Dos horas de una brutal intensidad en la que tan duro y doloroso es expresarse como escuchar. En las que los personajes se abren en canal sus conflictos sobre el pequeño y gran mundo teatral del que forman parte, el amor al que dicen aspirar y desear transmitir a sus espectadores, las motivaciones que les iniciaron y les mantienen en la escritura, la interpretación y la dirección, así como su papel en todas las dimensiones de su vida. El texto de Pascal Rambert no deja un rincón de la mente, el alma y el corazón humano sin explorar.
Un escenario blanco, diáfano, una mesa con cuatro sillas y alguna más a modo de soporte de utilitarios diversos entre los que llama la atención una maqueta con una escenografía sencilla, apenas unos muros blancos, y cuatro figurines negros. Una señal de que lo que vamos a ver es a la vez vida y teatro, realidad y representación, situado en esa línea roja, en esa niebla que está entre el sí y el no. Un territorio de incertidumbre existencial y emocional en el que te sientes abrumado, indefenso, débil, vulnerable. Ese espacio es Ensayo.
¿Qué queda del inicio de su aventura después de 20 años de trayectoria? ¿Del proyecto en el que se embarcaron cuatro personas formando un equipo teatral de director, escritor y dos actrices? ¿Hace él con ellas en escena lo que quisiera hacer fuera? ¿Es una prolongación de una relación que se inició sobre las tablas y se prolonga fuera o al revés? Lo escrito, ¿es para transmitir una ilusión, representar una paráfrasis del mundo en el que vivimos, para expresarse o para decirse a través de la palabra pronunciada por otros lo que se es incapaz de verbalizar? Y los espectadores, ¿qué papel tenemos en todo esto? ¿Somos seres pasivos, ajenos al drama bajo la excusa de su ficción? ¿O es aún peor y no nos implicamos porque estamos alienados por el vacío que nos rodea, por la ausencia de sueños que realizar y utopías por las que seguir luchando?
Interrogantes en las que se sumerge Pascal Ambert para emprender un viaje a gran velocidad en el que traspasamos las emociones, sensaciones, pensamientos, deseos y evocaciones que se expresan y se sienten en una representación teatral. Sin discernir si estamos sobre el escenario o en el patio de butacas, dándonos la oportunidad de hacer de sus dos horas de representación un tiempo y lugar único en el que expresar, solicitar y rechazar actitudes y comportamientos que fuera de ella somos incapaces por pudor, por vergüenza, por una educación con lagunas, por un entorno de valores castrantes –sobre el amor, el sexo, la convivencia,…- o quizás por algo aún peor, por falta de imaginación.
Como en La clausura del amor, el anterior texto de Ambert que se pudo ver representado en el Teatro Pavón, este montaje no deja un segundo de tregua. Al igual que entonces, tan intenso, atractivo y poderoso son cada uno de los actores en sus monólogos como la resistencia corporal con que le escuchan y le responden los demás en una síntesis total y absoluta de cabeza, corazón, piel y estómago.
Ensayo, en el Teatro Pavón (Madrid).
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