Obras nuevas y otras vistas tiempo después de que fueran estrenadas. Denuncia política, retrato social y revisión histórica. Producciones financiadas por instituciones públicas y otras como resultado de la iniciativa privada. Realismo y misticismo, diversión y dramatismo, monólogos y representaciones corales.
«Manning» (Umbral de Primavera). Una década después de que este apellido comenzara a sonar en los medios de comunicación por filtrar documentos que revelaban la cara oculta de la actuación militar de EE.UU. en Irak y Afganistán, podemos conocer su vida a través de este monólogo.
«Cluster» (ex límite). una constelación de constelaciones. Perfecta, pero no como resultado de esa unión, sino porque cada uno de esos microcosmos ya era redondo antes de integrarse en el entramado resultante.
«Estado B. Kitchen / Ruz – Barcenas» (Teatro del Barrio). La sobriedad de la puesta en escena y la rotundidad de las interpretaciones dobles de Pedro Casablanc y Manolo Solo dejan claro que la máxima de la dirección de Alberto San Juan es análoga a la objetividad periodística.
«Descendimiento» (Teatro de la Abadía). La pintura, la poesía y el movimiento. La imagen estática, la palabra escrita y pronunciada y el cuerpo desplegado sobre el escenario. Tres lenguajes, tres medios que confluyen para crear algo que ya son cada uno de ellos por separado, y que juntos son más, arte.
«Shock 2. La Tormenta y la Guerra» (Centro Dramático Nacional). Un puzle de mil piezas que Boronat y Lima han diseñado tan bien sobre el papel que la materialización en escena dirigida por Andrés está a caballo entre lo continuamente fluido y lo casi perfecto.
«Sucia» (Teatro de la Abadía). Bàrbara Mestanza nos sitúa con valentía y claridad frente a la realidad de los abusos sexuales. Un relato en primera persona sobre aquello a lo que menos atención prestamos, a cómo se sintió la víctima cuando la violentaban, cómo convivió en silencio con aquel dolor y cómo fue el proceso de darlo a conocer.
«Una noche sin luna» (Teatro Español). Un texto redondo, una interpretación espléndida y una dirección extraordinaria de Sergio Peris-Menchetta que materializa con inteligencia y sensibilidad la profundidad, capacidad y múltiple expresividad del doble trabajo de Juan Diego Botto.
«El bar que se tragó a todos los españoles» (Centro Dramático Nacional). Alfredo Sanzol cuenta que su texto está basado e inspirado en su padre. Hay verdad y ficción en lo que nos expone. Drama, comedia, costumbrismo y delirio hilarante. Del pequeño pueblo navarro de San Martín de Unx a Roma pasando por Texas, San Francisco y Madrid.
«N.E.V.E.R.M.O.R.E.» (Centro Dramático Nacional). Una original y trabajada propuesta escrita y dirigida por Xron, con la que el Grupo Chévere nos retrotrae tanto al inicio de la pandemia del covid como al desastre del Prestige veinte años atrás.
«Los remedios» (Teatro Lara). Acción y texto. Vida y actuación. Da igual si lo que relatan sucedió o no tal y como lo representan. Lo importante es que pudo ocurrir así porque suena a sentido y hecho con el corazón, y montado para ser captado y procesado desde ahí.
De José Manuel Rodríguez Uribes a Miquel Iceta. Cambia el nombre, pero los retos siguen siendo los mismos. Gestionar una cartera con competencias altamente transferidas a las comunidades autónomas, sacar adelante legislaciones ancladas en despachos, apoyar a una confluencia de sectores muy afectados por la crisis y conseguir resultados tangibles más allá de protocolarios posados oficiales y correctas declaraciones institucionales.
