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“Grindrburgo (y otros barrios)” de Gabriel J. Martín

Ensayo ordenado, sencillo y cercano con el que repasar los múltiples roles que pueden desempeñar las redes sociales entre hombres homosexuales y bisexuales que buscan conectar entre sí. Las habilidades técnicas y emocionales que requieren y los riesgos cognitivos y psicológicos que puede generar quedar atrapado en ellas. Manual que sirve tanto para que los principiantes se hagan una idea de este tema, como para que los experimentados reflexionen adecuadamente.

Gabriel J. Martín comienza su último título con dos verdades casi absolutas. El colectivo LGTBI no goza de una gran autoestima y es uno de los grandes usuarios de un entorno virtual, las redes sociales, que requiere buenas dosis de ello. El confinamiento de la pandemia marcó un antes y después, y si ya eran importantes antes, la distopia hizo que las aplicaciones se convirtieran en un entorno prioritario para socializar entre personas que no responden a la norma de la heterosexualidad. Dicho esto, queda claro el porqué de lo acertado de un libro como éste en un momento como el actual, con unas cuantas verdades más que Gabriel expone con claridad.

Las apps de ligue o de sexo no son solo Grindr, Scruff o Wapo, las aceptadas por el común del público -Instagram, TikTok, Facebook o X- también son utilizadas con esos fines por muchos mortales. Asimismo, las redes no son buenas ni malas en sí, lo es el uso que hacemos nosotros de ellas y aunque nos tienden trampas para servirse de nuestras debilidades y convertirnos en adictos a ellas, es posible evitar tanto lo uno como lo otro. Pero para llegar a ese punto, primero hemos de conocernos a nosotros mismos, reconocernos y aceptarnos tal y como somos. Algo que en la comunidad LGTBI, especialmente entre los hombres homosexuales y bisexuales a los que se dirige Martín, no es lo habitual.

De aquella homofobia social, familiar e interiorizada, esta ansiedad, inconsciencia y huida hacia adelante con que nos creamos perfiles, chateamos y buscamos encuentros de tantas clases como impulsos, objetivos o propósitos nos marcamos o improvisamos. Un desorden primero, y un caos después, que puede llegar a generar problemas de autoaceptación, de imposibilidad de conectar, de no saber disfrutar del sexo y hasta de adicciones químicas si se combina desacertadamente con la falta de un círculo relacional sano y de desinformación sobre cuestiones como la salud sexual o las drogas. Pero no nos tomemos la parte por el todo, no todo el mundo utiliza las apps así, y en nuestras manos está corregirlo si caemos en esos errores.

Ahí es cuando se nota el bienestar y la empatía que promueve la psicología afirmativa con que Gabriel J. Martín se dirige a los hombres homosexuales, basta recordar Quiérete mucho, maricón (2016) o El ciclo del amor marica (2017). Primero conocer dónde estamos y reconocer cómo nos situamos y relacionamos con esas coordenadas, así como el efecto que éstas tienen sobre nosotros. Analizarnos y evaluar el grado de satisfacción o insatisfacción que nos producen y a partir de ahí valorar qué conocimientos y habilidades debemos adquirir o fortalecer. Intentarlo y perseverar no con el objetivo de llegar a una meta sino de aprender y cada día sentirnos un poco mejor y más capaces que el anterior.

Suena sencillo, aunque la voz de la experiencia nos dice a muchos que no lo es. El camino es largo, pero posible y como decía el poeta, se hace al andar. Un paso a paso del que bien puede ser guía este Grindrburgo (y otros barrios) de Gabriel J. Martín.

Grindrburgo (y otros barrios), Gabriel J. Martín, 2024, Roca Editorial.

“Sobrevivir al ambiente” de Gabriel J. Martín y Sebas Martín

El humor es la herramienta más didáctica para aprender o recordar. Ese es el logro fundamental de los dos autores que suman texto e ilustraciones para hacer un completo repaso de ese entorno de las grandes ciudades donde hombres homosexuales acuden para socializar con otros hombres con la misma orientación sexoafectiva que ellos. Un título apto para todos aquellos que estén dispuestos a ser realistas, pero también a echarse unas risas.

