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«It´s only a play» de Terrence McNally

Los nervios del estreno de una obra de teatro no se acaban cuando sube el telón y comienza la representación, se incrementan cuando este baja y se inicia la cuenta atrás para la lectura del último elemento del espectáculo, las críticas. Un tiempo indeterminado que en esta obra ambientada en el Nueva York de 1982 se combina con una fiesta llena de famosos y un equipo artístico de los nervios que viven momentos tan absurdos como divertidos.

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Hoy en día podemos saber por las redes sociales la aceptación que ha tenido una función nada más apagarse las luces, permitiendo así que el público participe de la promoción de la obra que ha ido a ver. Pero hace tres décadas los medios de comunicación ostentaban este papel como si se tratase de un monopolio. Un poder que ejercían con extrema dureza, lo que dijera The New York Times sobre cualquier estreno en Broadway quedaba grabado a fuego en la mente de sus lectores, presionando incluso para que el título referenciado –según se cuenta en It´s only a play– pudiera ser retirado de la cartelera.

El autor de historias profundamente emocionales como The Lisbon Traviata, Frankie y Johnny o Mothers & Sons adopta en esta ocasión un registro diferente y, seguro que partiendo de sus propias vivencias, nos cuenta a modo de sátira, casi ópera bufa, cómo se viven esos minutos esperando a que llegue la sentencia capaz de determinar el éxito o el fracaso, tanto creativo como comercial, de la obra en la que un número indeterminado de personas han depositado su dinero así como sus esperanzas, sueños, ilusiones e, incluso, utopías.

Fuera de escena queda la fiesta a la que acuden famosos como Lauren Bacall o Shirley McLaine o el elenco de los grandes éxitos de la Gran Manzana del momento como La cage aux folles o The iceman cometh, A los que sí que vemos son al director del estreno del día, The Golden egg, así como a su productora, a la actriz protagonista, al dramaturgo y a su mejor amigo llegado desde Los Ángeles y para quien estaba concebido el papel del protagonista masculino que él rechazó.

Todos juntos en un único escenario con varios teléfonos que suenan indistintamente y dos puertas. Una que da acceso a un cuarto de baño con un perro ladrando y en el que se llegan a oír disparos, y otra por la que entran las novedades, tanto las publicadas por los periódicos, como las de la locura festiva del piso inferior. Un camarote de los hermanos Marx convertido en una olla a presión esperando el veredicto de los medios. Un estado de nervios que no todos gestionan con la debida calma y que da pie a estallidos de divismo e histrionismo, a desatar inseguridades, a hacer sangrar viejas heridas personales, a echar pestes sobre Hollywood o minusvalorar el trabajo actoral en otros medios como las series de televisión.

Un cruce de de excesos y grandilocuencias verbales, de egos y neurosis, de todo tipo al que se une un crítico que quiere ser testigo desde dentro de lo que su poder de influencia puede ocasionar y una taxista que trae la publicación que todos esperan leer. Entre unos y otros, entre la realidad que se hace de rogar, los artistas (Barbra Streisand, Meryl Streep) y autores (David Mamet, Arthur Miller, Eugene O’Neill, García Lorca o John Guare) que se mencionan y los imprevistos que añaden las peculiaridades personalidades y las distintas profesiones de semejante conjunto, no hay un segundo de silencio ni un instante de reposo.

Podría parecer que este texto de Terrence McNally es solo apto para la gente del gremio teatral, pero estoy seguro que asistir a su representación con un elenco como el que lo llevó a escena en Nueva York en 2015 (F. Murray Abraham, Matthew Broderick, Stockard Channing y Nathan Lane, entre otros) debe ser algo maravilloso.

It´s only a play, Terrence McNally, 1982, Dramatist Play Service.

“Nuts” de Tom Topor, la obra que quiso interpretar Barbra Streisand

El cine ha hecho que los juicios en EE.UU. nos parezcan una de las situaciones más teatrales que podemos encontrarnos en la vida cotidiana. La escenografía viene marcada por el sistema y los que intervienen pueden hacer de su discurso una construcción emocional más allá de los tecnicismos y formulismos del lenguaje jurídico. Tom Topor se vale perfectamente de lo primero para, a partir de lo segundo, profundizar hasta los aspectos más delicados de una historia “basada en hechos reales” en la que, bajo la apariencia de un asesinato y una prostituta, se encuentra una situación que no cuadra y un personaje herido y obligado a construirse a sí mismo.

