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Jorge Hernández, el pintor de fotogramas

El cine y la publicidad, junto con un preciso trabajo técnico, son las claves del impacto visual, la sugerencia narrativa y la sensualidad cromática de sus obras de este artista (Huelva, 1973) que quería estudiar imagen y sonido o publicidad, pero la vida le llevo a la facultad de bellas artes. Años más tarde, cuando ya era profesor de secundaria y tras ganar varios certámenes, decidió lanzarse al vacío sin haber cumplido aún los treinta para ganarse la vida con su pintura. Lo consiguió.

Trabaja con galerías de Madrid (My name´s Lolita), Oviedo (Aurora Vigil), Barcelona (Víctor Lope) o Marbella (Pedro Peña). Sus obras se han visto en citas nacionales (JustMad, Estampa, ARCO, Swab o Art Marbella) e internacionales (Scope Miami, Lima Art Fair, Art Cologne). “Las ferias son el momento de mayor difusión de la obra de un artista”, señala. Ha recibido becas (Vázquez Díaz de la Diputación de Huelva), más premios aún (como el primero en el LIX Salón Nacional de Pintura Ciudad de Ayamonte en 2016 o la mención de honor un año antes en el Certamen Internacional de Pintura Ramón Portillo) y forma parte de colecciones institucionales como la del Ministerio de Asuntos Exteriores o particulares como la de Carmen Thyssen.  

Su pintura tiene una marcada intención narrativa que recuerda la profundidad y amplitud panorámica de los melodramas de Douglas Sirk rodados con Cinemascope y de los thrillers de Alfred Hitchcock con Vista Vision, así como las inserciones publicitarias con aire pop, elocuentes rostros y elegantes figuras de los años 50 y 60.  “El cine norteamericano de aquella época tiene una iluminación muy expresiva y unos colores saturados con una gran potencia visual”, apunta. Escenas con títulos como Recuerdo de un fracaso, No pierdas comba o El nadador de relaciones que, a su vez, revelan un claro interés por las motivaciones de los comportamientos y la génesis de las emociones de sus protagonistas. 

El porqué de las cosas, 122 x 140 cm, acrílico y resina sobre tabla.

La clave del efecto visual característico de su obra está en recursos como el acabado de resina que aplica, bien al final, bien en capas intermedias. Técnica que “potencia el color, lo hace más vibrante y le da un brillo especial que genera sensación de profundidad”. Trabaja siempre en acrílico sobre tabla, “se seca más rápido y se craquela mucho menos, y me gusta la sensación que transmite el pincel cuando lo deslizo o aprieto sobre ella. Además, es un material muy cálido, en ocasiones dejo algunas tramas sin pintura y me sirvo de ellas como color neutro, como fondo que integro aplicando luces y sombras.”

Suele iniciar sus imágenes concibiendo el escenario y después piensa dónde colocar los personajes, como si fueran actores representando un papel. “Es como si pintara fotogramas”, explica. En ocasiones realiza composiciones básicas en Photoshop a modo de boceto o croquis que seguir o hacer evolucionar posteriormente. Desde su punto de vista, la clave en la carrera de un pintor está en no perder la frescura y necesitar cada día menos para conseguir su objetivo expresivo. Siempre con varios cuadros en proceso, “hasta cuatro o cinco según mi estado de ánimo”. 

Tiene claro que lo suyo es la figuración, “me gusta la pintura abstracta, la pondría en mi casa y la disfruto en los museos, pero a mí no me sale” y que “las musas te tienen que pillar trabajando, cuando me sumerjo en lo que estoy haciendo me abstraigo totalmente, dejo incluso de escuchar la música que siempre suena cuando estoy en el estudio”. En este sentido, su leit motiv es “pasitos cortos, miradas largas”. Otra de sus frases es “pintor que no borra, a la porra, a veces hay que echar la obra abajo, pero si se deja lo que hay sobre ella puede dar matices a lo nuevo.”

Sigue viendo cine como forma de placer y disfrute estético, además de como inspiración, fin con el que utiliza las redes sociales, además de para mostrar su producción (Instagram y Facebook). “Me gusta mi vida tranquila en Punta Umbría, mi familia, mis amigos, hacer deporte, ver películas y leer. Con las posibilidades de hoy en día es fácil compaginar esto con viajar para presentar tu producción en galerías y ferias en las que se vaya a exponer y aprovechar estos desplazamientos para ver la obra de otros y conocer qué se está mostrando en el circuito del arte”.

