“Small g: un idilio de verano” de Patricia Highsmith

Solemos dar por hecho que las ciudades suizas son el páramo de la tranquilidad social, la cordialidad vecinal y la práctica de las buenas formas. Una imagen real, pero también un entorno en el que las filias y las fobias, los desafectos y las carencias dan lugar a situaciones complicadas, relaciones difíciles y hasta a hechos delictivos como los de esta hipnótica novela con una atmósfera sin ambigüedades, unos personajes tan anodinos como peculiares y un homicidio como punto de partida.

Fue su último título y una muestra clara de cómo Patricia Highsmith manejaba la intriga con una finísima habilidad. En esta novela la incertidumbre no tiene como fin revelar una autoría desconocida, vehicular la entrada en escena de alguien en paradero ignoto o revelar las motivaciones de un comportamiento aparentemente incomprensible. En Small g esa inquietud está de principio a fin por un inicio desasosegante, el atraco y apuñalamiento de Peter, un joven de veinte años, y una continuación meses después en el día a día, cotidiano y monótono, acotado a su trabajo y su entorno vecinal, de quien fuera su último amante, el cuarentón Rickie.

Coordenadas en las que la interrogante de quién pudo ser el homicida se difumina entre las anécdotas, las casualidades y los vínculos existentes entre las vidas que se cruzan y encuentran en el Jacob’s. Un local que, según la hora del día, sirve tanto como cafetería de barrio y restaurante para trabajadores de la zona como discoteca de ambiente mixto a la que acuden habitantes de todo Zurich. Emplazamiento en el que la respuesta buscada parece ocultarse entre las peculiaridades, las tosquedades y los prejuicios de quienes allí acuden. Argumentos que, no sabemos si de manera paralela, alternativa o distraída, nos abren la puerta a episodios y vidas que parecen navegar entre la ilegalidad y la amoralidad, con miedos y vergüenzas en sus conciencias y cicatrices físicas y heridas psicológicas en sus biografías.

Highsmith se desenvuelve como pez en el agua en esa delgada línea roja entre la confabulación y el costumbrismo, valiéndose de los recursos, objetivos y pretensiones de ambos estilos. Así es como genera una narración en el que las cuestiones aparentemente más delicadas- como la vivencia individual y social de la homosexualidad en gente de mediana edad y la presencia del SIDA- son expuestas con total tranquilidad y, de manera cuidadosa para no alterar su esencia, trae a la superficie las señales que revelan conflictos y relaciones, aparentemente, sin lógica alguna, carentes de toda coherencia.

Así es como la creadora de Ripley revela su genio literario, cimentando su relato en el enfoque humano, en el análisis relacional y la exposición psicológica de sus personajes, generando en sus lectores un desasosiego tan o más profundo que si hubiera optado por desarrollar el prisma detectivesco con que nos introduce en las primeras páginas. Muestra evitando analizar y expone huyendo de toda explicación, busca ser objetiva (aunque no se cruza de brazos ante la mezquindad de los que enjuician) y únicamente transmisora, dejando que sea la manera de actuar, expresarse, pensar y tratarse de sus protagonistas lo que marque nuestra empatía con ellos y conocimiento sobre lo que hacen y les ocurre.

Small g: un idilio de verano, Patricia Highsmith, 1995, Editorial Anagrama.

1 comentario en ““Small g: un idilio de verano” de Patricia Highsmith

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