Archivo de la etiqueta: Editorial Planeta

“Grandes preguntas” de Eduardo Mendoza

Divertimento de escritura teatral en el que su autor da rienda suelta a su particular sentido del humor. Situaciones, personajes y diálogos excesivamente livianos, sin mayor propósito que dejarles hacer y entretenerse con sus ocurrencias y desencuentros en una imaginaria entrada, libre de prejuicios y convenciones, en el reino de los cielos.

Cuando nos morimos los buenos van al cielo y los malos al infierno. Promesa católica que seguro Eduardo Mendoza (Barcelona, 1943) escuchó hasta la saciedad durante sus primeras décadas de vida. Asunto al que, al margen de que fuera creyente o no, seguro le dedicó tiempo y de ahí surgió el argumento de Grandes preguntas. ¿Cómo es el momento del Juicio Final? ¿Su escenografía? ¿Quién está presente? ¿Cómo se rinde cuentas, de verdad saldrá todo a la luz, incluso lo nunca contado o confesado?

Asunto psicoanalítico al que el también autor teatral de Restauración (1990) y Gloria (1991) se enfrentó como suele ser habitual con él. Con sencillez y parsimonia, resaltando la gracia de los contrastes y haciendo hincapié jocoso en lo cotidiano, sobre aquello aparentemente imperceptible o que consideramos sin importancia.

En su prosa (La ciudad de los prodigios, El asombroso viaje de Pomponio Flato…) Mendoza suele ser mordaz, ácido y agudo desde su papel de narrador, pero en el teatro no tiene esa posibilidad. Sobre un escenario no hay más que las palabras que pronuncian sus personajes, no tienen envoltorio que les presente, explique o amplifique. Y eso provoca que su propuesta no arranque, le falta una base sobre la que anclarse y crecer a partir de ella. Un espectador o lector podría incorporarse a Grandes preguntas a mitad de función y se sentiría en el mismo punto que uno que llevara en ella desde el inicio. No hay una estructura que fluya y que nos indique que el texto evolucione o crezca. Es una y otra vez lo mismo, y sin reglas ni lógicas intrínsecas que nos permitan saber a qué atenernos.

De un lado Daniel, el hombre de mediana edad que ha sido llamado a las alturas para iniciar la otra vida. Frente a él, Tobías, personaje salido de la Biblia, y quien ejerce de recepcionista en la entrada al reino de Dios. El desconcierto del primero frente a la monotonía administrativa del segundo. La modernidad y actualidad de uno versus la incomprensión y el desconocimiento de los usos y costumbres de nuestro tiempo por parte del otro. Mendoza intenta un absurdo interesante, pero la estupefacción e incredulidad que transmiten sus diálogos no cuajan. Convierten a Grandes preguntas en una sucesión atónita de estas, con escasa gracia y originalidad, tediosas incluso.

Las referencias sexuales resultan banales, más aún cuando se las hace protagonistas. Despista cuando los personajes tan pronto entienden las referencias que manejan entre sí como, acto seguido, se comportan como dos extranjeros que nunca antes se vieron. Los quiebros conceptuales son demasiado fáciles, no funciona la lógica con que son presentados. Lo que sí lo hace es la intención desconcertante de muchas de las interrogantes que se plantean, pero presupongo que no con la intención ideada por Eduardo. Cierro con esta obra la trilogía de su Teatro Reunido (Editorial Planeta, 2017) y me vuelvo a sus novelas y reflexiones.   

Grandes preguntas, Eduardo Mendoza, 2004, Editorial Planeta.

“La invención de la tradición” de Eric Hobsbawm y Terence Ranger

El simbolismo de estados como el Reino Unido tiene mucho de recreación e invención. No todo es tan ancestral y milenario como repiten hasta la saciedad los periodistas en cuanto tiene que ver con la imagen pública de instituciones como la monarquía. Cuestiones sobre las que se ancla el poder tanto en el mundo occidental como en sus antiguas colonias y acerca de las cuales aún queda por desvelar desde múltiples puntos de vista (cultural, social, político…).