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El casting es muy sencillo. Un juez y una acusada, un abogado defensor y un fiscal, asistente de sala y testigos. La estructura de la obra también lo es. Entra el señor de la toga, se presentan las partes y se enuncian los cargos contra la mujer sometida a escrutinio judicial, declaran las personas propuestas por la defensa y la acusación y finalmente se dicta sentencia. En este sentido, esta Loca no ofrece ninguna sorpresa. Su valor está en las intervenciones de cada uno de sus personajes y como a través de lo que dicen y declaran dejan ver, no solo que detrás de cada decisión burocrática hay muchos comportamientos humanos, sino también historias llenas de sombras oscuras, silencios sordos e ilusiones rotas en las que a pesar de todo, se es capaz de tener fuerza para luchar y seguir adelante.

Para evitar el riesgo de la linealidad, Topor incluye varios elementos disonantes. La protagonista que lucha contra la injusticia de ser considerada mentalmente incapaz por un sistema que solo busca etiquetar en lugar de comprender, es también una persona impetuosa y visceral, lo que por momento la hace parecer altiva, irrespetuosa y soberbia. Frente a ella, un testigo que se vale de su prestigio médico para hacer dogma de sus opiniones sobre la salud mental de su paciente, y una pareja de hombre y mujer que se presentan, no como personas que tienen algo que aportar, sino como víctimas de una hija por la que no se sienten recompensados, ni afectivamente ni en términos de orgullo paterno-filial.

Todo esto nos permite conocer a una mujer que tiene tras de sí no solo una biografía con episodios que se salen del guión de lo que se puede mostrar en público, sino también un sistema familiar con momentos y comportamientos ocultados durante mucho tiempo. El pasado más reciente y el más lejano toman cuerpo y luz en la tribuna de testigos pasando a ser algo real una vez que quedan recogidos por los taquígrafos que registran cuanto se relata en los interrogatorios. Un complejo entramado que el autor resuelve con una aparente sencillez que tiene tras de sí una intriga con un ritmo creciente bien planificado, con diferentes fuentes que discurren asincrónicamente en un complementario y perfecto equilibrio para confluir en una atmósfera de suspense de gran intensidad. Una fuerza que se revelará como el motor que marcará el devenir y la sentencia de lo que allí se está discutiendo, superando los juegos verbales y las inteligentes vueltas de tuerca de sus exposiciones orales .

Motivos que hacen de lo escrito por Tom Topor un buen texto teatral que triunfó en el off-Broadway de 1979 y cuyos derechos fueron rápidamente adquiridos por Hollywood. Finalmente, la adaptación cinematográfica fue producida en 1987 por Barbra Streisand, quien estuvo años tras el papel de Claudia Faith viendo en él una oportunidad de ampliar su registro interpretativo tras una laureada carrera de más de veinte años y con el hándicap del gran éxito de Yentl (1983), su último título hasta entonces. El resultado en la gran pantalla, a pesar de contar con Topor en la adaptación del libreto teatral como guión cinematográfico, no pasó de ser un telefilm con una sobreactuada Streisand.

Something happens with some people: they love you so much they stop noticing you’re there because they’re so busy loving you. They love you so much their love is a gun, and they keep firing it straight into your head. They love you so much you go right into a hospital…

Ellas

Faltan muchas, pero las que están en este post han protagonizado algunos de los momentos más mágicos y maravillosos que el cine nos ha dado. 

Ellas

Meryl Streep mirándose al espejo en “Los puentes de Madison”. Nicole Kidman desvistiéndose en “Eyes wide shut”. Anna Magnani exhudando supervivencia en “Roma, ciudad abierta”. El absoluto descaro de Rita Hayworth en “Gilda”. La sonrisa infinita de Julia Roberts en “Pretty woman”. La risa de Greta Garbo en “Ninotchka”. Katharine Hepburn, sentimiento a flor de piel “En el estanque dorado”. El quid pro quo de Jodie Foster con Hannibal Lecter en “El silencio de los corderos”. La alocada Barbra Streisand en bici por las calles de San Francisco en “¿Qué me pasa, doctor?”. Diane Keaton diciendo “he tenido tanto amor en mi vida” en “La habitación de Marvin”. Bjork soñando con una realidad paralela musical en “Bailar en la oscuridad”. El sufrimiento sin fin de Jane Wyman en «Obsesión» y el de Lana Turner en «Imitación a la vida».

