Haruki Murakami te atrapa con una historia donde los personajes van y vienen en círculos, confluyendo en una narración que te deslumbra cada vez que hay un quiebro, algo nuevo. No puedes prever qué va a pasar, ese es su encanto, el esteticismo de la puesta en escena de escenarios, acontecimientos y conversaciones constituye su esencia. Sin embargo, parece que su cenit se le adelanta y cuando te tiene en su cúspide, la evolución narrativa de la historia deja su paso a un lirismo en el que ya no hay avance tangible de la historia, sino que lo que hasta entonces la había adjetivado se hace nominal con un extremado lirismo. Así se llega a una resolución en la que lo que es o era, se convierte en variantes de creer y parecer. La nebulosa que te envolvió durante la lectura se hace nebulosa en la interpretación que tu mente hace de lo leído. ¿Maestría o resolución sin más de «Kafka en la orilla»?
(imagen tomada de amazon.es)
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