Hobsbawm es sinónimo de argumentación razonada, claridad expositiva y conclusiones que resuelven preguntas a la par que plantean otras que evidencian que la historia es un corpus nunca concluso, sea porque nunca es un pasado cerrado, sea porque siempre hay nuevos enfoques y datos por descubrir con los que acercarse a ella. En este volumen, acompañado de otros especialistas, se propone revelar la realidad de los elementos con que asociamos en nuestro imaginario a las cuatro naciones que componen el Reino Unido. También cómo esos mecanismos fueron aplicados tanto por ellos como por sus gobernados en los territorios que controlaban en Asia y África, y el modo en que se extendieron por Europa a lo largo del siglo XIX y hasta el principio de la I Guerra Mundial en 1914.

Lo curioso de leer títulos como este es descubrir que aquello que tomabas por indudable no es así. Escocia no fue el vecino fuerte, recio y peculiar de Inglaterra durante muchos siglos, sino el hermano menor de una Irlanda del norte culturalmente poderosa donde los hombres utilizaban diseños textiles que les cubrían todo el cuerpo. El kilt no se definió como tal hasta el siglo XVIII y la supuesta costumbre de identificar a cada familia por un diseño específico fue algo que surgió aun después y bajo criterios que podríamos considerar cercanos a las técnicas del marketing.

Otras supuestas tradiciones surgieron como reacción a la preponderancia de aquellos a los que se consideraban ajenos. Algo así vivió Gales con la expansión de la revolución industrial inglesa, lo que dio pie a que algunos de sus ciudadanos más sensibles comenzaran a reivindicar -para lo cual tuvieron que darles forma- elementos que hasta entonces había ignorado como su paisaje y su lengua. El movimiento cultural del romanticismo y el político del nacionalismo, así como las convulsiones que sufrieron los imperios y los intentos monárquicos en la segunda mitad del XIX influyeron mucho en este sentido. Es entonces cuando nace la pompa británica e instrumentos que apelan a la ciudadanía como sellos, medallas y actos públicos con los que ganar visibilidad.

Fundamental en esta última etapa es el papel de los medios de comunicación, primero la prensa escrita y su poder como comentarista y analista, y después la televisión retransmitiendo en directo funerales y coronaciones. Involucrando no solo a los pertenecientes a la dinastía sino también las emociones que suscitan entre sus súbditos y el público en general. Medios y efectos que muchos estados han utilizado en su favor, valiéndose de vehículos como el deporte (las selecciones nacionales), la música (los himnos) o toda clase de símbolos institucionalizados (personajes esculpidos, banderas ondeando…).

La invención de la tradición, Eric Hobsbawm y Terence Ranger, 1983, Editorial Planeta.  

“Coto privado de infancia” de Paco Tomás

Novela en la que el presente está teñido por un pasado de violencia e incomprensión. La demostración de que la homofobia fue para muchos un maltrato sistémico, un horror sin posibilidad de escapatoria y con consecuencias perennes. Narración descarnada y rabiosa, también valiente y atrevida, dispuesta a no dejarse vencer y luchar para liberarse de la condena de su bucle.

On being used I could write the book cantaba Cher en Strong enough. Frase que denota uso y abuso, manipulación y violencia, que cada uno puede reinterpretar a su manera y que ha vuelto a mi mente durante los días en que he vuelto a leer a Paco Tomás, escritor con cuyos artículos e imaginación ya disfruté en Algunas razones y Los lugares pequeños.

Al igual que él, somos muchos los que podríamos dar testimonio de lo que supone haber vivido bajo el yugo de la homofobia durante años, sin mayor opción que la del silencio, la ocultación y hasta la mentira para sobrevivir con la esperanza de que llegara un día en el que decidir sin miedo, moverse sin cohibición y hablar sin escoger las palabras y el tono. Quizás sea esta la novela que podríamos haber escrito, pero no lo hicimos por una combinación de falta de talento literario y arrojo personal.

Da igual cuánta realidad y cuánta ficción contenga Coto privado de infancia, cuánto pueda haber alterado Paco sus personajes, situaciones y diálogos para que se ajusten al encaje de su intención, propuesta y resultado. El logro es que suena auténtico y posible. Despierta, evoca y trae hasta hoy lo que hace dos, tres y cuatro décadas eran cosas de niños, tu culpa por meterte en líos o tu merecido por comportarte como no se debía. Su propuesta de posible autobiografía tiene un interpretable componente de hipérbole y crudeza en su escritura, pero es ahí donde está su valor.

