Mucho ruido muy bien editado. Presentación y nudo prolongados durante más de dos horas y media. Quedará otro tanto para ver cómo concluye esta historia. Seguro que podría haber quedado condensada en menos de lo que dura esta primera parte. Pero entonces, ¿cuántas secuencias llenas de espectacularidad, efectos de sonido y visuales y un ritmo que pone a prueba nuestra capacidad de percepción nos estaríamos perdiendo?
Hace treinta años que Tom Cruise sumó a su catálogo de personajes icónicos el de Ethan Hunt. Congeniaron tan bien, y la taquilla así lo cree, que ya van por su séptima aventura juntos. Y como no podía ser menos -y al igual que en otras sagas- proponen concluir su relación con una película dividida en dos partes. Lo de menos es el argumento. Salvar al mundo al margen de la ley, con inteligencia, ingenio, destreza física e instrumentales aun más tecnificados que los de James Bond. No le pidamos más a Misión imposible. El resto llega a golpe de chequera de sus productores. Fotografía que espectaculariza sus exteriores, diseño de producción con interiores en los que se cuida hasta el último detalle y un equipo técnico que trabaja al milímetro la composición y el etalonaje de cada fotograma, así como la superposición de pistas de sonido que les acompaña.
Como en algo hay que evolucionar, el argumento nos habla de la forma abstracta que tiene el mal en la actualidad. La inteligencia artificial y los algoritmos. Estamos a merced de una fuerza invisible que lo sabe todo de nosotros y que nos manipula sin ser conscientes de ello. Los vecinos se convertirán en enemigos, y los enemigos en atacantes. O algo así dicen en el inicio, en una de esas escenas de poder oficial en la que queda clara la hipocresía de las instituciones que nos gobiernan. A partir de ahí un primer pasaje que motivará a muchos a querer conocer el aeropuerto de Abu Dabi y otros que seguro recordaremos cuando volvamos a Roma y Venecia.
Cine de acción o acción en el cine. No me queda claro lo que vi. Supongo que una reivindicación de que el séptimo arte está concebido para ser visto en una pantalla grande. Esta cinta no es la misma vista en un monitor en casa o en una tableta mientras se viaja de pie o mal sentado. Propósito cumplido. Tom Cruise no pretende el prestigio de los galardones, sino el premio que más satisface, el de la recaudación. Y para ello ofrece entradas a caballo, huidas por arquitecturas modernas, persecuciones por urbanismos con dos mil años de antigüedad y luchas cuerpo a cuerpo sobre un tren sin frenos.
A sus guionistas les haría falta trabajarse un poco más los momentos de humor, pero quedan salvados por el acierto del casting, con caras conocidas y otras nuevas. Rebeca Ferguson hipnotiza a la cámara igual que en El gran showman o Doctor sueño, y aunque Vanessa Kirby resulta demasiado caricatura, bien está saber que es capaz de ofrecer registros tan diferentes a Fragmentos de una mujer. Ahora toca esperar un año para saber cómo resuelven Tom Cruise y Ethan Hunt su relación y, gimnasio y colágeno mediante, ver cómo nos salvan una vez de más de peligros y amenazas que desconocíamos.