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“El liberalismo y sus desencantados” de Francis Fukuyama

Cómo hemos llegado hasta el actual momento político, social y económico en lo global y en lo local. Análisis, hipótesis y propuestas expuestas con sencillez, argumentadas con claridad y advirtiendo del reto que suponen y los riesgos que conllevaría no actuar. Una propuesta que considerar para hacer frente a la amalgama de falta de autocrítica y de límites, de egoísmo, vanidad e insensibilidad de buena parte del mundo actual.

Cayó el muro de Berlín y se desintegró la URSS. La democracia liberal llegó al este europeo y la globalización se extendió por todo el mundo. Parecía que habíamos llegado a lo que Francis Fukuyama denominó en 1992 El fin de la historia. Habíamos conseguido un sistema y unas reglas básicas con las que gobernarnos, relacionarnos y administrarnos a través de estados que funcionaban con principios similares y que, tal y como habían demostrado en el mundo occidental las décadas anteriores, aportaban grandes beneficios a sus ciudadanos. Sin embargo, la realidad nos ha demostrado no solo que las tres décadas transcurridas desde entonces no solo no han cumplido aquellas expectativas -los regímenes de partido único y las democracias iliberales siguen siendo tan o más fuertes que entonces-, sino que ya llevaban imbuidas dentro de sí la semilla de la desigualdad y, por tanto, de la injusticia, la manipulación y el desgobierno.

Fukuyama señala los factores que, según él, nos han llevado hasta este hoy desde el que la mirada al pasado más reciente arroja un resultado tan claro. Al igual que otros historiadores como Hobsbawm o Judt, sitúa el punto de inflexión en el neoliberalismo que pusieron en marcha Reagan y Thatcher, en su denostación del papel regulatorio y administrativo del estado y su convicción de que el libre hacer de las empresas sería suficiente para impulsar el desarrollo de un país. Principios que complementaron con la desatención de lo social porque, según ellos, esto generaba una relación parasitaria entre lo público y determinadas capas de la población que no se responsabilizan de su situación y pretendían vivir de los impuestos que pagaban otros.

Súmese los avances tecnológicos y la globalización que trajeron la desregulación y la multiplicación de los movimientos de capitales, servicios y productos. Muchos trabajadores vieron cómo eran sustituidos por máquinas y personas que vivían a cientos o miles de kilómetros y que, por sus bajos salarios y menores derechos laborales, resultaban mucho más baratos para quienes recurrían a ellos. De manera paralela, la facilitación de los desplazamientos llevó a los países del primer mundo habitantes de otros menos afortunados buscando oportunidades que allí no tenían. Personas dispuestas a vivir en los márgenes, aceptando condiciones ilegales y no quedándoles otras que dejarse explotar. Carne de cañón para los populismos xenófobos y nacionalistas que les acusan a ellos, y no a quienes les maltratan, de la degradación de nuestra supuesta identidad, historia y valores nacionales. Asunto que este politólogo ya había analizado expresamente en un ensayo anterior, Identidad (2019).

Profundizando en lo tecnológico, Francis señala cómo esta dimensión ha revolucionado la manera en que nos informamos y comunicamos. Apunta varias claves: la instantaneidad que impide la reflexión y acentúa las respuestas viscerales, la saturación de fuentes y portavoces que dificulta la fijación de referentes creíbles, la conversión y surgimiento de muchos medios de comunicación deudores de quienes sostienen sus cuentas, y la búsqueda neurótica de la constatación y la autoafirmación que niega el contraste y el debate. Compleméntese ello -coincidiendo con lo expuesto por Byung-Chul Han en La sociedad de la transparencia (2012)- con la negación a la evolución del pensamiento y a los espacios y tiempos reservados para la libre formulación de ideas y planteamientos que suponen el uso absolutista y censor que se hace de los registros que generan las grabaciones y conversaciones mantenidas vía aplicaciones de mensajería instantánea, o de lo que publicamos en redes sociales. Así es como hemos dado vía libre a las fake news, al enraizamiento de la polarización y a la vulgarización de la cultura de la cancelación.