Esa impresión de exceso evidencia que no somos capaces de asumir íntegramente por lo que pasamos, ni imaginar lo que ocurría muy cerca de nosotros o, peor aún, el dolor que generamos a aquel o aquella a quien convertimos en diana de nuestros dardos. Asimismo, la aridez con que describe, analiza, expone y reflexiona demuestra que no hay más opción en la lucha contra la homofobia que adoptar argumentos, puntos de vista y actitudes que vayan más allá de lo propuesto y hecho hasta ahora.

El presente nos muestra que lo conseguido no basta, que el riesgo de involución y volver a ser insultados y agredidos, y no de manera ocasional, sino perpetua, está ahí. Aunque lo personal sea privado, o se considera también algo político, o no habrá manera de acabar con la amenaza del abuso y la negación que no conduce a más que la muerte en vida.

Por eso las aventuras, andanzas, desgracias, alegrías y cotidianidad de Tomas Yagüe, siendo las de un individuo singular, son también las de otros muchos que nos reconocemos en la oculta seguridad de sus certezas, en su capacidad camaleónica para estar sin ser, en su visión del sistema social y económico en que vivimos, y en su frialdad comercial y anhelo existencial cuando se trata de aunar lo físico y lo emocional, el cuerpo y el alma. Tomás, ese hombre al que su pareja deja días antes de pasar una Navidad con una familia en la que ni uno de sus mimbres está correctamente colocado, somos muchos de nosotros.

Coto privado de infancia, Paco Tomás, 2022, Editorial Planeta.

«Sufrir de amores» de Terenci Moix

Artículos en los que su autor manifiesta su particular vivencia del amor y la soledad, su visión de las relaciones y los roles de género, así como su interpretación de algunos de sus referentes culturales y de las circunstancias del tiempo presente. Erudito y culto, carente de pudor y vergüenza. También inteligente y analítico, capaz de ir más allá de lo establecido, de los prejuicios y las normas de su tiempo.

Más pronto que tarde debiéramos recuperar a Terenci Moix y poner en valor cuanto hizo y supuso. Espontáneo y honesto antes que valiente y decidido. Más transparente que activista. Su literatura, retórica y opinión manifestaban un pensamiento honesto y una actitud sin ambigüedades. Nunca se anduvo con rodeos a la hora de manifestar públicamente su homosexualidad, basta recordar Mundo macho (1981), su hartazgo de la pacatería de la burguesía catalana, he ahí El sexo de los ángeles (1992), o la burla que le provocaba el comportamiento banal y vacuo de los personajes del papel couché que tan bien retrató en la trilogía compuesta por Garras de astracán (1991), Mujercísimas (1995) y Chulas y famosas (1999). De igual manera, su profundo conocimiento de la historia de Roma, Egipto y el séptimo arte quedó patente en títulos como Crónicas italianas (1971), No digas que fue un sueño (1986) y las varias entregas de Mis inmortales del cine (1996-2003).  

Sufrir de amores se diferencia de todos ellos porque el componente narrativo es secundario, lo que prima en él es la mirada concreta sobre el comportamiento, la vivencia y el procesamiento humano y la síntesis intelectual e interpretación emocional que hace sobre ellos partiendo de sí mismo. Terenci nunca se ocultó ni camufló y practicó en sus escritos una simbiosis total con su carácter y su personalidad, con sus vivencias y su biografía, tamizada a su vez por una franqueza en cuestiones sensoriales y emocionales poco habitual en sus coetáneos. De ahí que las etiquetas de superficialidad, frivolidad y ligereza que tantas veces se le adjudicaron, más que a él, revelaran realmente a quienes se las aplicaban.

Ese es el lugar en el que se sitúan las más de cincuenta reflexiones de este volumen con las que no solo se muestra a sí mismo como persona sufriente e incapaz, dramática e intensa, sino que también indaga en las hipocresías y las incongruencias de una sociedad lastrada por el clasismo y el nacionalcatolicismo. Un mundo en el que los hombres y las mujeres se debían a los papeles concebidos para ellos y al catálogo de comportamientos que les suponían las coordenadas en que estaban enmarcados. Obligaciones que Moix nunca respetó ni siguió y de ahí que su obra y su proceder revolvieran a aquellas gentes de bien y prepararan, junto a otros, el camino de la libertad y la igualdad, de la visibilidad y la diversidad.

Si algo se le puede achacar desde un punto de vista formal es que, en esta ocasión, su prosa no resulta tan ligera y dinámica como en la mayor parte de su bibliografía. Quizás porque están concebidos de manera aislada y motivados por el encargo de ser publicados cada domingo en El País. Por ello, han de ser leídos de manera pausada e individual, y no como un conjunto que abordar como un bloque unitario.  Como decían en el final de Con faldas y a lo loco, esa comedia que tanto le gustaba, nadie es perfecto.

