Representaciones que hicieron estremecer, puestas en escena que provocaron un huracán de emociones entre los espectadores asistentes, actores que con sus interpretaciones dejaron un recuerdo que todavía perdura, textos que a los que se les dio una nueva dimensión,…
«Un obús en el corazón«. No puede haber título más preciso y acertado. Un proyectil cuidadosamente ensamblado que tras su disparo traza una trayectoria bien clara y definida, alcanzando de lleno su objetivo, sus espectadores. Y si Wajdi Mouawad es un genio de la creación literaria, Hovik Keuchkerian lo es de la interpretación. Juntos son imbatibles y arrolladores, magistrales, una unión definible como perfección escénica.
«Las brujas de Salem«. El texto de Arthur Miller es maestro, no solo porque lo digan los académicos de la literatura desde hace ya más de seis décadas, sino por el efecto que tiene desde 1952 en sus lectores y espectadores. El montaje de Andrés Lima y su fantástico reparto están a la altura de todos sus retos: transmitiendo su mensaje universal, generando un dramatismo in crescendo a medida que se suceden los minutos, contagiando el dinamismo de sus momentos más corales,…
«He nacido para verte sonreír«. El vínculo entre una madre y un hijo es eterno, constante, profundo, íntimo. No hay silencios, impedimentos o retos que puedan con él. Siempre estará ahí, tal y como lo expresa Isabel Ordaz, eterno, vigente e incorruptible, y como se lo devuelve Nacho Sánchez, etéreo e invisible, pero haciendo que con su sola presencia, con su cuerpo, lo llene todo. Pablo Messiez resulta una vez más, gracias a su delicadeza y empatía, un maestro creando y transmitiendo emociones.
«Iván y los perros«. La humanidad más auténtica es posible incluso en un entorno de extrema brutalidad. La mirada inocente de un niño es siempre el mejor espejo en el que comprobar cómo los adultos hemos perdido la oportunidad de vivir la honestidad de nuestros sentimientos. Nacho Sánchez es el actor, el monstruo, el grande que graba en la piel, los ojos y el corazón de sus espectadores lo que él vive sobre el escenario del Teatro Español.
«Arte«. Solemos dar la categoría de arte a aquellas creaciones del hombre que partiendo de principios estéticos –siempre volubles- apelan a nuestras emociones. Pero cuando metemos de por medio a la razón para darle entidad a lo que pertenece a este mundo, se corre el riesgo de abrir la caja de los truenos y provocar una tormenta de consecuencias imprevisibles. Miguel del Arco y el trío protagonista –mención especial a Jorge Usón que brilla con luz propia- hacen suya, a golpe de humor y muchas risas, la compleja sencillez del texto de Yasmina Reza.
«Antígona«. Un texto clásico, una iluminación barroca y un mensaje actual, universal, eterno, siempre presente. Un bucle sin fin que comienza con la resaca del conflicto, sigue con la tensión de la defensa de la ley y concluye con la paradoja del ejercicio del poder. Un elenco en el que todos los actores brillan con su quietud cada vez que intervienen y cuando coordinan sus movimientos hacen casi estallar el escenario.
«Ensayo«. Dos horas de una brutal intensidad en la que tan duro y doloroso es expresarse como escuchar. En las que los personajes se abren en canal sus conflictos sobre el pequeño y gran mundo teatral del que forman parte, el amor al que dicen aspirar y desear transmitir a sus espectadores, las motivaciones que les iniciaron y les mantienen en la escritura, la interpretación y la dirección, así como su papel en todas las dimensiones de su vida. El texto de Pascal Rambert no deja un rincón de la mente, el alma y el corazón humano sin explorar.
«Cartas de amor«. Setenta años de misivas, desde que eran niños y tenían toda la vida por delante hasta las últimas palabras que se dirigieron dos adultos que fueron el uno para el otro, unas veces mucho y otras nada. Un intercambio postal que sobre el escenario se sucede como un dialogo ágil, sugerente, con momentos de humor y notas dramáticas a partes iguales. Palabras certeras cuyos significados y mensajes quedan amplificados por la maestra capacidad interpretativa de Julia Gutiérrez Caba y Miguel Rollán.
«Bodas de sangre«. El verbo hecho carne. Que los diálogos y la poesía de Lorca no sean solo palabras sino también cuerpos que escupen escultóricamente el escenario con su presencia y lo modifican y llenan con el ritmo y la cadencia de sus movimientos y voces. Esta es la inteligente y arriesgada puesta en escena de Pablo Messiez que hace de Federico, sin alterar su forma y esencia, algo moderno y actual demostrando la fuerza y capacidad de ambos y la vigencia y universalidad del granadino.
«Billy Elliot«. Pasión, eso es lo que tiene Billy por el baile y eso es lo que transmite este musical, pasión por hacerlo bien y pasión por hacer disfrutar a su público. Da igual haber visto la película o el montaje teatral en Londres o Nueva York, la adaptación al español transmite autenticidad. Las canciones suenan bien. Los actores están a la altura tanto cuando interpretan como cuando cantan. Las coreografías y los cambios de escenografía resultan redondos. El resultado, lágrimas de emoción, sonrisas de admiración y aplausos unánimes de principio a fin.