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“Arny. Historia de una infamia” con lecciones aun por aprender

Instituciones públicas que actuaron prejuiciosamente sin pudor. Medios de comunicación centrados en crear y azuzar el escándalo sin ética periodística alguna. Y personas doblemente manipuladas, unas utilizadas para extender la mentira y otras dañadas en su fuero interno y en su honor y reputación. Corrupción, falsedad deliberada y linchamiento público antes de la época de las fake news y la cultura de la cancelación.

¿Nos imaginamos cómo hubiera sido el caso Arny narrado, comentado y analizado a través de las redes sociales y de medios que categorizan, definen y califican en base a etiquetas ideológicas? ¿Lo que hubiéramos llegado a escuchar y leer en cuentas de bots, bocas de descerebrados y vídeos de indocumentados? El documental que ha estrenado HBO deja claros algunos datos muy reveladores de aquella injusticia. De los 49 imputados, 33 fueron absueltos.

Se acusó a personas que ni siquiera habían pisado aquel club de la noche sevillana, cabezas de turco con que cabeceras impresas, programas de televisión y periodistas muy concretos -y tras ellos, quizás alguna mano negra con otros intereses- crearon y mantuvieron el escándalo con el único fin de hacer crecer su audiencia y, por tanto, sus ingresos publicitarios. Cuando se certificó la falsedad y la sinrazón del dolor causado a muchos inocentes, nadie les ofreció excusas, les pidió perdón o propuso compensarles, si era posible, por haberlos vilipendiado, denigrado y condenado públicamente sin prueba alguna.  

Han pasado 25 años de aquel caso sustentando en la identificación de la homosexualidad con la perversión, la pederastia y el proxenetismo. Hemos avanzado legal y socialmente, pero la homofobia sigue ahí. Continuamos escuchando afirmaciones similares por parte de representantes públicos y políticos, institucionales y corporativos, en altavoces que no habrían de estar a su disposición o debieran ser rechazados por una audiencia con capacidad de autocrítica.

El impulso, las ganas y el ánimo del señalamiento, el linchamiento y la denigración están a la orden del día. Los retrógrados no están dispuestos a pasar página y salir de su acotada zona de confort, replegar su limitada visión y acotada manera de relacionarse y rectificar el lesivo ejemplo que ofrecen a quienes les toman, o se los tropiezan, como referentes.

El sistema judicial se supone basado en la presunción de inocencia, pero sus tiempos, procedimientos y jerarquías no siempre son de fácil comprensión para quienes nos acercamos a él desde la distancia del desconocimiento y la suposición de que nos va a amparar y proteger.

Sin dejar de ser asertivo y riguroso, ha de unir a estas habilidades las de la transparencia, la pedagogía y la comunicación, explicar las diferencias entre legalidad y justicia, ser diligente en sus calendarios y cercano en su trato con el ciudadano. Y también rendir cuentas, explicar el porqué de sus errores e imprecisiones y asumir, enmendar o corregir las consecuencias que su actuación pudiera haber generado o incrementado.

Los medios de comunicación deben dejar de pervertir conceptos como actualidad o interés público. Son ellos los que, en muchas ocasiones, no los reflejan, sino que los determinan. Diferenciar claramente la información del entretenimiento mutado en espectáculo y los datos de la opinión. Y no salvar la distancia entre esta y la especulación, que no es sino extender la hipérbole y la visceralidad, el susto y el horror sin fundamento alguno. En definitiva, buscar la objetividad y alejarse del ruido.

Agujero negro que constituye la principal amenaza de las redes sociales y de quienes las integramos, usuarios y propietarios. La responsabilidad personal y la social, y no el ego, despreciando y sentenciando, y la monetización, manipulando y confrontando, tendrían que ser el filtro con el que acercarnos a su supuesta propuesta de conversación y debate, e intervenir, con respeto y empatía, en ellas. ¿Somos capaces? ¿Estamos dispuestos?

10 ensayos de 2022

Arte, periodismo de opinión y de guerra, análisis social desde un punto de vista tecnológico y político. Humanismo, historia y filosofía. Aproximaciones divulgativas y críticas. Visiones novedosas, reportajes apasionados y acercamientos interesantes. Títulos con los que conocer y profundizar, reflexionar y tomar conciencia de realidades y prismas quizás nunca antes contemplados.

“Otra historia del arte” de El Barroquista. Aproximación a la disciplina que combina la claridad de ideas con la explicación didáctica. Ensayo en el que su autor desmonta algunos de sus mitos a la par que da a conocer los principios por los que considera se ha de regir. Una propuesta de diálogo a partir del cambio de impresiones y de la suma de puntos de vista, sin intención alguna de asombrar o imponerse con su acervo académico.

“Arte (in)útil” de Daniel Gasol. Bajo el subtítulo “Sobre cómo el capitalismo desactiva la cultura”, este ensayo expone cómo el funcionamiento del triángulo que conforman instituciones, medios de comunicación y arte es contraproducente para nuestra sociedad. En lugar de estar al servicio de la expresión, la estética y el pensamiento crítico, la creación y la creatividad han sido canibalizadas por el mecanismo de la oferta y la demanda, el espectáculo mediático y la manipulación política.

«La desfachatez intelectual» de Ignacio Sánchez-Cuenca. Hay escritores y ensayistas a los que admiramos por su capacidad para imaginar ficciones e hilar pensamientos originales y diferentes que nos embaucan tanto por su habilidad en el manejo del lenguaje como por la originalidad de sus propuestas. Prestigio que, sin embargo, ensombrecen con sus análisis de la actualidad llenos de subjetividades, sin ánimo de debate y generalidades alejadas de cualquier exhaustividad analítica y validez científica.