Ingrid Bergman deseando tanto lo imposible como lo marcado por el destino en “Casablanca”. Vivien Leigh poniendo a Dios por testigo en “Lo que el viento se llevó”. Holly Hunter gritando en silencio en “El piano”. Juliette Binoche leyendo con los dedos la partitura en “Tres colores: azul”. La histriónica Gloria Swanson de “El crepúsculo de los dioses”. La fotogénica, hermosa y bella Emmanuelle Béart de “Nelly y el Sr. Arnaud”. Marisa Paredes y Victoria Abril discutiendo en “Tacones lejanos”. La desequilibrada Isabelle Huppert de “La pianista”. Olivia de Havilland cerrando la puerta en la última secuencia de “La heredera”. La interrogada Sharon Stone de “Instinto básico”. Audrey Hepburn buscando al gato bajo la lluvia en “Desayuno con diamantes”.

Kathleen Turner y Angelica Houston, arrolladoras en “El honor de los Prizzi”. El drama de Ali MacGraw diciendo “amar significa no tener que decir nunca lo siento” en “Love story”. Penélope Cruz sin lógica alguna en “Vicky Cristina Barcelona”. La seducción de Barbara Stanwyck en “Perdición”. La inocencia de Natalie Wood en “West side story”. La absurda ingenuidad de Renée Zellweger vestida de conejita de Playboy o luciendo faja en «El diario de Bridget Jones». Bette Davis y Joan Crawford, locas, muy locas en “¿Qué fue de Baby Jane?”. Jennifer Hudson cantándole a su hombre And I´m telling you en “Dreamgirls”. Marilyn Monroe avanzando por el andén en “Con faldas y a lo loco”. Elizabeth Taylor llena de rabia en “La gata sobre el tejado de zinc”. Las lágrimas de Demi Moore en “Ghost”. La virginidad de Liv Tyler en “Belleza robada”.

La elegancia de Ava Gardner en “55 días en Pekín” sin hacer nada, solo porque sí. La almibarada Olivia Newton John de “Grease”. Madonna, entregada peronista en “Evita”. Jennifer Grey bailando en “Dirty Dancing” y Catherine Zeta-Jones en «Chicago». La candidez de Judy Garland en “El mago de oz”. Las ganas de disfrutar la vida de Liza Minelli en “Cabaret”. El monólogo, vistiendo únicamente una camiseta, de Julianne Moore en “Vidas cruzadas”. Annette Bening como una contrariada esposa en “American Beauty”. La sufrida y valiente Cecilia Roth de «Todo sobre mi madre». Faye Dunaway disparando a diestro y siniestro en «Bonnie & Clyde». Las eternas piernas de Cyd Charisse en «Cantando bajo la lluvia». La enigmática Kim Novak de «Vértigo» y la radiante Grace Kelly de «La ventana indiscreta».

La soledad de Scarlett Johansson en “Lost in translation”. Carmen Maura recitando la receta del gazpacho en “Mujeres al borde de un ataque de nervios”. Julie Andrews en todas las canciones de “Sonrisas y lágrimas”. La magia que desprende Cher en “Hechizo de luna”. La acosada Jessica Lange de “El cabo del miedo”. La fuerza infinita de Sophia Loren en “Madre coraje”. La dualidad de Natalie Portman en “El cisne negro”. Las retadoras miradas de Lauren Bacall en “El sueño eterno”. Susan Sarandon y Geena Davis queriendo dejar su pasado atrás en “Thelma & Louise”. La expresividad de Marlee Matlin en “Hijos de un dios menos”. Glenn Close, desatada en “Atracción fatal”. Ellas y muchas más.

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En los días de lluvia…

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… cuando ya es otoño, y el frío cae del cielo para ya no marcharse, me refugio en casa, junto a una ventana, una de las grandes, que me permite apreciar tanto las gotas de agua que caen sobre ella como la cotidianeidad que se hace húmeda al otro lado del cristal. Será por la lluvia, será por la bajada del barómetro, o no sé por qué, pero entonces pulso play y la música, las letras, los acordes, se hacen más intensos, los hago míos y siento y vivo a través de ellos. Mis ojos miran hacia fuera, y yo imagino y sueño hacia dentro.

There are moments you remember in your life, there are moments you wait for and dream of all your life… Hay canciones que nada más comenzar ya han conseguido emocionarme, el vello se me eriza, mi piel se estremece… I stepped outside and looked around, I never dreamt it was so high or even half as wide… Lo que está por venir es una fuerza, una energía que nace de lo más hondo y profundo de mí, que recorre mi cuerpo de arriba a bajo y que saldrá a través de todos mis poros, de mis ojos, de mi boca, luz que llenará el espacio que me rodea.

