Miles de ancianos murieron en las residencias de mayores durante la primera ola del COVID-19 en marzo y abril de 2020. Especialmente en Madrid y Cataluña. La versión oficial dice que fue inevitable. La realidad, en cambio, es tozuda y no dejan de surgir datos y documentos que evidencian que no se hizo cuanto estuvo al alcance de quienes nos gobernaban. Este libro, combinación de diario político e institucional y hemeroteca, es una muestra de ello.
En el año 2020 la mortalidad en Madrid se disparó un 44% y la edad media de sus residentes descendió 3,5 años. Cifras que la señalan como la región de Europa que peor gestionó la pandemia. Aun así, el gobierno de la Puerta del Sol, con su presidenta a la cabeza, no dejó de decir que lo estaba haciendo de manera excelente gracias a su diseño de planes eficientes, implantación de medidas innovadoras y ejecución de acciones que asombraban al mundo. Mensajes, propaganda y comunicación que se daban de bruces con los hechos y hacían sospechar, a los comprometidos con la objetividad y la transparencia, que se estaban ocultando unas cuantas verdades. Ese es el propósito de Alberto Reyero con Morirán de forma indigna.
Un testimonio que merece la pena conocer por estar contado desde dentro. Reyero era el Consejero de Políticas Sociales de ese gobierno resultado de una coalición entre el Partido Popular y Ciudadanos, partido al que él pertenecía. Aparentemente, nadie sabía mejor que él qué estaba ocurriendo en las residencias, con qué recursos contaban y qué ayuda se les ofreció desde la institución de cuyo consejo de gobierno él formaba parte. Su relato confirma lo que ya sabíamos: una situación previa deficiente por la desatención de todo lo social desde hacía años del gobierno regional, titular de las competencias de regular y prestar dichos servicios a los madrileños; y un presente para el que no se estaba preparado.
Un escenario en el que se reaccionó sin atender a los principios de la democracia, negando la realidad y a quienes la sufrían, culpando y acusando a quien defendía otros colores políticos y hostigando e intimidando a quienes, de entre los suyos, no se erigían en portavoces y defensores de la narración formateada, según las necesidades de cada momento, en determinados despachos. Morirán de forma indigna demuestra -con extractos de comparecencias, correos electrónicos, fragmentos de entrevistas radiofónicas y televisivas, así como entrecomillados periodísticos- que no hubo residencias medicalizadas, que se distribuyeron procedimientos que negaban la asistencia hospitalaria a los más frágiles, que la mentira fue la norma en las comparecencias públicas y que la intoxicación mediática fue continua.
La claridad, orden y documentación de su exposición no dejan duda alguna de la vivencia y la posición entonces y ahora, frente a lo sucedido, de Alberto Reyero. Se entiende que solo quiere plasmar sobre el papel aquello que tiene tras de sí un registro, pero se echa en falta que no entre en asuntos como el porqué de la soledad en la que le dejó su partido o porqué éste no se manifestó públicamente en favor de sus postulados. No basta solo con acusar al culpable, también hay que señalar a los que, de una u otra manera, tienen tras de sí la sombra de la complicidad.
Teniendo en cuenta cuanto ha ocurrido, o no, desde entonces, la conclusión que se extrae de la lectura de Morirán de forma indigna es una doble interrogante. Cuándo se reconocerá la verdad de lo que sucedió y cómo lo pagarán sus responsables. Y de paso, porqué buena parte de nuestra sociedad fue y es tan pasiva ante esas muertes, evasiva ante los hechos que las provocaron y condescendiente con quienes -sin atender a la ética ni, quizás, a la legalidad- tomaron las decisiones que las ocasionaron.
Morirán de forma indigna, Alberto Reyero Zubiri, 2022, Libros del K.O.
La digitalización no es solo hacerlo todo vía internet ni servirse de la tecnología para reducir plazos y aumentar productividades. Ese es solo el punto de partida para entrar en otra dimensión de nuevas posibilidades y logros que den la vuelta completamente tanto a nuestras vidas como a nuestro modelo de país y de sociedad. Un ensayo claro que ofrece una visión amplia que tomar como referencia y una propuesta de cómo afrontar este que considerar como guía.
