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Puntos de encuentro de la Colección Soledad Lorenzo

En 1986 Soledad Lorenzo decidió poner en marcha un proyecto vital, personal y empresarial, su propia galería de arte. Un recorrido de tres décadas al que puso punto final hace poco y cuyo mayor legado no son solo las obras de artistas únicos colocadas a lo largo de estos años, sino las que ella misma se quedó porque nadie se fijó en ellas o no estuvo dispuesto a adquirirlas. Una selección de ese conjunto alcanza ahora el sumun del arte al ingresar como depósito en el Museo Reina Sofía.

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Un mecenazgo que se mostrará a través de dos muestras. La primera de ella es este Punto de encuentro formada por 57 piezas de 15 autores –que desde que comenzaron a trabajar con ella la tuvieron como representante en exclusiva en Madrid- a través de las que poder ver cómo ha sido la creación artística en nuestro país en el último período del siglo XX y el arranque del XXI. Estas son algunas de ellas.

Antoni Tápies (Barcelona, 1923 – 2012). Estera, 1994. Pintura y collage sobre madera. 200 x 228 x 12,5 cm.

Un material pobre, esparto hilvanado para formar una estera con la que cubrir el suelo a modo de alfombra. Un utensilio humilde ligado a lo rural, descontextualizado, en lugar de en el suelo está en la pared, en lugar de tocar directamente la superficie está colocado sobre una tabla que lo magnifica. Sin embargo, esta dignificación no pierde de vista su pasado utilitario y lo muestra de manera realista, desgastado, curtido por el uso y el paso del tiempo. De ahí ese centro del que brota aquello que ya no tapa, una gran mancha de pintura que por su forma lo mismo puede ser la inicial del apellido de su autor que una cruz griega. O quizás, deliberadamente, sea las dos y de ahí su número 2. Junto a este elemento gráfico, otros dos elaborados con grafito. Con el número 1 el término TAYKYOKU, que refiere al concepto filosófico chino del Taiji, el principio generador de todas las cosas. Con el 3 una mano que se extiende buscando, ofreciendo, esperando encontrarse con la nuestra.

Pablo Palazuelo (Madrid, 1916 – 2007). De somnis II, 1997. Óleo sobre lienzo. 217 x 149 cm.

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Primero hay que mirar, pasados unos segundos para dejar atrás la carga visual del trayecto realizado hasta situarse frente a esta pieza en la planta 4ª del edificio Sabatini, se comenzará a ver algo que antes parecía no existir. La imagen aparentemente plana comenzará a desplegarse y revelar una profundidad onírica que nos hará creer que su geométrica bidimensionalidad es en realidad una tridimensionalidad en la que podemos adentrarnos. Una inmersión visual que nos demostraría que no estamos entre líneas aleatoriamente suspendidas, sino paseando entre elementos arquitectónicos dispuestos de manera que nos transmiten una doble complejidad. La de sus construcciones individuales –tanto de sus caras externas como de sus distribuciones internas-  y la del ecosistema formado por la interrelación de todos ellos. Una densificada urbanización con una potente luz amarilla, producto de un intenso amanecer, momento previo de un ocaso estival y de la intervención eléctrica del género humano.

Guillermo Pérez Villalta (Tarifa, 1948). El temporizador elíptico, 1989. Óleo sobre lienzo. 200 x 140 cm.

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La atención no se la lleva el ciclista, sino el surco visual que deja a su paso. Una mezcla del impacto de la velocidad del futurismo italiano a la manera del orfismo de Robert Delauny pasado por el tamiz de un autor que creció al sur de todas las influencias occidentales mientras miraba desde su Tarifa natal el norte de una cultura en la que no existen las representaciones figurativas. Los radios de la bicicleta actúan como si fueran un prisma y provocan que la luz que llega desde el este se transforme en distintos haces primarios. Rojos, azules y verdes que brotan de un mismo lugar, pero que toman direcciones distintas, haciendo que el lienzo se proyecte en diferentes planos con el resultado ilusorio de crear un espacio en el que hay cabida para más deportistas dispuestos a dejarse la piel sobre las dos ruedas. Mientras haya movimiento, mientras el ciclista no deje de pedalear, el Lleno Cuando Muevo escrito con tipografía de estilo romano en la parte superior seguirá siendo verdad.