“Amor América” de Maruja Torres. Desde Puerto Montt, en el sur de Chile, hasta Laredo en EE.UU., observando cómo queda México al otro lado del Río Grande. Diez semanas de un viaje que nació con intención de ser en tren, pero obligado por múltiples obstáculos a servirse también de métodos alternativos. Una combinación de reportaje periodístico y diario personal con el que su autora demuestra su saber hacer y autenticidad observando, analizando, recordando y relacionando.

“Guerras de ayer y de hoy” de Mikel Ayestaran y Ramón Lobo. Conversación entre dos periodistas dedicados a contar lo que sucede desde allí donde tiene lugar. Guerras, conflictos y entornos profesionales relatados de manera diferente, pero analizados, vividos y recordados de un modo semejante. Crítica, análisis e impresiones sobre los lugares y el tablero geopolítico en el que han trabajado, así como sobre su vocación.

“Privacidad es poder” de Carissa Véliz. Hemos asumido con tanta naturalidad la perpetua interconexión en la que vivimos que no nos damos cuenta de que esta tiene un coste, estar continuamente monitorizados y permitir que haya quien nos conozca de maneras que ni nosotros mismos somos capaces de concebir. Este ensayo nos cuenta la génesis del capitalismo de la vigilancia, el nivel que ha alcanzado y las posibles maneras de ponerle coto regulatorio, empresarial y social.

“Los rotos. Las costuras abiertas de la clase obrera” de Antonio Maestre. Ensayo que explica los frentes en los que se manifiesta actualmente la opresión del capitalismo sobre quienes trabajan bajo sus parámetros. Texto dirigido a quienes ya se sienten parte del proletariado, para que tomen conciencia de su situación, pero también a aquellos que no entienden por qué parte de sus miembros le han dado la espalda a sus circunstancias y abrazado opciones políticas contrarias a sus intereses.

“El infinito en un junco” de Irene Vallejo. Ensayo académico sobre el origen de la escritura y la consolidación de su soporte material, los libros. Confesión y testimonio personal sobre el papel que estos han desempeñado a lo largo de la vida de su autora. Y reflexión sobre cómo hemos conformado nuestra identidad cultural. La importancia y lo azaroso de los nombres, títulos y acontecimientos que están tras ella, y el poder de entendimiento, compresión y unión que generan.

«Historias de mujeres» de Rosa Montero. Dieciséis semblanzas que aúnan datos biográficos y análisis del contexto combinando el reportaje periodístico y el ensayo breve. Vidas, personalidades y acontecimientos narrados de manera literaria, con intención de hacer cercanas y comprensibles a quienes fueron ninguneadas o simplificadas. Una inteligente reivindicación del derecho a la igualdad sin caer en mitificaciones ni dogmas.

“El gobierno de las emociones” de Victoria Camps. Llevar una vida equilibrada exige una correcta combinación de razón y emoción. Formula diferente para cada persona según su nivel de autoconocimiento, el contexto y el propósito de cada momento. Aun así, tiene que haber un marco común que favorezca la comunicación personal y la convivencia social. Un contexto de conciencia y correcto ejercicio emocional que fomentar y mantener desde la educación, la justicia y la política.

Haz brillar tu marca personal

Las redes sociales y la atomización de los medios de comunicación dieron pie en la última década a que se popularizaran conceptos hasta entonces reservados a personas, personajes y personalidades que, tanto por buenos como por malos motivos, fueran únicos y diferentes, peculiares y reconocibles. Muchos se lanzaron a conquistar los quince minutos de fama que les pronosticaba Andy Warhol y siguen haciendo todo lo posible tanto por lograrlos como por perpetuarlos en lugares como LinkedIn.

Tengo perfil en LinkedIn. Soy usuario por inquietud personal y por motivos profesionales. Lo primero para saber por dónde va el mundo, lo segundo porque la necesidad obliga y no se puede dejar de estar al tanto de los trenes que pasan por la estación. Me sé buena parte de la teoría, le dedico tiempo, publico contenidos y sigo a través de su muro la actualización laboral de amigos con los que tengo contacto por otras vías, los nuevos proyectos de antiguos compañeros de empresa y las opiniones de otros con los que nunca he tratado pero que, en algún momento, consideramos que nos podría ser de interés estar al uno al tanto del otro. Pasa el tiempo, acumulo minutos dedicados a LinkedIn y aun así no deja de sorprenderme cómo hay nombres, posts y peroratas que acumulan decenas, cientos y miles de likes sin aportar valor alguno.

Cosas del algoritmo. Esa es la respuesta en modo agujero negro, leyenda urbana y explicación metafísica para todo aquello en lo que intervienen hoy en día las tecnologías concebidas en Silicon Valley. La nueva barrera de control y entrada al reconocimiento. Un límite no basado en la sinceridad y la honestidad, no fundamentado en el mérito, el acierto y la capacidad. La utopía, sí. También la fachada, el escaparate y el entretenimiento a cuya construcción colaboramos todos y cada uno de nosotros. Ya sea con la disculpa de por qué no intentarlo, la impresión de que es el lugar en el que hay que estar sí o sí, o el miedo a que te puedas estar perdiendo algo por lo que pasa la viabilidad de tu futuro.

