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10 textos teatrales de 2019

Títulos clásicos y actuales, títulos que ya forman parte de la historia de la literatura y primeras ediciones, originales en inglés, español, noruego y ruso, libretos que he visto representadas y otros que espero llegar a ver interpretados sobre un escenario.

«¿Quién teme a Virginia Woolf?» de Edward Albee. Amor, alcohol, inteligencia, egoísmo y un cinismo sin fin en una obra que disecciona tanto lo que une a los matrimonios aparentemente consolidados como a los aún jóvenes. Una crueldad animal y sin límites que elimina pudores y valores racionales en las relaciones cruzadas que se establecen entre sus cuatro personajes. Un texto que cuenta como pocas veces hemos leído cómo puede ser ese terreno que escondemos bajo las etiquetas de privacidad e intimidad.

«Un enemigo del pueblo» de Henrik Ibsen. “El hombre más fuerte es el que está más solo”, ¿cierto o no? Lo que en el siglo XIX escandinavo se redactaba como sentencia, hoy daría pie a un encendido debate. Leída en las coordenadas de democracia representativa y de libertad de prensa y expresión en las que habitamos desde hace décadas, la obra escrita por Ibsen sobre el enfrentamiento de un hombre con la sociedad en la que vive tiene muchos matices que siguen siendo actuales. Una vigencia que junto a su extraordinaria estructura, ritmo, personajes y diálogos hace de este texto una obra maestra que releer una y otra vez.

“La gaviota” de Antón Chéjov. El inconformismo vital, amoroso, creativo y artístico personificado en una serie de personajes con relaciones destinadas –por imperativo biológico, laboral o afectivo- a ser duraderas, pero que nunca les satisfacen plenamente. Cuatro actos en los que la perfecta exposición y desarrollo de este drama existencial se articulan con una fina y suave ironía que tiene mucho de crítica social y de reflexión sobre la superficialidad de la burguesía de su tiempo.

«La zapatera prodigiosa» de Federico García Lorca. Entre las múltiples lecturas que se pueden aplicar a esta obra me quedo con dos. Disfrutar sin más de la simpatía, el desparpajo y la emotividad de su historia. Y profundizar en su subtexto para poner de relieve la desigual realidad social que hombres y mujeres vivían en la España rural de principios del siglo XX. Eso sí, ambas quedan unidas por la habilidad de su autor para demostrar la profundidad emocional y la belleza que puede llegar a tener y causar la transmisión oral de lo cotidiano.

«La chunga» de Mario Vargas Llosa. La realidad está a mitad de camino entre lo que sucedió y lo que cuentan que pasó, entre la verdad que nadie sabe y la fantasía alimentada por un entorno que no tiene nada que ofrecer a los que lo habitan. Una desidia vital que se manifiesta en diálogos abruptos y secos en los que los hombres se diferencian de los animales por su capacidad de disfrutar ejerciendo la violencia sobre las mujeres. Mientras tanto, estas se debaten entre renunciar a ellos para mantener la dignidad o prestarse a su juego cosificándose hasta las últimas consecuencias.

“American buffalo” de David Mamet. Sin más elementos que un único escenario, dos momentos del día y tres personajes, David Mamet crea una tensión en la que queda perfectamente expuesto a qué puede dar pie nuestro vacío vital cuando la falta de posibilidades, el silencio del entorno y la soledad interior nos hacen sentir que no hay esperanza de progreso ni de futuro.

“The real thing” de Tom Stoppard. Un endiablado juego entre la ficción y la realidad, utilizando la figura de la obra dentro de la obra, y la divergencia del lenguaje como medio de expresión o como recurso estético. Puntos de vista diferentes y proyecciones entre personajes dibujadas con absoluta maestría y diálogos llenos de ironía sobre los derechos y los deberes de una relación de pareja, así como sobre los límites de la libertad individual.

