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10 ensayos de 2021

Reflexión, análisis y testimonio. Sobre el modo en que vivimos hoy en día, los procesos creativos de algunos autores y la conformación del panorama político y social. Premios Nobel, autores consagrados e historiadores reconocidos por todos. Títulos recientes y clásicos del pensamiento.

“La sociedad de la transparencia” de Byung-Chul Han. ¿Somos conscientes de lo que implica este principio de actuación tanto en la esfera pública como en la privada? ¿Estamos dispuestos a asumirlo? ¿Cuáles son sus beneficios y sus riesgos?  ¿Debe tener unos límites? ¿Hemos alcanzado ya ese estadio y no somos conscientes de ello? Este breve, claro y bien expuesto ensayo disecciona nuestro actual modelo de sociedad intentando dar respuesta a estas y a otras interrogantes que debiéramos plantearnos cada día.

“Cultura, culturas y Constitución” de Jesús Prieto de Pedro. Sea como nombre o como adjetivo, en singular o en plural, este término aparece hasta catorce veces en la redacción de nuestra Carta Magna. ¿Qué significado tiene y qué hay tras cada una de esas menciones? ¿Qué papel ocupa en la Ley Fundamental de nuestro Estado de Derecho? Este bien fundamentado ensayo jurídico ayuda a entenderlo gracias a la claridad expositiva y relacional de su análisis.

“Voces de Chernóbil” de Svetlana Alexévich. El previo, el durante y las terribles consecuencias de lo que sucedió aquella madrugada del 26 de abril de 1986 ha sido analizado desde múltiples puntos de vista. Pero la mayoría de esos informes no han considerado a los millares de personas anónimas que vivían en la zona afectada, a los que trabajaron sin descanso para mitigar los efectos de la explosión. Individuos, familias y vecinos engañados, manipulados y amenazados por un sistema ideológico, político y militar que decidió que no existían.

«De qué hablo cuando hablo de correr» de Haruki Murakami. “Escritor (y corredor)” es lo que le gustaría a Murakami que dijera su epitafio cuando llegue el momento de yacer bajo él. Le definiría muy bien. Su talento para la literatura está más que demostrado en sus muchos títulos, sus logros en la segunda dedicación quedan reflejados en este. Un excelente ejercicio de reflexión en el que expone cómo escritura y deporte marcan tanto su personalidad como su biografía, dándole a ambas sentido y coherencia.

“¿Qué es la política?” de Hannah Arendt. Pregunta de tan amplio enfoque como de difícil respuesta, pero siempre presente. Por eso no está de más volver a las reflexiones y planteamientos de esta famosa pensadora, redactadas a mediados del s. XX tras el horror que había vivido el mundo como resultado de la megalomanía de unos pocos, el totalitarismo del que se valieron para imponer sus ideales y la destrucción generada por las aplicaciones bélicas del desarrollo tecnológico.

“Identidad” de Francis Fukuyama. Polarización, populismo, extremismo y nacionalismo son algunos de los términos habituales que escuchamos desde hace tiempo cuando observamos la actualidad política. Sobre todo si nos adentramos en las coordenadas mediáticas y digitales que parecen haberse convertido en el ágora de lo público en detrimento de los lugares tradicionales. Tras todo ello, la necesidad de reivindicarse ensalzando una identidad más frentista que definitoria con fines dudosamente democráticos.

“El ocaso de la democracia” de Anne Applebaum. La Historia no es una narración lineal como habíamos creído. Es más, puede incluso repetirse como parece que estamos viviendo. ¿Qué ha hecho que después del horror bélico de décadas atrás volvamos a escuchar discursos similares a los que precedieron a aquel desastre? Este ensayo acude a la psicología, a la constatación de la complacencia institucional y a las evidencias de manipulación orquestada para darnos respuesta.

“Guerra y paz en el siglo XXI” de Eric Hobsbawm. Nueve breves ensayos y transcripciones de conferencias datados entre los años 2000 y 2006 en los que este historiador explica cómo la transformación que el mundo inició en 1989 con la caída del muro de Berlín y la posterior desintegración de la URSS no estaba dando lugar a los resultados esperados. Una mirada atrás que demuestra -constatando lo sucedido desde entonces- que hay pensadores que son capaces de dilucidar, argumentar y exponer hacia dónde vamos.