José Manuel Rodríguez Uribes y Miquel Iceta
La llegada de Rodríguez Uribes en enero de 2020 fue recibida con sorpresa tras el buen sabor de boca que dejó José Guirao[1], aparentemente el Presidente del Gobierno quería para el puesto un perfil “más político y más relacionado con el deporte”[2]. Llegó el covid y ante las críticas que generó el silencio del nuevo ministrio, su primera intervención pública -bien por el desconcierto del momento, bien por su falta de conocimiento de las dinámicas del sector- no pudo ser más desafortunada , “primero va la vida y después el cine”[3]. Lo que muchos consideraron una falta de tacto se vio acrecentado con su renuencia a buscar soluciones ad hoc y resolverlo con un “hemos movilizado fondos generales”.
Actuación frente a la pandemia
Cuando por fin se decidió a hacerlo, comenzó una ronda de reuniones telemáticas con diferentes asociaciones (cine, artes escénicas, plásticas, música, libro…) en las que se comprometió a tomar medidas que ayudaran tanto en lo urgente, el corto plazo, como en lo importante. Las primeras llegaron el 5 de mayo de 2020[4], con un Real decreto-ley, resultando ser una adaptación a las circunstancias -ampliación temporal del alcance de los Acontecimientos de Excepcional Interés Público paralizados por la pandemia-, y la consideración de tales de otros que seguro lo hubieran sido aún no habiendo crisis sanitaria -como el 175 aniversario de la construcción del Teatro del Liceo o la participación de España como país invitado de honor en la Feria del Libro de Frankfurt en este 2021-. Así mismo, se amplió en un 5% de la deducción del IRPF de los donativos, donaciones y aportaciones a instituciones culturales. Algo irrisorio si tenemos en cuenta que la tremenda caída del PIB habrá generado un enorme descenso de este método de cofinanciación y que la Agencia Tributaria es incapaz de decir cuánto de lo que destinamos a este fin (estimación de 930 M€ en 2017) va específicamente al sector cultural.
Después llegarían otras que flexibilizaban algunas normativas como ayudas a películas que se estrenen en plataformas, y no solo en pantalla grande, o para la promoción del arte contemporáneo español, cuya lista de destinatarios fue anunciada en el mes de noviembre, pero que meses después aún no las habían recibido[5].
En el fragor de vuelta a la aparente normalidad de hace un año llegó el anuncio del Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia, por el que nuestro Gobierno le proponía a la Unión Europea como invertiría 140.000 millones de euros para convertirnos en un país moderno bajo las claves de la transición verde, la digitalización y la cohesión social y territorial[6]. Tras su aprobación final, el Ministerio de Cultura y Deporte recibirá, entre 2021 y 2023, 825 millones de euros de los primeros 72.000, 525 si le restamos lo dedicado al deporte, es decir, el 0,07 % (cuando el sector supone el 3,2% del PIB). Cifras desalentadoras que tendrán como fin, algo que se concretó en “la revalorización de las industrias culturales, dinamizar la cultura como elemento de cohesión social y territorial y digitalizar e impulsar los grandes servicios culturales”[7]. Veremos en qué queda una vez que todo ello se comience a ejecutar.
Tras lo urgente, lo importante
Eso en lo que respecta al terremoto que paralizó la vida de todos. Pero, al margen de esto, ¿qué ha hecho el Ministerio de Cultura en los últimos 18 meses? Uno de los proyectos que se quedó a medias por el fin de la legislatura anterior, fue la actualización de la Ley del Patrimonio Histórico Español, que data de 1985 y que tiene vacíos propios de las más de tres décadas transcurridas al no considerar realidades como las del universo digital, el videojuego o las posibilidades de internet. Lo que le impide ejercer, además, como norma jerárquicamente superior a las aprobadas por las comunidades autónomas desde entonces, con la consiguiente función armonizadora. Según el actual Plan Anual Normativo del Gobierno, está previsto que se actualice a lo largo de este año[8]. Por el momento se ha aprobado el anteproyecto de ley[9], incluyendo las categorías de patrimonio industrial, cinematográfico, audiovisual, subacuático y paisajístico.
