Artículos en los que su autor manifiesta su particular vivencia del amor y la soledad, su visión de las relaciones y los roles de género, así como su interpretación de algunos de sus referentes culturales y de las circunstancias del tiempo presente. Erudito y culto, carente de pudor y vergüenza. También inteligente y analítico, capaz de ir más allá de lo establecido, de los prejuicios y las normas de su tiempo.

Más pronto que tarde debiéramos recuperar a Terenci Moix y poner en valor cuanto hizo y supuso. Espontáneo y honesto antes que valiente y decidido. Más transparente que activista. Su literatura, retórica y opinión manifestaban un pensamiento honesto y una actitud sin ambigüedades. Nunca se anduvo con rodeos a la hora de manifestar públicamente su homosexualidad, basta recordar Mundo macho (1981), su hartazgo de la pacatería de la burguesía catalana, he ahí El sexo de los ángeles (1992), o la burla que le provocaba el comportamiento banal y vacuo de los personajes del papel couché que tan bien retrató en la trilogía compuesta por Garras de astracán (1991), Mujercísimas (1995) y Chulas y famosas (1999). De igual manera, su profundo conocimiento de la historia de Roma, Egipto y el séptimo arte quedó patente en títulos como Crónicas italianas (1971), No digas que fue un sueño (1986) y las varias entregas de Mis inmortales del cine (1996-2003).
Sufrir de amores se diferencia de todos ellos porque el componente narrativo es secundario, lo que prima en él es la mirada concreta sobre el comportamiento, la vivencia y el procesamiento humano y la síntesis intelectual e interpretación emocional que hace sobre ellos partiendo de sí mismo. Terenci nunca se ocultó ni camufló y practicó en sus escritos una simbiosis total con su carácter y su personalidad, con sus vivencias y su biografía, tamizada a su vez por una franqueza en cuestiones sensoriales y emocionales poco habitual en sus coetáneos. De ahí que las etiquetas de superficialidad, frivolidad y ligereza que tantas veces se le adjudicaron, más que a él, revelaran realmente a quienes se las aplicaban.
Ese es el lugar en el que se sitúan las más de cincuenta reflexiones de este volumen con las que no solo se muestra a sí mismo como persona sufriente e incapaz, dramática e intensa, sino que también indaga en las hipocresías y las incongruencias de una sociedad lastrada por el clasismo y el nacionalcatolicismo. Un mundo en el que los hombres y las mujeres se debían a los papeles concebidos para ellos y al catálogo de comportamientos que les suponían las coordenadas en que estaban enmarcados. Obligaciones que Moix nunca respetó ni siguió y de ahí que su obra y su proceder revolvieran a aquellas gentes de bien y prepararan, junto a otros, el camino de la libertad y la igualdad, de la visibilidad y la diversidad.
Si algo se le puede achacar desde un punto de vista formal es que, en esta ocasión, su prosa no resulta tan ligera y dinámica como en la mayor parte de su bibliografía. Quizás porque están concebidos de manera aislada y motivados por el encargo de ser publicados cada domingo en El País. Por ello, han de ser leídos de manera pausada e individual, y no como un conjunto que abordar como un bloque unitario. Como decían en el final de Con faldas y a lo loco, esa comedia que tanto le gustaba, nadie es perfecto.
Sufrir de amores, Terenci Moix, 1995, Editorial Planeta.