El mundo actual cambia a velocidad de vértigo. No nos da tiempo a actualizarnos. Nos quedamos anticuados sin ni siquiera haber disfrutado de lo que creíamos puntero. ¿Qué está pasando? Que las nuevas tecnologías de la información y el conocimiento están cada día más presentes en las distintas áreas de nuestra vida y de una manera más profunda, tanto que ya es imposible tener una imagen única de hasta dónde llegan. Aún hay ámbitos fuera de su intervención, pero solo de manera relativa, al menos en las coordenadas occidentales a las que pertenecemos como habitantes de uno de los países más punteros y desarrollados.
España es uno de los países con mayor potencial para aprovechar esta revolución, la 14 del mundo con mayor PIB o el 27 si se considera la renta nacional bruta. Pero para conseguirlo ha de afrontar una serie de importantes retos, tomarnos más en serio cuanto tiene que ver con la investigación y el desarrollo, con mirar más allá del corto plazo, tal y como expone quien fuera director de Google en España, Portugal y Oriente Medio y Yahoo! Europa.
Rodríguez Zapatero escribe con conocimiento de causa, tras esos cargos fundó la escuela de negocio ISDI que hoy preside, y por eso hay que considerar la hoja de ruta que propone. Un camino en el que aúna tecnología, gestión pública y privada, educación y marco jurídico. Y junto a ello habilidades como visión, proactividad, liderazgo y empatía. La inteligencia artificial, el big data y el blockchain son mucho más que medios con los que conseguir funcionalidades hasta ahora restringidas o no materializadas. Su transversalidad y su capacidad de ser aplicadas a todo tipo de procesos, actividades y sectores hacen que los sistemas de administración por los que nos hemos regido en lo financiero, lo sanitario o lo medioambiental estén a punto de saltar por los aires. Algo que, a juicio a Javier, es inminente y de lo que parece que aún no somos plenamente conscientes.
Un devenir inevitable en la globalidad en la que vivimos, un destino al que, si no llegamos a la par que las naciones que ya están en vía de alcanzarlo o ahí instaladas -como es el caso de Estonia, Singapur o Corea del Sur-, no solo nos quedaremos tras ellas, sino que veremos como perdemos calidad de vida de un modo integral. Para ello hace falta disposición individual y colectiva, apoyando de un modo mucho más claro las actitudes emprendedoras y los riesgos empresariales, y un cambio total de paradigmas con los que dar la vuelta a sistemas como el educativo -de transmitir conocimientos a generar personas creativas y comunicativas- y el legislativo -simplificando el corpus normativo y enfocándolo más a dar seguridad jurídica que a punir comportamiento indebidos-.
Han pasado dos años desde que se publicara Por una España digital, ya inmersos en la pandemia de la COVID-19, por lo que el escenario que diagnostica apenas ha cambiado. Algunas de las cuestiones que propone parecen estar en camino, he ahí la nueva ley de startups o las muchas páginas del Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia del Gobierno de España dedicadas a la transformación digital. Veremos cuándo y cómo se materializan, y si se concretan en cotidianidades como disponer de 5G en todo el territorio nacional, resolver cualquier trámite con las administraciones públicas en un par de clics o una gestión de la tecnología, por parte de todos (grandes empresas, administraciones y ciudadanos), con un filtro mucho más humanista y ciberseguro que hasta ahora.
Por una España digital, Javier Rodríguez Zapatero, 2020, Editorial Deusto.
Relato en primera persona sobre cómo ha evolucionado su concepción y práctica de la política, así como la manera en que se ha propuesto materializarla en las distintas etapas por las que ha pasado. Desde el impulso juvenil con el ánimo de comerse el mundo, su formación académica complementada por su experiencia nacional-popular en Sudamérica y la posterior creación de Podemos hasta dar con la fórmula ecologista y feminista con la que propone escuchar, unir y acompañar desde Mas País.