Por último, y no menos importante, la evolución que, a su juicio, ha tomado el análisis de la desigualdad. De constatar cómo esta afectaba más a un sexo que a otro, a personas de unas razas, orígenes, creencias religiosas u orientaciones sexuales que otras, a hacer de estas características no solo un elemento que define y agrupa a quienes son señalados y castigados por su diferencia, sino una categoría empoderadora que observa y analiza la realidad -presente y pasada- a través de ese filtro yendo más allá, por tanto, de políticas específicas y prácticas de necesaria discriminación positiva en determinadas circunstancias y contextos.

Fukuyama propone volver a la esencia del liberalismo para corregir esta situación y evitar desmanes como los de Trump y otros sobre los que piensa de manera similar a Anne Applebaum. Libertad sí, pero entendiendo que la de uno acaba donde comienza la del otro. Que solo es posible si convivimos formando parte de una sociedad, y que esta ha de estar regulada y supervisada por una estructura administrativa, judicial, legislativa y judicial que ha de tener como máxima la evitación de cualquier forma de desigualdad. Asunto capital que exige tener acceso a las mismas oportunidades y no verse condenado a sobrevivir sin posibilidad alguna de progresar y desarrollarse como sí lo hacen otros.

El liberalismo y sus desencantados, Francis Fukuyama, 2022, Editorial Deusto.

10 novelas de 2022

Títulos póstumos y otros escritos décadas atrás. Autores que no conocía y consagrados a los que vuelvo. Fantasías que coquetean con el periodismo e intrigas que juegan a lo cinematográfico. Atmósferas frías y corazones que claman por ser calefactados. Dramas hondos y penosos, anclados en la realidad, y comedias disparatadas que se recrean en la metaliteratura. También historias cortas en las que se complementan texto e ilustración.

«Léxico familiar» de Natalia Ginzburg. Echar la mirada atrás y comprobar a través de los recuerdos quién hemos sido, qué sucedió y cómo lo vivimos, así como quiénes nos acompañaron en cada momento. Un relato que abarca varias décadas en las que la protagonista pasa de ser una niña a una mujer madura y de una Italia entre guerras que cae en el foso del fascismo para levantarse tras la II Guerra Mundial. Un punto de vista dotado de un auténtico –pero también monótono- aquí y ahora, sin la edición de quien pretende recrear o reconstruir lo vivido.

“La señora March” de Virginia Feito. Un personaje genuino y una narración de lo más perspicaz con un tono en el que confluyen el drama psicológico, la tensión estresante y el horror gótico. Una historia auténtica que avanza desde su primera página con un sostenido fuego lento sorprendiendo e impactando por su capacidad de conseguir una y otra vez nuevas aristas en la personalidad y actuación de su protagonista.

«Obra maestra» de Juan Tallón. Narración caleidoscópica en la que, a partir de lo inconcebible, su autor conforma un fresco sobre la génesis y el sentido del arte, la formación y evolución de los artistas y el propósito y la burocracia de las instituciones que les rodean. Múltiples registros y un ingente trabajo de documentación, combinando ficción y realidad, con los que crea una atmósfera absorbente primero, fascinante después.

«Una habitación con vistas» de E.M. Forster. Florencia es la ciudad del éxtasis, pero no solo por su belleza artística, sino también por los impulsos amorosos que acoge en sus calles. Un lugar habitado por un espíritu de exquisitez y sensibilidad que se materializa en la manera en que el narrador de esta novela cuenta lo que ve, opina sobre ello y nos traslada a través de sus diálogos las correcciones sociales y la psicología individual de cada uno de sus personajes.

“Lo que pasa de noche” de Peter Cameron. Narración, personajes e historia tan fríos como desconcertantes en su actuación, expresión y descripción. Coordenadas de un mundo a caballo entre el realismo y la distopía en el que lo creíble no tiene porqué coincidir con lo verosímil ni lo posible con lo demostrable. Una prosa que inquieta por su aspereza, pero que, una vez dentro, atrapa por su capacidad para generar una vivencia tan espiritual como sensorial.