Una de las promesas de Pedro Sánchez en su discurso de investidura el 4 de enero de 2020 fue el desarrollo del Estatuto del Artista[10]. Una ambición transversal que implica a otros ministerios como el de Trabajo, Haciendo o Seguridad Social y que, hoy por hoy, sigue estando en la categoría de compromisos[11] y no de logros[12].
Por el lado positivo, se cerró el acuerdo para que la Colección Carmen Thyssen-Bornemisza siga estando alojada en el número ocho del madrileño Paseo del Prado, con el titular de que entre las más de cuatrocientas obras estará el Mata Mua de Paul Gauguin (1892)[13], que en un extraño movimiento fue trasladado desde el Palacio de Villanueva hasta Andorra en mayo del año pasado tras haber obtenido el permiso de exportación dos meses atrás[14]. A su vez, el Observatorio de Igualdad de Género -en el que participan distintas asociaciones- ofreció sus primeras recomendaciones.
Lo pendiente
Muchos asuntos. Además de que todo lo señalado se convierta en resultados tangibles que consolidar con el tiempo, también está el hacer de ellos elementos tractores de nuestra sociedad y economía, y no solo un elemento con el que resolver la obligación de cumplir el artículo 44 de la Constitución (Los poderes públicos promoverán y tutelarán el acceso a la cultura, a la que todos tienen derecho) o con el que articular o complementar la oferta turística de nuestras ciudades o pueblos.
Los museos estatales[15] (más allá del Prado y el Reina Sofía que cuentan con leyes reguladoras propias o el Thyssen-Bornemisza, constituido como una fundación perteneciente al sector público estatal) piden una asignación de recursos superior que ayude a poner en valor sus colecciones.
No se entiende lo poco que giran por el país montajes de instituciones de carácter nacional como la Compañía Nacional de Danza, la Compañía Nacional de Teatro Clásico o los montajes del Centro Dramático Nacional. Afortunado aquel que viva en Madrid que tendrá acceso a todos ellos, pero los de fuera tendrán que conformarse con las migajas que les lleguen, algo que ya señaló Alfredo Sanzol, director del CDN, en la presentación de su próxima temporada[16].
Y ya puestos, Miquel Iceta podría plantear si la tauromaquia debe ser asunto que gestionar desde la cartera de Cultura en lugar de hacerlo, por ejemplo, desde Agricultura, Pesca y Alimentación. Habrá quien diga que los asuntos taurinos están considerados patrimonio cultural inmaterial (por obra y gracia del Gobierno de Mariano Rajoy que así lo aprobó por Ley en 2013[17], punto de vista con el que la Unesco no coincide[18]), pero también lo es la gastronomía y a nadie se le ocurre sugerir que deje de ser responsabilidad de este ministerio. Y otro tanto con Deporte, si lo enfocamos como un tema de promoción de valores, ¿no debiera estar bajo el paraguas de Educación? Así es como está en Portugal, en Francia es ministerio en sí (aunque eso haría que pasáramos de 22 a 23, quizás demasiados), en Italia lo es junto a Juventud (área que aquí está en Derechos Social y Agenda 2030), aunque también es cierto que en la Comisión Europea forma parte de la cartera de Educación, Cultura, Multilingüismo y Juventud.
Sea como sea, mucha suerte al nuevo ministro en su tarea. Sus éxitos no serán solo suyos, sino que redundarán en beneficio de todos nosotros.