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No se me olvidará. Era una noche de viernes a mediados de los 90, bajaba por la calle Fuencarral y a altura de un neón verde que decía Hostal Nuria uno de mis amigos me indicó, “cualquiera de esas calles a la izquierda te llevan a Chueca”. Aquella frase me sonó a momento álgido de una película que podría haberse titulado El mapa del tesoro. Con el tiempo, poco después ya que la curiosidad no entiende de barreras, me adentré por aquellas calles hasta llegar al mismísimo corazón del barrio. Y allí, una vez ya dentro y a golpe de ensayo y error, de indagar cual cotilla y de preguntar como si fuera Ana Pastor, fui descubriendo los distintos tipos de locales que existían, observé múltiples clases de individuos y estéticas, aprendí sobre todo tipo de prácticas sexuales y escuché infinidad de anécdotas y episodios (¿de ciencia ficción? ¿de realismo decimonónico? Ríete tú de las fake news y de la pos verdad) con los que aprendí a moverme, socializar y hacerme mi sitio en el ambiente.

Las nuevas generaciones lo tienen más ¿fácil? Nuestra sociedad, afortunadamente, ha evolucionado, Google ofrece respuestas a quien ni siquiera tiene interrogantes y ahora Gabriel y Sebas (ambos se apellidan Martín, ¿serán primas? ¿serán hermanas de leche?) publican Sobrevivir al ambiente. Un completo repaso a las coordenadas que definen barriadas como la mencionada de Madrid y de similares en ciudades como Barcelona, Ámsterdam o San Francisco. Áreas urbanas que los que vivimos en o cerca de ellas tenemos la suerte de poder casi hasta ignorarlas por lo habituales que son para nosotros, pero que son la aspiración de esa gran mayoría que aún vive en lugares donde poder ser tú mismo conlleva un alto precio tanto psicológico como físico.

Esta publicación no pretende salvarte la vida ni es la Biblia del mundo LGTB, pero sí que es un completo compendio -contado con ironía y sarcasmo, con un punto incluso de marica mala tanto en su redacción como en sus ilustraciones, ya tú sabes- de las coordenadas que conforman la socialización en lo que denominamos como “ambiente”. Un entorno en el que todo es posible –el amor, la amistad, el disfrute, lo duradero, lo efímero, lo sincero, el auto engaño- , pero que debes saber en qué consiste para modular y ajustar tus perspectivas a lo que, a priori, te ofrece cada una de sus posibilidades.

Para aquellos que se lleven las manos a la cabeza que sepan que estas son similares a las de cualquier otro entorno de socialización (heterosexual, lésbico,…) y que lo que allí te encuentres no es la universalidad, pero sí una formas de relacionarte que tú decides si practicas o no y en qué medida. Eso sí, como bien señalan sus autores, hazlo siempre de manera segura en lo referente a prácticas sexuales, consumo de sustancias o culto al cuerpo, y teniendo en cuenta que no conseguirás algo positivo y fructífero  –tal y como ya explicaba Gabriel en sus anteriores Quiérete mucho, maricón y El ciclo del amor marica– si no dejas los prejuicios (producto de la homofobia interiorizada) a un lado y partes de una auto aceptación plena y una correcta auto estima.

“El ciclo del amor marica” de Gabriel J. Martín

Entender cómo funciona el sentimiento del amor es fundamental no solo si se quiere vivir una relación a largo plazo, sino si también se desea vivir plenamente, pero de manera individual, aquellas facetas personales que se comparten en una pareja.  De manera clara y didáctica, a la par que amena y hasta divertida, este título realiza un somero repaso de todos esos factores que hay que tener en cuenta para enunciar esa ecuación cuya verdadera fórmula y resultado, única en cada caso, solo conocerán de verdad los encargados de ponerla en marcha y reelaborarla continuamente a lo largo del tiempo.

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A priori el amor no debiera entender de género, identidad u orientación sexual, hombres y mujeres, cis y transexuales, homosexuales, bisexuales y heterosexuales somos susceptibles de enamorarnos, de ser correspondidos y de querer vivir ese afecto a través de un proyecto de vida a cuya construcción ambas partes nos comprometamos. Sin embargo, basta mirar el recorrido histórico que llevamos desde hace siglos hasta hoy mismo para saber que en la sociedad en la que vivimos se denigra a muchas personas por múltiples motivos. He ahí las obvias diferencias entre hombres y mujeres, pero igual de claras y evidentes, aunque mucho más silentes, son las también sufridas desde tiempos inmemoriales por –entre otros muchos colectivos- los hombres homosexuales.