“Small g: un idilio de verano” de Patricia Highsmith. Damos por hecho que las ciudades suizas son el páramo de la tranquilidad social, la cordialidad vecinal y la práctica de las buenas formas. Una imagen real, pero también un entorno en el que las filias y las fobias, los desafectos y las carencias dan lugar a situaciones complicadas, relaciones difíciles y hasta a hechos delictivos como los de esta hipnótica novela con una atmósfera sin ambigüedades, unos personajes tan anodinos como peculiares y un homicidio como punto de partida.

“El que es digno de ser amado” de Abdelá Taia. Cuatro cartas a lo largo de 25 años escritas en otros tantos momentos vitales, puntos de inflexión en la vida de Ahmed. Un viaje epistolar desde su adolescencia familiar en su Salé natal hasta su residencia en el París más acomodado. Una redacción árida, más cercana a un atestado psicológico que a una expresión y liberación emocional de un dolor tan hondo como difícil de describir.

“Alguien se despierta a medianoche” de Miguel Navia y Óscar Esquivias. Las historias y personajes de la Biblia son tan universales que bien podrían haber tenido lugar en nuestro presente y en las ciudades en las que vivimos. Más que reinterpretaciones de textos sagrados, las narraciones, apuntes e ilustraciones de este “Libro de los Profetas” resultan ser el camino contrario, al llevarnos de lo profano y mundano de nuestra cotidianidad a lo divino que hay, o podría haber, en nosotros.

“Todo va a mejorar” de Almudena Grandes. Novela que nos permite conocer el proceso de creación de su autora al llegarnos una versión inconclusa de la misma. Narración con la que nos ofrece un registro diferente de sí misma, supone el futuro en lugar de reflejar el presente o descubrir el pasado. Argumento con el que expone su visión de los riesgos que corre nuestra sociedad y las consecuencias que esto supondría tanto para nuestros derechos como para nuestro modelo de convivencia.

“Mi dueño y mi señor” de François-Henri Désérable. Literatura que juega a la metaliteratura con sus personajes y tramas en una narración que se mira en el espejo de la historia de las letras francesas. Escritura moderna y hábil, continuadora y consecuencia de la tradición a la par que juega con acierto e ingenio con la libertad formal y la ligereza con que se considera a sí misma. Lectura sugerente con la que descubrir y conocer, y también dejarse atrapar y sorprender.

“Todo va a mejorar” de Almudena Grandes

Novela que nos permite conocer el proceso de creación de su autora al llegarnos una versión inconclusa de la misma. Narración con la que nos ofrece un registro diferente de sí misma, supone el futuro en lugar de reflejar el presente o descubrir el pasado. Argumento con el que expone su visión de los riesgos que corre nuestra sociedad y las consecuencias que esto supondría tanto para nuestros derechos como para nuestro modelo de convivencia.

Cuando en marzo de 2020 el presente tornó en distopía por causa del estallido de la pandemia de la COVID19, el futuro explotó. Si siempre está por concretar cuándo y cómo será, pero dentro de unos escenarios más o menos previsibles, estos quedaron superados por cuanto podíamos imaginar. Hubo quien recurrió a la literatura o al cine para elucubrar, pero Almudena Grandes (1960-2021) hizo algo más interesante y valioso, partir de la actualidad. Si a lo largo de toda su carrera, y tomando como base su vocación y formación como historiadora, había analizado el presente y el pasado en sus novelas (he ahí Los besos en el pan y los Episodios de una guerra interminable), cuentos (Estaciones de paso) y artículos (como los recopilados en La herida perpetua), en ese momento se fijó en el interlineado, los dobles sentidos y los enunciados que albergan más allá de los titulares determinados discursos políticos, económicos y sociales que dicen promover la libertad, la riqueza y el progreso mientras generan desigualdad, precariedad e injusticia.

A partir de lo que estaba sucediendo (estado de alarma, confinamiento e incertidumbre total sobre lo que ocurría y cómo resolverlo), y tomando como filtro su siempre claro posicionamiento ideológico, Almudena supuso qué deriva podía tomar la situación si esos actores, deseosos no de gobernar, sino de ostentar el poder única y exclusivamente en beneficio propio, se hacían con el control de las instituciones manipulando y mintiendo, apoyándose en el populismo y la corrupción.

