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“Casa de muñecas” de Henrik Ibsen

Disección de los artificios, convenciones, exigencias y formalidades sobre las que se construye el modelo de pareja patriarcal, amparado en las presiones sociales y religiosas, y el papel instrumental e inferior en el que coloca a la mujer. Biografías, tramas y comportamientos estructurados en círculos, vasos comunicantes y espejos con los que su autor confronta a la sociedad de su tiempo -y a la de hoy- con sus hipocresías y contradicciones.  

No hay mayor riesgo de que las cosas se tuerzan que en el momento previo a que comiencen a ir bien. Después de tanto tiempo esperando, anhelando y deseando que los astros, los esfuerzos y las ilusiones se alineen para que, entonces, la realidad se muestre cruda, sincera y honesta y no te quede otra que reconocer la mentira de ayer y hoy para entregarte a la verdad de siempre. Eso es lo que le sucede a Nora. Tras perder hace años a su padre, y casi a su esposo por una terrible enfermedad, y no haber disfrutado la vida como le hubiera gustado, se prepara para llegar a final de mes sin problemas una vez que su marido asuma en breve la dirección del banco en el que ya trabaja como abogado.

Para mayor simbolismo, el cielo diáfano y despejado de sus coordenadas se nubla en una fecha tan señalada como es la de Nochebuena. Jornada cargada de simbolismo familiar, de amor puro y honesto, de humanidad empática, respetuosa y dadivosa. Algo que, a pesar de las sonrisas, las formas y la buena disposición, queda patente que es más artificio y fachada que la experiencia del día a día. Del pasado surgen una amiga a la que no ayudó como se merecía y un hombre del que se fio sin pensar los riesgos que para su matrimonio y su familia suponía comprometerse contractualmente con él. Los límites de lo moral y lo legal, con lo afectivo de por medio, quedan así expuestos y siendo cruzados a su vez, con la honra y los supuestos jerárquicos e intelectuales por los que un hombre es más que una mujer.

Al igual que había hecho en su obra anterior, Los pilares de la sociedad (1877), Ibsen realiza nuevamente un retrato objetivo de la sociedad de su tiempo. Inicia Casa de muñecas mostrando los roles masculinos y femeninos que se presuponen en el tiempo de su escritura, de manera que sus lectores/espectadores se sientan cómodos con su propuesta. La sacudida llega después cuando expone con total asertividad las fisuras de una construcción que a ellas las coarta, infantiliza y anula y a ellos les ensalza y obliga. Si hasta entonces sus diálogos, situaciones e interacciones habían sido certeros para mostrar lo que pretendía, en el tercer acto su validez y solidez resultan ser maestros por su atemporalidad y las múltiples lecturas que permiten, no solo dramatúrgica, sino también política y filosófica.

Se puede ver en ello una intención humanista, en contra de la cosificación de la mujer, que entroncaría con un enfoque feminista adelantado a su época. Aunque en este sentido hay que destacar que, más que igualdad, lo que Ibsen reclama es el derecho a ser uno mismo, a no ser manipulado, para de esa manera ser más auténtico y tener una vida mucho más serena y profunda en lo individual, y comprensiva e íntima en lo relacional. En cualquier caso, una visión en la que entran en juego valores como la honestidad, la lealtad y la fidelidad en los que seguiría ahondando en textos posteriores como Un enemigo del pueblo (1882).

Casa de muñecas, Henrik Ibsen, 1879, Editorial Losada.

A Instagram no le gusta el “Archivo Postcapital” de Daniel G. Andújar

No es nada novedoso contar que una red social nos ha censurado una imagen subida a nuestra cuenta. Pero no por ello debemos dejar de denunciar la incoherencia de empresas que censuran el arte, el debate y la crítica razonada al tiempo que se mantienen voluntariamente silentes y cómplices ante la manipulación que mentirosos y malintencionados ejercen de sus funcionalidades.