Sufrir de amores, Terenci Moix, 1995, Editorial Planeta.

“El hombre que no deberíamos ser” de Octavio Salazar

Los convencidos dirán que lo que su autor cuenta es justo y necesario. Los reaccionarios que su redacción está plagada de generalidades y va en contra de lo que ha sido norma y tradición. Así es como entre unos y otros le dan la razón a su intención pedagógica y a su visión sobre lo desigual que es nuestra sociedad mientras siga definiéndose en términos de masculino y femenino.

Es curioso como la Constitución Española habla de españoles, personas e individuos sin hacer distinción de género. Eran otros tiempos y probablemente sus redactores no tuvieron más intención que seguir la norma de la RAE que dice que el plural se forma utilizando el masculino del sustantivo a utilizar, el tan manido masculino genérico. Pero hay algo que, quizás, también estuvo en su inconsciente y es que tanto antes, como más allá de las imágenes que creamos, transmitimos e interpretamos de nosotros mismos, somos personas. El género es algo que nos describe a posteriori, pero previo a esta construcción somos conciudadanos, seres humanos iguales y diferentes a los otros miles de millones que habitamos este planeta.

Punto de partida de lo que es la humanidad. Sin embargo, negado desde su mismo principio, situándolo no ahí -y ni siquiera en otras peculiaridades como la raza, la cultura o la religión- sino en el resultado del filtro que nos divide en hombres por un lado y mujeres por otro, y asignándonos unos roles con deberes y derechos inamovibles. Encorsetándonos en una injusticia y desigualdad donde ellas son más víctimas que ellos, pero donde lo masculino también resulta herido y mancillado por la falta de libertad a la que se ve condenado. La diferencia está en que en ambos casos quien genera daño y dolor es el hombre, por el sometimiento físico y psicológico que ejerce sobre las mujeres y por el estrechamiento conductual que se impone a sí mismo.

Como bien señala Octavio, los concienciados estamos de acuerdo en que transitamos desde hace tiempo por el largo, lento y tortuoso camino que algún día nos llevará a la igualdad real y del que en algunos momentos vemos destellos que nos hacen sentir que lo tenemos al alcance de la mano. Pero hay algo que evidencia que aún queda mucho por recorrer, y es que prácticamente todo lo logrado ha sido gracias a la insistente reclamación y lucha de las mujeres. Y que parte de lo que creemos conseguido es resultado de las estrategias de marketing del voraz consumismo impulsado por el neoliberalismo. La supuesta sensibilidad del metrosexual y la feminización de algunos puestos directivos esconden en la mayor parte de los casos una nueva visión de la exigencia de transmitir poderío físico y la exaltación de comportamientos fríos y agresivos.

La antropología y la cultura dan fe de cómo ha sido así desde hace siglos, y la sociología atestigua cómo sigue ocurriendo, pero como bien afirma el también autor de Autorretrato de un macho disidente, contamos con un instrumento muy útil con el que transformar el sexismo de nuestra sociedad, la política. Dimensión múltiple en la que se actúa no solo delegando vía voto, sino con el ejemplo personal. Pidiendo que se actúe en campos como el de la educación afectiva y sexual de los más jóvenes y que se ponga el foco no solo en ayudar a las mujeres maltratadas y explotadas sino en prevenir que haya hombres violentos y proxenetas.

Algo en lo que todos y cada uno de nosotros podemos y debemos actuar en nuestro día a día y sea cual sea el ámbito en el que nos movamos y actuemos a nivel laboral, familiar y social. Informándonos para tomar conciencia de cómo seguimos teniendo comportamientos machistas que nos impiden mostrarnos atentos, cercanos y empáticos con quienes nos relacionamos. Denunciando los relatos y prácticas excluyentes en los que se fundamenta el heteropatriarcado -basta acudir a una juguetería para comprobarlo-, y rehuyendo cualquier coordenada en la que se cosifique, mancille o violente a las mujeres -como es la pornografía- por el mero hecho de ser tales.

El hombre que no deberíamos ser, Octavio Salazar, 2018, Editorial Planeta.