“La muerte del artista” de William Deresiewicz. Los escritores, músicos, pintores y cineastas también tienen que llegar a final de mes. Pero las circunstancias actuales no se lo ponen nada fácil. La mayor parte de la sociedad da por hecho el casi todo gratis que han traído internet, las redes sociales y la piratería. Los estudios universitarios adolecen de estar coordinados con la realidad que se encontrarán los que decidan formarse en este sistema. Y qué decir del coste de la vida en las ciudades en que bulle la escena artística.

«Algo va mal» de Tony Judt. Han pasado diez años desde que leyéramos por primera vez este análisis de la realidad social, política y económica del mundo occidental. Un diagnóstico certero de la desigualdad generada por tres décadas de un imperante y arrollador neoliberalismo y una silente y desorientada socialdemocracia. Una redacción inteligente, profunda y argumentada que advirtió sobre lo que estaba ocurriendo y dio en el blanco con sus posibles consecuencias.

«Algo va mal» de Tony Judt

Han pasado diez años desde que leyéramos por primera vez este análisis de la realidad social, política y económica del mundo occidental. Un diagnóstico certero de la desigualdad generada por tres décadas de un imperante y arrollador neoliberalismo y una silente y desorientada socialdemocracia. Una redacción inteligente, profunda y argumentada que advirtió sobre lo que estaba ocurriendo y dio en el blanco con sus posibles consecuencias.

La crisis económica y financiera de 2008 se llevó por delante a una parte de la clase media del mundo occidental. Curiosamente, los que disfrutaban de situaciones más sólidas apenas se vieron perjudicados. Es más, se enriquecieron, tal y como ha vuelto a ocurrir en los últimos meses. En una configuración del mundo en la que todo se mide única y exclusivamente por lo económico, esto les situó en la posición de ganadores. Doblemente, porque las cifras de sus cuentas de ahorro les permiten acceder a unos servicios a los que otros no tienen acceso, como son una sanidad o una educación de calidad prestada por operadores privados. Mientras tanto, la sanidad y educación facilitada por las administraciones públicas se han visto depauperadas y si la tendencia sigue así, llegará el día en que no serán ni la sombra de lo que fueron ni de lo que pudieron llegar a ser.

Ahora que parece que estamos dejando atrás la pandemia del covid, no está de más recordar lo que el también autor de Pensar el siglo XX nos contaba sobre los estragos que generó el egoísmo individualista y el arrinconamiento de la colectividad que supone la figura del Estado. Una situación cuyo inicio se remonta a los gobiernos de Margaret Thatcher y Ronald Reagan y su apuesta por las privatizaciones, que se consolida con la caída del muro de Berlín y la reducción de las ayudas públicas y toma velocidad de crucero con la globalización. Algunos creían que esta progresión se iba a corregir con la caída de Lehman Brothers, pero visto lo visto, no hay duda alguna de que se ha prolongado hasta nuestros días. Las medidas que la mayor parte de los gobiernos nacionales e instituciones supranacionales implementaron hace una década solo sirvieron para hacer aún más débil y dependiente a quien no tuviera más recursos que a sí mismo.  

Cierto es que el mundo es ahora mucho más rico que décadas atrás, pero desde finales de los años 70 las desigualdades entre acaudalados y necesitados han aumentado, los salarios de los primeros multiplican obscenamente los de los segundos. Resultado de un neoliberalismo que de liberalismo ha tenido bien poco. Su máxima ha sido la ley del más fuerte y servirse de los elementos de la democracia, de todo aquello que nos une. Más para controlarnos (invirtiendo en defensa, seguridad…) que para hacernos progresar (cultura, pensiones, transporte…).

Una apisonadora frente a la que la socialdemocracia, que gobernó buena parte de Europa durante décadas tras la II Guerra Mundial y que inspiró el New Deal que consolidó a EE.UU. como primera potencia del mundo, no ha sabido articular un discurso sólido y con visión de futuro. Arrastrada por sus errores, por la concreción de sus debates -más sobre cuestiones acotadas a determinados grupos sociales que sobre su conjunto-, su desorientación ideológica tras la caída del comunismo y por el aburguesamiento de sus líderes, no solo no se ha identificado como alternativa, sino que tampoco ha actuado como muro de contención.

