Barco. La primera hace suyo el personaje de esta costurera combinando la entrega que manifiesta su lenguaje corporal, la plena sincronización de su tono de voz con el sentir del pasaje de vida que nos cuenta y dotando a su mirada de una claridad que amplifica las emociones de Josefina y hace que el público conecte plenamente con ambas.

A pesar de la convulsa época que le tocó vivir y de cómo esto influyó en su biografía –el fratricidio bélico no solo mató a su marido sino que se llevó también por delante a su padre guardia civil-, la exposición de la viuda de Miguel Hernández no es en ningún momento política o ideológica. Ella está por encima de eso. La mujer concebida por Conejero, formulada por del Barco y encarnada por Pardo no se centra en lo que nos separó o en lo que nos dañó, sino en lo que nos define, en el amor, en el afecto y en su propia experiencia como hija, como esposa y como madre en la intimidad de su hogar y en el volátil exterior de aquellos años.

Un discurso que no niega las imperfecciones, las dificultades, los reveses o los sacrificios, pero que los integra en ese continuo discurrir que es la vida en el que somos herederos del pasado y facilitadores del futuro.

Los días de la nieve, en el Teatro del Barrio (Madrid).

2 comentarios en “«Los días de la nieve»

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