“El arpista ciego” de Terenci Moix

Las aventuras de unos personajes concebidos para el folletín, la chanza y el exceso enarbolan con orgullo el amor y conocimiento de su creador sobre la historia, el arte y la mitología del Antiguo Egipto. No les faltan imaginación ni recursos, pero a medida que pasan las páginas caen en su propio enredo, provocando que su sentido argumental quede superado por el alarde literario y las ganas de divertirse de su creador.

El arpista ciego resulta muy visual, hay mucho cine en él, pero sus imágenes están convertidas en una literatura que no deja duda alguna sobre el poder evocador de la palabra impresa. Su caudal retórico va tan cargado como las aguas del Nilo, logrando que cuanto narra y describe permita situarse en dos realidades paralelas. La que está en primer término, la de la pura ficción, y la que se deja ver tras esta, habitada por un autor jovial y canalla en su exposición, sagaz y agudo en su provocación. Sirviéndose de prejuicios, tabúes, bestialismos y demás barbaridades para trasladarnos a un mundo de lujosos decorados en el que las conductas humanas están marcadas por la hipérbole. La excusa, la llegada al trono como faraón de Tutankamón y la vuelta al politeísmo de Tebas tras el monoteísmo de su padre, Akenáton, en la ciudad del sol, Amarna.

Como hilo conductor, el joven al que describe el título, nacido en el seno de una familia y un vecindario que presentan un completo muestrario de las satirizadas costumbres y supuestos valores de aquella sociedad de muchos siglos atrás. Coordenadas en las que Moix enmarca sus andanzas, pero dándole sus tan característicos toques de acidez, ironía y mala baba. No hay rasgo de personalidad o encuentro que no utilice para sacarle punta, graduando su nivel de superficialidad u hondura en función de los asuntos que estén siendo expuestos. Y siempre con un mar de fondo de sensualidad sudorosa, sexualidad explícita y voluptuosidad envolvente entre el derroche hedonista y la picardía del juego de la seducción.

Con suma inteligencia, Moix nos transmite nociones sobre el Antiguo Egipto incluyéndolas perfectamente en las diferentes tramas con que construye su novela, no constituyendo en ningún momento píldoras informativas. Sin embargo, un poco de contención no hubiera estado de más. No hay episodio que no sea ingenioso o recurrente, pero a medida que se avanza no queda claro qué aportan algunos de ellos al conjunto. Los cimenta a golpe de delirio y fantasía, tanta que se elevan del relato en el que nacen llevándolo a planos que, aunque sugerentes, acaban constituyendo un paréntesis en la evolución de los acontecimientos.

Aun así, se intuye el regusto con que los ha ideado. Como si estuviera disfrutando de una película en technicolor del Hollywood clásico ambientada en los mismos lugares e interviniera en su guión convirtiendo a Sal Mineo, uno de sus actores fetiches, en el dueño y señor de su voluntad artística y en objeto de veneración de su más ferviente deseo carnal. Algo similar a lo que te provoca el placer culpable que es esta novela, introducirte o consolidarte en la fe, la veneración y la idolatría al paganismo de Terenci Moix.

El arpista ciego, Terenci Moix, 2002, Editorial Planeta.

10 novelas de 2021

Dos títulos a los que volví más de veinte años después de haberlos leído por primera vez. Otro más al que recurrí para conocer uno de los referentes del imaginario de un pintor. Cuatro lecturas compartidas con amigos y sobre las que compartimos impresiones de lo más dispar. Uno del que había oído mucho y bueno. Y dos más que leí recomendados por quienes me los prestaron y acertaron de pleno.

«Venus Bonaparte» de Terenci Moix. Una biografía que combina la magnanimidad de las múltiples facetas de la historia (política, arte, religión…) con lo más mundano (el poder, el amor, el sexo…) de los seres humanos. Un trabajo equilibrado entre los datos reales, basados en la documentación, y la libertad creativa de un escritor dotado de una extraordinaria capacidad expresiva. Una narrativa fluida que ahonda, analiza, describe y explica y unos diálogos ingeniosos y procaces, llenos de respuestas y sentencias brillantes.

«A sangre y fuego» de Manuel Chaves Nogales. Once episodios basados en otras tantas situaciones reales que demuestran que la violencia engendra violencia y que la Guerra Civil fue más que un conflicto bélico entre nacionales y republicanos. Los relatos escritos por este periodista en los primeros meses de 1937 son una joya narrativa que dejan claro que esta fue una guerra total en la que en muchas ocasiones los posicionamientos ideológicos fueron una disculpa para arrasar con todo aquel que no pensara igual.