Reportaje publicado en el número 273 de Descubrir el Arte (noviembre, 2021).

“Grindrburgo (y otros barrios)” de Gabriel J. Martín

Ensayo ordenado, sencillo y cercano con el que repasar los múltiples roles que pueden desempeñar las redes sociales entre hombres homosexuales y bisexuales que buscan conectar entre sí. Las habilidades técnicas y emocionales que requieren y los riesgos cognitivos y psicológicos que puede generar quedar atrapado en ellas. Manual que sirve tanto para que los principiantes se hagan una idea de este tema, como para que los experimentados reflexionen adecuadamente.

Gabriel J. Martín comienza su último título con dos verdades casi absolutas. El colectivo LGTBI no goza de una gran autoestima y es uno de los grandes usuarios de un entorno virtual, las redes sociales, que requiere buenas dosis de ello. El confinamiento de la pandemia marcó un antes y después, y si ya eran importantes antes, la distopia hizo que las aplicaciones se convirtieran en un entorno prioritario para socializar entre personas que no responden a la norma de la heterosexualidad. Dicho esto, queda claro el porqué de lo acertado de un libro como éste en un momento como el actual, con unas cuantas verdades más que Gabriel expone con claridad.

Las apps de ligue o de sexo no son solo Grindr, Scruff o Wapo, las aceptadas por el común del público -Instagram, TikTok, Facebook o X- también son utilizadas con esos fines por muchos mortales. Asimismo, las redes no son buenas ni malas en sí, lo es el uso que hacemos nosotros de ellas y aunque nos tienden trampas para servirse de nuestras debilidades y convertirnos en adictos a ellas, es posible evitar tanto lo uno como lo otro. Pero para llegar a ese punto, primero hemos de conocernos a nosotros mismos, reconocernos y aceptarnos tal y como somos. Algo que en la comunidad LGTBI, especialmente entre los hombres homosexuales y bisexuales a los que se dirige Martín, no es lo habitual.

De aquella homofobia social, familiar e interiorizada, esta ansiedad, inconsciencia y huida hacia adelante con que nos creamos perfiles, chateamos y buscamos encuentros de tantas clases como impulsos, objetivos o propósitos nos marcamos o improvisamos. Un desorden primero, y un caos después, que puede llegar a generar problemas de autoaceptación, de imposibilidad de conectar, de no saber disfrutar del sexo y hasta de adicciones químicas si se combina desacertadamente con la falta de un círculo relacional sano y de desinformación sobre cuestiones como la salud sexual o las drogas. Pero no nos tomemos la parte por el todo, no todo el mundo utiliza las apps así, y en nuestras manos está corregirlo si caemos en esos errores.

Ahí es cuando se nota el bienestar y la empatía que promueve la psicología afirmativa con que Gabriel J. Martín se dirige a los hombres homosexuales, basta recordar Quiérete mucho, maricón (2016) o El ciclo del amor marica (2017). Primero conocer dónde estamos y reconocer cómo nos situamos y relacionamos con esas coordenadas, así como el efecto que éstas tienen sobre nosotros. Analizarnos y evaluar el grado de satisfacción o insatisfacción que nos producen y a partir de ahí valorar qué conocimientos y habilidades debemos adquirir o fortalecer. Intentarlo y perseverar no con el objetivo de llegar a una meta sino de aprender y cada día sentirnos un poco mejor y más capaces que el anterior.

Suena sencillo, aunque la voz de la experiencia nos dice a muchos que no lo es. El camino es largo, pero posible y como decía el poeta, se hace al andar. Un paso a paso del que bien puede ser guía este Grindrburgo (y otros barrios) de Gabriel J. Martín.

Grindrburgo (y otros barrios), Gabriel J. Martín, 2024, Roca Editorial.

“Los diarios de Andy Warhol”: arte, originalidad y espectáculo

El genio del popart vuelve a la vida gracias a la inteligencia artificial para leernos su intimidad. Testimonio complementado con entrevistas a quienes le conocieron y trataron personal, artística y comercialmente. Una serie bien documentada y editada que nos permite conocer más y mejor la diferencias, similitudes y conflictos entre la persona y el personaje.