Le preguntas qué hacer a la inteligencia artificial que es LinkedIn, programada por personas humanas con nombres y apellidos, con sesgos, intereses y propósitos vitales nunca plenamente objetivos. La respuesta es clara. Pasta. Es una empresa que funciona como cualquier otra. Te pide que contrates alguno de sus funcionalidades con la promesa de que te hará parecer más atractivo, interesante y sugerente. La alternativa, si no estás dispuesto a entregarle tu dinero, es que le proporciones el material que necesita para mantener su juego, su modelo de negocio. Interactuar de continuo, publicar textos y fotos, vídeos e infografías. Actualizar tu perfil, transmitir tu opinión, narrar cualquier episodio de tu vida o jugar a ser micro ensayista. Da igual el tema, vale lo sociológico, el mindfulness o la educación, la historia, la ética o las recomendaciones de viajes. Seas experto, estudioso, profesional o aficionado del asunto, lo mismo da.   

El premio es la visibilidad. Consigues ser visto, conocido y reconocido. Y con eso, supuestamente, comentado y apreciado. Y lo más importante, valorado, lo que te hará formar parte de rankings y sentirte de manera acorde a los parámetros de tu personalidad. Sexy e importante. Responsable y coherente. Valioso y superior. Ya tienes tu marca personal. Qué transmites. Qué ven los demás en ti. Qué imagen das. Cómo eres interpretado, aludido y recordado.

Espejo de la realidad. El mundo 2.0, el digital y el metaverso estructurados, gestionados y orquestados bajo los mismos cánones, segmentos y categorías que el físico, el de verdad, el de carne y hueso. Desde este se traslada a aquel quienes son los que dirigen, señalan y enuncian. Desde aquel nos transmiten, también a este, los mensajes, valores y propósitos con que hemos de comprometernos, los que hemos de buscar y perseguir para mantener la rueda, la quimera y la hipérbole para ser alguien. Un referente. Un líder. Alguien con marca personal. Una entre tantas otras. Entre cientos, miles, millones. Ahora que ya la tienes queda el siguiente reto, paso e hito. Destacar más que los demás. Una marca personal verdaderamente excelente, no la transitoriedad y fugacidad que has conseguido. ¡A por ello!   

(Imagen: Antonia San Juan como La Agrado en Todo sobre mi madre de Pedro Almodóvar). 

Apuntes y claves sobre “Intimidad”

Ocho capítulos de Netflix que se inician con la distribución en redes sociales de la grabación de una política manteniendo relaciones sexuales y con el suicidio de una joven que no soportó que sus compañeros de trabajo se mofaran de ella tras recibir un vídeo y fotografías suyas en situación similar. Una producción audiovisual que nos hace reflexionar sobre el ciberacoso y la sextorsión, al tiempo que evidencia algunas cuestiones sobre nuestra diversidad social y cultural.

No son solo imágenes. Es un atentado contra la dignidad y el honor de la persona filmada, una sacudida contra su salud física y mental de efectos hondos y de largo alcance, así como contra la de sus familiares y amigos. Pero también contra la comunidad de la que la persona violentada forma parte, abocada al comportamiento primario y visceral, jaleada a cosificar y despreciar, a moralizar y ajusticiar de manera caníbal. Intimidad muestra cómo es ese proceso de principio a fin en dos direcciones.

Una de sus tramas comienza con la última consecuencia, el suicidio de la afectada, una trabajadora de una fábrica que asistió durante semanas al escarnio, la mofa y la burla de sus colegas y a la desidia, inacción y culpabilización de la dirección. La otra eclosiona con la explosión de lo que su protagonista, teniente de alcalde de Bilbao, no se había imaginado nunca, verse en pantalla grande en un momento que suponía había sido exclusivo de ella y de con quien lo había compartido. Lógicamente, ella es la culpable por haber hecho lo que hizo y ahora se merece ser insultada, señalada y vilipendiada hasta por los suyos.

Ficción en ambos casos, pero anclada en casos reales de características similares que, igual que ocuparon espacio y tiempo en los medios de comunicación, resultaron después banalizados y olvidados. Cierres inconclusos que acaban transmitiendo la sensación de que da igual, de que aquello no tuvo la respuesta judicial, social e institucional acorde al daño causado. Insuficiencia que los convierte en precedentes peligrosos.

Las muchas formas de la violencia de género. Una y otra situación tienen como objetivo humillar, mancillar y controlar a la mujer señalada. Ya sea por parte de alguien del pasado que no aceptó que continuara su vida al margen de él, ya sea por oscuros intereses que ven en peligro el alcance de su control sobre la política y la economía de la región en la que viven. Situaciones reales, posibles y conocidas por todos. Ya sea porque las hemos vivido en carne propia o cerca de nosotros. Ya sea porque hemos conocido escándalos, sentencias y penas de cárcel en los casos en que se ha descubierto y juzgado a los responsables.

Se señala, apunta y dispara a quien se considera inferior. Creencia basada única y exclusivamente en su condición de mujer, en la absurda convicción de que la masculinidad, la fuerza y la rotundidad, asociadas a esta, son la máxima que ha de imperar en las relaciones, las negociaciones y el gobierno de lo público y lo privado. Tras ello, un déficit endémico de nuestro sistema educativo, una insuficiencia del judicial y una falta de voluntad de buena parte de lo más representativo de nuestra sociedad por ponerle fin al sinsentido, el absurdo y a la injusticia que supone ir en contra de un derecho humano como es el de la igualdad de todas las personas.

La visibilización de la diversidad. Los guiones escritos por Laura Sarmiento y Verónica Fernández dejan patentes otras cuestiones de manera natural y espontánea. No ponen el foco sobre ellas, lo que hace que su tratamiento sea el comportamiento aspiracional que debiéramos tener como objetivo colectivo. No extrañarnos ante convivencias matrimoniales en las que lo individual en todas sus facetas, incluyendo la sexual, tiene tanto o más terreno que lo común. El respeto que merecen las personas LGTB y la mano tendida que merecen todas aquellas que muestran cicatrices producto de un pasado que las lastra. Asunto que tiene mucho que ver con lo anímico y lo psicológico, con la estabilidad emocional, terreno en el que está bien pedir ayuda y apoyarse en profesionales de la materia, como dejan patente en determinadas secuencias.    

