“Mujer que llora” (Picasso, 1937)

Weeping Woman 1937 Pablo Picasso 1881-1973 Accepted by HM Government in lieu of tax with additional payment (Grant-in-Aid) made with assistance from the National Heritage Memorial Fund, the Art Fund and the Friends of the Tate Gallery 1987 http://www.tate.org.uk/art/work/T05010

Esta mujer llora porque el 26 de abril de 1937 vio como su pueblo era arrasado. Un día de mercado en el que las calles de Guernica estaban llenas de gentes, en que los que vivían en los caseríos del monte habían bajado a vender sus frutas, sus verduras y sus quesos. Una jornada como otra cualquiera que no lo fue, que aparecieron  en el cielo esos monstruos de hierro, mal llamados aviones, que con sus bombas arrasaron el pueblo y con las vidas de decenas de hombres y mujeres, de mayores y de niños. Sin pudor, sin vergüenza, sin avisar, sin motivo alguno.

Esta mujer llora porque aunque Picasso ya había reflejado lo sucedido en su épico “Guernica”, presentado en público en el Pabellón de la República Española de la Exposición Internacional de París apenas dos meses después, aquellos 27 metros cuadrados de lienzo no fueron suficientes para dar cabida a los gritos de horror y de desgarro que desde aquel pueblo de Vizcaya llegaron a su estudio en la capital francesa. Por eso el malagueño, ya un genio consolidado, siguió varios meses pintando obsesivamente a esta mujer, a esta madre a la que mataron a su hijo, a esta esposa a la que asesinaron a su marido, a esta hija a la que dejaron huérfana.

Esta mujer llora en sus trazos cubistas a muchas mujeres a la vez. En la superposición de sus rasgos geométricos se agolpan todas esas que ni siquiera tuvieron la opción de llegar a ser escuchadas, de atraer la atención de sus compatriotas, de una humanidad que a veces consigue no ser fría y distante y se une –en las calles, en una iglesia, frente al televisor o frente a un cuadro-, se coge las manos, se mira a los ojos y se abraza durante unos instantes para hacer frente de manera unida a la injusticia y el dolor de la violencia.

Esta mujer llora porque muchos consideran que la desgracia que ella vivió fue algo que ya pasó, que fue cosa de otros tiempos, que hay que dejarlo estar, que no tiene sentido mirar atrás. Palabras vacías, sílabas que no dicen nada, que no aportan consuelo ni reparo y que no hacen sino mantener abierta una herida que no pide venganza ni compensación alguna, tan solo reconocimiento como medio para verse cerrada. Que lo que sucedió fue por estar del lado de los comunistas, de los rojos, de los republicanos, de los que no se atenían a las normas, a las reglas, a la doctrina católica, al dictado de una nación grande y libre, por no gritar Arriba España. Esa patria que arrasó con sus vecinos, con las tierras que les daban de comer, que les negó su pasado y les dejó sin futuro.

Esta mujer llora porque su homóloga del famoso lienzo tardó más de cuarenta años en poder entrar en su país, casi tantos como los necesarios para que su historia pudiera ser contada dentro de sus fronteras. Llora porque aunque desde entonces han pasado varias décadas más, a los miles de muertos de aquellos años se les niega su condición de fallecidos y se les ha dejado atrás, olvidados, ocultados por la burocracia creada en torno al término desaparecidos, cuando la realidad es que fueron asesinados en vida y siguen torturados en muerte.

Esta mujer llora para que aquello que ocurrió no se olvide. Esta mujer que llora se ha convertido en símbolo de cómo el arte refleja lo que ocurre en la realidad, de cómo artistas como Picasso no solo expresaban sus inquietudes expresivas y emocionales, sino que también se convirtieron en portavoces a través de los cuales denunciar injusticias y reivindicar principios políticos y sociales.

“Citizens and states” en Tate Modern (Londres).

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