Con esa premisa dibuja un escenario general, que implica a toda la sociedad española, y lo concreta en una serie de personajes con los que muestra cuál sería el resultado en términos de seguridad, censura mediática o falta de libertad de expresión y movimiento, y en ámbitos como la justicia, el comercio, el trabajo o el ocio. Un mapa narrativo tan amplio y completo, bien trazado y conectado, fundamentado y casi concluido como suele ser habitual en ella.

Y digo casi porque es sabido que el destino no le dejó escribir, pero sí bocetar en sus cuadernos, el último capítulo y haber revisado el conjunto resultante. Aun así, la lectura de Todo va a mejorar resulta consistente, entretenida y adictiva. Nos deja con la duda de si, de haber podido trabajarla tal y como esperaba hacerlo, hubiera permanecido como la buena novela que es o alcanzado la categoría de sobresaliente a la que nos tenía acostumbrados desde hace tanto tiempo. Duda que concreto en su construcción de la línea temporal, no siempre explicitada y que hace que las atmósferas emocionales oculten el ordenamiento cronológico que ella presuponía para el devenir de un país regido por los principios del Movimiento Ciudadano Soluciones Ya. La segunda interrogante es, y ya que el futuro no se puede documentar, si hubiera pulido todo lo referente a soluciones y elementos tecnológicos para ir más allá de una redacción, a este respecto, enfocada a solventar su funcionalidad argumental. 

Todo va a mejorar, Almudena Grandes, 2022, Tusquets Editores.

10 ensayos de 2021

Reflexión, análisis y testimonio. Sobre el modo en que vivimos hoy en día, los procesos creativos de algunos autores y la conformación del panorama político y social. Premios Nobel, autores consagrados e historiadores reconocidos por todos. Títulos recientes y clásicos del pensamiento.

“La sociedad de la transparencia” de Byung-Chul Han. ¿Somos conscientes de lo que implica este principio de actuación tanto en la esfera pública como en la privada? ¿Estamos dispuestos a asumirlo? ¿Cuáles son sus beneficios y sus riesgos?  ¿Debe tener unos límites? ¿Hemos alcanzado ya ese estadio y no somos conscientes de ello? Este breve, claro y bien expuesto ensayo disecciona nuestro actual modelo de sociedad intentando dar respuesta a estas y a otras interrogantes que debiéramos plantearnos cada día.

“Cultura, culturas y Constitución” de Jesús Prieto de Pedro. Sea como nombre o como adjetivo, en singular o en plural, este término aparece hasta catorce veces en la redacción de nuestra Carta Magna. ¿Qué significado tiene y qué hay tras cada una de esas menciones? ¿Qué papel ocupa en la Ley Fundamental de nuestro Estado de Derecho? Este bien fundamentado ensayo jurídico ayuda a entenderlo gracias a la claridad expositiva y relacional de su análisis.

“Voces de Chernóbil” de Svetlana Alexévich. El previo, el durante y las terribles consecuencias de lo que sucedió aquella madrugada del 26 de abril de 1986 ha sido analizado desde múltiples puntos de vista. Pero la mayoría de esos informes no han considerado a los millares de personas anónimas que vivían en la zona afectada, a los que trabajaron sin descanso para mitigar los efectos de la explosión. Individuos, familias y vecinos engañados, manipulados y amenazados por un sistema ideológico, político y militar que decidió que no existían.

«De qué hablo cuando hablo de correr» de Haruki Murakami. “Escritor (y corredor)” es lo que le gustaría a Murakami que dijera su epitafio cuando llegue el momento de yacer bajo él. Le definiría muy bien. Su talento para la literatura está más que demostrado en sus muchos títulos, sus logros en la segunda dedicación quedan reflejados en este. Un excelente ejercicio de reflexión en el que expone cómo escritura y deporte marcan tanto su personalidad como su biografía, dándole a ambas sentido y coherencia.

