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“Un tal González” de Sergio del Molino

Más un acercamiento y una reflexión que un ensayo y un análisis. Una mirada que descifra las luces y las sombras, descubre las fortalezas y las debilidades y señala los logros y las derrotas de su protagonista, a la par que expone cómo se constituyeron y consolidaron los fundamentos de nuestro actual modelo de sociedad y de país. Una escritura incisiva sobre el ayer con la que disfrutar de una lectura reflexiva desde el hoy.

En 2004 viajé a Barcelona para conocer el Fórum de las Culturas. Uno de los recuerdos más intensos que tengo de aquellos días es el de la tarde que acabé escuchando a Felipe González. Se me ha olvidado el tema sobre el que versaba aquel encuentro, debate o conferencia, pero no la honda impresión que me produjo escuchar y ver a alguien que, además de saber sobre qué estaba hablando, lo transmitía con absoluta claridad. Resultaba tan convincente por la seguridad y tranquilidad de su expresión como por la argumentación y fundamentación de sus afirmaciones. Había experimentado en mis propias carnes lo que muchos otros españoles habían comprobado desde que este sevillano, abogado laboralista e hijo de un vaquero cántabro, se lanzó a la política a finales de la década de los 60.

Como para muchos de los que nacimos en los agitados 70, Felipe González ha sido una presencia continua en mi imaginario político. Primero, y cuando aun no era ni consciente de semejante concepto, como tema de conversación de mis mayores y de lo que veía en televisión y leía en portadas de periódicos. Posteriormente, como mención obligada a la hora de repasar la evolución y el estado actual de nuestra democracia, asunto al que me acerco continuamente con curiosidad por saber, deseo de comprender cómo y por qué y necesidad de vislumbrar qué futuro se puede construir a partir de ahí. Experiencia que parece afín a la que transmite Sergio del Molino y quizás por la que he conectado tan bien con su propuesta narrativa.

Una sucesión de fechas significativas de las que se sirve para aunar el contexto, el pensamiento de su personaje y los elementos que estaban en juego para relatarnos dónde estaba nuestro país -dictadura, transición y consolidación democrática-, el papel que Felipe desempeñó como político y como gobernante, como ideólogo y presidente del Gobierno desde 1982 hasta 1996, y las consecuencias prácticas que aquello tuvo y tiene en nuestro presente.

Sin necesidad de aclarar las fronteras entre lo documentado, lo escuchado y lo intuido, el también autor de La España vacía (2016) acierta al relatar cada día escogido con un estilo a caballo entre el reportaje periodístico y la crónica literaria. Aúna al rigor que ofrecen los datos, la dramaturgia con que expone -incluida la vivencia de encuentros propios, circunstanciales y premeditados, con su retratado- la individualidad de las emociones personales y lo colectivo de las atmósferas compartidas en cada situación.

Una aproximación cuyo valor está en el acierto del conjunto que conforman la cronología, las temáticas, los lugares y los personajes de las jornadas seleccionadas. Una edición que aúna lo nacional y lo internacional, lo económico y lo social, lo banal y lo trascendente, lo nimio y por ello representativo y lo grandilocuente y por eso olvidado en los anales. Un cuadro con el que tener una imagen quizás no perfecta y completa, pero sí cercana de su protagonista, de sus decisiones y acciones, de su influencia y papel en el devenir de aquello en lo que España se convirtió y sigue siendo y, por tanto, de lo que somos todos y cada uno de nosotros.

Un tal González, Sergio del Molino, 2022, Editorial Alfaguara.

“Eterna España” de Marco Cicala

58 capítulos que nos dan a conocer los porqués de algunos episodios de la Historia de nuestro país, así como las peculiaridades que han convertido en protagonistas de nuestro imaginario a personajes de todo tipo y actividad. Una lectura que aúna lo académico y lo popular, bien documentada y expuesta, y con una redacción entre el ensayo literario y el reportaje periodístico.

Nunca conocemos suficiente. Siempre hay detalles que cuando escuchamos o leemos por primera vez nos ayudan a entender un poco más cómo hemos llegado al hoy del mundo en el que vivimos. Eso es lo que ocurre con estas piezas de Marco Cicala. Podrían abordarse de manera independiente, ya que pasan perfectamente por reportajes realizados a lo largo del tiempo para distintas publicaciones, pero muy bien unidas por el modo en que a partir de un pormenor derivan en un intrigante ovillo de fechas, lugares y nombres que conectan con nuestro recuerdo, más o menos vivo, de la Historia de España.