Súmese a esto la ausencia de clichés con que están construidos, mostrados y desarrollados tanto los personajes femeninos como los masculinos. Como toda ficción, la serie se toma sus licencias a la hora de plantear lugares y situaciones, comportamientos y respuestas, pero de lo que no se puede acusar a Intimidad es de que las emociones, sensaciones y expresiones de sus hombres y mujeres no sean veraces y creíbles, de que se base en tópicos y simplificaciones que convierten a los personajes en elementos necesarios para su desarrollo argumental. Valga como ejemplo el soberbio trabajo interpretativo de Itziar Ituño, Patricia López Arnaiz y Ana Wagener, entre otras, de un muy acertado casting.  

La riqueza cultural de Bilbao. No es la primera vez que la villa fundada en 1300 es el escenario que acoge una historia concebida para la pantalla. Pero la transformación urbana, medioambiental y estética que ha vivido en los últimos veinticinco años la han convertido en una ciudad agradable de ver, interesante de conocer y sugerente para vivir. Impresión personal en línea con lo que transmiten los exteriores de esta serie rodados en muchas de sus calles, plazas y puentes, así como en los interiores del Ayuntamiento. Arquitectura ecléctica muy bien conjugada con la modernidad del Guggenheim, la transparencia de la torre Iberdrola o el vanguardismo del Centro Azukna, situado en la antigua Alhóndiga.

De paso, el euskera suena una y otra vez, resaltando el bilingüismo natural que practican muchos de sus habitantes y que tan bien nos viene escuchar a los demás para abrir nuestra mente a otras posibilidades y maneras de ser y estar en el mundo. Más aún los que somos de la capital del Estado para darnos cuenta de que ni somos el centro, ni todo gira en torno a nosotros y al kilómetro cero. De paso, Netflix, a través de Txintxua Film, productora que ha trabajado sobre el terreno, se pone al día y cumple el canon que en esta materia le exige la Ley General de Comunicación Audiovisual aprobada el pasado 26 de mayo.

“Privacidad es poder” de Carissa Véliz

Hemos asumido con tanta naturalidad la perpetua interconexión en la que vivimos que no nos damos cuenta de que esta tiene un coste, estar continuamente monitorizados y permitir que haya quien nos conozca de maneras que ni nosotros mismos somos capaces de concebir. Este ensayo nos cuenta la génesis del capitalismo de la vigilancia, el nivel que ha alcanzado y las posibles maneras de ponerle coto regulatorio, empresarial y social.

El 11 de septiembre de 2001 puso sobre la mesa la necesidad de una actualización de los sistemas preventivos de seguridad para evitar atentados como los que aquel día acabaron con la vida de tres mil personas. Argumento con el que gobiernos como el de EE.UU. demandaron tener acceso a nuestros correos electrónicos, llamadas y mensajes telefónicos y cuanta transacción comercial realizáramos para, supuestamente, detectar intenciones terroristas. Al tiempo, tomaban forma compañías como Google que, tras comenzar como taxonomista de contenidos, tornó su modelo de negocio para convertirse en la mayor plataforma publicitaria del mundo y monetizar el conocimiento que obtenía de nuestros hábitos, intereses y personalidad con el uso que hacemos de su buscador.

Silicon Valley no se quedó ahí, surgieron otras empresas como Facebook y crecieron exponencialmente las maneras de obtener datos sobre nosotros. Domotizamos nuestros hogares, nos geolocalizamos a través de nuestros smartphones, compramos on line, vemos películas por streaming y manifestamos qué pensamos, gusta y desagrada a través de las redes sociales. Mientras tanto, las autoridades no hacían nada al respecto, la revolución digital era el perfecto aliado para avanzar en su propósito de controlar cuanto fuera necesario para seguir en el poder. Hasta que este tornó en su contra, como quedó demostrado en las elecciones estadounidenses de 2016, y evidenció el grave riesgo que puede suponer para la pervivencia de nuestras democracias.

En lo que respecta a nuestra cotidianidad individual, hemos comprobado cómo el progreso que conlleva esta tecnificación tiene un lado oscuro. Espían nuestras conversaciones (recuerda ese anuncio que te surgió en el navegador tras una charla informal), se nos evalúa laboral (procesos de selección) y médicamente (las compañías de seguros lo hacen) por algoritmos que tienen los mismos sesgos que las personas que quienes les programaron y se está obligando a muchas personas (he ahí los bancos con nuestros mayores) a pasar por el aro de la productividad en lugar de seguir relacionándose bajo coordenadas de diálogo, cercanía y empatía.

A pesar de todo esto, la obtención y comercio de datos sigue siendo un campo de actuación casi libre, en el que las empresas actúan impunemente por la falta de regulación y la escasa capacidad (y voluntad) de acción al respecto de las administraciones públicas. Desconocemos la exactitud de los datos que obtienen de nosotros, así como los medios que utilizan para ello, menos aún del tratamiento que hacen de los mismos, a quién se los facilitan. Lo que supone no solo un atentado a nuestra privacidad presente, sino un riesgo para nuestro futuro al no saber cómo se gestionan ni con qué fines.

Y tal y como afirma Véliz, la falta de transparencia nunca es una buena señal, no hay más que ver la creciente polarización en la que estamos sumidos y las situaciones de alto riesgo para nuestra convivencia que llevamos acumuladas en los últimos años. Por eso aboga por una regularización en la que prime la opción de ceder datos en lugar de solicitar que no se nos tomen, en la imposibilidad de poder utilizarlos para diseñar publicidad hiper personalizada, en no poder tomar más que aquellos estrictamente necesarios para fines tecnológicos y solo durante un tiempo limitado. En definitiva, hacer del mundo digital un entorno seguro en el que podamos movernos con el mismo anonimato y certezas que en el físico o presencial.