De esta manera se dejaba completamente atrás el acuerdo, la entente y la convicción que surgió tras 1945 de que la creación de riqueza económica tiene que ir acompañada obligatoriamente de búsqueda de la igualdad social y de que el papel del Estado es hacer que así ocurra (redistribuyendo adecuadamente lo recaudado vía impuestos). Curioso que los que más han apostado por la globalización -señalando que son los mercados los que nos han de gobernar y no las administraciones públicas- ejemplificaban al tiempo un estilo de vida representativo del más absoluto individualismo; o que hayan seguido predicando la eficiencia y productividad del sector privado mientras clamaban el rescate público de sus bancarrotas (he ahí los miles de millones entregados para salvar de la ruina a constructoras de autopistas y entidades financieras).

Pero más allá de su aguda mirada al pasado, el valor extra que tiene Algo va mal leído hoy es su previsión de hacia dónde consideraba Tony Judt que íbamos en 2010. Un panorama en el que buena parte de la clase media se entregaría al discurso populista y nacionalista de la ultraderecha en la creencia de que ahí encontraría el apoyo y la solución al abandono sufrido por las instituciones y la clase política. Un vaciamiento de buena parte de la geografía rural como consecuencia de la descuidada e ineficaz gestión de las redes de comunicación. O la insatisfacción de una juventud educada bajo la creencia de que iba a vivir mejor que sus padres, pudiéndose dedicar a aquello para lo que se estaban formando y encontrándose años después, si acaso, con salarios mínimos a la sombra de aquellos que habían contado con fondos para pagarse una prestigiosa escuela de negocios y oportunidades gracias a su restringida red de contactos.

¿Hemos aprendido de los errores? ¿Están dispuestos a ceder los que se han beneficiado de la injusticia? ¿Se harán escuchar los perjudicados? ¿Tendrá nuestra clase política la honestidad, arrojo y valor suficiente para ponerle fin a esta situación?

Algo va mal, Tony Judt, 2010, Editorial Taurus.

10 ensayos de 2020

La autobiografía de una gran pintora y de un cineasta, un repaso a las maneras de relacionarse cuando la sociedad te impide ser libre, análisis de un tiempo histórico de lo más convulso, discursos de un Premio Nobel, reflexiones sobre la autenticidad, la dualidad urbanidad/ruralidad de nuestro país y la masculinidad…

“De puertas adentro” de Amalia Avia. La biografía de esta gran mujer de la pintura realista española de la segunda mitad del siglo XX transcurrió entre el Toledo rural y la urbanidad de Madrid. El primero fue el escenario de episodios familiares durante la etapa más oscura de la reciente historia española, la Guerra Civil y la dictadura. La capital es el lugar en el que desplegó su faceta creativa y la convirtió en el hilo conductor de sus relaciones artísticas, profesionales y sociales.

“Cruising. Historia íntima de un pasatiempo radical” de Alex Espinoza. Desde tiempos inmemoriales la mayor parte de la sociedad ha impedido a los homosexuales vivir su sexualidad con la naturalidad y libertad que procede. Sin embargo, no hay obstáculo insalvable y muchos hombres encontraron la manera de vehicular su deseo corporal y la necesidad afectiva a través de esta práctica tan antigua como actual.  

“Pensar el siglo XX” de Tony Judt. Un ensayo en formato entrevista en el que su autor recuerda su trayectoria personal y profesional durante la segunda mitad del siglo, a la par que repasa en un riguroso y referenciado análisis de las causas que motivaron y las consecuencias que provocaron los acontecimientos más importantes de este tiempo tan convulso.

“La maleta de mi padre” de Orhan Pamuk. El día que recibió el Premio Nobel de Literatura, este autor turco dedicó su intervención a contar cómo su padre le transmitió la vivencia de la escritura y el poder de la literatura, haciendo de él el autor que, tras treinta años de carrera y siete títulos publicados, recibía este preciado galardón en 2006. Un discurso que esta publicación complementa con otros dos de ese mismo año en que explica su relación con el proceso de creación y de lectura.

“El naufragio de las civilizaciones” de Amin Maalouf. Un análisis del estado actual de la humanidad basado en la experiencia personal, profesional e intelectual de su autor. Aunando las vivencias familiares que le llevaron del Líbano a Francia, los acontecimientos de los que ha sido testigo como periodista por todo el mundo árabe, y sus reflexiones como escritor.