Miércoles por la tarde. Como en tantas otras ocasiones entro en el Museo Reina Sofía a dar una vuelta. A mirar y ver, a inspirarme y dejarme llevar. A descubrirme en lo que observo y ser sorprendido por lo que me apela. Preso de la novedad acudo a Éxodo y vida en común, la última de las secciones que conforman la nueva reorganización de sus fondos que exhibe la institución. De vez en cuando echo mano del móvil, me gusta fotografiar las piezas que me llaman la atención. Sueño con hacer algún día algo con ellas. Un registro de registros, un collage de instantes, un algo por concretar. Y en esas llego a la sala 103 y quedo prendado por lo que podría ser todo ello a la vez, la instalación Archivo Postcapital de Daniel García Andújar (Almoradí, 1966).

Una pieza catalogada como instalación de un conjunto de archivos multimedia, datada entre 1989 y 2001. Compuesta por un cubo de grandes dimensiones, con dos paredes rojas y otras dos en las que se proyectan secuencias que parecen obtenidas de archivos informativos, y un conjunto de imágenes fotográficas desde dos paredes cercanas con un tono visual entre el fotoperiodismo y la intención publicitaria. Pero todas ellas con una propuesta crítica y mordaz, sin edulcorante ni medias tintas, obvias y claras en su mensaje. Sexo, terrorismo y neoliberalismo. Democracia, capitalismo y belicismo. Conceptos unidos y enfrentados de manera diferente en cada instantánea y entre todas ellas, conformando un caleidoscopio que sacude la lógica a la que estamos acostumbrados, la comodidad de las convenciones en que basamos nuestra interpretación del mundo en el que vivimos, los límites de lo que estamos dispuestos a concebir y observar.  

Lo que García Andújar muestra resulta abrupto y nada displicente. Pero no por lo que plasma en sí, sino por la verdad que hay en ello. Por la objetividad de su asertividad. De ahí que me quedara pasmado, epatado por la figura de la mujer de rodillas, personaje propio de una producción X, entregada a la sexualidad de una pistola que agarra de manera que no es poseedora de ella, pero sí responsable de apretar el gatillo si llegara el caso. Prorrogando el arma, una desnudez masculina erecta. De fondo, una escenografía blanca y pulcra, amplia e iluminada, que con su evocación monetaria hace aún más sórdido lo que ahí está ocurriendo. 

Provocadora sin duda alguna. Mas, ¿acaso miente? ¿No es real que muchas mujeres –32 millones en todo el mundo, según el Parlamento Europeo- se ven obligadas a realizar lo que ahí se deduce porque si no, les ocurriría lo que ahí se ve? ¿No es cierto que la prostitución supone todo un negocio -en nuestro país, nada más y nada menos, que el 0,35% del PIB según el Instituto Nacional de Estadística? Y visualmente, ¿no es verdad que es una composición estética, correctamente encuadrada y eficazmente interpretada? Motivos que ahora razono con más detalle, pero que de manera más sucinta me hicieron tomar la instantánea que aquí se ve y que acto seguido me propuse compartir como story en Instagram.

No negaré que pensé lo que podía ocurrir, pero aún así lo hice, la subí marcando el lugar en el que estaba. Tardaba en cargar, di por hecho que debía ser por un tema de cobertura provocado por la solidez de los muros diseñados por Sabatini en el s. XVIII. Acerté y me equivocaba. Minutos después me saltaba un mensaje que me acusaba de infringir las normas de Instagram y de no expresarme de manera respetuosa, de poner en peligro el “lugar auténtico y seguro en el que las personas puedan encontrar la inspiración y expresarse” que dice ser.

Aparentemente la censura o filtro no fue debido a la sexualidad de la imagen, “se aceptan desnudos en fotos de cuadros y esculturas”, aunque quizás quede excluida de esta afirmación por ser una fotografía. Como de la de “cumplir la ley”, no me imagino a la dirección del Museo Nacional Reina Sofía yendo en contra de esta. ¿Por qué no optó Instagram por, como he visto en otras ocasiones, en pixelarla y colocar sobre ella el mensaje “esta imagen puede herir tu sensibilidad”? Algo similar es lo que hace el museo cuando se entra en esta sección de su exposición. De esta manera demuestra ser consciente de que lo que te vas a encontrar puede no ser lo que esperas, pero sin dejar de tratarte como un adulto que no sabe relacionarse con la realidad.

