Solemos dar la categoría de arte a aquellas creaciones del hombre que partiendo de principios estéticos –siempre volubles- apelan a nuestras emociones. Pero cuando metemos de por medio a la razón para darle entidad a lo que pertenece a este mundo, se corre el riesgo de abrir la caja de los truenos y provocar una tormenta de consecuencias imprevisibles. Miguel del Arco y el trío protagonista –mención especial a Jorge Usón que brilla con luz propia- hacen suya, a golpe de humor y muchas risas, la compleja sencillez del texto de Yasmina Reza.
Tendemos a pensar que el término arte se refiere a las denominadas bellas artes (pintura, escultura, arquitectura, música, literatura, danza y fotografía) en línea con la segunda acepción del diccionario de la RAE, “manifestación de la actividad humana mediante la cual se interpreta lo real o se plasma lo imaginado con recursos plásticos, lingüísticos o sonoros”. Ese es el filtro con el que nos acercamos a este texto que tantos teatros ha llenado y dado que hablar desde su estreno en 1994. Sin embargo, si seguimos leyendo el diccionario, la cuarta definición que nos da es la de “maña, astucia”. Y mientras pensamos que lo que Reza escribió trata sobre lo primero, puede ser que lo que ella concibiera y lo que Miguel del Arco pretenda poner en escena tenga también mucho de lo segundo.
La disparidad de opiniones qué es el lienzo, aparentemente en blanco, que inicia la función (una pieza artística, una mierda, quizás algo etéreo), no es más que la excusa, la gota que colma el vaso, para poner de relieve las fisuras que tiene toda relación cuando ante un mismo tema cada persona tiene una postura opuesta a la de los demás. Convicciones impermeables, cerradas al debate del encuentro, que se convierten en la insospechada mecha de un conflicto no solo inesperado, sino también, de recorrido y consecuencias imprevisibles. Esa es la paradoja de Arte, que parece tratar sobre lo evocador y lo sensible, sobre nuestra capacidad para imaginar y sentir, dejarnos fluir y llevar, evadirnos de lo terrenal y lo material, aquello en lo que reside nuestra categoría de seres humanos y nos diferencia del resto de seres vivos. Y resulta que lo que vemos sobre el escenario es también un muestrario de nuestras paradojas, de nuestra dificultad para ser auténticos e ir más allá de las etiquetas que conlleva nuestro modelo de sociedad, tanto de las que asumimos como de aquellas que decimos que nos son ajenas.
Ese el verdadero arte que se esconde tras esta obra, esa es la maestría literaria de Yasmina Reza y la habilidad escénica de Miguel del Arco. En el comienzo todo parece versar sobre Marcos y Sergio, Roberto Enríquez y Cristobal Suárez, dos hombres formados y aparentemente con criterio, entre los que la tela se levanta como un muro invisible dando pie a una situación que más que de separación, es de agresiva confrontación. Una distancia que hace de ellos dos posturas enfrentadas más que dos personajes que no consiguen encontrarse, transformándose incluso en un peso que dificulta el avance de la acción.
Un doble reto que supera con creces el binomio formado por Iván y Jorge Usón. El primero da vida al páramo inerte que se tiende entre sus amigos y el segundo construye un personaje que tiene todos los prismas que necesita este Arte para alcanzar su notable resultado final. La versatilidad de Usón da forma a esa ambigüedad que satisface por separado a ambas partes pero en conjunto a ninguna y con la que se gana desde el primer momento la empatía del público asistente al hacerle sentirse partícipe de lo que está sucediendo. Sus múltiples pequeños registros ponen de relieve la verdadera naturaleza humana del conflicto, lo insospechado de su alcance y los imprevisibles efectos de su resolución. Así mismo, su agilidad y entrega al texto son las que generan el humor y las risas tras las que se enmascara el drama, la reflexión y las buenas sensaciones con que se abandona la sala tras los noventa minutos de función.
Arte, en el El Pavón. Teatro Kamikaze (Madrid).
Pingback: 10 funciones teatrales de 2017 | lucasfh1976
Pingback: El legado del Teatro Kamikaze | lucasfh1976