¿De qué hablan los políticos? Interrogante que nos planteamos mil y una veces cuando les escuchamos o leemos cada día. ¿No se aburren de sí mismos? ¿Hasta donde llega su ego o el bucle en el que están sumidos? Por eso son necesarios títulos como este, en el que nos expliquen de primera mano el prisma, la profundidad y los matices de las consignas y los discursos que nos lanzan en sus muchas intervenciones. Para demostrarnos que su práctica política no es un ejercicio de marca personal, sino un medio con el que hacer que nuestra sociedad sea cada día mejor. Conscientes de lo que hemos vivido hasta llegar a nuestro aquí y ahora, pero, sobre todo, ilusionados con lo que podemos llegar a conseguir, convencidos de que, en nuestra diferencia y diversidad, están nuestras capacidades y posibilidades.
Ese es el ánimo que Errejón transmite en Con todo. Qué ha vivido, conocido y experimentado desde antes de que se diera a conocer a la opinión pública como uno de los fundadores de Podemos hasta ser hoy, además del líder de Más País, la cara visible de propuestas políticas como el cuidado de la salud mental o la semana laboral de 32 horas, instrumentos con los que construir una sociedad más sana y ecuánime. Y lo hace equilibrando experiencia y reflexión, mencionando a los que formaron parte de cada etapa y exponiendo los éxitos y los errores que, a su juicio, tuvieron tanto él mismo como los que le acompañaban o participaban de sus mismos propósitos y convicciones. Y aunque la objetividad solo sería posible conociendo la visión y la opinión de los otros, quien busque sangre, chascarrillos irrisorios o dianas, este no es su libro.
Lo más interesante, además de conocer su trayectoria y su explicación del concepto nacional-popular, es su análisis de lo más reciente. En cómo explica la eclosión de la ola reaccionaria, visceral y canceladora que estamos viviendo en la actualidad a partir de lo sucedido en 2015. En el momento en que Podemos optó por convertirse en una fuerza política a la antigua usanza -a la izquierda de la izquierda- en lugar de convertirse en un medio con el que materializar las demandas de los cinco millones de votantes que consiguió en aquellas elecciones generales. Ciudadanos insatisfechos con un Estado al que sentían, más que ajeno, casi contrario a sus necesidades y demandas.
La apuesta de Pablo Iglesias por romper el bipartidismo y compensar el pasado, en lugar de ofrecer hechos que materializaran su discurso, le convirtió en parte del tablero izquierda-derecha en lugar de romperlo para implantar el de arriba-abajo u oligarquía-clases populares. Por su parte, muchos de los que apostaron por los morados no volvieron a darles su confianza. Un asunto de gran calado al que Iñigo dedica muchas páginas, a la par que explica cómo aquella organización se burocratizó a imagen de unos y desemejanza de otros a los que, como a él, acabó expulsando.
Lo que supuso el fin de la carrera política de muchos, para él fue el punto y aparte que necesitaba para formular el proyecto que hoy representa y que, según él, nació en el último momento posible para conseguir entrar en noviembre de 2019 en el Congreso de los Diputados, aunque con mucho menor porcentaje de votos y número de escaños de los que él mismo esperaba. Un punto de inflexión que, a su juicio, se ha convertido en la oportunidad de realizar lo que él creía iba a ser su anterior formación política, pero adaptada a las exigencias, necesidades y modos del ciclo actual, a las que hay que sumar las consecuencias, aún por definir, de la pandemia del covid-19.
Un tiempo en el que, según él, la propuesta ha de pivotar en mirar hacia adelante, en hacer que el Estado no sea solo un instrumento regulatorio sino también un medio proveedor de las estructuras que nos faciliten unos servicios adecuados, en forma y tiempo, que garanticen verdaderamente no solo nuestro bienestar, sino también el de las generaciones futuras. De ahí que incida en el ecologismo, no solo por su lado medioambiental, sino como manera de habitar -en términos de producción y consumo- las coordenadas en que vivimos. Y también en el feminismo, en la necesidad de hacer que la democracia tenga en cuenta la igualdad de todos sus ciudadanos, sin la que es imposible la libertad, y se libere de la estrechez prejuiciosa del filtro masculino, blanco y heterosexual con el que aún sigue actuando en demasiadas ocasiones.