Privacidad es poder, Carissa Véliz, 2021, Editorial Debate.  

Privacidad, falsedad y manipulación: el otro lado de la transformación digital

La revolución tecnológica en la que estamos inmersos ha metamorfoseado de tal manera las funcionalidades con que resolvemos nuestras necesidades diarias que no parecemos ser conscientes del cambio sistémico en el que estamos inmersos y de sus consecuencias. La evolución es positiva si nos beneficia a todos, algo que impide el modelo de negocio de las redes sociales, los usos inapropiados de la inteligencia artificial y la falta de debates éticos sobre los límites a establecer. Estos documentales de Netflix, HBO, Filmin y RTVE nos invitan a reflexionar sobre ello.

The perfect weapon (2020, HBO). ¿Cuánto pueden llegar a afectarnos los fallos en ciberseguridad? Tanto o más que la destrucción física, por eso las guerras hoy en día se juegan también en esa dimensión. La amenaza es dejarnos sin fondos económicos, dinamitar el funcionamiento de las infraestructuras más básicas o apretar el botón de stop en la operativa de cualquier industria o empresa en cualquier punto del mundo. No es una fantasía, es algo que ya ha ocurrido en un sinfín de lugares auspiciado tanto por gobiernos y servicios secretos, como por delincuentes aventajados en el uso de las nuevas tecnologías.

Posverdad: desinformación y coste de las fake news (2020, HBO). La intensidad, insistencia y eco de las mentiras puede ser tal que no solo oculte la verdad, sino que genere movimientos e iniciativas sociales que atenten contra la integridad y estabilidad de nuestras democracias. La realidad es que la falsedad nunca es producto del error o el desconocimiento, sino que está concienzudamente preparada y transmitida para generar desconcierto y polarización. Un ruido que, mientras entretiene y separa a los que se lo creen y a los que son víctimas de sus ataques verbales y físicos, es utilizado por sus organizadores para asaltar el poder político, mediático y económico.

Sesgo codificado (2020, Netflix). ¿De verdad los algoritmos son justos y neutrales, eficientes y eficaces, objetivos y asertivos? Los hechos nos demuestran que no, que están contagiados de los mismos prejuicios que los seres humanos. A fin de cuentas, son diseñados por personas, lo que hace que su funcionamiento y rendimiento estén teñidos por los mismos filtros, asunciones, inexactitudes y disfunciones que las decisiones humanas. Algo que, por norma, discrimina a quien no cumple el prototipo mayoritario marcado por la raza blanca sobre las demás, la heterosexualidad ante otras orientaciones sexuales u otros aspectos como la edad, el origen étnico o hasta el lugar de residencia. 

El gran hackeo (2019, Netflix). Disección del escándalo de Cambridge Analytics con el que quedaron claras dos cosas. El propósito de Facebook no es facilitar la comunicación entre personas sino obtener el mayor número de datos de sus usuarios y monetizarlos cuanto le sea posible, sin hacer caso a regulaciones ni a planteamientos éticos. Y que Donald Trump se sirvió de ello para manipular, engañar, violentar y radicalizar cuando pudo al electorado norteamericano para ganar las elecciones presidenciales de 2016. La consecuencia, un punto de no retorno del que tomar nota para no dejar que esto se convierta en norma.

El dilema de las redes sociales (2020, Netflix). ¿Cuán espontáneo y orgánico crees que es tu muro de Facebook o Twitter? No tanto como supones. ¿Qué determina lo que ves y en qué orden? Alguien que no eres tú. A partir del análisis de tus interacciones (me gusta, comentarios o click en un link) se te ofrecen contenidos alternativos que tienen como objetivo alimentar tu curiosidad y perpetuarte ante la pantalla o, peor aún, presentarte una visión de los asuntos que te atraen, interesan o preocupan acordes a tus sesgos con el fin de exaltarte o radicalizarte. El riesgo es que acabes teniendo una imagen del mundo no solo falsa, sino enfrentada con quien no la comparta.

I.nmortalidad A.rtificial (2021, Filmin). ¿Te imaginas crear un avatar o un androide que almacene todos tus recuerdos para que el día que no puedas comunicarte, o fallezcas, tu hijos y nietos puedan seguir relacionándose contigo? El punto de partida es registrar nuestras facciones, el tono de nuestra voz y los momentos, impresiones y sensaciones de nuestra biografía a partir de fotografías, vídeos, perfiles sociales y demás. A partir de ahí, la inteligencia artificial las interpretaría de manera que nuestro alter ego digital interactuaría con quien se situara frente a él respondiendo de manera análoga a como lo haríamos nosotros y haciéndole sentir que puede seguir contando con nosotros. Un medio de mantener viva la conexión de las futuras generaciones con su pasado, pero también, quién sabe, un riesgo de que la ciencia ficción en que la máquina supere al hombre, y se haga dueño y señor de su destino, se haga realidad.