“A propósito de nada” de Woody Allen. Tiene razón el neoyorquino cuando dice que lo más interesante de su vida son las personas que han pasado por ella. Pero también es cierto que con la aparición y aportación de todas ellas ha creado un corpus literario y cinematográfica fundamental en nuestro imaginario cultural de las últimas décadas. Un legado que repasa hilvanándolo con su propia versión de determinados episodios personales.

“Lo real y su doble” de Clément Rosset. ¿Cuánta realidad somos capaces de tolerar? ¿Por qué? ¿De qué mecanismos nos valemos para convivir con la ficción que incluimos en nuestras vidas? ¿Qué papel tiene esta ilusión? ¿Cómo se relaciona la verdad en la que habitamos con el espejismo por el que también transitamos?

“La España vacía” de Sergio del Molino. No es solo una descripción de la inmensidad del territorio nacional actualmente despoblado o apenas urbanizado, “Viaje por un país que nunca fue” es también un análisis de los antecedentes de esta situación. De la manera que lo han vivido sus residentes y cómo se les ha tratado desde los centros de poder, y retratado en medios como el cine o la literatura.

“Un hombre de verdad” de Thomas Page McBee. Reflexión sobre qué implica ser un hombre, cómo se ejerce la masculinidad y el modo en que es percibida en nuestro modelo de sociedad. Un ensayo escrito por alguien que no consiguió que su cuerpo fuera fiel a su identidad de género hasta los treinta años y se topa entonces con unos roles, suposiciones y respuestas que no conocía, esperaba o había experimentado antes.

“La caída de Constantinopla 1453” de Steven Runciman. Sobre cómo se fraguó, desarrolló y concluyó la última batalla del imperio bizantino. Los antecedentes políticos, religiosos y militares que tanto desde el lado cristiano como del otomano dieron pie al inicio de una nueva época en el tablero geopolítico de nuestra civilización.

“Smart. Internet(s): la investigación” de Frédéric Martel

Han pasado varios años desde la publicación de este ensayo, pero está bien volver a él para comprobar lo mucho que acertó su autor en su previsión sobre el futuro de la red. Plataforma global, pero contenidos parcelados en función de coordenadas políticas, lingüísticas y personales y un futuro en manos de quienes inviertan en su innovación, en su desarrollo tecnológico y en resolver las complejidades legales asociadas a ella.  

La consolidación de internet parecía que iba a acabar con todo, con los libros en formato impreso, con las reuniones presenciales en lo empresarial y con algo tan cotidiano como ir al supermercado. Cierto es que no ha supuesto el punto de no retorno que algunos pronosticaban, aunque sí una importante inflexión tras la que ya nada es igual, pero teniendo en cuenta que hay un elemento inalterable, la necesidad humana de comunicarnos y de compartir nuestras vivencias y necesidades con aquellos que sentimos cercanos o parte de nuestra comunidad.

Y esto, cuando se trata del alcance y las posibilidades de la red, implica condicionantes como compartir idioma y cultura (no solo en términos de valores sino de maneras de funcionar) o, incluso, estar en el mismo huso horario. Circunstancias que mitigan, o incluso anulan, el efecto tabula rasa que algunos temían causaría el dominio internauta del neoliberalismo norteamericano. Por lo pronto, señalar que hay zonas del mundo que no comparten nuestro internet, he ahí países como China, Rusia o Irán que han creado sus propios modelos, con sus correspondientes sistemas de supervisión y censura, con los que mantienen y acrecientan el control político sobre su territorio y su población.

Por otro lado, las telecomunicaciones no han dejado de ofrecernos nuevas posibilidades. En poco tiempo los smartphones se han convertido en poco menos que asistentes personales resolviéndonos multitud de cuestiones. Una labor en la que colaboramos permitiéndole a las empresas titulares del acceso que hemos contratado, de las apps que nos hemos descargado y de las webs que consultamos, conocer nuestra geolocalización en tiempo real y disponer de la información que encriptan las cookies a las que damos ok diciendo qué buscamos, qué nos gusta y qué no, qué preguntamos, cuánto tiempo le dedicamos, en qué momento del día.