Juan Uslé (Santander, 1954). Azul dudoso 640, 1997. Técnica mixta sobre lienzo sobre tabla. 61 x 45 cm.

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Caminos trazados de norte a sur y de abajo a arriba. Un territorio ondulado con intervenciones horizontales sobre su verticalidad. Un espacio dividido en cinco partes en el que la primacía la tiene la proporción en la que concluye la lectura de nuestra mirada. Esta última es igual que las anteriores, pero el rectángulo que la enmarca con su tonalidad verde la hace parecer diferente, más grande, más protagonista. Esta pequeña pieza nos coloca desde una perspectiva superior, nos ofrece una mirada cenital en la que la tierra queda por debajo de nosotros, en la que suponemos terrenos vacíos por la planicie del color azul que las ocupa y otras que imaginamos son áreas habitadas por la huella que ha dejado en ellos la intervención del pincel del pintor. ¿Forman todas unidas un conjunto? ¿Solo las segundas? ¿Existe algún tipo de comunicación entre ellas que así lo permita? Mientras tanto, sentimos una inquietante sensación de movimiento al ver esas manchas blancas que más que unas nubes que flotan por debajo de nosotros, parecen ser algo energético que emana de ese lugar y que pretende ascender hasta llegar a engullirnos en su absoluta luminicidad.

Colección Soledad Lorenzo. Punto de encuentro, en el Museo Reina Sofía (Madrid), 27 septiembre – 27 noviembre 2017.

Tánger: zona internacional

Cuando entras al hotel Rembrandt su recepción te sitúa entre el hoy y el hace varias décadas. Hoy porque como en todos los sitios públicos, y tal y como es por ley, te recibe una fotografía de Mohammed VI, el monarca alauí desde 1999. El mobiliario de madera basado en líneas curvas, la sobrecarga dorada de los marcos de los espejos, el forjado de la puerta del ascensor y la sinuosa elipse de la escalera te llevan a aquellos años (1912-1960) en que Tánger era zona internacional. Una ciudad en territorio africano pero gobernada por ingleses, franceses, españoles, portugueses, holandeses, belgas, italianos y estadounidenses.

Desde la cafetería acristalada con el retrato del famoso pintor holandés (reproducción del autorretrato que conserva el Museo del Prado) y su terraza con piscina sus huéspedes elucubrarían que estaría pasando al otro lado del Estrecho de Gibraltar, así como divisar los buques que quizás desde España llegaban al puerto de la ciudad –hoy algunas construcciones ya no te lo permiten con claridad-.

Tras su urbanismo de medina árabe y ensanche occidental y su presente de ciudad fronterizo-comercial, Tánger esconde un pasado siglo XX en que la ciudad vivía y miraba hacia Europa. Situación que se prolongó hasta 1960 en que la ciudad y su región se unen a Marruecos, constituido como estado independiente en 1956.

Fotografías y películas en blanco y negro

Buscando ese pasado he callejeado por la medina hasta llegar al Museo de la Fundación Lorin. En la dos salas de sus plantas las fotografías en blanco y negro expuestas –originales con varias décadas a sus espaldas en un estado de conservación y de exposición mejorable- muestran momentos como las carreras hípicas que se organizaban en la playa, el recital de piano que llegó a dar un joven Herbert von Karajan, los bailes y desfiles de moda organizados en el casino, el inicio de la construcción de la catedral española, la visita en su yate del matrimonio Aristóteles Onassis-Maria Callas,…

Tiempos en que las producciones teatrales se estrenaban en el Teatro Cervantes, inaugurado en 1913, por mucho tiempo sus 1.400 butacas le hicieron el más grande del norte de África. Hoy el abandono ha hecho mella en él y está cerrado en estado ruinoso.

TeatroCervantes

Los grandes estrenos cinematográficos se presentaban en el Cinema Rif. Un edificio modernista en el Grand Socco que desde 2007 es la filmoteca de Tánger. Una institución dedicada a preservar películas y proyectar películas en versión original (subtituladas en francés), ayer cuando pasé por allí tenían en cartelera la reciente americana “El mayordomo” de Lee Daniels y la árabe de los años 50 “C’est toi que j’aime” de Admed Badrakhan.