Por la parte estilística señalar la prosa cercana de Errejón, se nota su faceta académica y su hábito intelectual, aunque un poco de síntesis no hubiera estado de más, al igual que haber dejado fuera de la redacción final los coloquialismos propios de conversaciones informales entre amigos. Más allá de esto, está por ver tanto su futuro político como el de Más País, pero como él mismo dice, lo importante es el posible acierto de su análisis de la sociedad española y la adecuación de las medidas con que propone mejorar lo corregible y potenciar lo posible. El tiempo nos dirá hasta dónde llega su capacidad y la de los suyos de hacer y de influir.
Con todo. De los años veloces al futuro, Iñigo Errejón, 2021, Editorial Planeta.
De José Manuel Rodríguez Uribes a Miquel Iceta. Cambia el nombre, pero los retos siguen siendo los mismos. Gestionar una cartera con competencias altamente transferidas a las comunidades autónomas, sacar adelante legislaciones ancladas en despachos, apoyar a una confluencia de sectores muy afectados por la crisis y conseguir resultados tangibles más allá de protocolarios posados oficiales y correctas declaraciones institucionales.
José Manuel Rodríguez Uribes y Miquel Iceta
La llegada de Rodríguez Uribes en enero de 2020 fue recibida con sorpresa tras el buen sabor de boca que dejó José Guirao[1], aparentemente el Presidente del Gobierno quería para el puesto un perfil “más político y más relacionado con el deporte”[2]. Llegó el covid y ante las críticas que generó el silencio del nuevo ministrio, su primera intervención pública -bien por el desconcierto del momento, bien por su falta de conocimiento de las dinámicas del sector- no pudo ser más desafortunada , “primero va la vida y después el cine”[3]. Lo que muchos consideraron una falta de tacto se vio acrecentado con su renuencia a buscar soluciones ad hoc y resolverlo con un “hemos movilizado fondos generales”.
Actuación frente a la pandemia
Cuando por fin se decidió a hacerlo, comenzó una ronda de reuniones telemáticas con diferentes asociaciones (cine, artes escénicas, plásticas, música, libro…) en las que se comprometió a tomar medidas que ayudaran tanto en lo urgente, el corto plazo, como en lo importante. Las primeras llegaron el 5 de mayo de 2020[4], con un Real decreto-ley, resultando ser una adaptación a las circunstancias -ampliación temporal del alcance de los Acontecimientos de Excepcional Interés Público paralizados por la pandemia-, y la consideración de tales de otros que seguro lo hubieran sido aún no habiendo crisis sanitaria -como el 175 aniversario de la construcción del Teatro del Liceo o la participación de España como país invitado de honor en la Feria del Libro de Frankfurt en este 2021-. Así mismo, se amplió en un 5% de la deducción del IRPF de los donativos, donaciones y aportaciones a instituciones culturales. Algo irrisorio si tenemos en cuenta que la tremenda caída del PIB habrá generado un enorme descenso de este método de cofinanciación y que la Agencia Tributaria es incapaz de decir cuánto de lo que destinamos a este fin (estimación de 930 M€ en 2017) va específicamente al sector cultural.
Después llegarían otras que flexibilizaban algunas normativas como ayudas a películas que se estrenen en plataformas, y no solo en pantalla grande, o para la promoción del arte contemporáneo español, cuya lista de destinatarios fue anunciada en el mes de noviembre, pero que meses después aún no las habían recibido[5].
En el fragor de vuelta a la aparente normalidad de hace un año llegó el anuncio del Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia, por el que nuestro Gobierno le proponía a la Unión Europea como invertiría 140.000 millones de euros para convertirnos en un país moderno bajo las claves de la transición verde, la digitalización y la cohesión social y territorial[6]. Tras su aprobación final, el Ministerio de Cultura y Deporte recibirá, entre 2021 y 2023, 825 millones de euros de los primeros 72.000, 525 si le restamos lo dedicado al deporte, es decir, el 0,07 % (cuando el sector supone el 3,2% del PIB). Cifras desalentadoras que tendrán como fin, algo que se concretó en “la revalorización de las industrias culturales, dinamizar la cultura como elemento de cohesión social y territorial y digitalizar e impulsar los grandes servicios culturales”[7]. Veremos en qué queda una vez que todo ello se comience a ejecutar.