Asunto que pone el foco en el uso que hacen de nuestros datos empresas como Google, Facebook, Twitter o Amazon. Interlocutores ante los que EE.UU. y Europa parecen tener posicionamientos distintos -libre competencia vs. privacidad de los usuarios-, también cuando se entra en cuestiones como la fiscalidad -tributar en el lugar de origen o allí donde se factura- y los dictados de propiedad intelectual que han de cumplir. Asuntos de gran importancia tanto para el comercio mundial como para sectores como el de la cultura que se han visto profundamente transformados por formatos como el streaming y la suscripción, haciendo que sus creaciones pasen de ser productos (libro, cd o dvd) a también servicios y contenidos (como sucede igualmente en los medios de comunicación).

Una verdadera revolución tras la que está una forma de trabajar en un lugar en el que todo el mundo pone sus ojos, Silicon Valley, deseando conseguir sus logros allí desde donde es observado. Se habla de smart cities, viveros de empresas o hubs digitales, pero muchos fallan por la rigidez con que son concebidos por las administraciones públicas, la insuficiente preparación de sectores colaterales como el de la educación o su contexto, falto de empuje en prácticas como la del emprendimiento o de un sector privado en el que escasean los inversores con visión de futuro.

Tras la sociedad de la información vino la del conocimiento. ¿Y después? No estaría de más que Frédéric Martel volviera a recorrer el mundo y entrevistara a toda clase de perfiles del sector -empresarios, ingenieros, inversores, reguladores, usuarios…- para dilucidar cuál será el siguiente estadio de nuestra evolución tecnológica y vislumbrar las oportunidades que ésta nos deparará.

Smart. Internet(s): la investigación, Frédéric Martel, 2014, Editorial Taurus.

“Pensar el siglo XX” de Tony Judt

Un ensayo en formato entrevista en el que su autor recuerda su trayectoria personal y profesional durante la segunda mitad del siglo, a la par que repasa en un riguroso y referenciado análisis de las causas que motivaron y las consecuencias que provocaron los acontecimientos más importantes de este tiempo tan convulso.

PensarElSigloXX

Es curioso echar la vista atrás y comprobar cómo lo que hoy nos resulta importante o significativo no nos lo parecía cuando estaba ocurriendo, o cómo se han dejado por el camino puntos de vista que quizás nos darían respuestas más útiles que los prismas que utilizamos actualmente. Valga como ejemplo el Holocausto y la Segunda Guerra Mundial. Lo que hoy estamos convencidos que fue el elemento catalizador para acabar con el régimen nazi y el culmen de su barbarie, resultó ser un argumento casi inexistente en la decisión del Reino Unido, Estados Unidos y Rusia para luchar contra Hitler. O el uso de las etiquetas comunismo y capitalismo para definir la confrontación de bloques ideológicos durante varias décadas, cada uno con unos planteamientos políticos, económicos y sociales diferentes, cuando lo que se movía tras ello era el proceso de construcción de dos diseños de modelos de Estado (más o menos intervencionistas, servicios públicos, fiscalidad…).

Pensar el siglo XX es el resultado transcrito de una serie de conversaciones entre Tony Judt y Timothy Snyder, que toman siempre como hilo conductor la introducción biográfica que Tony realiza de sí mismo. De esta manera, y a partir de sus recuerdos personales y de sus pasos en el mundo académico de la investigación y la divulgación histórica, entra en cuestiones como su visión como hijo de inmigrantes judíos en el Londres de los años 50, el desarrollo y papel de las ideas socialistas (las de Marx, las que propulsaron la Revolución Rusa y el supuesto ideario posterior de Lenin o Stalin) en la evolución del mundo occidental, o las acciones del movimiento sionista para consolidar el Estado de Israel.

Asuntos en los que no solo expone sus conocimientos y relaciona sus fuentes, sino que vierte también su opinión. Basada incluso en su propia experiencia, como las temporadas que pasó en un kibutz durante los años 60 y sintió que aquello no tenía más propósito que el de adoctrinar. En su recorrido profesional se ha formado y trabajado en París, Oxford, Cambridge, Nueva York, Chicago o Berkley, un periplo que le ha impulsado a buscar siempre nuevos puntos de vista y referencias en los temas de estudio, como el papel determinante de la geografía a la hora de analizar el desarrollo del socialismo en la Provenza francesa a finales del siglo XIX, o el de contar con determinados servicios públicos (ej. sanidad o educación) a la hora de hacer que los ciudadanos se sientan o no miembros de una comunidad.

