Más ignorada que no visible. Más maltratada que no considerada. Más despreciada que respetada. Pero como son los otros, esos que no están cerca anímicamente ni nos tratamos con ellos, hacemos que no se sientan escuchados ni parte de una sociedad que se dice democrática e igualitaria. Un ensayo que va más allá de la frialdad de los datos para situarnos ante lo que no queremos reconocer.
Hipérbole y objetividad. Esa es la paradoja del título de esta reflexión “sobre la precariedad, la pobreza y la desigualdad extrema en nuestro país”. Exagera porque no es cierto que no la veamos, pero acierta porque actuamos como si no existiera. Nos impresiona cuando nos damos de bruces con ella, como cuando durante la pandemia, y muy cerca de casa, nos encontrábamos colas de personas que acudían a buscar alimentos básicos al centro cultural del barrio mientras otros teníamos la fortuna de adquirirlos en el supermercado. Pero se convierte en paisaje cuando adopta formas a las que estamos acostumbrados. Un hombre que duerme en un cajero, una mujer que pide a la salida del metro, unos niños que solo comen cuando lo hacen en el comedor del colegio.
Personas reales, con nombres y apellidos, con una historia que los ha llevado a un punto de no retorno del que les es casi imposible salir, porque ni les damos la oportunidad ni les apoyamos para no venirse aún más abajo dentro de sí mismos. Como esas familias que tienen que elegir, si calefacción o comida, si libros o ropa, y que son los primeros en sentir cómo el estado del bienestar deja de ser tan fuerte como lo era antes. Ellos son los que engordan las listas de espera de la atención primaria, los que se agolpan en la última fila de las escuelas públicas, los que no pueden optar a un empleo porque no saben manejar internet.
Uno de cada cuatro españoles vive en esta situación. No saben qué pasará con ellos mañana, se saben en riesgo porque cualquier imprevisto puede poner patas arriba los cimientos de su vida. No tienen colchón económico y el modelo social que nos transmiten los medios de comunicación, las redes sociales y los discursos políticos les hacen sentir que si están ahí es porque no son capaces de estar del otro lado, que no son lo suficientemente válidos, hábiles, talentosos o inteligentes. Y quienes sí están en ese otro lado, optan por la soberbia de la superioridad y no por la solidaridad de la colaboración, por el individualismo neoliberal y no por la unión socialdemócrata.
Fanjul opta en su exposición por una redacción más cercana al reportaje periodístico, que en la actualidad practica en las páginas de El País, que al ensayo académico. Parte de datos, pero el corazón de su relato son los testimonios -recogidos por él mismo, yendo allí donde lo requiriera la casuística a explicar- que los personifican y ejemplifican. Deja claro cómo piensa y junto a quién está. Su propuesta está guiada por la empatía, actitud, valor y principio de actuación que unos tacharán como tendencioso y político, y otros, además de creer que sí, que es posicionarse, pensamos que, a la vista está, nos hace falta practicar mucho más.
La España invisible, Sergio C. Fanjul, 2023, Arpa Editores.