Triple salto mortal técnicamente perfecto y artísticamente excelente que nos narra la vida y obra de tres generaciones de la familia Lehman -así como el desarrollo de los EE.UU. y del capitalismo desde la década de 1840- gracias al ritmo frenético que marca la dirección de Sergio Peres-Mencheta y la extraordinaria versatilidad de sus seis actores en una miscelánea de comedia del teatro de varietés, exceso cabaretero, expresividad gestual y corporal de cine mudo aderezada con la energía y fuerza de la música en vivo.
En el principio de los tiempos la economía era trueque, se limitaba al intercambio de productos. Siglos después acabó siendo algo invisible con términos como acciones, valor o cotización. Los hermanos Lehman, judíos de Baviera que emigraron a EE.UU. en 1845, fueron decididos impulsores de este estadio final. Comerciantes de tejidos, intermediarios de algodón, hierro y carbón que acabaron convirtiéndose en banqueros, lo que implicaba invertir y financiar en cuanto se considerara potencialmente rentable (ferrocarriles, armamento, entretenimiento, tecnología,…). Junto a otros nombres mencionados (como Goldman Sachs o Morgan Stanley), ellos fueron grandes responsables de la forma que tiene el capitalismo en el que vivimos, ese en el que no compramos por necesidad sino por impulso y deseo de poseer.
En 2008 la bancarrota de Lehman Brothers se llevó por delante buena parte del sistema financiero dejando un panorama de paro, crisis, pobreza y números rojos a partir del cual Stefano Massini escribió este texto ácido, mordaz y corrosivo que Peres-Mencheta convierte en una representación vibrante y sin descanso, en la que lo que no asombra, encandila. Tres actos muy medidos y trabajados con minuciosidad que dan como resultado una función que resulta casi envolvente por la cantidad de elementos que la conforman e intervienen en ella.
El primer acto nos traslada hasta mediados del siglo XIX,siendo quizás sea el que le dé más peso a lo narrativo, para contarnos quiénes eran esos tres hermanos que un día llegaron en barco a Nueva York y se establecieron en Alabama. La música de acordes yiddish le da color y ambiente a su relato, al tiempo que quedan claras algunas de las bazas con que juega Lehman Trilogy, sobre todo la de su escenario cabaretero, con sus dos puertas de entrada y salida, su plataforma giratoria, sus distintas alturas y dotado de cuantos elementos escenográficos sean necesarios para convertirlo en lo que haga falta (una tienda, un hogar, un coche, una oficina, un hipódromo,…).
Tras el primer descanso volvemos a Manhattan, los hermanos Lehman están dispuestos a ganar dinero con cuanto se lo propongan, y ahí, en este segundo acto es donde el despliegue de sus actores en esta balada para sexteto en tres actos parece que no se acaba nunca. Además de interpretar a los personajes principales que en cada momento les corresponde, los otros muchos a los que tienen que encarnar durante apenas unos segundos dotan a la puesta en escena de una brutal cantidad de matices y tonos de comedia. Sin embargo, nunca son excesivos, no sobra nada, todo tiene sentido, aparece en el momento oportuno y se mantiene en escena lo justo y necesario.
Y como si se tratara de una función circense, el tercer acto se desarrolla bajo la máxima de “y ahora más difícil todavía”, como si estuviera adoptando el dogma del director de marketing que aparece sobre el escenario a modo de púlpito y que dice algo así como Hagamos creer a esta gente que obtienen de nosotros no aquello por lo que han pagado o lo que necesitan, sino aquello que merecen, ¡todo! Las proyecciones nos vinculan con la Historia, la política y los movimientos sociales del siglo XX, con todo aquello en lo que han intervenido las grandes corporaciones empresariales sin más objetivo que su propio beneficio económico. Empresas que ya no conocemos por sus denominaciones, sino como marcas tras las que se ocultan personas con sus luces y sus sombras, alegrías y miserias, riquezas materiales y pobrezas espirituales contadas a las muchas pulsaciones por minuto que generan la adrenalina de los bailes, los cambios de vestuario, el brillante uso de la iluminación, la entrega física de todo el elenco y las canciones de Bob Dylan, entre otros, que se interpretan en directo.
Llegado el final queda claro queda claro que Lehman Trilogy ha sido un espectáculo con mayúsculas, un ESPECTÁCULO fantástico.
Lehman Trilogy, en los Teatros del Canal (Madrid).
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