Cicala deja claro que cuanto relata está fundamentado en fuentes bibliográficas, entrevistas directas y visitas in situ. Así, y con un tono tranquilo y cercano con aires entre explicativos y pedagógico, niega mitos como el de la pacífica convivencia entre árabes, cristianos y judíos durante el medievo; contrasta la imagen que tenemos de La Mancha actual con aquella que recorrió el Quijote; y ahonda en las contrariedades de Miguel de Unamuno. Al tiempo, se hace eco de lo popular, de aquello que los libros de Historia no incluyen pero que también construye un país como son las madame y las casas de citas, episodios que aún están por ser digeridos como el de los robos de bebés a madres solteras y familias humildes durante décadas, o de los sucesos que inspiraron a los que se hicieron eco de ellos, como el que le sirvió a Federico García Lorca para escribir Bodas de sangre.

La información está ordenada con suma eficacia cuando tiene como origen un proceso de documentación, llevándonos de un asunto a otro en una relación de causa efecto que nos guía por sí sola. En los casos en que es obtenida de manera directa por Marco -como en las semblanzas de Camarón de la Isla o Manuel Vázquez Montalbán-, su relato es más vivencial. Se convierten en reportajes periodísticos que van desde la toma de contacto inicial a la profundización guiado por aquellos que comparten con él su experiencia, estudio y reflexión.

Considérese también la manera deliberada y explícita en que está presente en muchos de ellos la nacionalidad italiana de Cicala. Unas veces como prisma, dándonos una visión desde la distancia, diferente a la que podríamos tener cualquier nacional, pero también afectada por los vínculos con su país de algunos de los protagonistas y por la imagen que desde Italia se tiene de nosotros. Ese sentido de visión y experiencia personal, sin partir de hipótesis ni pretender establecer tesis alguna sobre la conformación de la identidad de nuestra nación o de sus habitantes, aunque generando argumentos para quien así quiera hacerlo. Eso es precisamente lo que hace interesante y recomendable la lectura de Eterna España.

Eterna España, Marco Cicala, 2017 (2020), Arpa Editores.

"Un pueblo traicionado" de Paul Preston

Casi siglo y medio de historia de España siguiendo el hilo conductor de la corrupción, la incompetencia política y la división social causada por estas. Desde la Restauración borbónica de Alfonso XII hasta la llegada a la Presidencia del Gobierno de Pedro Sánchez pasando por monarcas y dictadores, guerras civiles y coloniales. Un relato de los excesos, tejemanejes y aprovechamientos de gobernantes de uno y otro signo ideológico a costa de la estabilidad, el progreso y el desarrollo tanto de su nación como de sus compatriotas.

Si echamos la vista atrás parece que no ha habido una etapa tranquila en la historia de nuestro país. Hemos tenido períodos con un balance positivo y hasta muy notable incluso, pero siempre con episodios, tramas y personajes de lo más oscuro en la balanza. Y no solo de acólitos al poder o aprovechados de las circunstancias, sino desde los mismos puestos de representación estatal y gubernamental.

Reyes, presidentes, ministros, diputados y empresarios que se han valido de las coyunturas de cada instante (monarquía borbónica, república y dictaduras) para lograr un usufructo personal de su relación con las distintas fuerzas sociales (políticas, militares, empresariales, financieras, eclesiásticas…) de cada momento. Primando siempre sus objetivos, obsesiones y propósitos sobre los intereses y las necesidades de aquellos a los que se supone gobernaban, representaban o servían, o debían, al menos, respetar.

Hay mucho de tópico en este tema, pero también una realidad que no se puede negar, y es que el último siglo y medio español ha sido de lo más convulso. Un tiempo que comenzó con el fin de la tercera y última guerra carlista y al que le siguieron décadas de conflicto entre las fuerzas del orden y los incipientes, y posteriormente consolidados, movimientos obreros de distinto signo (socialistas, comunistas, anarquistas), tanto en las ciudades que se industrializaban (Madrid, Barcelona, Bilbao, Oviedo…) como en aquellas bastas áreas interiores que seguían dedicadas a la explotación de la tierra (Extremadura, Castilla, Andalucía…). Al tiempo, perdíamos las colonias de Cuba y Filipinas en 1898, y más tarde llegarían los desastres de Marruecos en los que perdieron la vida miles de soldados.

Mientras tanto, la titularidad del Gobierno se basaba en la continua alternancia de liberales y conservadores, cada uno con su correspondiente camarilla de puestos de confianza y financiadores -industriales y terratenientes- a los que se les devolvía el favor con normas e impuestos que favorecían sus negocios, u obviando su no cumplimiento de lo establecido por la legalidad vigente. Eso sin dejar de lado la continua simbiosis entre el estamento político y el militar, tanto en la formación de equipos de gobierno y designación de representantes como en la toma de decisiones, desembocando en períodos como la dictadura de Miguel Primo de Rivera (1923-1930) o la deriva total en este sentido que supusieron la Guerra Civil y el franquismo posterior, décadas en las que la corrupción no fue la trastienda del sistema sino su primera y máxima regla.