Basta con mirar a nuestro alrededor para comprobar cuán vigentes, integradas y normalizadas en la iconografía y el audiovisual de nuestros días siguen las innovaciones y actualizaciones del lenguaje artístico ideadas y materializadas por Andy Warhol. Hay que ser muy bueno para, aun a pesar de la velocidad con que se suceden los cambios hoy en día, seguir siendo un referente y una fuente de inspiración a la que acuden continuamente artistas y creadores. Basta comprobar los filtros de redes sociales como Instagram o TikTok, el descaro que manifiestan toda clase de intérpretes en sus registros fotográficos promocionales y el bombardeo publicitario al que estamos sometidos continuamente desde allá hacia donde miremos. Quién sabe cuánto hubiera evolucionado el universo Warhol de no haber fallecido, a los 58 años, el 22 de febrero de 1987.

Un chico apocado y católico, un joven tímido y retraído por su físico, y un adulto enigmático y difícil de precisar. Alguien poco elocuente y hermético en lo que tenía que ver con sus sentimientos, pero tremendamente expresivo en términos estéticos y conceptuales. Dimensiones que unió en los diarios que durante años le dictó telefónicamente a Pat Hackett y que esta editó y publicó en 1990. Casi un millar de páginas con las que conocer las sensaciones que le provocaban personas de toda clase y condición, las impresiones con que sintetizaba los reconocimientos que recibía y los desprecios que sufría y, sobre todo, los lugares, nombres y vivencias que determinaron su obra y su biografía.

El valor y acierto de los seis capítulos de esta serie de Netflix es que reconstruyen a Andy Warhol a partir de los diarios, siendo estos el elemento que articula su guión y montaje, y no el complementario que lo refrenda. Pieza vehicular que, inteligencia artificial mediante, suena como si fuera la propia voz de Warhol quien pronuncia sus palabras. Atmósfera de cercanía y privacidad que se prolonga con entrevistas a quienes formaron parte de su círculo personal y profesional, para desglosar la ligereza, ambigüedad y profundidad con que se refería a su vida amorosa, a su continua búsqueda de estímulos creativos y a su ánimo por trascender los códigos, formatos y canales establecidos para el arte.

La dirección de Andrew Rossi y la producción de Ryan Murphy hacen suyo el homoerotismo, el impacto visual y el esteticismo formal de Warhol. Un diseño de producción sustentado en una cantidad ingente de material, manejado acertadamente cuando es con intención explicativa, abrumadora cuando es con ánimo descriptivo, que hace seria y creíble su aproximación. Sobre todo en su tratamiento de las relaciones de pareja que mantuvo con Jed Johnson y Jon Gould; de las motivaciones y consecuencias de su colaboración con Jean-Michel Basquiat; y de su conversión en un personaje mediático y social tan auténtico, diferente, único y original como las obras firmadas por él que hoy lucen en las residencias de muchos ricos coleccionistas y en las paredes de muchos museos en todo el mundo.

A Instagram no le gusta el “Archivo Postcapital” de Daniel G. Andújar

No es nada novedoso contar que una red social nos ha censurado una imagen subida a nuestra cuenta. Pero no por ello debemos dejar de denunciar la incoherencia de empresas que censuran el arte, el debate y la crítica razonada al tiempo que se mantienen voluntariamente silentes y cómplices ante la manipulación que mentirosos y malintencionados ejercen de sus funcionalidades.

Miércoles por la tarde. Como en tantas otras ocasiones entro en el Museo Reina Sofía a dar una vuelta. A mirar y ver, a inspirarme y dejarme llevar. A descubrirme en lo que observo y ser sorprendido por lo que me apela. Preso de la novedad acudo a Éxodo y vida en común, la última de las secciones que conforman la nueva reorganización de sus fondos que exhibe la institución. De vez en cuando echo mano del móvil, me gusta fotografiar las piezas que me llaman la atención. Sueño con hacer algún día algo con ellas. Un registro de registros, un collage de instantes, un algo por concretar. Y en esas llego a la sala 103 y quedo prendado por lo que podría ser todo ello a la vez, la instalación Archivo Postcapital de Daniel García Andújar (Almoradí, 1966).