Justicia artificial (2022, RTVE). ¿Aceptaríamos ser juzgados por un sistema de inteligencia artificial? ¿Confiamos en que vaya a ser justo y que sepa interpretar no solo la ley sino también el rol que tienen las emociones y las motivaciones -diferenciar entre error, despiste e intención- en su incumplimiento? Cuestiones que se añaden a la duda sobre la imparcialidad de los algoritmos y el desconocimiento de quiénes están tras ellos y los criterios que siguen para su diseño. Sin olvidar un asunto importante, si estos se fundamentan en el análisis del pasado, ¿cómo seríamos capaces de imaginar o visionar escenarios futuros a partir de la experiencia? (Link)

Cryptopia (2020, Filmin). ¿Son las criptomonedas el futuro de nuestras finanzas y la base sobre las que se sustentarán las transacciones económicas en el medio plazo? ¿Quiénes están tras ellas? ¿No supondrán realmente un trasvase de un modelo de regulación establecido por estados a otro controlado por determinadas personas físicas? A su vez, la tecnología blockchain promete descentralizar internet y devolver su control a cada uno de sus usuarios, dejando atrás la etapa de oligopolio de grandes compañías con un modelo de negocio fundamentado en la obtención y monetización de nuestros datos. ¿Utopía o vuelta de tuerca?

“Manipulados: La batalla de Facebook por la dominación mundial” de Sheera Frenkel y Cecilia Kang

Investigación periodística que abarca desde la génesis de la compañía hasta su papel protagonista en la polarización de la opinión pública a nivel mundial. Entrando en el detalle, en los objetivos perseguidos por Marck Zuckerberg, los argumentos utilizados para justificar sus decisiones y las coordenadas políticas en que ha medrado para conseguir sus pretensiones. Un trabajo que nos advierte del extraordinario poder que proporciona la tecnología, sobre todo cuando no es bien gestionada.

El culmen fue el 6 de enero de 2021. Ese día Twitter y Facebook bloquearon las cuentas de Donald Trump. El uso que el presidente saliente de EE.UU. estaba haciendo de las redes sociales era la última muestra de que estas eran utilizadas para un fin completamente opuesto a su publicitada misión social, facilitar la comunicación entre personas de todo el mundo. Quien se suponía el máximo garante de la democracia de la primera potencia se estaba sirviendo de ellas para socavarla. Sin embargo, lo que ocurrió no era algo acotado a una persona, un momento y un lugar. Era la norma de en lo que se había convertido la plataforma Meta, con su marca más conocida a la cabeza, Facebook, y también propietaria de Instagram y Whatsapp. Una herramienta con la que se engaña y manipula, enfrentando y polarizando hasta límites insospechados con consecuencias sistémicas potencialmente irreversibles.

Tal y como Frenkel y Kang exponen en una redacción ordenada, sustentada en hechos públicos y opiniones privadas, era algo que se veía venir por la evolución de su modelo de negocio, las contradicciones entre su proceder y sus supuestas políticas internas y la incapacidad del marco normativo, con la aquiescencia de parte del espectro político, para ponerle coto. Las evidencias eran claras, la manera en que durante años había acumulado datos de sus usuarios valiéndose de los subterfugios de la letra pequeña de su política de privacidad, permitiendo una microsegmentación que después se vendía a cualquier entidad, como los bots rusos que se sirvieron de ella para intervenir en contra de Hillary Clinton en las elecciones presidenciales de 2016.  

De mar de fondo una serie de cuestiones que Zuckerberg y su empresa han utilizado a su favor y que me hacen acudir a otros autores. En primer lugar, la fricción entre la globalidad económica y tecnológica y las fronteras geopolíticas. Tal y como señalaba Eric Hobsbawn, los estados tienen que ser más rápidos y hábiles estableciendo los mecanismos que hagan que el poder que albergan algunas corporaciones con dimensiones planetarias no vaya en contra del interés común. Algo que pasa, sin duda alguna, por revertir la prioridad de la productividad y la maximización de la cuenta de resultados del neoliberalismo que nos gobierna.

A continuación, lo señalado por Frédéric Martel, la diferente aproximación al sector de las autoridades norteamericanas y las europeas. Facebook, Twitter o Google son empresas de contenidos, de generación y transmisión de información, y no solo plataformas tecnológicas, y como tal deben ser reguladas y supervisadas. Quizás sea esta la manera de evitar que se conviertan en el medio con el que consolidar la involución democrática que gobernantes y cargos públicos de distintas partes del mundo, incluida España, están intentando desde hace años, según denunciaba recientemente Anne Applebaum. Presunción con la que coinciden las dos periodistas de The New York Times, responsables de este interesante ensayo.

Manipulados: La batalla de Facebook por la dominación mundial, Sheera Frenkel y Cecilia Kang, 2021, Editorial Debate.

“Arte (in)útil” de Daniel Gasol

Bajo el subtítulo “Sobre cómo el capitalismo desactiva la cultura”, este ensayo expone cómo el funcionamiento del triángulo que conforman instituciones, medios de comunicación y arte es contraproducente para nuestra sociedad. En lugar de estar al servicio de la expresión, la estética y el pensamiento crítico, la creación y la creatividad han sido canibalizadas por el mecanismo de la oferta y la demanda, el espectáculo mediático y la manipulación política.

La segunda aceptación de la RAE define el término “arte” como “manifestación de la actividad humana mediante la cual se interpreta lo real o se plasma lo imaginado con recursos plásticos, lingüísticos o sonoros”. La academia no entra en si el resultado se queda en el ámbito personal del autor o si pasa a ser algo compartido y entonces conocido y, presumiblemente, divulgado y valorado. En lo que supone pasar de una dimensión a otra, de un espacio acotado y restringido a uno social y abierto a la mirada y la opinión de los otros. Sobre todo, en el caso de aquellos que pretenden ganarse la vida con lo que pintan, esculpen, escriben, diseñan o componen.