“Tales from Hollywood” de Christopher Hampton. Cuando el nazismo convirtió a Europa en un lugar peligroso para buena parte de su población, grandes figuras literarias como Thomas Mann o Bertold Brecht emigraron a un Hollywood en el que la industria cinematográfica y la sociedad americana no les recibió con los brazos tan abiertos como se nos ha contado. Christopher Hampton nos traslada cómo fueron aquellos años convulsos y complicados a través de unos personajes brillantemente trazados, unas tramas perfectamente diseñadas y unos diálogos maestros.

“Los Gondra” y “Los otros Gondra” de Borja Ortiz de Gondra. Gondra al cubo en un volumen que reúne dos de los montajes teatrales que más me han agitado interiormente en los últimos años. Una excelente escritura que combina con suma delicadeza la construcción de una sólida y compleja estructura dramática con la sensible exposición de dos temas tan sensibles -aquí imbricados entre sí- como son el peso de la herencia, la tradición y el deber familiar con el dolor, el silencio y el vacío generados por el terrorismo.

“This was a man” de Noël Coward. En 1926 esta obra fue prohibida en Reino Unido por la escandalosa transparencia con que hablaba sobre la infidelidad, las parejas abiertas y la libertad sexual de hombres y mujeres. Una trama sencilla cuyo propósito es abrir el debate sobre en qué debe basarse una relación amorosa. Diálogos claros y directos con un toque ácido y crítico con la alta sociedad de su tiempo que recuerdan a autores anteriores como Oscar Wilde o George B. Shaw.

«Tales from Hollywood» de Christopher Hampton

Cuando el nazismo convirtió a Europa en un lugar peligroso para buena parte de su población, grandes figuras literarias como Thomas Mann o Bertold Brecht emigraron a un Hollywood en el que la industria cinematográfica y la sociedad americana no les recibió con los brazos tan abiertos como se nos ha contado. Christopher Hampton nos traslada cómo fueron aquellos años convulsos y complicados a través de unos personajes brillantemente trazados, unas tramas perfectamente diseñadas y unos diálogos maestros.

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Han pasado 35 años desde que el autor de la famosa adaptación de Las amistades peligrosas estrenara en Londres este texto ambientado en Los Ángeles. Pero no suena a 1983 sino a 1940, y no solo porque esta sea la década en que transcurre su historia, sino porque tiene la fuerza y la atemporalidad de los clásicos. Sus veintidós escenas están llenas de claroscuros de cine negro, de complejos conflictos personales y comportamientos, respuestas y reacciones auténticas reflejadas en frases sencillas pero llenas de contenido, que generan una potente y envolvente atmósfera.

En sus diferentes escenarios –incluyendo habitaciones de motel, fastuosas mansiones con piscinas que recuerdan a la del asesinato del Sunset Boulevard de Billy Wilder o restaurantes como los de los cuadros de Edward Hopper- se bebe, se come, se fuma, se escribe y se discute mucho. Los recién llegados -exiliados según unos, emigrantes para otros- desde Alemania, Hungría o Francia buscan cómo ganarse la vida adaptándose a un lugar donde la escritura ya no es una labor artesana –la del literato- sino casi industrial –la del guionista cinematográfico-. A un lugar donde lo que se busca es la rentabilidad económica y causar una buena impresión y no generar debate intelectual o nuevo planteamientos con los que dar respuesta a los dilemas éticos de la humanidad.

Hampton pone de relieve cómo algunos se adaptaron sin problema a aquellas exigencias, he ahí el Premio Nobel Thomas Mann, sirviéndose de ellas para lograr el éxito, y cómo otros fueron fieles a sus principios, valgan su hermano –y también escritor- Heinrich o Bertold Brecht como ejemplo y a los que el destino no les deparó el mismo resultado. Historias personales afectadas por las circunstancias de un mundo violento, que en Europa asesinaba a judíos y en EE.UU. ya abandonaba en la calle a todo el que no tuviera dinero y trataba como potenciales delincuentes a los provenientes de zonas de conflicto (entonces gobernaba Roosevelt, cuando Hampton escribió Tales of Hollywood lo hacía Reagan y hoy es Trump quien vive en la Casa Blanca, parece que no ha habido tanto cambio).