[4] Boe.es. (06/07/2020). Real Decreto-ley 17/2020, de 5 de mayo, por el que se aprueban medidas de apoyo al sector cultural y de carácter tributario para hacer frente al impacto económico y social del COVID-2019. https://www.boe.es/buscar/act.php?id=BOE-A-2020-4832
[5] Marta Pérez Ibáñez (@mperezib). La lista de artistas a quienes se concedieron ayudas para creación de proyectos artísticos se publicó en noviembre de 2020… 8:20 AM · May 4, 2021. https://twitter.com/mperezib/status/1389464983411597315
La obra maestra de William Shakespeare sintetizada en una versión que pone el foco en la personalidad y las motivaciones de sus personajes. Dos horas de función clavado en la butaca, sin aliento, ensimismado, seducido e hipnotizado por un elenco dotado para la palabra y la presencia. Tras ellos, un escenario que subraya con la maestría técnica y creativa de cuanto confluye en él, la solemnidad, dureza y conflicto de los parlamentos de quienes lo habitan.
La tragedia de este rey de Escocia que llegó al trono con las manos manchadas de sangre es uno de los textos más apasionantes del de Stratford-upon-Avon. Todo está tan bien definido, estructurado y desarrollado en él que normal que cualquier dramaturgo ambicioso, apasionado y devoto por su profesión -como era el caso de Gerardo Vera- quiera llevarlo a escena. El destino hizo de las suyas dejando a Gerardo fuera de la recta final del proyecto el pasado 20 de septiembre, con la adaptación ya trabajada, el reparto seleccionado y habiendo comenzado a diseñar los elementos destinados a complementarles (escenografía, iluminación, sonido, música, vestuario…).
Aun así, la producción siguió bajo la dirección de Alfredo Sanzol hasta llegar finalmente a este buen puerto al que somos convocados. Queda la duda de cuánto de su factura final tiene de semejante a lo que Vera hubiera hecho. Recordando otros trabajos suyos, con los medios y las posibilidades que permite el Centro Dramático Nacional, son evidentes los vínculos de este Macbeth con lo bien trazadas que estaban las tramas y expuestos los impulsos y las razones de sus protagonistas en El Idiota (2019) o Los hermanos Karamazov (2015). Pero también hay diferencias, como pasajes en los que prima más el relato, la narración, que la acción, siempre constante (ya fuera a nivel de movimiento -entradas y salidas- como de temperatura emocional) con que recuerdo aquellas propuestas.
El punto de partida, el Shakesperare que José Luis Collado ha sintetizado es una joya. Cada cuadro es un punto alto, individuos con doble faz, apariciones oraculares, puntos de inflexión históricos, decisiones que acrecientan la tensión, conflictos que ponen a prueba la capacidad de resistencia de sus protagonistas… Esta es la base sobre la que Carlos Hipólito y Marta Poveda despliegan su saber hacer como Lord y Lady Macbeth, más comedido y contenido él, más explícita y manifiesta ella, convincentes cada uno en su papel y plenamente compenetrados en el matrimonio de tiranía y sangre en el que se retroalimentan.
El resto de intérpretes conforman un grupo -algunos de ellos encarnan más de un personaje- que, sin embargo, nunca les homogeniza. Un apunte más del ingenio con el que está ideado y llevado a la práctica cuanto sucede sobre las tablas. Haciendo que confluyan lo formal y lo establecido de la palabra con un dinamismo que va más allá de lo teatral, tan envolvente como el de una instalación plástica, y rítmico y coreografiado como el que despliegan los grandes montajes operísticos.
Una escenografía aparentemente sencilla, pero que hace de su suelo y su aire un cerro y un cielo amenazante cuando se simulan exteriores y una tribuna y una decoración suntuosa en interiores. Plataformas de laminados con movilidad en las que la luz permite jugar a las horas del día, las sensaciones meteorológicas y las subjetividades de las sombras y las llamas de las antorchas. Música, espacio sonoro y videoescena sumándose, haciendo del escenario una fuente de energía a punto de eclosionar, de un lugar vibrante teñido por el rojo, en el que lo humano y lo telúrico se debaten en una lucha sin cuartel.