El fin monetario que esta decisión conlleva -vital para quienes no tienen otros recursos con que llegar a final de mes- hace que entre en juego el mecanismo de la promoción y lo que este trae consigo, como es acceder a las plataformas desde las que dar a conocer lo realizado, los medios de comunicación y los espacios de exhibición. Algo que pasa, necesariamente, por establecer relaciones con las personas que las gestionan o seguir los procedimientos que marcan para que consideren si lo que se les propone se ajusta no solo a sus fines comerciales, formativos e informativos, sino a algo más nuclear, si es “arte”.

Ahí es donde entra de lleno Daniel y explica, poniendo el foco en las artes plásticas, cuán viciado está cuanto rodea a esta cuestión por la mercantilización de todo impulso humano que supone el neoliberalismo. El fin del arte ya no es transmitir belleza o subjetividad, provocar o sugerir, sino que se ha convertido en un medio a través del cual imponer una visión muy concreta de nuestro tiempo. Un medio instrumentalizado tanto por quienes ejercen el poder político como por quienes determinan los mensajes de los medios de comunicación con el fin de consolidar y seguir haciendo crecer el consumismo cortoplacista y el continuo cambio en el que estamos sumidos.

Con un lenguaje académico, pero riguroso y detallista en su análisis, Gasol argumenta cómo lo vivido en las últimas décadas ha sido, más que una evolución artística, una completa intervención en los resortes del arte por parte de quienes han visto en lo creativo un medio con el que enriquecerse aún más y con el que ejercer poder a través del control social. Se ha manipulado hasta el lenguaje, estableciendo categorías como la de arte emergente como etiqueta de lo que se supone actual e innovador, cuando la realidad es que no se le da esa opción, sino que se les exige para comerciar con él.

Un reconocimiento al que se llega con un doble respaldo. Haber sido expuesto en los museos, centros, salas y galerías consideradas como certificadoras de lo que es arte, etiqueta que otorgan a través de sus criterios de programación y selección. Y haber aparecido en los medios de comunicación, altavoces que fijan su importancia y valor en términos casi exclusivamente cuantitativos, cuántos visitantes ha atraído una muestra y qué precios ha alcanzado una pieza en ferias o subastas.

Y entre un punto y otro la cohorte de figuras que ha surgido en torno a los artistas y sus obras como comisarios, críticos, periodistas, programadores y asesores, generadores de una actividad en la que se colocan como filtros con una función también mediatizadora de lo que es arte y determinadora de quién es artista. Por último, el fenómeno que han potenciado las redes sociales con el que se le hace creer a todo ciudadano no solo que él mismo es un artista, un creador, sino también un jurado que decide y valora qué es arte y qué no.   

Arte (in)útil. Sobre cómo el capitalismo desactiva la cultura, Daniel Gasol, 2021, Rayo Verde Editorial.

«La masa enfurecida» de Douglas Murray

“Cómo las políticas de identidad llevaron al mundo a la locura” analiza la manera en que el discurso público de los activismos homosexual, feminista, racial y transexual se ha ido supuestamente de madre, hasta el punto de que los colectivos que dicen defenderlos actúan con la misma intolerancia que aquellos a los que critican. ¿Es así? Un correcto punto de partida, pero un desarrollo el que su autor cae en las mismas simplificaciones que aquellos a los que acusa.

Habrá quien esté de acuerdo y quién no y ambas respuestas encontrarán mil y un ejemplos con los que argumentar su punto de vista. La cuestión doble, como en todo debate, es cuán representativo es el ruido que escuchamos de uno y otro lado, y dónde está el punto medio en el que reconocer lo que hemos progresado y al tiempo asumir lo que nos queda por recorrer para ser una sociedad verdaderamente igualitaria y respetuosa con su diversidad. Interrogantes a las que se podrían añadir otras como en qué medida este debate supone una evolución o una exacerbación del comportamiento de nuestra sociedad; cuáles son las coordenadas, el tono y los puntos de vista en torno a los cuales se ha de desarrollar y cómo se puede reconducir lo que se esté alejando peligrosamente de los lugares de encuentro.

A los que no seguimos la actualidad social, mediática y académica con la exhaustividad y minuciosidad que exige tener una opinión crítica formada, nos faltan estas propuestas en el análisis -entre sociológico y político- de Douglas Murray. Más que una hipótesis argumentada y contrastada hasta llegar a una tesis, su exposición resulta una teoría edificada a base de casos concretos -aunque no por ello despreciables- que no permiten saber cuán frecuentes y significativos son, haciendo de la suya una exposición cercana a la manera en que supuestamente lo hacen aquellos a los que señala.

Su planteamiento es acertado, quedan prejuicios, mitos y falsedades que eliminar y corregir para que la igualdad sea una realidad, y cuanto más cerca estamos de ella más nos damos cuenta de los detalles que aún quedan por reconducir, muchos de ellos subjetividades tan establecidas que se han hecho sistémicas. Cuestiones que antes, con una visión macro, resultaban secundarias, pero ahora, producto de ser las protagonistas, son convertidas por el primer plano con el que son tratadas en la máxima representación de asuntos que quizás debieran ser gestionados con una perspectiva, al contrario de como se hace, más pedagógica que política. Más aún cuando se combina este enfoque con el reduccionismo populista y el ánimo polarizador de nuestro tiempo, a lo que se suman métodos cercanos al totalitarismo como la censura, la práctica de la cancelación o el secretismo de los algoritmos, aprovechando el sobredimensionamiento y la visceralidad que fomentan y transmiten a una velocidad inusitada las redes sociales.