Your heart is not open, so I must go, the spell has been broken, I loved you so… Estrofas que ponen en palabras lo que en algún momento no he sido capaz de expresar verbalmente, emociones que aún no había elevado al arte de la retórica, que eran sensaciones físicas, un corazón dolido, encogido,… It won´t be easy, you’ll think strange when I try to explain how I feel, that I still need your love after all that I’ve done… Una vez que ya he mostrado la vulnerabilidad de mi corazón, ya no tengo pudor alguno en enseñar quién soy, desnudo, transparente, intentando –espero que consiguiendo- ser honesto y veraz contigo que me escuchas.

When you’re standing on the edge of nowhere, there’s only one way up, so your heart’s got to go there…  Sé que tengo la fuerza, la capacidad, las habilidades para llegar hasta ahí donde me proponga, un punto que no es tal, no es unas coordenadas físicas, un norte o sur y un este u oeste, sino un lugar de emociones y sensaciones en el que quizás ya vivo, y al que todo el que llegue -como puedes ser tú hablando, paseando, viajando conmigo- será para sumarme a mí, sumarte a ti, hacerme crecer a mí, hacerte crecer a ti. Everyone was watching, you were the freakiest thing on show, dazzle in the crystal ball… Con la certeza de cada uno de nosotros somos únicos y tenemos sonrisas, momentos, palabras, roces, miradas que ofrecernos con el único fin de sentirnos y hacer sentir bien, de ofrecer sin esperar y recibir aún más.

Thought that I was going crazy, just having one those days, didn´t know what to do… Dejo atrás prejuicios e ideas preconcebidas, límites e imposiciones, unos autoimpuestas, otras recibidas, busco de dónde vienen para así superarlas, hago de la debilidad oportunidad. What´s the worst thing that could happen to you? Take a chance tonight and try something new… Me atrevo, voy a por ello. Hasta tres veces está bien hacer algo de la misma manera, luego ya no, ya no vale. Voy a más, a conocer nuevos modos de crear, a descubrir nuevas formas de escuchar, a dejarme sorprender. A construir, a dar forma al futuro, y cuando mire atrás al día de hoy, al camino recorrido, no lo haré con añoranza, sino con orgullo.

Coincide el fin de la lluvia con el de esta canción, las gotas desaparecen del vidrio que me separa del exterior. Abro la puerta de la terraza y salgo a la par que lo hacen también mis vecinos. Solo se oye el ruido ambiente que sube desde la calle, pero el ritmo musical que me lleva hacia adelante en el tiempo y el espacio no ha parado, sigue en mi cuerpo, en mi cabeza y en mi corazón.

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(Fotografías tomadas en Madrid el 29 de marzo de 2014).

Sin pelos en la lengua, “I’ll eat you last: a chat with Sue Mengers” de John Logan

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Descarada y cínica a la par que transparente y sincera. Así es Sue Mengers, una agente de actores entregada a su trabajo, a construir carreras, a convertir a los actores protagonistas de éxitos de cartelera en mitos del cine. Gene Hackman, Burt Reynolds, Lauren Hutton,… o Barbra Streisand son los protagonistas de algunos de los cotilleos, anécdotas o trastiendas del mundo del show-business que nos cuenta.

Ella habla y nosotros escuchamos, su ego no tiene límites ni tamaño, lo inunda todo parando el transcurrir del tiempo, haciendo del escenario y la platea un espacio único en el que ella interactúa con el público con absoluta naturalidad hilvanando el nacer, éxtasis y aparente declive de su mundo.

Su monólogo espontáneo y locuaz alterna frivolidad, materialismo y deseo sin límite de poder, tal cual es ella y tal cual parece ser el Hollywood que nos describe. Así se suceden los minutos ante la estupefacción que produce la desvergüenza continua de Sue Mengers alternada con su aparente formalidad en algunos momentos como en su conversación telefónica con Sissy Spacek.

Por eso gusta esta obra, porque no es un texto, sino un personaje. Porque apela a la parte chismosa y cotilla, socialmente ligera que todos llevamos dentro. ¿Crees que no? Ponte a prueba leyendo el texto de John Logan o, si tienes la suerte de ir a Broadway, viendo a Bette Midler interpretándola, y luego me lo cuentas.

(imagen tomada de amazon.es)