Tras lo urgente, lo importante
Eso en lo que respecta al terremoto que paralizó la vida de todos. Pero, al margen de esto, ¿qué ha hecho el Ministerio de Cultura en los últimos 18 meses? Uno de los proyectos que se quedó a medias por el fin de la legislatura anterior, fue la actualización de la Ley del Patrimonio Histórico Español, que data de 1985 y que tiene vacíos propios de las más de tres décadas transcurridas al no considerar realidades como las del universo digital, el videojuego o las posibilidades de internet. Lo que le impide ejercer, además, como norma jerárquicamente superior a las aprobadas por las comunidades autónomas desde entonces, con la consiguiente función armonizadora. Según el actual Plan Anual Normativo del Gobierno, está previsto que se actualice a lo largo de este año[8]. Por el momento se ha aprobado el anteproyecto de ley[9], incluyendo las categorías de patrimonio industrial, cinematográfico, audiovisual, subacuático y paisajístico.
Una de las promesas de Pedro Sánchez en su discurso de investidura el 4 de enero de 2020 fue el desarrollo del Estatuto del Artista[10]. Una ambición transversal que implica a otros ministerios como el de Trabajo, Haciendo o Seguridad Social y que, hoy por hoy, sigue estando en la categoría de compromisos[11] y no de logros[12].
Por el lado positivo, se cerró el acuerdo para que la Colección Carmen Thyssen-Bornemisza siga estando alojada en el número ocho del madrileño Paseo del Prado, con el titular de que entre las más de cuatrocientas obras estará el Mata Mua de Paul Gauguin (1892)[13], que en un extraño movimiento fue trasladado desde el Palacio de Villanueva hasta Andorra en mayo del año pasado tras haber obtenido el permiso de exportación dos meses atrás[14]. A su vez, el Observatorio de Igualdad de Género -en el que participan distintas asociaciones- ofreció sus primeras recomendaciones.
Lo pendiente
Muchos asuntos. Además de que todo lo señalado se convierta en resultados tangibles que consolidar con el tiempo, también está el hacer de ellos elementos tractores de nuestra sociedad y economía, y no solo un elemento con el que resolver la obligación de cumplir el artículo 44 de la Constitución (Los poderes públicos promoverán y tutelarán el acceso a la cultura, a la que todos tienen derecho) o con el que articular o complementar la oferta turística de nuestras ciudades o pueblos.
Los museos estatales[15] (más allá del Prado y el Reina Sofía que cuentan con leyes reguladoras propias o el Thyssen-Bornemisza, constituido como una fundación perteneciente al sector público estatal) piden una asignación de recursos superior que ayude a poner en valor sus colecciones.
No se entiende lo poco que giran por el país montajes de instituciones de carácter nacional como la Compañía Nacional de Danza, la Compañía Nacional de Teatro Clásico o los montajes del Centro Dramático Nacional. Afortunado aquel que viva en Madrid que tendrá acceso a todos ellos, pero los de fuera tendrán que conformarse con las migajas que les lleguen, algo que ya señaló Alfredo Sanzol, director del CDN, en la presentación de su próxima temporada[16].
Y ya puestos, Miquel Iceta podría plantear si la tauromaquia debe ser asunto que gestionar desde la cartera de Cultura en lugar de hacerlo, por ejemplo, desde Agricultura, Pesca y Alimentación. Habrá quien diga que los asuntos taurinos están considerados patrimonio cultural inmaterial (por obra y gracia del Gobierno de Mariano Rajoy que así lo aprobó por Ley en 2013[17], punto de vista con el que la Unesco no coincide[18]), pero también lo es la gastronomía y a nadie se le ocurre sugerir que deje de ser responsabilidad de este ministerio. Y otro tanto con Deporte, si lo enfocamos como un tema de promoción de valores, ¿no debiera estar bajo el paraguas de Educación? Así es como está en Portugal, en Francia es ministerio en sí (aunque eso haría que pasáramos de 22 a 23, quizás demasiados), en Italia lo es junto a Juventud (área que aquí está en Derechos Social y Agenda 2030), aunque también es cierto que en la Comisión Europea forma parte de la cartera de Educación, Cultura, Multilingüismo y Juventud.