«El lápiz del carpintero» de Manuel Rivas. Una narración que, además de los hechos, abarca las emociones de sus protagonistas y sus preguntas y respuestas planteándose el por qué y el para qué de lo que está ocurriendo. Un viaje hasta la Galicia violentada en el verano de 1936 por el alzamiento nacional y embrutecida por lo que derivó en una salvaje Guerra Civil y una despiadada dictadura.

«Drácula» de Bram Stoker. Novela de terror, romántica, de aventuras, acción e intriga sin descanso. Perfectamente estructurada a partir de entradas de diarios y cartas, redactadas por varios de sus personajes, con los que ofrece un relato de lo más imaginativo sobre la lucha del bien contra el mal. El inicio de un mito que sigue funcionando y a cuya novela creadora la pátina del tiempo la hace aún más extraordinaria.

“Alicia en el país de las maravillas” y «Alicia a través del espejo», de Lewis Carroll. No es la obra infantil que la leyenda dice que es. Todo lo contrario. Su protagonista de siete años nos introduce en un mundo en el que no sirven las convenciones retóricas y conceptuales con que los adultos pensamos y nos expresamos. Una primera parte más lúdica y narrativa y una segunda más intelectual que pone a prueba nuestras habilidades para comprender las situaciones en las que la lógica hace de las suyas.  

«Feria» de Ana Iris Simón. Narración entre la autobiografía, el fresco costumbrista y la mirada crítica sobre las coordenadas de nuestro tiempo desde la visión de una joven de treinta años educada para creer que cuando llegara a los treinta tendría el mundo a sus pies. Un texto que, jugando a la autenticidad de lo espontáneo, bordea el artificio de lo naif, pero que plasma muy bien la inmaterialidad que conforma nuestra identidad social, familiar y personal.

“A su imagen” de Jérôme Ferrari. La historia, el sentido, el poder y la función social del fotoperiodismo como hilo conductor de una vida y como medio con el que sintetizar la historia de una comunidad. Una escritura honda que combina equilibradamente puntos de vista y planos temporales, que descifra con precisión lo silente y revela la realidad de los vínculos entre la visceralidad y la racionalidad de la naturaleza humana.

«La ridícula idea de no volver a verte» de Rosa Montero. Lo que se inicia como una edición comentada de los diarios personales de Marie Curie se convierte en un relato en el que, a partir de sus claves más íntimas, su autora reflexiona sobre las emociones, las relaciones y los vínculos que le dan sentido a nuestra vida. Una prosa tranquila, precisa en su forma y sensible en su fondo que llega hondo, instalándose en nuestro interior y dando pie a un proceso transformador tras el que no volveremos a ser los mismos.

“Lo prohibido” de Benito Pérez Galdós. Las memorias de José María Bueno de Guzmán van de 1880 a 1884. Cuatro años de un fresco de la alta sociedad madrileña, de apariencias y despropósitos, dimes y diretes y tejemanejes sociales, políticos y económicos de los supuestamente adinerados y poderosos. Una superficie de lujo, buen gusto y saber estar que oculta una buena dosis de soberbia, corrupción, injusticia y perversión.

“Segunda casa” de Rachel Cusk. Una novela introvertida más que íntima, en la que lo desconocido tiene mayor peso que lo explícito. Ambientada en un lugar hipnótico en el que la incomunicación resulta ser la atmósfera en la que tiene lugar su contrario. Una prosa intensa con la que su protagonista se abre, expone y descompone en su intento por explicarse, entenderse y vincularse.

“Con todo. De los años veloces al futuro” de Iñigo Errejón

Relato en primera persona sobre cómo ha evolucionado su concepción y práctica de la política, así como la manera en que se ha propuesto materializarla en las distintas etapas por las que ha pasado. Desde el impulso juvenil con el ánimo de comerse el mundo, su formación académica complementada por su experiencia nacional-popular en Sudamérica y la posterior creación de Podemos hasta dar con la fórmula ecologista y feminista con la que propone escuchar, unir y acompañar desde Mas País.