CineRif

Geopolítica internacional

Quizás en su día se proyectaron películas como “Tanger” con María Montez (1946) o “Vuelo a Tánger” con Joan Fontaine y Jack Palance. Títulos como otros muchos –y cuyos carteles también he visto en la Fundación Lorín- que han situado intrigas, acción y misterio en esta ciudad, en las intricadas calles de su medina y la arquitectura colonial de su exterior, entre locales y expatriados, entre personas y gobiernos. Uno de estos a buen seguro fue el americano. Volviendo a entrar en la medina merece la pena visitar el Museo del Consulado Americano, situado en el mismo edificio que cumplió la función de sede diplomática de EE.UU. en Marruecos de 1821 a 1956.

El recorrido nos permitirá conocer cómo ha sido la relación entre ambas naciones, haciendo especial hincapié en su génesis y en el papel que Tánger y Marruecos jugaron para los americanos durante la II Guerra Mundial.

Marruecos fue el primer país que reconoció a EE.UU. como estado independiente cuando aún estaba luchando como colonia contra los británicos para conseguirlo, en 1777. La primera delegación americana se estableció en Tánger –entonces capital diplomática del país- en 1797 para apoyar sus rutas comerciales con origen o destino en el Mediterráneo.  Desde su delegación, los americanos realizaron una intensa labor durante la II Guerra Mundial. En aquel momento Tánger se convirtió en un lugar de máxima tensión, Franco mandó ocupar la ciudad y esta pasó a ser española (de 1940 a 1945) junto con el resto del norte de Marruecos que formaba el protectorado español. Un control geográfico de un potencial aliado de Alemania e Italia muy inquietante para el resto de países involucrados en el conflicto.

El litoral marroquí, junto con el argelino, acogería el 8 de noviembre de 1942 el desembarco de las tropas estadounidenses que lucharían contra las tropas del eje en el norte de África, la Operación Torch. Marruecos como parte del protectorado francés estaba regulado por el Gobierno de Vichy (el gobierno francés colaborador del régimen nazi de 1940 a 1944), pero sus autoridades locales colaboraron con los aliados. En 1943 Churchill y Roosevelt se reunieron en Casablanca para coordinar la estrategia común en la guerra. Posteriormente, Reino Unido y EE.UU. apoyarían a Marruecos en su reclamación de independencia ante Francia y España.

Arte y literatura

Las distintas estancias de la antigua delegación diplomática norteamericana nos permitirán también conocer cómo es la distribución de una casa de alto nivel dentro de la medina, estructurada en torno a sus patios para aprovechar la luz.

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En la planta baja la visita acaba con una pequeña muestra artística en la que se pueden ver obras relacionadas con la ciudad de Rafael Cidoncha, Claudio Bravo, Guillermo Pérez-Villalta, Oscar Kokoschka o Cecil Beaton. Hoy el edificio es la sede del Instituto para Estudios Marroquíes (Tangier American Legation Institute for Morrocan Studies) y cuenta con una pequeña librería en la que poder comprar textos en inglés sobre EE.UU y Marruecos.

En una de las salas previas se muestran reproducciones de fotografías y cartas manuscritas de Paul Bowles (1910-89). El americano vivió aquí desde 1949 hasta su muerte, dedicó mucho tiempo a estudiar la música tradicional marroquí, escribió novelas ambientadas en Tánger como “El cielo protector” (1949) y “Déjala que caiga” (1952) y recibió como anfitrión a amigos como Truman Capote o Tennessee Williams.

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Truman Capote en el centro y Paul Bowles a la derecha

La pequeña librería Colonnes, de la que Bowles era asiduo sigue estando hoy abierta en el número 54 del Boulevard Pasteur en la zona nueva de la ciudad. Merece dedicarle unos minutos y ver qué pueden tener interesante en árabe, francés o inglés en sus estanterías relacionado con la ciudad, como bibliografía de autores beat como William Burroughs y Jack Kerouac, también visitantes de Tánger en la década de 1950.