Una pieza catalogada como instalación de un conjunto de archivos multimedia, datada entre 1989 y 2001. Compuesta por un cubo de grandes dimensiones, con dos paredes rojas y otras dos en las que se proyectan secuencias que parecen obtenidas de archivos informativos, y un conjunto de imágenes fotográficas desde dos paredes cercanas con un tono visual entre el fotoperiodismo y la intención publicitaria. Pero todas ellas con una propuesta crítica y mordaz, sin edulcorante ni medias tintas, obvias y claras en su mensaje. Sexo, terrorismo y neoliberalismo. Democracia, capitalismo y belicismo. Conceptos unidos y enfrentados de manera diferente en cada instantánea y entre todas ellas, conformando un caleidoscopio que sacude la lógica a la que estamos acostumbrados, la comodidad de las convenciones en que basamos nuestra interpretación del mundo en el que vivimos, los límites de lo que estamos dispuestos a concebir y observar.  

Lo que García Andújar muestra resulta abrupto y nada displicente. Pero no por lo que plasma en sí, sino por la verdad que hay en ello. Por la objetividad de su asertividad. De ahí que me quedara pasmado, epatado por la figura de la mujer de rodillas, personaje propio de una producción X, entregada a la sexualidad de una pistola que agarra de manera que no es poseedora de ella, pero sí responsable de apretar el gatillo si llegara el caso. Prorrogando el arma, una desnudez masculina erecta. De fondo, una escenografía blanca y pulcra, amplia e iluminada, que con su evocación monetaria hace aún más sórdido lo que ahí está ocurriendo. 

Provocadora sin duda alguna. Mas, ¿acaso miente? ¿No es real que muchas mujeres –32 millones en todo el mundo, según el Parlamento Europeo- se ven obligadas a realizar lo que ahí se deduce porque si no, les ocurriría lo que ahí se ve? ¿No es cierto que la prostitución supone todo un negocio -en nuestro país, nada más y nada menos, que el 0,35% del PIB según el Instituto Nacional de Estadística? Y visualmente, ¿no es verdad que es una composición estética, correctamente encuadrada y eficazmente interpretada? Motivos que ahora razono con más detalle, pero que de manera más sucinta me hicieron tomar la instantánea que aquí se ve y que acto seguido me propuse compartir como story en Instagram.

No negaré que pensé lo que podía ocurrir, pero aún así lo hice, la subí marcando el lugar en el que estaba. Tardaba en cargar, di por hecho que debía ser por un tema de cobertura provocado por la solidez de los muros diseñados por Sabatini en el s. XVIII. Acerté y me equivocaba. Minutos después me saltaba un mensaje que me acusaba de infringir las normas de Instagram y de no expresarme de manera respetuosa, de poner en peligro el “lugar auténtico y seguro en el que las personas puedan encontrar la inspiración y expresarse” que dice ser.

Aparentemente la censura o filtro no fue debido a la sexualidad de la imagen, “se aceptan desnudos en fotos de cuadros y esculturas”, aunque quizás quede excluida de esta afirmación por ser una fotografía. Como de la de “cumplir la ley”, no me imagino a la dirección del Museo Nacional Reina Sofía yendo en contra de esta. ¿Por qué no optó Instagram por, como he visto en otras ocasiones, en pixelarla y colocar sobre ella el mensaje “esta imagen puede herir tu sensibilidad”? Algo similar es lo que hace el museo cuando se entra en esta sección de su exposición. De esta manera demuestra ser consciente de que lo que te vas a encontrar puede no ser lo que esperas, pero sin dejar de tratarte como un adulto que no sabe relacionarse con la realidad.

Nada nuevo, meses atrás la Academia de Bellas Artes francesa ya señaló el freno a la divulgación de la historia del Arte que supone la actitud de los algoritmos frente a obras maestras como El origen del mundo de Gustave Courbet y La libertad guiando al pueblo de Eugène Declaroix. El universo Zuckerberg no entiende de igualdad, justicia y conocimiento como dice querer promover. Si así fuera, no permitiría el atentando continuo contra la propiedad intelectual de los creadores -tal y como denunciaba recientemente William Deresiewicz en La muerte del artista– y, por tanto, de su sostenibilidad, que son sus plataformas. Una muestra más del universo de la paradoja y la incongruencia sistematizadas que expone Daniel García Andújar en su Archivo Postcapital.  