El personaje de Hörvarth es un guía eficaz y un narrador solvente en de una obra plagada de diálogos soberbios. La pequeña comunidad europea protagonista despliega una completa y profunda serie de temas, puntos de vista, reflexiones, valores y visiones sobre los fundamentos y motivaciones de sus vidas –personales, laborales, familiares- que hacen que éstas parezcan  casi elementos alienígenas ante el escaparate de la simpleza materialista y el éxito capitalista que ya era entonces Norteamérica, siendo el mundo de fantasía de sus películas su máximo exponente.

Un escaparate de épica y optimismo que hace aún más dramáticos los conflictos morales de aquellos que no encajaron con su propuesta y que vieron cómo tras el fin de la II Guerra Mundial debían renunciar a sus posicionamientos políticos si querían trabajar en la industria del cine y vivir en suelo californiano.  Todo ello visto desde el enfoque ágil, pero no por ello lúdico, de Hampton, que demuestra ser un genio de la escritura teatral al tiempo que rebela cómo hay cuestiones en el comportamiento individual –la búsqueda del reconocimiento como primer objetivo- y en nuestra organización colectiva –la exigencia de posicionarse ideológicamente del lado oficial- que se repiten de manera continua a lo largo de la historia.

Tales from Hollywood, Christopher Hampton, 1984, Faber & Faber.

Tánger: zona internacional

Cuando entras al hotel Rembrandt su recepción te sitúa entre el hoy y el hace varias décadas. Hoy porque como en todos los sitios públicos, y tal y como es por ley, te recibe una fotografía de Mohammed VI, el monarca alauí desde 1999. El mobiliario de madera basado en líneas curvas, la sobrecarga dorada de los marcos de los espejos, el forjado de la puerta del ascensor y la sinuosa elipse de la escalera te llevan a aquellos años (1912-1960) en que Tánger era zona internacional. Una ciudad en territorio africano pero gobernada por ingleses, franceses, españoles, portugueses, holandeses, belgas, italianos y estadounidenses.

Desde la cafetería acristalada con el retrato del famoso pintor holandés (reproducción del autorretrato que conserva el Museo del Prado) y su terraza con piscina sus huéspedes elucubrarían que estaría pasando al otro lado del Estrecho de Gibraltar, así como divisar los buques que quizás desde España llegaban al puerto de la ciudad –hoy algunas construcciones ya no te lo permiten con claridad-.

Tras su urbanismo de medina árabe y ensanche occidental y su presente de ciudad fronterizo-comercial, Tánger esconde un pasado siglo XX en que la ciudad vivía y miraba hacia Europa. Situación que se prolongó hasta 1960 en que la ciudad y su región se unen a Marruecos, constituido como estado independiente en 1956.

Fotografías y películas en blanco y negro

Buscando ese pasado he callejeado por la medina hasta llegar al Museo de la Fundación Lorin. En la dos salas de sus plantas las fotografías en blanco y negro expuestas –originales con varias décadas a sus espaldas en un estado de conservación y de exposición mejorable- muestran momentos como las carreras hípicas que se organizaban en la playa, el recital de piano que llegó a dar un joven Herbert von Karajan, los bailes y desfiles de moda organizados en el casino, el inicio de la construcción de la catedral española, la visita en su yate del matrimonio Aristóteles Onassis-Maria Callas,…

Tiempos en que las producciones teatrales se estrenaban en el Teatro Cervantes, inaugurado en 1913, por mucho tiempo sus 1.400 butacas le hicieron el más grande del norte de África. Hoy el abandono ha hecho mella en él y está cerrado en estado ruinoso.

TeatroCervantes

Los grandes estrenos cinematográficos se presentaban en el Cinema Rif. Un edificio modernista en el Grand Socco que desde 2007 es la filmoteca de Tánger. Una institución dedicada a preservar películas y proyectar películas en versión original (subtituladas en francés), ayer cuando pasé por allí tenían en cartelera la reciente americana “El mayordomo” de Lee Daniels y la árabe de los años 50 “C’est toi que j’aime” de Admed Badrakhan.