Sin embargo, Murray no va más allá de señalar estos excesos, lo que hace que su exposición caiga en la retórica de la sátira, la hipérbole y la repetición, si proponer cómo reconducirla. Se echa en falta que la contraste con la visión de agentes que sí actúen como él cree que debiera hacerse y al no hacerlo, surge la duda de si realmente tiene una propuesta -más allá de la generalidad liberal de dejar que las cosas encuentren por sí mismas su cauce o hacer de la debilidad, oportunidad, y no seña de identidad- con la que conseguir el propósito de que llegue el día en que nuestras diferencias externas (como el sexo, la orientación sexual, la identidad de género o el color de piel) dejen de ser algo que nos califique, separe y jerarquice.

La masa enfurecida, Douglas Murray, 2020, Ediciones Península.  

10 ensayos de 2021

Reflexión, análisis y testimonio. Sobre el modo en que vivimos hoy en día, los procesos creativos de algunos autores y la conformación del panorama político y social. Premios Nobel, autores consagrados e historiadores reconocidos por todos. Títulos recientes y clásicos del pensamiento.

“La sociedad de la transparencia” de Byung-Chul Han. ¿Somos conscientes de lo que implica este principio de actuación tanto en la esfera pública como en la privada? ¿Estamos dispuestos a asumirlo? ¿Cuáles son sus beneficios y sus riesgos?  ¿Debe tener unos límites? ¿Hemos alcanzado ya ese estadio y no somos conscientes de ello? Este breve, claro y bien expuesto ensayo disecciona nuestro actual modelo de sociedad intentando dar respuesta a estas y a otras interrogantes que debiéramos plantearnos cada día.

“Cultura, culturas y Constitución” de Jesús Prieto de Pedro. Sea como nombre o como adjetivo, en singular o en plural, este término aparece hasta catorce veces en la redacción de nuestra Carta Magna. ¿Qué significado tiene y qué hay tras cada una de esas menciones? ¿Qué papel ocupa en la Ley Fundamental de nuestro Estado de Derecho? Este bien fundamentado ensayo jurídico ayuda a entenderlo gracias a la claridad expositiva y relacional de su análisis.

“Voces de Chernóbil” de Svetlana Alexévich. El previo, el durante y las terribles consecuencias de lo que sucedió aquella madrugada del 26 de abril de 1986 ha sido analizado desde múltiples puntos de vista. Pero la mayoría de esos informes no han considerado a los millares de personas anónimas que vivían en la zona afectada, a los que trabajaron sin descanso para mitigar los efectos de la explosión. Individuos, familias y vecinos engañados, manipulados y amenazados por un sistema ideológico, político y militar que decidió que no existían.

«De qué hablo cuando hablo de correr» de Haruki Murakami. “Escritor (y corredor)” es lo que le gustaría a Murakami que dijera su epitafio cuando llegue el momento de yacer bajo él. Le definiría muy bien. Su talento para la literatura está más que demostrado en sus muchos títulos, sus logros en la segunda dedicación quedan reflejados en este. Un excelente ejercicio de reflexión en el que expone cómo escritura y deporte marcan tanto su personalidad como su biografía, dándole a ambas sentido y coherencia.

“¿Qué es la política?” de Hannah Arendt. Pregunta de tan amplio enfoque como de difícil respuesta, pero siempre presente. Por eso no está de más volver a las reflexiones y planteamientos de esta famosa pensadora, redactadas a mediados del s. XX tras el horror que había vivido el mundo como resultado de la megalomanía de unos pocos, el totalitarismo del que se valieron para imponer sus ideales y la destrucción generada por las aplicaciones bélicas del desarrollo tecnológico.

“Identidad” de Francis Fukuyama. Polarización, populismo, extremismo y nacionalismo son algunos de los términos habituales que escuchamos desde hace tiempo cuando observamos la actualidad política. Sobre todo si nos adentramos en las coordenadas mediáticas y digitales que parecen haberse convertido en el ágora de lo público en detrimento de los lugares tradicionales. Tras todo ello, la necesidad de reivindicarse ensalzando una identidad más frentista que definitoria con fines dudosamente democráticos.

“El ocaso de la democracia” de Anne Applebaum. La Historia no es una narración lineal como habíamos creído. Es más, puede incluso repetirse como parece que estamos viviendo. ¿Qué ha hecho que después del horror bélico de décadas atrás volvamos a escuchar discursos similares a los que precedieron a aquel desastre? Este ensayo acude a la psicología, a la constatación de la complacencia institucional y a las evidencias de manipulación orquestada para darnos respuesta.

“Guerra y paz en el siglo XXI” de Eric Hobsbawm. Nueve breves ensayos y transcripciones de conferencias datados entre los años 2000 y 2006 en los que este historiador explica cómo la transformación que el mundo inició en 1989 con la caída del muro de Berlín y la posterior desintegración de la URSS no estaba dando lugar a los resultados esperados. Una mirada atrás que demuestra -constatando lo sucedido desde entonces- que hay pensadores que son capaces de dilucidar, argumentar y exponer hacia dónde vamos.

“La muerte del artista” de William Deresiewicz. Los escritores, músicos, pintores y cineastas también tienen que llegar a final de mes. Pero las circunstancias actuales no se lo ponen nada fácil. La mayor parte de la sociedad da por hecho el casi todo gratis que han traído internet, las redes sociales y la piratería. Los estudios universitarios adolecen de estar coordinados con la realidad que se encontrarán los que decidan formarse en este sistema. Y qué decir del coste de la vida en las ciudades en que bulle la escena artística.

«Algo va mal» de Tony Judt. Han pasado diez años desde que leyéramos por primera vez este análisis de la realidad social, política y económica del mundo occidental. Un diagnóstico certero de la desigualdad generada por tres décadas de un imperante y arrollador neoliberalismo y una silente y desorientada socialdemocracia. Una redacción inteligente, profunda y argumentada que advirtió sobre lo que estaba ocurriendo y dio en el blanco con sus posibles consecuencias.