Monólogos y obras corales; textos originales y adaptaciones de novelas; títulos que se ven por primera vez, que continúan o que se estrenan en una nueva versión; autores nacionales y extranjeros; tramas de rabiosa actualidad y temas universales,…
«Unamuno, venceréis pero no convenceréis». José Luis Gómez se desdobla para demostrarnos porqué Don Miguel sigue presente y vigente. Sus palabras definieron la naturaleza de una nación, la nuestra, que en muchos de sus aspectos son hoy muy similares a como lo eran cuando él vivía. La perspectiva del tiempo nos permite también entender las contradicciones de un hombre que, tras apoyarlo inicialmente, pronunció una de las frases más críticas y definitorias del franquismo.
«Gloria». La persona detrás del personaje adorado por los niños. La mujer que vivía más allá de lo que contaban sus versos. La adulta que mira hacia atrás recordando de dónde vino, qué hizo a lo largo de su vida –escribir y amar- y en quién se convirtió. Un monólogo vibrante que retrata a Gloria con sencillez y homenajea a Fuertes con la misma humildad que ella siempre transmitió.
«El tratamiento». Cada día de función es un día de estreno en el que convergen 40 años de biografía y la ilusión de dedicarse al cine. Un arte que para Martín constituye el lenguaje a través del cual expresa sus obsesiones y emociones y se relaciona con el mundo acelerado, salvaje y neurótico en que vivimos. Hora y media de humor y comedia, de drama e intimidad, de fluidez y ritmo, de diálogos ágiles y actores excelentes.
«Los días de la nieve». Un monólogo en el que el ausente Miguel Hernández está presente en todo momento sin por ello restarle un ápice de protagonismo a la que fuera su mujer. Una Josefina Manresa escrita por Alberto Conejero, puesta en escena por Chema del Barco e interpretada por Rosario Pardo que atrae por su carácter sencillo, engancha por su transparencia emocional y enamora por la generosidad de su discurso.
«Tiempo de silencio». La genial novela de Luis Martín Santos convertida en un poderoso texto dramático. Una escueta y lograda ambientación –áspera escenografía y asertiva iluminación- que nos traslada al páramo social y emocional que fue aquella España franquista que se asfixiaba en su autarquía. Una puesta en escena que es teatro en estado puro con una soberbia dirección de actores cuyas interpretaciones resultan perfectas en todos y cada uno de sus registros.
«Los mariachis». Una perfecta exposición a golpe de carcajada y con un fino sentido del humor de cómo la corrupción y la incultura están interrelacionadas entre sí y de cómo nos lastran a todos. Cuatro intérpretes que con su exultante comicidad dan rienda suelta a todas las posibilidades de un texto excelente. Una obra que cala hondo y toca la conciencia de sus espectadores.
«La ternura». ¡Bravo! Todo el público en pie al acabar la función, aplaudiendo a rabiar y sonriendo llenos de felicidad, con la sensación de haber visto teatro clásico, pero con la frescura y el dinamismo de los autores más actuales. Una historia cómica que juega con los roles de género y parte de la eterna dicotomía entre hombres y mujeres para exponer con sumo acierto lo que supone el amor, lo que nos entrega y nos exige.
«Lehman trilogy». Triple salto mortal técnicamente perfecto y artísticamente excelente que nos narra la vida y obra de tres generaciones de la familia Lehman -así como el desarrollo de los EE.UU. y del capitalismo desde la década de 1840- gracias al ritmo frenético que marca la dirección de Sergio Peres-Mencheta y la extraordinaria versatilidad de sus seis actores en una miscelánea de comedia del teatro de varietés, exceso cabaretero, expresividad gestual y corporal de cine mudo aderezada con la energía y fuerza de la música en vivo.
«El curioso incidente del perro a medianoche». Comienza como una intriga con un tono ligero cercano casi a la comedia y poco a poco va derivando en una historia costumbrista en torno a un joven diferente que nos lleva finalmente al terreno del drama y la acción. Un montaje inteligente en el que el sofisticado despliegue técnico se complementa con absoluta precisión con el movimiento, el ritmo y la versatilidad de un elenco perfectamente compenetrado en el que Alex Villazán brilla de manera muy especial.