CineRif

Geopolítica internacional

Quizás en su día se proyectaron películas como “Tanger” con María Montez (1946) o “Vuelo a Tánger” con Joan Fontaine y Jack Palance. Títulos como otros muchos –y cuyos carteles también he visto en la Fundación Lorín- que han situado intrigas, acción y misterio en esta ciudad, en las intricadas calles de su medina y la arquitectura colonial de su exterior, entre locales y expatriados, entre personas y gobiernos. Uno de estos a buen seguro fue el americano. Volviendo a entrar en la medina merece la pena visitar el Museo del Consulado Americano, situado en el mismo edificio que cumplió la función de sede diplomática de EE.UU. en Marruecos de 1821 a 1956.

El recorrido nos permitirá conocer cómo ha sido la relación entre ambas naciones, haciendo especial hincapié en su génesis y en el papel que Tánger y Marruecos jugaron para los americanos durante la II Guerra Mundial.

Marruecos fue el primer país que reconoció a EE.UU. como estado independiente cuando aún estaba luchando como colonia contra los británicos para conseguirlo, en 1777. La primera delegación americana se estableció en Tánger –entonces capital diplomática del país- en 1797 para apoyar sus rutas comerciales con origen o destino en el Mediterráneo.  Desde su delegación, los americanos realizaron una intensa labor durante la II Guerra Mundial. En aquel momento Tánger se convirtió en un lugar de máxima tensión, Franco mandó ocupar la ciudad y esta pasó a ser española (de 1940 a 1945) junto con el resto del norte de Marruecos que formaba el protectorado español. Un control geográfico de un potencial aliado de Alemania e Italia muy inquietante para el resto de países involucrados en el conflicto.

El litoral marroquí, junto con el argelino, acogería el 8 de noviembre de 1942 el desembarco de las tropas estadounidenses que lucharían contra las tropas del eje en el norte de África, la Operación Torch. Marruecos como parte del protectorado francés estaba regulado por el Gobierno de Vichy (el gobierno francés colaborador del régimen nazi de 1940 a 1944), pero sus autoridades locales colaboraron con los aliados. En 1943 Churchill y Roosevelt se reunieron en Casablanca para coordinar la estrategia común en la guerra. Posteriormente, Reino Unido y EE.UU. apoyarían a Marruecos en su reclamación de independencia ante Francia y España.

Arte y literatura

Las distintas estancias de la antigua delegación diplomática norteamericana nos permitirán también conocer cómo es la distribución de una casa de alto nivel dentro de la medina, estructurada en torno a sus patios para aprovechar la luz.

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En la planta baja la visita acaba con una pequeña muestra artística en la que se pueden ver obras relacionadas con la ciudad de Rafael Cidoncha, Claudio Bravo, Guillermo Pérez-Villalta, Oscar Kokoschka o Cecil Beaton. Hoy el edificio es la sede del Instituto para Estudios Marroquíes (Tangier American Legation Institute for Morrocan Studies) y cuenta con una pequeña librería en la que poder comprar textos en inglés sobre EE.UU y Marruecos.

En una de las salas previas se muestran reproducciones de fotografías y cartas manuscritas de Paul Bowles (1910-89). El americano vivió aquí desde 1949 hasta su muerte, dedicó mucho tiempo a estudiar la música tradicional marroquí, escribió novelas ambientadas en Tánger como “El cielo protector” (1949) y “Déjala que caiga” (1952) y recibió como anfitrión a amigos como Truman Capote o Tennessee Williams.

TrumanCapotePaulBowles

Truman Capote en el centro y Paul Bowles a la derecha

La pequeña librería Colonnes, de la que Bowles era asiduo sigue estando hoy abierta en el número 54 del Boulevard Pasteur en la zona nueva de la ciudad. Merece dedicarle unos minutos y ver qué pueden tener interesante en árabe, francés o inglés en sus estanterías relacionado con la ciudad, como bibliografía de autores beat como William Burroughs y Jack Kerouac, también visitantes de Tánger en la década de 1950.