Nada nuevo, meses atrás la Academia de Bellas Artes francesa ya señaló el freno a la divulgación de la historia del Arte que supone la actitud de los algoritmos frente a obras maestras como El origen del mundo de Gustave Courbet y La libertad guiando al pueblo de Eugène Declaroix. El universo Zuckerberg no entiende de igualdad, justicia y conocimiento como dice querer promover. Si así fuera, no permitiría el atentando continuo contra la propiedad intelectual de los creadores -tal y como denunciaba recientemente William Deresiewicz en La muerte del artista– y, por tanto, de su sostenibilidad, que son sus plataformas. Una muestra más del universo de la paradoja y la incongruencia sistematizadas que expone Daniel García Andújar en su Archivo Postcapital.  

ARCO 2022: 40+1

Un recorrido particular por la vuelta al esplendor y la tranquilidad de la principal feria española de arte contemporánea. Las piezas sobre las que posé mi mirada en su cuarenta edición, celebrada con un año de retraso. Una selección aleatoria, producto de la conjunción lugar, tiempo y estado de ánimo. Las creaciones por las que me sentí aludido, estimulado o sorprendido.  

Mi primera parada fue frente a la geometría y las recogidas dimensiones de la Serie Objetos de Inmaculada Salinas. Superficies y volúmenes de madera -cuadrados, rectángulos, círculos…- superpuestos, añadidos unos a otras, creando planos y profundidades con la pintura aplicada sobre cada una de ellas. En el mismo stand de la Galería Rafael Ortiz, y junto a su maestro Luis Gordillo, el siempre fresco, chisposo, alegre y burbujeante Miki Leal, desplegando una Noche veraniega sobre papel en la que se puede imaginar la visita pop de David Hockney. Un poco más allá, el contraste de lo matérico y la manualidad de la artesanía, la precisión, minuciosidad y ritmo que Olga de Amaral (Richard Saltoun Gallery) le imprime a su Paisaje de Calicanto Azules imbricando lana y pelo de caballo.

Uno de los puntos más vibrantes de este Arco, en el que permanecer largo rato y sentir que lo que se está viendo no es solo un festín estético, sino también un lugar en el que vibra la historia del arte, es el de José de la Mano. El País Vasco de los años 70 en todo su apogeo, con Agustín Ibarrola representando a un pueblo orgullo de su bandera, y a Ramón Bilbao denunciando a quienes se valían de las distintas formas del supuesto poder de la santa cruz para socavar y mancillar. En la acb Galeria de Budapest otro tanto con las fotografías, tomadas aquellos mismos años, de las performances privadas de Károly Hopp-Halász, más sorprendentes aún si se observan las contiguas obras geométricas con que conseguía estar en paz con el régimen comunista.

El siguiente tiempo de reposo y observación es en la Galería Fernández Braso para disfrutar de la Ropa Tendida de Félix de la Concha. Decenas de pequeños óleos que inició el 10 de octubre de 2019, al natural, fijándose en los efectos del viento y la luz, y que acabó el 15 de marzo de 2020, el primer día del confinamiento. Un fresco sobre la cotidianidad y los múltiples registros de la monotonía.

Carlos Aires epata en Zilberman Gallery con la simetría del Cristo en bronce de El Ojo Que Todo Lo Ve, más aún al estar colocado sobre un papel de pared que reproduce un collage social, doliente, festivo y provocador. Junto a la presencia divina, algunos de los montajes de su serie Welcome en la que critica de manera ácida, clara y directa la entelequia capitalismo, política y poder.

Para abstracción la de Herbert Brandl con la expresividad, efusividad, dinamismo y fuerza que transmiten el tamaño, color y las pinceladas de los más de 3 x 6 metros con que domina el espacio de Giorgio Persano. Superficie con la que se comunica el Retrato de Frank O’Hara firmado por Larry Rivers en la Galería Marlborough. Hay en él ganas de diluirse, de fundirse en el entorno que le respalda, pero también voluntad de permanecer y distinguirse con la discreción de sus ocres y blancos, salpicados de trazos negros y manchas rojizas.