“¿Qué es la política?” de Hannah Arendt. Pregunta de tan amplio enfoque como de difícil respuesta, pero siempre presente. Por eso no está de más volver a las reflexiones y planteamientos de esta famosa pensadora, redactadas a mediados del s. XX tras el horror que había vivido el mundo como resultado de la megalomanía de unos pocos, el totalitarismo del que se valieron para imponer sus ideales y la destrucción generada por las aplicaciones bélicas del desarrollo tecnológico.

“Identidad” de Francis Fukuyama. Polarización, populismo, extremismo y nacionalismo son algunos de los términos habituales que escuchamos desde hace tiempo cuando observamos la actualidad política. Sobre todo si nos adentramos en las coordenadas mediáticas y digitales que parecen haberse convertido en el ágora de lo público en detrimento de los lugares tradicionales. Tras todo ello, la necesidad de reivindicarse ensalzando una identidad más frentista que definitoria con fines dudosamente democráticos.

“El ocaso de la democracia” de Anne Applebaum. La Historia no es una narración lineal como habíamos creído. Es más, puede incluso repetirse como parece que estamos viviendo. ¿Qué ha hecho que después del horror bélico de décadas atrás volvamos a escuchar discursos similares a los que precedieron a aquel desastre? Este ensayo acude a la psicología, a la constatación de la complacencia institucional y a las evidencias de manipulación orquestada para darnos respuesta.

“Guerra y paz en el siglo XXI” de Eric Hobsbawm. Nueve breves ensayos y transcripciones de conferencias datados entre los años 2000 y 2006 en los que este historiador explica cómo la transformación que el mundo inició en 1989 con la caída del muro de Berlín y la posterior desintegración de la URSS no estaba dando lugar a los resultados esperados. Una mirada atrás que demuestra -constatando lo sucedido desde entonces- que hay pensadores que son capaces de dilucidar, argumentar y exponer hacia dónde vamos.

“La muerte del artista” de William Deresiewicz. Los escritores, músicos, pintores y cineastas también tienen que llegar a final de mes. Pero las circunstancias actuales no se lo ponen nada fácil. La mayor parte de la sociedad da por hecho el casi todo gratis que han traído internet, las redes sociales y la piratería. Los estudios universitarios adolecen de estar coordinados con la realidad que se encontrarán los que decidan formarse en este sistema. Y qué decir del coste de la vida en las ciudades en que bulle la escena artística.

«Algo va mal» de Tony Judt. Han pasado diez años desde que leyéramos por primera vez este análisis de la realidad social, política y económica del mundo occidental. Un diagnóstico certero de la desigualdad generada por tres décadas de un imperante y arrollador neoliberalismo y una silente y desorientada socialdemocracia. Una redacción inteligente, profunda y argumentada que advirtió sobre lo que estaba ocurriendo y dio en el blanco con sus posibles consecuencias.

“Identidad” de Francis Fukuyama

Polarización, populismo, extremismo y nacionalismo son algunos de los términos habituales que escuchamos desde hace tiempo cuando observamos la actualidad política. Sobre todo si nos adentramos en las coordenadas mediáticas y digitales que parecen haberse convertido en el ágora de lo público en detrimento de los lugares tradicionales. Tras todo ello, la necesidad de reivindicarse ensalzando una identidad más frentista que definitoria con fines dudosamente democráticos.

Donald Trump, Vladimir Putin, Jair Bolsonaro, Viktor Orban,… mandatarios internacionales recientes y actuales que apelan una y otra vez a la cultura e identidad de su nación. Pero no solo ellos. He ahí el movimiento independentista catalán, el Brexit o la imagen tras la que se escudan los mecanismos del partido único chino. ¿Qué hay tras todo ello? ¿Cuánto es natural y cuánto artificio? ¿Y qué hace que tantas personas se identifiquen con esos supuestos valores y narrativas? Fukuyama ofrece una doble respuesta, una más psicológica, ego y resentimiento. Y otra más económica, la gran crisis que para mucha población ha supuesto verse sobrepasada por alguna o varias de las consecuencias del espectacular desarrollo de la globalización.