Ciudad de unos y de otros

Todos ellos pasearon por una ciudad que vivía un gran momento de su historia. Muy diferente a tiempos pasados en que por su posición en el mapa Tánger era objeto de deseo de gobiernos y se la disputaban de manera conflictiva. Para conocer estas luchas a lo largo de la historia el sitio al que acudir es el museo de la kasbah en lo alto de la medina.

Mediante piezas de cada período, conoceremos que por aquí pasaron fenicios, mauritanos, romanos, vándalos, bizantinos y árabes, llegando a constituirse en un emirato en 1421. Tras varios intentos previos, los portugueses se hicieron finalmente con ella en 1471. Sus casi dos siglos de ocupación fueron los que dieron la forma actual al trazado de la medina con su recinto amurallado y levantado sobre la roca viva en la zona de la kasbah que da al estrecho de Gibraltar.

Muralla

En 1661 los portugueses cedieron la ciudad a la corona inglesa como parte de la dote de la infanta Catalina de Braganza al casarse con el rey Carlos II. En 1684 el sultán de Marruecos logra hacerse con la ciudad, pero los británicos la destruyen antes de irse. La ciudad fue reconstruida y se mantuvo marroquí, con un paréntesis italiano en 1849, hasta 1912 en que se constituye como zona internacional tras varias décadas de intensa presencia extranjera por motivos comerciales y diplomáticos. La zona internacional se formalizó en 1923 con el Estatuto de Tánger que, con el ya señalado paréntesis de la ocupación española de 1940 a 1945, se mantuvo hasta 1960.

De los siglos XVII y XVIII quedan como vestigios apuntando al mar varios cañones de distintos orígenes (portugués, francés, holandés,…) en distintos miradores. Los ingleses dejaron detrás del Grand Socco la iglesia de San Andrés (1894-1905). Protestantes, anglicanos y episcopalianos residentes en la ciudad se siguen reuniendo allí en la actualidad todos los días para escuchar misa. Un edificio peculiar, una iglesia con arquitectura morisca, con el padre nuestro grabado en su altar en árabe y sin una sola imagen en todo el templo. En el caso de los católicos, estos cuentan con hasta cinco templos por toda la ciudad.

CañonesIglesia

Desde 1960 hasta hoy

Tras el breve período del monarca Mohammed V, el reinado de Hassan II (1961-1999) desatendió deliberadamente a la ciudad como medida con la que asfixiar los anhelos occidentales de sus habitantes producto de la historia reciente y de su continuo diálogo comercial con el otro lado del estrecho. Mientras el centro del país (Casablanca-Rabat-Fez-Marrakech) se convertía en el eje político, económico y social del país, «el norte era zona postergada, dejada y abandonada, obligada a buscarse su propia supervivencia«, según palabras de un español residente.

Hoy, mientras escribo esto, recuerdo el gran buque de cruceros que ayer estaba atracado en el puerto y en el que llegaron los muchos turistas que me crucé en la medina, y el paseo que di esta mañana junto al mar viendo cómo el actual puerto de la ciudad –además del comercial situado a 15 km- se está ampliando con un segundo muelle aún en construcción. El desarrollo comercial internacional, las inversiones extranjeras (alguna de la ropa que vestimos de Zara cuya etiqueta dice “Made in Maroc” ha sido cortada y cosida en talleres de la ciudad) y el turismo son las bases del progreso del país desde que comenzara la monarquía de Mohammed VI en 1999, y Tánger es un ejemplo de los tres puntos.

El hoy del hotel Rembrandt

Lo que fue la introducción de este post, el esplendor de Tánger durante su tiempo como zona internacional, se quedó en el pasado de este hotel y sólo en los espacios señalados. En su estado actual, las habitaciones no tienen encanto alguno y si hubiera que darles una definición sería la de funcionales.

Otra cosa hubiera sido alojarse en el Hotel Continental, donde lo hacen Sira y Ramiro en la novela “El tiempo entre costuras” de María Dueñas, coincidiendo con que la estoy leyendo durante este viaje. Pero esa es ya otra historia.

HotelContinental