Miss Beige se lanza a las calles

Un personaje llegado del cielo con gesto adusto y mirada incisiva nos planta cara poniendo el foco en cuestiones absurdas de nuestro mundo, destacando los prejuicios machistas y evidenciando banalidades varias de la modernidad inteligente en las que nos creemos vivir. Anacrónica e inquietante en su apariencia, pero certera e incisiva en su relato.

La familia no se elige, 2017.

Allí donde fueres haz lo que vieres. O no. Basta ya. Algo así debió pensar Ana Esmith (Madrid, 1976) cuando a la hora de concebir la imagen e identidad, la apariencia y la actitud de una personalidad como la de Miss Beige y darle rienda suelta performativa, decidió prescindir de cuántas características se le exigen a un arquetipo femenino. No es esposa ni madre ni superheroína. Los mal pensados se plantearán su orientación sexual, pero la pregunta no tiene respuesta, no es asunto de ellos. No tiene tipazo y si lo tiene no lo muestra. La moda no es lo suyo. No viste prêt-à-porter, ni tendencias de temporada ni un fondo de armario, sino un modelito cualquiera que encontró en el rastro de Madrid con el único fin de cubrir su anatomía y pasar lo más desapercibida posible.

No me gusta destacar, 2018

Ha habido posibilidades de encontrársela en ferias y festivales, en la playa de Benidorm congeniando con sonrosados guiris o llevando la glovolización hasta lugares recónditos de la España vacía. Estos días recibe con actitud entronizada a quienes quieran conocerla en la galería Ponce+Robles. Desde un pedestal tan deliberadamente ambiguo como su mudez y la imaginación a la que incita por el aturdimiento que provoca su silencio y la fijación de su retina en la tuya. ¿Será la distancia de seguridad que manda la pandemia? ¿Será el perímetro de terreno propio que exige toda estrella? ¿Será un truco para elevarse conceptualmente? ¿O un recurso sin más como tantos otros que conlleva el lenguaje expositivo?

A su alrededor, un vídeo que recoge algunas de sus acciones artísticas y fotografías en la que su ironía subraya cómo el heteropatriarcado acampa en nuestras calles en forma de sucias pintadas reproductoras de eslóganes patéticos; en símbolos de dimensiones hiperbólicas que las excelencias políticas que nos gobiernan consideran iconos de nuestro tiempo y legados para la posteridad de su gestión; y en frases de autoayuda que condenan y enervan más que apoyan.

Twenty 4 Seven, 2018.

Aunque su rictus parezca un tres en uno en el que confluyen el del ama de llaves de Rebeca, la mujer del leño de Twin Peaks y una ferviente y convencida creyente a pies juntillas de los principios del nacionalcatolicismo, Miss Beige, color anodino donde lo haya, también tiene sentido del humor. La literalidad de nuestro idioma y el costumbrismo vintage de nuestro imaginario visual dan en la mente de Ane Smith para mucho. Su dominio del arte de la mofa, la juerga, la sorna y la burla le permiten conseguir resultados que parecen un punto de encuentro, sin pudor ni vergüenza, entre una greguería y un esperpento. Su ingenio e inteligencia hacen que su criatura le trascienda, como si se tratara de un spin-off de sí misma, una nivola unamuniana que ha superado sus expectativas y propósitos. Estemos atentos a sus cuentas en Facebook e Instagram. Quién sabe hasta dónde llegará, a quién hará partícipe de sus impulsos y qué más hará objetivo de la acidez y la sentencia de su mirada.

‘Miss Beige: Taking The sTreeTs’, Ana Esmith, en Ponce+Robles (Madrid).

Aspirante a referente cultural: el Museo Mohammed VI de Arte Contemporáneo de Rabat

El arte es expresión para el que lo realiza y reputación para el que lo financia, también es identidad para los coetáneos a ambos. Un cúmulo de estos tres aspectos resulta ser el que es el primer museo de arte moderno tanto de Marruecos como de África.