¿De qué hablan los políticos? Interrogante que nos planteamos mil y una veces cuando les escuchamos o leemos cada día. ¿No se aburren de sí mismos? ¿Hasta donde llega su ego o el bucle en el que están sumidos? Por eso son necesarios títulos como este, en el que nos expliquen de primera mano el prisma, la profundidad y los matices de las consignas y los discursos que nos lanzan en sus muchas intervenciones. Para demostrarnos que su práctica política no es un ejercicio de marca personal, sino un medio con el que hacer que nuestra sociedad sea cada día mejor. Conscientes de lo que hemos vivido hasta llegar a nuestro aquí y ahora, pero, sobre todo, ilusionados con lo que podemos llegar a conseguir, convencidos de que, en nuestra diferencia y diversidad, están nuestras capacidades y posibilidades.  

Ese es el ánimo que Errejón transmite en Con todo. Qué ha vivido, conocido y experimentado desde antes de que se diera a conocer a la opinión pública como uno de los fundadores de Podemos hasta ser hoy, además del líder de Más País, la cara visible de propuestas políticas como el cuidado de la salud mental o la semana laboral de 32 horas, instrumentos con los que construir una sociedad más sana y ecuánime. Y lo hace equilibrando experiencia y reflexión, mencionando a los que formaron parte de cada etapa y exponiendo los éxitos y los errores que, a su juicio, tuvieron tanto él mismo como los que le acompañaban o participaban de sus mismos propósitos y convicciones. Y aunque la objetividad solo sería posible conociendo la visión y la opinión de los otros, quien busque sangre, chascarrillos irrisorios o dianas, este no es su libro.

Lo más interesante, además de conocer su trayectoria y su explicación del concepto nacional-popular, es su análisis de lo más reciente. En cómo explica la eclosión de la ola reaccionaria, visceral y canceladora que estamos viviendo en la actualidad a partir de lo sucedido en 2015. En el momento en que Podemos optó por convertirse en una fuerza política a la antigua usanza -a la izquierda de la izquierda- en lugar de convertirse en un medio con el que materializar las demandas de los cinco millones de votantes que consiguió en aquellas elecciones generales. Ciudadanos insatisfechos con un Estado al que sentían, más que ajeno, casi contrario a sus necesidades y demandas.

La apuesta de Pablo Iglesias por romper el bipartidismo y compensar el pasado, en lugar de ofrecer hechos que materializaran su discurso, le convirtió en parte del tablero izquierda-derecha en lugar de romperlo para implantar el de arriba-abajo u oligarquía-clases populares. Por su parte, muchos de los que apostaron por los morados no volvieron a darles su confianza. Un asunto de gran calado al que Iñigo dedica muchas páginas, a la par que explica cómo aquella organización se burocratizó a imagen de unos y desemejanza de otros a los que, como a él, acabó expulsando.

Lo que supuso el fin de la carrera política de muchos, para él fue el punto y aparte que necesitaba para formular el proyecto que hoy representa y que, según él, nació en el último momento posible para conseguir entrar en noviembre de 2019 en el Congreso de los Diputados, aunque con mucho menor porcentaje de votos y número de escaños de los que él mismo esperaba. Un punto de inflexión que, a su juicio, se ha convertido en la oportunidad de realizar lo que él creía iba a ser su anterior formación política, pero adaptada a las exigencias, necesidades y modos del ciclo actual, a las que hay que sumar las consecuencias, aún por definir, de la pandemia del covid-19.

Un tiempo en el que, según él, la propuesta ha de pivotar en mirar hacia adelante, en hacer que el Estado no sea solo un instrumento regulatorio sino también un medio proveedor de las estructuras que nos faciliten unos servicios adecuados, en forma y tiempo, que garanticen verdaderamente no solo nuestro bienestar, sino también el de las generaciones futuras. De ahí que incida en el ecologismo, no solo por su lado medioambiental, sino como manera de habitar -en términos de producción y consumo- las coordenadas en que vivimos. Y también en el feminismo, en la necesidad de hacer que la democracia tenga en cuenta la igualdad de todos sus ciudadanos, sin la que es imposible la libertad, y se libere de la estrechez prejuiciosa del filtro masculino, blanco y heterosexual con el que aún sigue actuando en demasiadas ocasiones.    

Por la parte estilística señalar la prosa cercana de Errejón, se nota su faceta académica y su hábito intelectual, aunque un poco de síntesis no hubiera estado de más, al igual que haber dejado fuera de la redacción final los coloquialismos propios de conversaciones informales entre amigos. Más allá de esto, está por ver tanto su futuro político como el de Más País, pero como él mismo dice, lo importante es el posible acierto de su análisis de la sociedad española y la adecuación de las medidas con que propone mejorar lo corregible y potenciar lo posible. El tiempo nos dirá hasta dónde llega su capacidad y la de los suyos de hacer y de influir.  