Ver obra de Isabel Quintanilla hace que se pare el tiempo. Siempre. Este Cuarto de baño de la Galería Leandro Navarro es una exquisitez por la verdad de su realismo y la delicadeza, armonía y equilibrio de su detalle y composición. Una paz que se vuelve interrogante cuando te cruzas con la mujer en tres momentos que Xiyao Wang (Perrotin Gallery) ha fundido en una composición abocetada, agigantada en sus desproporciones, que transmite la sensación de un algo anímico fuera del marco que la inquieta y perturba. Tumulto interior que eclosiona en Fuego, uno de los Dibujos desde la emergencia de Marcelo Víquez (Kewenig Gallery) evocador de David Wojnarowicz.

La berlinesa Galería Levy vuelve nuestra mirada a las vanguardias, a las fotografías y los diseños de Man Ray. A las propuestas con las que en los años 30 del siglo pasado le daba una vuelta de tuerca a las posibilidades de la imagen fija y al diseño. Retratos de mujeres, primeros planos y medios, sobre fondo negro o blanco, vestidas o desnudas, pero siempre seduciendo e hipnotizando con su presencia. Junto a ellas, diez posibilidades en las que las formas y la armonía de la geometría, delimitadas por los colores frescos y brillantes que las completan, están listas para ser disfrutadas sin más o trasladadas al elemento que se considere.

Tras descubrir meses atrás a Carles Congost en La Casa Encendida, es una alegría volver a ver fotografías suyas gracias a la Galería Horrach Moyà. Composiciones como Mambo en que el retratado mantiene su personalidad, baloncestística en este caso, mientras se convierte en un sujeto al servicio de la composición y la creatividad, centro de una ilusión artística pop, de un mundo que se percibe de fantasía e ilusión. El erotismo, la provocación y el voyeurismo llegan con la mirada y la invitación de Paul Sepuya (Galerie Peter Kilchmann) y su impresión digital a una escala 1:1 de dos hombres que se funden por la elegancia, carnalidad y sensualidad de su piel y que parecen dispuestos no solo a mostrarse, sino también a compartirse.

Otro gozo fotográfico son los retratos descompuestos y recompuestos, voluminados y apergaminados, de Germán Gómez en el espacio de ABC Cultural. Una manera inteligente de ir más allá de lo percibido y de profundizar en la bidimensionalidad de lo que se supone tridimensional. Así es también la pintura de Pere Llobera y su El espectro se halla en el hogar, en F2 Galería. Un lienzo de grandes dimensiones en el que la norma del edificio imaginado se descompone para convertirse en un collage pictórico y una alteridad tiempo-espacial.  

Las escenas de la portuguesa-mozambiqueña Eugenia Mussa transmiten como ella dice en su cuenta de Instagram, cosas que no sé que sé. La suya es una mirada natural, que capta la espontaneidad, pero también la representatividad, de lo que acontece a su alrededor, de lo que ve cuando camina por las calles de su ciudad y las relaciones que se establecen en la mirada presuntamente objetiva de su retina entre las personas y los edificios, el espacio, las líneas y los colores. Diferente a ella es El festejo, la obra gráfica de Aryz, en la que sus bailarines despliegan el dinamismo y la gestualidad de sus movimientos, así como la simultaneidad de posiciones a que este les lleva en su ánimo expresivo.

Por último, la provocación política, la mirada antropológica y el análisis sociológico sobre nuestro país del finés Riiko Sakkinen (Galerie Forsblom). En Mis líderes favoritos de extrema izquierda se recrea en las fake news, la manipulación y el postmodernismo que acampan en los medios de comunicación y la prostitución a que son sometidas las libertades de información, expresión y cátedra. En los titulares, las etiquetas y las soflamas, en uno de esos términos que de tan repetidos pierden su significado y quedan convertidos en vocablos vacíos. En Esto es España su trabajo es todo el contrario, se limita a ejercer de espejo, a recoger retazos de la realidad y a unirlos para ofrecernos el todo incómodo que conforman y que resulta ser una parte de quiénes y cómo somos.

Y hasta aquí un poco de lo que ha sido ARCO 2022. El año que viene, más.