Una visión a la que une el análisis histórico desde una perspectiva filosófica para entender a qué nos referimos con el término identidad. En su génesis está el hecho de tomar conciencia de uno mismo, de ser alguien diferente a los demás y que busca ser valorado y apreciado tanto por los que considera semejantes como especialmente por aquellos que están más arriba en la escala jerárquica. En esta línea señala que Lutero ya indicó en el s. XVI que los fieles no necesitan la institución católica para estar en contacto con Dios, como la Revolución Francesa tomó como estandarte en 1789 la igualdad de todos los individuos frente a los desmanes de las élites y la manera en que la revolución industrial del s. XIX fijó lo material -y todo a lo que esto da acceso- como prisma que articula el prestigio y la reputación en la sociedad a la que dio pie.

Ya más cerca de nuestro presente pone el foco en cómo el neoliberalismo ha traído consigo desde 1980 la progresiva delgadez del estado del bienestar, a la par que la globalización ha venido acompañada de una progresión tecnológica inimaginable poco tiempo atrás. Ambas tendencias han hecho que muchos países se hayan sentido nuevamente colonizados y las desigualdades entre los que más y los que menos tienen en casi todo el mundo se hayan hecho más patentes aún. En el lado positivo hay que señalar los grandes logros sociales que se han conseguido, sobre todo en el reconocimiento de la diversidad. Primero fue la integración de la mujer, después las reivindicaciones hicieron que el racismo y la lgtbifobia dejaran de ser legales o alegales en muchos países, la inmigración trajo consigo la vecindad con personas de otras razas, culturas y lenguas…

Pero todo esto ha generado una combinación explosiva. Muchos de los que alcanzaron y consolidaron el estatus de clase media en la segunda parte del siglo XX ven que lo están perdiendo y que los políticos socialdemócratas que antes le apoyaban abiertamente ahora centran su atención en otros colectivos más específicos. A los que a miles de kilómetros de nosotros confiaban en iniciar su propio proyecto personal por sí mismos, sin metrópoli de la que estar pendientes, no solo les fue imposible allí donde nacieron, sino también donde fueron a buscarlo al ser tolerados, pero no integrados. Valga como muestra el no haber dado oportunidades laborales a sus hijos, lo que les hace sentir doblemente fuera de lugar.

Una insatisfacción de la que se han nutrido grupos y dirigentes extremistas para hacerse con el poder o instalarse en posiciones de influencia. Ya sean terroristas bajo excusa religiosa, ya partidos y responsables políticos que exaltan unos presuntos valores nacionales y articuladores de la convivencia en supuesto riesgo de desaparición por elementos amenazantes que hasta hace nada eran bien vistos como el proyecto de la Unión Europea o que suponían una bocanada de esperanza como lo fue la primavera árabe para sirios, libios o egipcios.

Frente a este diagnóstico, ¿qué y cómo hacer? Entre otras opciones, Fukuyama propone en La demanda de dignidad y las políticas de resentimiento ir a la esencia de la democracia liberal en la que vivimos y darla a conocer una y otra vez, tanto por la vía de la palabra como de los hechos. No solo desmintiendo los discursos mentirosos y manipuladores, sino poniendo en práctica políticas que demuestren abiertamente las virtudes, ventajas y posibilidades del sistema teórico de gobierno que se inició hace más de dos siglos, que se consolidó en Occidente tras la II Guerra Mundial y que desde entonces fue poco a poco extendiéndose a otras regiones. Esto requiere diálogo y cambios normativos, organizativos y económicos, estadistas capaces de modular las aspiraciones de los grupos de presión de sus propios países y de coordinarse con otros líderes internacionales a nivel supranacional para hacer un frente común. ¿Será posible? ¿Lo llegaremos a ver?

Identidad, Francis Fukuyama, 2019, Editorial Deusto.

“¿Qué es la política?” de Hannah Arendt

Pregunta de tan amplio enfoque como de difícil respuesta, pero siempre presente. Por eso no está de más volver a las reflexiones y planteamientos de esta famosa pensadora, redactadas a mediados del s. XX tras el horror que había vivido el mundo como resultado de la megalomanía de unos pocos, el totalitarismo del que se valieron para imponer sus ideales y la destrucción generada por las aplicaciones bélicas del desarrollo tecnológico.

