“Mantícora”, el monstruo que habita en ti

La sobriedad narrativa del guion de Carlos Vermut se complementa con la mirada aséptica de su dirección y el conjunto de buenas decisiones sobre las que se asienta. Un combo que se amplifica con la hipnótica presencia de Nacho Sánchez dando vida a lo humano y a lo inconcebible, así como a la lucha y a la convivencia dentro de sí entre ambas maneras de ser y estar en el mundo.

La tónica de cuanto se ve en la pantalla es una paradoja de tranquilidad y desasosiego. No hay estridencias visuales, diálogos extemporáneos ni artificios construidos en la mesa de montaje. La acción es fiel a la personalidad, a la introversión intrínseca y a la reducida, pero fluida, sociabilidad de Julián. Su carta de presentación es su dedicación laboral, diseñador de videojuegos, con la que Vermut señala la existencia de realidades paralelas habitadas por seres inexistentes en las que realizamos actos no solo son inmorales, sino también ilegales. Pero no se queda en el juego de la fábula, sino que va más allá, trasladándonos las potencialidades de que somos capaces en coordenadas fantásticas a las sombras de este mundo, a la mirada de alguien sobre quien sus vecinos dirían que nunca lo hubieran podido imaginar.

Mantícora mira de frente a lo innombrable, pero sin escandalizarse ni afectar por lo posible. Muestra con valentía en qué consiste el mal, con pulcritud las ranuras por las que se asoma y, con prudencia, los esfuerzos que supone, para quien está parasitado por él, intentar mantenerlo bajo control. Consigue un perfecto equilibrio que expone cómo se relacionan e influyen, alternan y superponen la perversión, el dolor y el riesgo. Torrente lento y sereno que torna en una atmósfera difícil de definir, de concretar en palabras, referentes o esquemas con que situarnos. Atrapa a su espectador de tal manera que no sabe si comprende lo que ocurre en la pantalla, cuánto de sí mismo podría haber en ello, si quiere huir o caer en la profecía autocumplida.

Una trama osada, planteada con una parquedad alejada de didácticas y maniqueísmos, y con un muy acertado dúo protagonista. Nacho Sánchez convierte el carácter reservado y huidizo de su personaje en una aparente ambigüedad e indefinición tras las que se intuye el conflicto, el pavor y la inevitabilidad de su proceder y su sentir durante y al respecto de quien es y no es. Súmese a ello su conexión con Zoe Stein, con la profundidad de su mirada y la fragilidad de su presencia (sublime la secuencia en que dice sé delicado), características con las que el también creador de Quién te cantará (2018) despierta en nosotros hipótesis sobre las causas y motivaciones, las posibilidades y las consecuencias de lo que nos expone.  

El acierto que subyace durante todo Mantícora es el de la absoluta honestidad de su relato. En quedarse tan solo en lo que hay y no caer en teorías justificativas, en su capacidad para mostrarnos con naturalidad la cercanía del horror y la vulnerabilidad de los más débiles sin, por ello, deshumanizar a quien, siendo verdugo, resulta ser también víctima de sí mismo. Dos mundos no separados, opuestos y diferenciados, sino relacionados, unidos y vinculados en uno solo del que formamos parte todos y cada uno de nosotros. Una realidad perturbadora que no por ignorar, silenciar y castigar va a dejar de existir.

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1 comentario en ““Mantícora”, el monstruo que habita en ti

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