«El castigo sin venganza». Todavía sigo paralizado por la intensidad de esta tragedia, en la que no sé qué llega más hondo, si la crudeza del texto de Lope de Vega, la claridad con la que lo expone Helena Pimienta o la contagiosa emoción con que lo representa todo su elenco. Una historia en la que la comicidad de su costumbrismo y tranquilidad inicial deriva en una opresiva atmósfera en la que se combinan el amor imposible, la amenaza del poder y las jerarquías afectivas y sociales.
¡Bravo! Todo el público en pie al acabar la función, aplaudiendo a rabiar y sonriendo llenos de felicidad, con la sensación de haber visto teatro clásico, pero con la frescura y el dinamismo de los autores más actuales. Una historia cómica que juega con los roles de género y parte de la eterna dicotomía entre hombres y mujeres para exponer con sumo acierto lo que supone el amor, lo que nos entrega y nos exige.
Los hombres vienen de Martes y las mujeres de Venus reza un dicho que se ha convertido en el título de un libro que seguro lleva ya muchas tiradas. El tema da supuestamente para mucho, aunque suele hacerse mediante topicos y clichés que cansan y agotan por su simpleza y banalidad. Algo que está a miles de kilómetros de la propuesta de Alfredo Sanzol. Él no convierte estas cuestiones en un enfrentamiento entre opuestos sino que los utiliza como recursos creativos para construir un discurso que tiene tanto de prosa recurrente como de lirismo en la expresión que adopta para ambientarlo en 1588.
La ternura es una carcajada sin fin. Su objetivo es que sus espectadores se rían con ella de la misma manera que su texto se ríe de sí mismo. Lo hace con tal claridad que no necesita recurrir a una elaboración argumental que conlleve la ironía o la sátira, su logro está en conseguirlo manejando única y exclusivamente con suma belleza las muchas variantes del lenguaje (vocabulario profuso, sintaxis de modos clásicos) y de la expresión oral (ritmo, entonación).
La sencillez de su planteamiento argumental –el encuentro en una isla desierta entre el hombre y sus dos hijos que la habitan con tres náufragos, una mujer y sus dos hijas vestidas como soldados para evitar mostrar su femineidad- podría ser un vacío minimalista en manos de otro elenco. Pero la extraordinaria elocuencia verbal, riqueza gestual y sobresaliente expresividad corporal de los seis intérpretes de este montaje lo convierten en un espacio mágico en el que no paran de suceder acontecimientos en toda clase de rincones (playas, cuevas, montañas, ¡hasta un volcán!). Un lugar en el que las dos familias que inicialmente se excluyen por sus prevenciones ante lo desconocido comenzarán a comunicarse racionalmente, dando paso a medida que surjan la sensaciones personales, a relacionarse emocionalmente.
Una huida hacia adelante y un viaje sin posibilidad de marcha atrás en el que vemos cómo los prejuicios son disfraces de la inexperiencia y corazas defensivas de la inseguridad. Enredos de vodevil en los que se juega con la identidad sexual, confrontando los impulsos con la educación aprendida, planteándole al espectador actual el debate de si la orientación es algo genético o ambiental. Pero de lo que se trata en todo momento es de lo que nos une. Por un lado, la lealtad a la familia, que nos dio la vida, nos protege y nos respalda. Por otro, el impulso, la atracción y el deseo de compromiso que puede nacer en cada uno de nosotros por alguien que aparezca de repente en nuestro presente. Y también, cómo no, como ambas dimensiones son capaces de convivir.
La ternura es una oda al amor y al teatro universal, a Shakespeare, a ese que siempre apela a nuestra identidad. Un texto fantástico de Alfredo Sanzol que dirigido por él resulta redondo. Ojalá haya más oportunidades de seguir viéndolo representado.