Este volumen no existió como tal en vida de Arendt, nunca llegó a completarlo, pero lo que dejó redactado nos sirve para reflexionar sobre el punto de vista que aplicó en su mirada hacia el pasado, chequear qué ha sucedido en las décadas transcurridas desde entonces y cuánto de su planteamiento sigue vigente hoy en día. Tarea nada sencilla, que exige de una mente clarividente y cultivada, con un acervo intelectual y académico tan ingente como el suyo, pero de la que se pueden extraer y destilar ideas, conceptos y planteamientos que, de ser trabajados y aplicados en el debate diario, seguro que harían mejorar el nivel, las propuestas y los logros de muchos de los políticos actuales.

En primer lugar, y como punto de partida, señalar su distinción entre filosofía y política. Hannah considera la primera como un ejercicio individual e introspectivo, resultado de la reflexión sobre la relación que tiene uno mismo con todo aquello con lo que convive. La segunda, en cambio, trata sobre lo que existe entre los hombres. Solo es posible cuando hay interacción, un movimiento que más que suma es, sobre todo, acción y confrontación de puntos de vista, opiniones y criterios diferentes. Una participación que requiere contar con unas normas -leyes- que marquen los límites y que hagan que dicho dinamismo sea enriquecedor y no germen de imposición, con todas las derivadas que esta conlleva.

Y como no podía ser de otra manera, interrogarse sobre la política exige retrotraernos hasta la cultura helenística y el concepto de la polis ateniense, en la que la dedicación a este asunto estaba restringido a los hombres libres -necesitados para ello de esclavos que se encargaran de sus otras tareas- y a los límites físicos de sus fronteras. Fuera de estas, la política no se basaba en el encuentro y el debate, sino en conflictos violentos con los que defender el status quo propio ante la amenaza de la imposición de los otros. Aunque también es cierto que la violencia podía tener lugar dentro de su territorio si alguien se hacía con el poder y el control de los suyos de forma tiránica.

Estas dos dimensiones, la de cuántos de los nacidos le dan forma a la política y hasta dónde llega su influencia, han determinado su devenir a lo largo de la historia y la geografía de nuestras civilizaciones, culturas y sociedades. En ese mirar hacia atrás, Arendt hace hincapié en la elaboración del relato utilizando ejemplos como la narración de la Guerra de Troya por Homero, pasa por el imperio romano, el cristianismo y las revoluciones americana y francesa del s.XVIII hasta llegar a la primera mitad del s. XX.

Aunque el uso de la violencia haya sido algo siempre cruel, la II Guerra Mundial supuso su abandono como medio extremo de la política para, valiéndose de los logros de la ciencia y el desarrollo industrial, convertirse en un fin en sí mismo con el que conseguir la aniquilación física y cultural del otro. Su exterminación tenía como fin destruir una parte del mundo y, por tanto, del conjunto y equilibrio de la humanidad. Esto supuso que la violencia dejara de ser una deriva de la política, para resultar anterior y base de esta, con el riesgo que esto conllevaba para el hipotético futuro orden mundial.

Una escalada que en el momento de la escritura de este proyecto seguía en punto álgido con la Guerra Fría en Europa, las guerras por la independencia de muchas de las grandes colonias europeas en África y Asía, así como el inicio del conflicto árabe-israelí tras la fundación de este Estado en 1948. Asuntos en el origen de la actual configuración global y que nos llevan a interrogarnos sobre el rol que la política y la violencia han jugado tanto en ellos como en otros muchos desde entonces, y a pensar qué propondría la después autora de Eichmann en Jerusalem (1963) para ser capaces de renunciar por siempre a la violencia y la destrucción y optar por resolver los conflictos por la vía de la diplomacia, el diálogo y la negociación.  

¿Qué es la política?, Hannah Arendt, 1956-1959 (editado en 1997), Editorial Paidós.