Con todo. De los años veloces al futuro, Iñigo Errejón, 2021, Editorial Planeta.

“Vidas arrebatadas: los huérfanos de ETA” de Pepa Bueno

Lo que no se cuenta no existe y el dolor que no se exterioriza no desaparece. Ese ha sido el objetivo con el que José Mari y Víctor han compartido cuanto han sido capaces en este ensayo periodístico con grandes dosis de humanidad. Datos, nombres, hechos y contextos ordenados con precisión y expuestos con objetividad informativa, pero también con la empatía y escucha atenta que durante demasiado tiempo se les negó a sus protagonistas.

El terrorismo etarra parece una cosa del pasado. Pero no es así, sus consecuencias están presentes. En silencio, de manera invisible. Con el riesgo de que se le siga negando su sufrimiento a quienes se han visto obligados a convivir con él desde el día en que la barbarie irrumpió en sus vidas. Los más jóvenes ni siquiera son capaces de mencionar alguna de aquellas salvajadas que durante muchos años fueron ignoradas, pero que progresivamente llegaron a ocupar las portadas de todos los periódicos y que los que ya tenemos unos años hemos sido incapaces de olvidar. Como la explosión de un coche bomba que a primera hora del 11 de diciembre de 1987 destrozaba la casa cuartel de la Guardia Civil de Zaragoza en la que vivían los hermanos Pino Fernández.

En la que yo lo hacía, a muchos kilómetros de allí, apenas un par de horas después, cuando tocaba prepararse para ir al colegio había nervios y agitación, caras serias y recuerdo escuchar que alguien iba a la oficina de Correos a enviar un telegrama de solidaridad con las víctimas. Lo que para mí fue un instante más de mi niñez, para ellos fue el horror que les dejó sin padres y sin su hermana pequeña, y el ancla que desde entonces ha lastrado sus vidas, hasta el punto de hacerles casi naufragar más de una vez.

Soy oyente habitual de Pepa Bueno, con lo que no me ha sorprendido la manera ordenada y didáctica con que expone los acontecimientos, todo aquello que es resultado de la documentación, pero sobre todo he valorado el tacto con el que relata cómo han sido las tres décadas transcurridas desde aquel día para José Mari y Víctor. Dos niños de trece y once años entonces. Hoy dos hombres, dos guardias civiles retirados, con una incapacidad total para el trabajo como resultado del estrés postraumático que les causaron doscientos cincuenta kilos de amonal.

Unas Vidas arrebatadas y después abandonadas a su suerte por una familia, una sociedad y un sistema institucional en el que el cariño resultó ser una promesa que se disolvió enseguida, en que la dimensión emocional de las personas no se consideraba y en el que los responsables públicos eran incapaces de ver más allá de sí mismos. El hilo conductor seguido por la periodista es su propio relato -transcribiendo momentos de las conversaciones que han tenido o de los diarios íntimos que han compartido-, complementándoles con fuentes de distinto tipo (hemeroteca, judiciales) y personas que le han ayudado a ahondar en algunos de los episodios -su paso por el internado- o entender el acantilado psicológico y psiquiátrico a cuyo borde han estado en demasiadas ocasiones.

Un recorrido en el que lo personal queda hilvanado con la actualidad social y política de cada momento, permitiéndonos conocer cómo hemos evolucionado como país, pero también el daño extra que por ignorancia, insensibilidad o inconsciencia les hemos causado a muchas personas que bastante tenían ya con las heridas físicas provocadas por los cascotes y el vacío psicológico generado por el asesinato sin piedad de los suyos.

Reconozco que inicié la lectura pensando que me iba a encontrar una investigación periodística sin más, pero fui cambiando de idea a medida que ahondaba en la cuidada exposición de hechos y puntos de vista que Pepa Bueno ha construido y me calaba el tono amable, la intención reparadora y el reconocimiento moral con que lo ha hecho. Me ha emocionado, tanto interior como exteriormente, y creo que no puede haber un logro más grande para un escritor o un informador que ese, así como un bálsamo mejor para José Mari y Víctor.  

Vidas arrebatadas: los huérfanos de ETA, Pepa Bueno, 2021, Editorial Planeta.