Miss Beige se lanza a las calles

Un personaje llegado del cielo con gesto adusto y mirada incisiva nos planta cara poniendo el foco en cuestiones absurdas de nuestro mundo, destacando los prejuicios machistas y evidenciando banalidades varias de la modernidad inteligente en las que nos creemos vivir. Anacrónica e inquietante en su apariencia, pero certera e incisiva en su relato.

La familia no se elige, 2017.

Allí donde fueres haz lo que vieres. O no. Basta ya. Algo así debió pensar Ana Esmith (Madrid, 1976) cuando a la hora de concebir la imagen e identidad, la apariencia y la actitud de una personalidad como la de Miss Beige y darle rienda suelta performativa, decidió prescindir de cuántas características se le exigen a un arquetipo femenino. No es esposa ni madre ni superheroína. Los mal pensados se plantearán su orientación sexual, pero la pregunta no tiene respuesta, no es asunto de ellos. No tiene tipazo y si lo tiene no lo muestra. La moda no es lo suyo. No viste prêt-à-porter, ni tendencias de temporada ni un fondo de armario, sino un modelito cualquiera que encontró en el rastro de Madrid con el único fin de cubrir su anatomía y pasar lo más desapercibida posible.

No me gusta destacar, 2018

Ha habido posibilidades de encontrársela en ferias y festivales, en la playa de Benidorm congeniando con sonrosados guiris o llevando la glovolización hasta lugares recónditos de la España vacía. Estos días recibe con actitud entronizada a quienes quieran conocerla en la galería Ponce+Robles. Desde un pedestal tan deliberadamente ambiguo como su mudez y la imaginación a la que incita por el aturdimiento que provoca su silencio y la fijación de su retina en la tuya. ¿Será la distancia de seguridad que manda la pandemia? ¿Será el perímetro de terreno propio que exige toda estrella? ¿Será un truco para elevarse conceptualmente? ¿O un recurso sin más como tantos otros que conlleva el lenguaje expositivo?

A su alrededor, un vídeo que recoge algunas de sus acciones artísticas y fotografías en la que su ironía subraya cómo el heteropatriarcado acampa en nuestras calles en forma de sucias pintadas reproductoras de eslóganes patéticos; en símbolos de dimensiones hiperbólicas que las excelencias políticas que nos gobiernan consideran iconos de nuestro tiempo y legados para la posteridad de su gestión; y en frases de autoayuda que condenan y enervan más que apoyan.

Twenty 4 Seven, 2018.

Aunque su rictus parezca un tres en uno en el que confluyen el del ama de llaves de Rebeca, la mujer del leño de Twin Peaks y una ferviente y convencida creyente a pies juntillas de los principios del nacionalcatolicismo, Miss Beige, color anodino donde lo haya, también tiene sentido del humor. La literalidad de nuestro idioma y el costumbrismo vintage de nuestro imaginario visual dan en la mente de Ane Smith para mucho. Su dominio del arte de la mofa, la juerga, la sorna y la burla le permiten conseguir resultados que parecen un punto de encuentro, sin pudor ni vergüenza, entre una greguería y un esperpento. Su ingenio e inteligencia hacen que su criatura le trascienda, como si se tratara de un spin-off de sí misma, una nivola unamuniana que ha superado sus expectativas y propósitos. Estemos atentos a sus cuentas en Facebook e Instagram. Quién sabe hasta dónde llegará, a quién hará partícipe de sus impulsos y qué más hará objetivo de la acidez y la sentencia de su mirada.

‘Miss Beige: Taking The sTreeTs’, Ana Esmith, en Ponce+Robles (Madrid).

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