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Con el nombre del monarca vigente formando parte de su propia denominación queda claro uno de los objetivos de esta institución inaugurada el pasado 7 de octubre, ensalzar la figura del actual regente de la casa alauí como hombre moderno, preocupado por las inquietudes de su pueblo y promulgador del diálogo libre y crítico. Ese que promueve el arte más actual y no siempre tan correcto y apropiado como pueda ser el del círculo institucional y diplomático en el que Mohammed VI desempeñe su labor como monarca. Su pose occidental descorbatado en la retrato oficial con que preside distintos lugares del museo podría darnos esa impresión.

¿Qué ha llevado a Marruecos a crear este museo? Quizás sea el espíritu de mecenazgo de su rey y su visión de la cultura como motor de progreso y crecimiento de su pueblo, quizás la estrategia que el mismo puso en marcha para evitar que la primavera árabe de 2011 calara en el país (reforma constitucional y elecciones con un sistema más transparente fueran dos de las medidas que recogen las hemerotecas). O a lo mejor se han unido las dos cuestiones para dar forma a este nuevo foco cultural ya que sus obras se extendieron según la agencia EFE a lo largo de toda una década.

Cien años de creación (1914-2014)

Este es el título de la muestra inaugural con la que los visitantes pueden conocer lo que se presenta como lo más representativo del arte del país en el siglo que va desde poco después del inicio del protectorado español y francés (1912) hasta hoy. Un siglo en el que se ven las mismas corrientes que en el arte occidental: realismo, expresionismo, abstracción, naif, simbolismo,…, tratando toda clase de temas: retratos, paisajes, escenas costumbristas e históricas, conceptualizaciones,…, en soportes que van desde el tradicional óleo sobre lienzo a las técnicas mixtas también en pintura, la escultura con múltiples materiales, la video creación y el vídeo como testimonio documental de performances, las instalaciones o la fotografía.

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El recorrido expositivo resulta estéticamente evolutivo con una muy bien resuelta museografía (espacios, iluminación y diseño del recorrido) que comienzan en la planta 1, para seguir en la 0 y acabar de manera rompedora en la -1, en el parking. Ahí es donde se encuentran las obras más actuales, en un espacio que parece más de feria de arte que de museo, no quedando claro si es una elección a propósito para conseguir más impacto –instalaciones a partir de basura, corazones esculpidos con vidrios rotos o wc’s floreros como espacios pop tridimensionales- o por haber sido un discurso elaborado cuando los espacios museísticos ya estaban ocupados.

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En cualquier caso, considerando por méritos propios esta última parte, la selección resulta muy interesante, provocando para el neófito en el arte marroquí –valga como referencia que no incluyo ningún nombre por serme todos desconocidos- continuamente una serie de preguntas: ¿Cuánto hay en los artistas expuestos de inspiración autóctona y cuánto de influencia exterior? ¿Lo expuesto es arte que se pueda adjetivar como nacional, occidental o universal? Y sea cual sea el término elegido, ¿qué hace que sea así? ¿Visto desde aquí –Rabat, Marruecos- dónde está el límite entre lo que es costumbrismo y lo que es exotismo? ¿Bajo qué ojo ve un marroquí a sus antepasados retratados por Delacroix? ¿Qué papel ha jugado el devenir de la historia nacional –influencia ambiental o discursos pautados- en el desarrollo de la expresión artística?

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El edificio

El MMVI (acrónimo de Musée Mohammed VI) recibe a sus visitantes (de 10:00 a 18:00 y gratuitamente) en un edificio de nueva planta y de arquitectura evocadora de la tradición musulmana: decoración de formas geométricas y juegos de luces, invisibilidad del interior desde el exterior y espacios diáfanos en las tres plantas de su interior articulados en torno a un patio central que actúa como centro de recepción y punto informativo. En su planta 1 parte del recinto queda reservado para las oficinas de administración y dirección, y en la 0 en el momento de mi visita –mañana del sábado 27 de diciembre- el auditorio estaba ocupado por una instalación, la cafetería cerrada y la librería parecía más un almacén lleno de cajas por volúmenes esperando a ser dispuestos donde corresponda ya que las estanterías se veían ya ocupadas con aire de biblioteca por títulos de aire más o menos enciclopédico sobre Picasso, Gilbert & George o Gauguin, entre otros muchos.