Egoísmos, intervencionismo e incompetencias que acabaron con esperanzas como la de la II República, enturbiaron los sacrificios y logros de la llamada Transición y han lastrado, hasta ahora, la reputación, las posibilidades y las potencialidades de nuestra actual democracia parlamentaria. Así es como finaliza (por ahora, veremos lo que nos depara el futuro) este ensayo que comienza como un muy buen ejercicio de síntesis, deriva posteriormente en un alarde de conocimiento y ordenación de datos, y concluye como un completo compendio de titulares, sumarios judiciales y sentencias conocidas a través de los medios de comunicación en los últimos decenios.

Un pueblo traicionado. España de 1874 a nuestros días: corrupción, incompetencia política y división social, Paul Preston, 2019, Editorial Debate.

“El mono del desencanto” de Teresa M. Vilarós

“Una crítica cultural de la transición española (1973-1993)” presenta una interesante tesis, que no corrobora la versión oficial que solemos escuchar, sobre ese período tan de continua actualidad a pesar del tiempo transcurrido. El pero a su propuesta es cuando entra a ejemplificar cómo se manifestó dicho planteamiento en la literatura, el arte, el cine, el cómic,… Entonces este ensayo es solo apto para aquellos que conozcan dichos referentes y estén dispuestos a sumergirse en el denso análisis que realiza de los títulos y autores elegidos.

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Tras una animada sobremesa con amigos nacidos también en la década de los 70 en la que hablamos sobre la imagen que nos han transmitido nuestros padres acerca de aquellos años y el diferente, pero a la par similar, recuerdo que cada uno de nosotros teníamos de los años 80, prolongamos la tarde con un actividad de lo más placentera, mirando títulos en una librería del centro de Madrid. Mi cabeza seguía dándole vueltas a la conversación que habíamos mantenido y la portada de este volumen pareció levantarse de la mesa de novedades en que estaba colocado cual promesa de respuesta a las ganas de saber que este tema siempre me ha despertado.

De aquellos barros, estos lodos. Esta podría ser una de las primeras y fáciles conclusiones que extraer de la lectura de este ensayo. ¿Realmente hizo nuestro país una transición? Y si fue así, ¿desde dónde y hacia dónde? Cambio hubo, pero ni tan evolutivo ni tan profundo como se nos ha contado. El paso del blanco al negro solo es real si se transitan todos los matices del gris, si por el contrario el péndulo va de un extremo a otro, el mecanismo de actuación es el de acción-reacción y no el de un camino con una meta u objetivos claros. Algo que podría quedar resumido en la síntesis que años después de la muerte del dictador se hizo de un artículo de Manuel Vázquez Montalbán, “contra Franco estábamos mejor”.

El asesinato de Carrero Blanco dejó claro que el régimen estaba llegando a su fin, la reacción de buena parte de la sociedad española fue tibia, nada aduladora con aquellos que llevaban gobernando España desde 1939, tras tres años de cruenta y fratricida Guerra Civil. Sin embargo, llegado el momento, los que defendían ideas de izquierda dejaron atrás sus planteamientos teóricos para adaptarse a la realidad de un mundo occidental plenamente capitalista y que comenzaba a dar sus primeros pasos hacia una globalización que hoy es ya una realidad. Por su parte, los que habían vivido cómodamente bajo el franquismo, sabían que no había otro camino más que la integración con Europa y que esto exigía hacer de España un país democrático.

Tras décadas soñando con la libertad, parece que no supimos muy bien qué hacer una vez que no teníamos ya al “enemigo” enfrente, aquel al que habíamos dedicado tantos pensamientos. El 20 de noviembre de 1975 dio pie a un vació al que decidimos no hacer frente y creímos que ignorándolo lo dejábamos atrás. Por un lado estuvo bien esa actitud abierta, naif, dispuesta a todo, sin límites ni pudores ni represiones, que dio resultados tan fantásticos como los de la movida madrileña.

Tiempos que se vivieron con autenticidad, sin mayor pretensión que la del carpe diem, sin pensar en un más allá que también guardaba un negarse a mirar atrás para desactivar la represión sexual, el absolutismo católico o el concepto imperialista de la identidad nacional grabado en el imaginario colectivo y en tantas identidades individuales. Muros contra los que tuvieron que luchar realidades que pedían ser escuchadas como la del empoderamiento de las mujeres, la diversidad de la orientación sexual o sentimientos políticos de toda clase que antes no solo se ignoraban, sino que se penaban y perseguían, con un uso desproporcionado de la fuerza incluso. Basta mirar a nuestro alrededor actual, a la realidad que reflejan los medios de comunicación para ver que aquel trabajo no hecho entonces nos persigue hoy en día.