Un legado que sigue vigente y contra el que, como Gabriel bien indica, se ha de luchar utilizando herramientas como la del lenguaje normalizador, entendido este no como una tabula rasa que elimina diferencias y homogeneiza características, sino como el que da los términos exactos a las realidades en las que vivimos. Un novio es un novio, y no un “amigo”, y a un marido no se le presenta como “mi pareja”.  El segundo pilar es hablar de cómo pueden ser las etapas de una relación afectiva entre dos hombres, como entre un hombre y una mujer o entre dos mujeres, desde un punto de vista realista, dejando a un lado todos los mitos, fantasías y leyendas que han empañado la educación que hemos tenido -si es que alguien nos la ha proporcionado- sobre el amor.

Así que si el amor no es a primera vista ni para siempre, no lo redime todo ni mueve montañas, ¿en qué consiste exactamente?

En primer lugar, para que el amor llegue a formularse y construirse necesita que las dos personas que intentan formar una pareja sean equilibradas, que se hayan aceptado a sí mismas y que vivan su orientación sexual de manera natural e integrada en todas las áreas de su vida, sin traza alguna –o estar en proceso de resolverla- de homofobia interiorizada. Un tema que ya trató Gabriel J. Martín en su también muy bien planteado y desarrollado Quiérete mucho maricón. Factor importante es, también, no tener pendientes de resolución otras cuestiones psicológicas que no solo impiden a esos hombres tener relaciones fructíferas, sino que les convierte en personas tóxicas con capacidad de herir a aquellos con quienes, aparentemente, lo intentan.

Dejando atrás las rémoras, para aquellos que lo desean y les surge la oportunidad de llevarlo a la práctica, el amor sigue una serie de fases que tienen un discurrir más o menos lineal y que cada persona -y por tanto, cada pareja- vive de una manera diferente en base a su personalidad, experiencia e, incluso, estructura neuronal.  Desde la pasión inicial en la que cada cuerpo es un torrente hormonal y el deseo físico es lo más protagonista, pasando por la etapa de la intimidad, de exponer y conocer las motivaciones y planteamientos personales del otro ante la vida para llegar a la posibilidad de plantearse un proyecto conjunto. Un compromiso que posteriormente hay que mantener y adaptar a las circunstancias cambiantes que vayan surgiendo. Y si llega el día en que este se acaba, hay que saber ver y aceptar las señales que lo indican y ponerle fin a la relación de la manera más adecuada para que no solo no deje mal recuerdo, sino para que no se convierta en un lastre que impida disfrutar del futuro.

Este es el eje más habitual del amor, entre dos personas, aunque Gabriel J. Martín también considera otras casuísticas existentes como la del poliamor, o las de relaciones con características propias como son las intergeneracionales o las de entre personas que viven distanciadas por muchos kilómetros.

Como bien dice su autor, El ciclo del amor marica no ofrece una receta mágica, pero sí una completo y claro mapa a partir del cual un hombre homosexual –aunque también a otros públicos con capacidad de empatía ante los ejemplos y supuestos prácticos expuestos,que se decidan a leer este libro- pueda plantearse y reflexionar cómo quiere vivir el amor de pareja y todos aquellos ingredientes que lo conforman, pero que también se pueden disfrutar fuera de ella.

“Quiérete mucho, maricón” de Gabriel J. Martín

Una conversación, una charla, un soliloquio en voz alta,… una síntesis de las mil y una pautas, consejos y ejemplos que supongo Gabriel J. Martín propone en sus sesiones terapéuticas a hombres cuya trayectoria vital no solo fue atropellada por la homofobia durante un tiempo (quizás sigan estando en ese estadio), sino que sigue viéndose afectada por sus invisibles y paradójicas secuelas. Un completo ejercicio de empatía con el que cada hombre homosexual puede hacer una auto reflexión sobre el grado de naturalidad, visibilidad y plenitud con que siente y lleva a la práctica su deseo y capacidad de interactuar, disfrutar y enamorarse de otro hombre.