Tony Judt también reflexiona sobre el papel y la necesidad de la Historia, disciplina que considera en el campo de las Humanidades y no el de las ciencias sociales. Defiende afrontarla a partir de una base -una sucesión de acontecimientos- sobre la que, una vez conocidos, proyectar un espíritu crítico multidisciplinar (sociología, filosofía, economía…) que generalmente nos revela que no hay una única verdad, sino varias, ya que el propósito no es enjuiciar, sino entender las causas y las consecuencias de las decisiones, las renuncias, los conflictos y las palabras pronunciadas.

El formato entrevista hace que Pensar el siglo XX sea ágil en su forma, aunque en algunos de sus capítulos se haga denso por la cantidad de menciones (a personas, títulos, fechas y lugares) que incluye. Pero precisamente eso es lo que lo hace grande y lo convierte en un título al que volver para conocer y entender no solo nuestro pasado, sino también nuestro presente y servirnos de él para proyectarnos en el futuro.

Pensar el siglo XX, Tony Judt (con Timothy Snyder), 2012, Editorial Taurus.

“Cómo acabar con la contracultura” de Jordi Costa

El tiempo transcurrido nos ha hecho creer que la movida madrileña fue el culmen de lo contestatario, la eclosión de la libertad creativa y el punto de inflexión entre un pensamiento subversivo, espontáneo y anárquico y una práctica artística organizada y apoyada socialmente. Sin embargo, la realidad es que esta no fue más que el fin de algo que comenzó años antes y que aún está por ser estudiado, valorado y reivindicado como merece.  

No se trata de culpar a los nombres que han perdurado -como el de Pedro Almodóvar-, sino de verlos con perspectiva y tener en cuenta que el hecho de que sigan estando vigentes es, en buena medida, porque supieron adaptarse a las exigencias de las nuevas coordenadas políticas y sociales que se instauraron en nuestras fronteras, tras la Transición, para dar una imagen de modernidad como parte de lo que hoy denominamos “marca país”. Pero antes estuvieron otros que materializaron sus impulsos creativos y expresivos sin contar con estructuras administrativas ni redes profesionales, sin más recursos que los propios y aquellos que encontraban en su entorno más inmediato.

Cineastas, dibujantes, músicos, escritores… que fueron creando nuevos formatos y contenidos como resultado de la evolución que experimentaba el país –cuya génesis cabe datar en los acuerdos firmados con EE.UU. en 1953-, de las influencias y ejemplos extranjeros -el boom del turismo en los 60 tuvo algo que ver en ello- y los desarrollos tecnológicos que abarataron y facilitaron tareas como el hacer cine (cámaras Super 8). Tiempo en el que tuvieron que vérselas con la censura y las muchas y arbitrarias trabas legislativas, judiciales y policiales que el régimen les ponía en su camino en forma de distribución limitada o hasta secuestro de sus creaciones, además de la posibilidad de multas económicas e, incluso, penas de cárcel.

Pero aun salvando las dificultades, no todo era fácil. Siempre podía ocurrir que el régimen se apropiara de su creación -como hicieron con los pintores informalistas o fallidamente con la Viridiana de Buñuel en el Festival de Cannes de 1961- para transmitir al mundo exterior una irreal imagen de aperturismo. O que sus coetáneos en el páramo intelectual que era el territorio estatal les acusaran de colaboracionistas, calificando sus transgresiones y descontextualizaciones como atentados contra los cimientos espirituales (es decir, religiosos) e identitarios del país (como la historia de amor entre una abertxale y un guardia civil que pretendía rodar Eloy de la Iglesia).

Jordi Costa recuerda muchos de aquellos cómics, carteles, canciones, conciertos, películas y actuaciones; analiza qué había en ellos de novedad y de diferente, el efecto que causaban y las fuentes de las que bebían; y visibiliza influencias y relaciones que quizás hoy nos parezcan banales o kitsch, pero que en aquel contexto de páramo cultural tuvieron una importancia casi vital. El único pero que se le puede hacer a Una historia subterránea de España es que tratando sobre temas tan sensoriales (música, imágenes fijas y en movimiento) su expresión sea únicamente la palabra escrita, lo que hace que te pierdas buena parte de lo que cuenta si no conoces los referentes mencionados o el buscador de internet no te los muestra en paralelo.

Cómo acabar con la contracultura, Jordi Costa, 2018, Editorial Taurus.