Son muchos los ejemplos del cine, la literatura, el cómic o la escena que Teresa M. Vilarós analiza para mostrar cómo hubo quien propuso su novedad, quien luchó contra el pasado o quien se dedicó a reflejar los nuevos tiempos que estábamos viviendo. Pero aquí es donde El mono del desencanto deja de ser un texto apto para todos los públicos y con un enfoque crítico, pedagógico incluso, para convertirse en una sucesión de nombres (autores, títulos, referentes) que solo comprenderán los que los conozcan con la suficiente profundidad como para entender el análisis que la autora nos propone. Un discurso que peca de exceso en cuanto a su extensión y de una visión tan sumamente interpretativa que se hace etérea, ardua de leer, y que hace que este volumen merezca la etiqueta de solo apto para los muy entendidos.

“Adolfo Suárez. Entrevistas” en El País (1978-1991)

AdolfoSuarezEntrevistasElPais

Parece que todo está dicho algo más de un mes después de la muerte del que fuera el primer presidente de la democracia española. Análisis y opinión política, necrológicas, testimonios, recuerdos de aquellos que le conocieron y a lo largo de su vida pública y personal… Pero también hay una manera directa de volver a aquellos tiempos, la hemeroteca, la bendita hemeroteca como dice @_anapastor_ 

Disponible desde hace ya dos años en versión electrónica en amazon.es, el diario El País recoge en este recopilatorio algunas entrevistas que a lo largo de los años les concedió Adolfo Suárez, desde su llegada a la Presidencia del Gobierno hasta su abandono de la vida política. Largas conversaciones que desde 1978 hasta 1991 nos dejan frases que revelan una visión de la realidad española del momento y del planteamiento de acción política de este hombre que parecía practicar un discurso de mayor transparencia y claridad que el de los tiempos presentes.

Ahí van algunos subrayados, junto con la fecha en que fueron publicados y el periodista que obró de intermediario entre Adolfo Suárez y la sociedad española en cada momento.

15/10/1978 – Juan Luis Cebrián

“… estoy convencido de que muchas cosas que se presentan hoy como propias de la izquierda no son privativas de esta; son banderas nuestras que nacen de una concepción de la dignidad del hombre y su libertad…”.

“… (España) es un país muy castigado por la historia, con heridas todavía a flor de piel, que lucha por huir de cualquier radicalización…”.

“… Lo importante es que la norma jurídica no debe ni puede ir, en determinadas cuestiones, por delante de la concienciación social. En este país estamos demasiado acostumbrados a tener leyes que nadie cumple…”.

08/08/1982 – Miguel Angel Aguilar

“… Es notorio que existen personas que pretenden sustraernos la condición de ciudadanos libres, que con tanto esfuerzo nos hemos ganado, y devolvernos a la situación de súbditos… En segundo lugar, existen intentos manifiestos de radicalizar el país y enfrentar a los españoles en dos bandos antagónicos…”.

18/11/1985 – Fernando Jáuregui

“… Existen en nuestro país demasiadas desigualdades económicas, sociales y culturales para que solo dos grandes’ formaciones políticas recojan, en la práctica, las aspiraciones ciudadanas y logren una política de diálogo que suponga para todos justicia y libertad en una convivencia pacífica. Las distancias entre los españoles tienden, por desgracia, más a la radicalización y al enfrentamiento que al diálogo y al progreso…”.

“… el cambio político producido en España constituye solo un primer paso que no estará consolidado si no va seguido por los cambios sociales, culturales y económicos necesarios para desarraigar cuantas desigualdades injustas y cuantos privilegios infundados se dan aún entre los españoles…”.

02/06/1991 – Sol Alameda

“… Pienso que los españoles no admiten que su vida política se encierre en un esquema bipartidista. Nuestra realidad política tiene demasiados matices para ser fotografiada en blanco y negro. Lo que pasa es que de común acuerdo, o por casualidad, el objetivo de la derecha y la izquierda es hacer bipartidismo, borrar esa opción de centro…”.

Frases para el recuerdo y el debate sobre el valor de su mensaje en el momento en que fueron publicadas así como por su posible vigencia en el día de hoy.

Respecto a la edición como conjunto de estas entrevistas por El País, algunos detalles que la mejorarían: citar la fecha de las entrevistas tanto al inicio de estas –y no solo al final- como en el índice, o iniciarlas con la portada de El País del día en que fueron publicadas, así como con la imagen de la maquetación de las páginas que ocuparon. Aspectos que mejorarían los volúmenes también publicados de entrevistas a Santiago Carrillo, Felipe González y José María Aznar.

(imagen tomada de amazon.es)