Ciudad de unos y de otros

Todos ellos pasearon por una ciudad que vivía un gran momento de su historia. Muy diferente a tiempos pasados en que por su posición en el mapa Tánger era objeto de deseo de gobiernos y se la disputaban de manera conflictiva. Para conocer estas luchas a lo largo de la historia el sitio al que acudir es el museo de la kasbah en lo alto de la medina.

Mediante piezas de cada período, conoceremos que por aquí pasaron fenicios, mauritanos, romanos, vándalos, bizantinos y árabes, llegando a constituirse en un emirato en 1421. Tras varios intentos previos, los portugueses se hicieron finalmente con ella en 1471. Sus casi dos siglos de ocupación fueron los que dieron la forma actual al trazado de la medina con su recinto amurallado y levantado sobre la roca viva en la zona de la kasbah que da al estrecho de Gibraltar.

Muralla

En 1661 los portugueses cedieron la ciudad a la corona inglesa como parte de la dote de la infanta Catalina de Braganza al casarse con el rey Carlos II. En 1684 el sultán de Marruecos logra hacerse con la ciudad, pero los británicos la destruyen antes de irse. La ciudad fue reconstruida y se mantuvo marroquí, con un paréntesis italiano en 1849, hasta 1912 en que se constituye como zona internacional tras varias décadas de intensa presencia extranjera por motivos comerciales y diplomáticos. La zona internacional se formalizó en 1923 con el Estatuto de Tánger que, con el ya señalado paréntesis de la ocupación española de 1940 a 1945, se mantuvo hasta 1960.

De los siglos XVII y XVIII quedan como vestigios apuntando al mar varios cañones de distintos orígenes (portugués, francés, holandés,…) en distintos miradores. Los ingleses dejaron detrás del Grand Socco la iglesia de San Andrés (1894-1905). Protestantes, anglicanos y episcopalianos residentes en la ciudad se siguen reuniendo allí en la actualidad todos los días para escuchar misa. Un edificio peculiar, una iglesia con arquitectura morisca, con el padre nuestro grabado en su altar en árabe y sin una sola imagen en todo el templo. En el caso de los católicos, estos cuentan con hasta cinco templos por toda la ciudad.

CañonesIglesia

Desde 1960 hasta hoy

Tras el breve período del monarca Mohammed V, el reinado de Hassan II (1961-1999) desatendió deliberadamente a la ciudad como medida con la que asfixiar los anhelos occidentales de sus habitantes producto de la historia reciente y de su continuo diálogo comercial con el otro lado del estrecho. Mientras el centro del país (Casablanca-Rabat-Fez-Marrakech) se convertía en el eje político, económico y social del país, «el norte era zona postergada, dejada y abandonada, obligada a buscarse su propia supervivencia«, según palabras de un español residente.

Hoy, mientras escribo esto, recuerdo el gran buque de cruceros que ayer estaba atracado en el puerto y en el que llegaron los muchos turistas que me crucé en la medina, y el paseo que di esta mañana junto al mar viendo cómo el actual puerto de la ciudad –además del comercial situado a 15 km- se está ampliando con un segundo muelle aún en construcción. El desarrollo comercial internacional, las inversiones extranjeras (alguna de la ropa que vestimos de Zara cuya etiqueta dice “Made in Maroc” ha sido cortada y cosida en talleres de la ciudad) y el turismo son las bases del progreso del país desde que comenzara la monarquía de Mohammed VI en 1999, y Tánger es un ejemplo de los tres puntos.

El hoy del hotel Rembrandt

Lo que fue la introducción de este post, el esplendor de Tánger durante su tiempo como zona internacional, se quedó en el pasado de este hotel y sólo en los espacios señalados. En su estado actual, las habitaciones no tienen encanto alguno y si hubiera que darles una definición sería la de funcionales.

Otra cosa hubiera sido alojarse en el Hotel Continental, donde lo hacen Sira y Ramiro en la novela “El tiempo entre costuras” de María Dueñas, coincidiendo con que la estoy leyendo durante este viaje. Pero esa es ya otra historia.

HotelContinental