Sea como sea, mucha suerte al nuevo ministro en su tarea. Sus éxitos no serán solo suyos, sino que redundarán en beneficio de todos nosotros.
[4] Boe.es. (06/07/2020). Real Decreto-ley 17/2020, de 5 de mayo, por el que se aprueban medidas de apoyo al sector cultural y de carácter tributario para hacer frente al impacto económico y social del COVID-2019. https://www.boe.es/buscar/act.php?id=BOE-A-2020-4832
[5] Marta Pérez Ibáñez (@mperezib). La lista de artistas a quienes se concedieron ayudas para creación de proyectos artísticos se publicó en noviembre de 2020… 8:20 AM · May 4, 2021. https://twitter.com/mperezib/status/1389464983411597315
Afirmaciones desmontadas con argumentos expuestos con precisión, fundamentados en datos y redactados con sencillez. Más de cincuenta creencias liberadas de los prejuicios y mitos asociados para hacernos conscientes de cómo construimos irrealidades que, en mayor o medida, lastran nuestra visión del mundo y nuestra manera de relacionarnos con él.
Conocí el blog de El Órden Mundial hace algo más de un año vía twitter. Un titular, Cuando el patrimonio cultural es víctima de la guerra, me llamó la atención. La lectura posterior, además de entretenida, me resultó muy ilustrativa. Tono correcto, artículo bien documentado e hilado y sin dogmatismo alguno, dejando claros los hechos, así como las cuestiones a las que no podía ni pretendía dar respuesta. Con esa misma impresión acabo ahora El mundo no es como crees.
Secciones y contenidos sobre economía, historia, geografía, política o religión. Desmontando conceptos tan escuchados que ni recuerdo si alguna vez puse en duda su supuesto significado, como el de huelga a la japonesa, o cuestiones que se dan por hecho una y otra vez en los medios de comunicación, como las presuntas injerencias de Rusia en muchas de las crisis occidentales. Con un enfoque mezcla de academicismo y didáctica que consigue un doble efecto de cercanía y pedagogía, y que no solo hace la lectura amena, sino también instructiva.
El punto de partida de todos ellos está en la interrogante del por qué, en qué se basa y cuánto hay de cierto en lo que asumimos. Hipótesis a partir de la cual busca las fuentes que le ofrezcan los datos con que rebatir o consolidar estas afirmaciones que hemos tomado como verdades universales. A continuación contextualiza ambas aproximaciones a la realidad, teniendo en cuenta la falsedad y la veracidad de una y otra, y propone los vínculos con otras cuestiones que influyeron para que lo erróneo o lo inexacto se estableciera en nuestro imaginario colectivo.
Se le podría acusar de un acercamiento liviano, más centrado en relatar que en analizar, lo que siempre implica el riesgo de tener que posicionarse y argumentar el porqué de ese enfoque. Pero los redactores de El Órden Mundial sí que se mojan en temas tan candentes como el supuesto origen de laboratorio o la afectación a la globalización de la COVID-19, y en otros en los que nos queda mucho por (des)aprender como en todo lo relacionado con el mundo árabe, la religión del islam o las presunciones sobre la democracia.
Se agradecen libros así, libres de pretenciosidad y sin las injerencias ruidosas de los montajes editoriales, audiovisuales o radiofónicos de muchas cabeceras informativas que, supuestamente, pretenden informar. Medios de comunicación que se olvidan de la derivada deontológica que implica informar, formar a todo aquel que vea, escuche o lea su trabajo. Elaborar la información y exponerla de manera clara y ordenada, explicando los términos que no resulten familiares, señalando los factores que generan causalidades y ofreciendo indicadores o argumentos que permitan relativizar y ponderar la importancia y trascendencia de lo transmitido.
El Órden Mundial es un título al que volver, que (re)leer con modestia y humildad, dispuestos a enmendar y corregir cuanto sea necesario para tener una visión más correcta y menos tendenciosa del mundo en el que vivimos y de muchas de las personas con las que lo compartimos.
El mundo no es como crees, VV.AA. (El Órden Mundial), 2020, Editorial Ariel.