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Hay dos cosas que Gabriel deja claro a lo largo de su obra. La primera es que Quiérete mucho, maricón habla de amor, de la capacidad y posibilidad de establecer relaciones afectivas que puedan derivar, si así lo queremos, en compromisos entendidos como proyectos de vida compartidos. Aclarar que también habla de sexo, pero no como el elemento que nos define, sino como un capítulo importante y fundamental, junto a otros muchos, del desarrollo de toda persona y relación. La segunda es que vivimos un momento en que se están derrumbando muchos de los falsos conceptos que a lo largo de años, décadas y hasta siglos se han alimentado sobre la homosexualidad. Ser conscientes de ello nos liberará de muchos de los prejuicios que hemos heredado, sufrido y hasta interiorizado, y nos permitirá construir un futuro en el que los que nos sucederán estarán, posiblemente, libres de semejante atrocidad.

Esta es una propuesta de un psicólogo, gay, sí, pero hombre de ciencias, con lo que todo lo que dice tiene tras de sí un dato contrastado. La suya no es una disertación libre y edulcorada para los que busquen un manual activista, un libro de auto ayuda para aquellos a los que les quede camino por hacer o un volumen con el que mentes autocomplacientes se sientan superiores por sí haberlo recorrido. Su oferta –con un estilo cercano, un lenguaje llano y plagado de ejemplificaciones y hasta confidencias sobre sí mismo- va dirigida a todos y a cada uno de nosotros, dejando claro que el proceso de normalización de la orientación sexual y afectiva comienza por una primera etapa de auto aceptación, pero que necesita también del ejercicio de nuestra dimensión social para desplegar, entrenar y ejercitar nuestras habilidades y capacidades afectivas. Somos seres individuales, pero formamos parte de una sociedad con la que convivimos, en la que nos comunicamos e interactuamos, accediendo así a unas posibilidades que nos hacen más plenos. Y no se trata solo de relacionarnos con otros homosexuales con lo que compartimos orientación sexual y afectiva –y en consecuencia, posibilidad de ejercitarlas- sino también con el amplio y diverso mundo sexual –heterosexualidad, bisexualidad, transexualidad,…- en el que vivimos.

Una realidad ya existente para muchos y un objetivo para aquellos que todavía no han llegado a ella y a los que se dirige especialmente Quiérete mucho, maricón. La homofobia es uno de esos grandes males tan extendido como invisible entre el género humano. No se trata solo de países en los que ser homosexual implica cárcel o pena de muerte, es también el recuerdo de lugares y tiempos recientes en los que era (o sigue siendo) habitual que ser identificado –o revelarse- como homosexual implicara ser despreciado y sufrir toda clase de vejaciones físicas y psicológicas por compañeros de colegio y de trabajo, vecinos, e incluso padres y hermanos.

Las profundas heridas que aquellos abusos causaron no son solo algo del pasado o que se acabará en el momento en que nos alejemos de las personas y del lugar en el que lo estamos recibiendo. Son una semilla y un irónico legado por el que el rechazado por gay, por homosexual, por marica, no solo se despreciará inconscientemente a sí mismo por ello –homofobia interiorizada-, sino que también ejercerá la violencia sobre otros por serlo o por parecerlo utilizando uno y mil prejuicios (ej. promiscuidad, afectación de infecciones de transmisión sexual, femineidad,…). Esa es la zona sensible a la que Gabriel J. Martín se propone ayudar a llegar a cada uno de sus lectores, si estos así lo desean y están dispuestos a trabajar siendo sinceros consigo mismos, para reconocer en qué medida esto les sucede o ha ocurrido y proponerles medidas con las que solucionar ese dolor –camuflado bajo síntomas como ansiedad, adicciones o comportamientos compulsivos- que sigue latente y eliminar las barreras y limitaciones que de tan consolidadas ya resultan invisibles.

La certeza de una vida mejor, de un presente lleno de posibilidades y de un futuro sereno y pleno está ahí, al alcance de todos. No solo debe ser un sueño, sino que es un derecho innato a toda persona, independientemente de su orientación afectiva. No siempre es fácil, a veces hasta es duro, pero está claro que se puede conseguir –con más o menos calma, con ayuda de psicólogos, amigos con que ya contemos o personas aún por conocer. Una nueva etapa de nuestras biografías cuyos logros demostrarán que realmente ha merecido la pena trabajar por llegar a ella y en la que decir alto y claro a uno mismo y a los demás, tranquilo y sonriente, eso de Quiérete mucho, maricón.