En el mundo virtual impresión semejante de continente falto de contenido, www.museemohammed6.ma no deja de ser breves textos informativos sin ofrecer imagen o documento descargable alguno. En las redes sociales, el perfil del museo en facebook recoge en su muro tanto actualidad propia como cultural nacional y uno de sus álbumes de fotografías es “fotos subidas con el móvil”, twitter se nutre principalmente de RT’s –en diciembre solo cuenta con tres tuits originales-, y en instagram la mitad de sus 16 imágenes son sobre instalaciones o momentos de trabajo audiovisual.

El futuro

En su time-line de twitter el MMVI daba el 2 de diciembre las gracias a las 44.000 visitas recibidas hasta entonces. El tiempo dirá si esa es una tendencia, un referente anhelado por no haber sido capaz de mantenerlo o el punto de partida sobre el que el primer museo de arte moderno de Marruecos y Africa seguirá creciendo.

Estadísticas aparte, está claro que la cultura es hoy una clave de identidad no solo antropológica y social, sino también política. Más en los tiempos actuales donde las infraestructuras culturales y su programación son también una herramienta turística –y por tanto de actividad económica- y de imagen de las ciudades y países que las acogen. He ahí ejemplos ya consolidados como el fenómeno Guggenheim de Bilbao, el polémico futuro Louvre de Abu Dhabi o las recién inauguradas en Astaná, la capital de Kazajistán. Queda por ver si este museo y otras instalaciones por venir situarán a Raba no solo en el plano internacional, sino también en el nacional –donde de momento solo aparece en el político por ser la capital- como foco cultural frente a la histórica Fez, la económica Casablanca y la turística Marrakech.

(Imágenes de las obras tomadas del perfil de Facebook del MMVI por no estar permitido realizar fotografías en su interior).

Historia de una foto: de Instagram a ElConfidencial.com

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Abrí mi cuenta en instagram hace apenas una semana, decidí que había llegado el momento  de conocerla y practicarla, de aprender cómo funciona esta red social centrada única y exclusivamente en imágenes.

Muchos momentos de paseo son para mí instantáneas que capturar y que después compartir. A través del encuadre, de la incidencia de la luz, del protagonismo que se pueda dar a los detalles contar una visión del mundo, de lo que esté sucediendo,  de las cosas. Y entre el posado y la instantánea, aunque también practico la primera, opto mayoritariamente por la segunda, en la espontaneidad es donde está la mayor transparencia, la vida tal cual.

Ayer al salir del metro,  a eso de las 14:45, para llegar a casa vi como bajaba por la Avenida de la Albufera una de las “Marchas de la dignidad, 22 de marzo”. Sin pensarlo me planté delante de la pancarta y esperé a que se acercaran a una intersección de calles para que la cabecera de la manifestación (viniendo desde el este) recibiera la luz directa del sol (en ese momento con posición sur).

Tomé con mi blackberry dos fotos en los pocos segundos que tuve el encuadre que quería mientras la marcha avanzaba hacia mí. Elegí con cuál de ellas quedarme y acto seguido le apliqué un filtro para darle algo más de luz y reducir la intensidad de las sombras, la subí a mi perfil en instagram con el título y las etiquetas “Marchas de la Dignidad #22M #Vallecas #Manifestación #Protesta”.

Media hora más tarde recibí un comentario a la foto en instagram, era un responsable de elconfidencial.com preguntándome si era el autor de la foto y dónde había sido tomada, si les daba permiso para publicarla en un reportaje sobre las marchas y acabando con un “te mencionaremos como autor”. La foto ya era pública al estar en abierto a la red social, así que contesté al mensaje con un “soy el autor, tomada en Avenida de la Albufera número 30, adelante con utilizarla”. Nuevamente contactaron conmigo vía comentario de la foto en instagram desde elconfidencial.com dándome las gracias.

A eso de las ocho de la tarde los mensajes como comentarios de la fotografía en instagram habían sido borrados. En ese momento vi que la foto ya estaba en elconfidencial.com -firma incluida como http://instagram.com/lucasfh1976– abriendo el especial gráfico relatando las manifestaciones. Los acontecimientos periodísticos ampliaron el especial en orden cronológico y a su cierre la imagen de Vallecas quedó en el puesto 15.

Como último detalle, al ver las 35 imágenes del reportaje completo, mi imagen fue la única de las 35 no tomada por un fotógrafo “profesional”, el resto aparecen firmadas por Valentina Angela (elconfidencial.com) o por la agencia EFE.

ImagenInstagram