«Cuando caiga la nieve»

Los cruces de caminos son una metáfora más de las muchas que utilizamos para explicar la vida. En multitud de ocasiones nos pasan desapercibidos, pero en otras suponen puntos de inflexión que recordaremos siempre. Esta obra nos traslada a uno de esos momentos, a las historias que confluyeron cuando un desconocido se llevó algo que no era suyo y a todo lo que vino después.

Hay personas que cuando fallecen resultan estar más presentes que cuando vivían. Cuando quien exhala su último suspiro es quien te dio la vida tu interior se pone patas arriba. Lo que dijiste y lo que no, lo que quedó por explicar o preguntar. En las primeras horas y días tras el deceso, cuanto sucede tiene una carga simbólica que parece imposible un después en que la calma vuelva a ser la tónica. Para ello es necesario pasar por el tránsito del entierro o la cremación, opción ésta que suele ir seguida del arrojo de las cenizas en algún lugar de referencia para el difunto. En esos preparativos estaban dos hermanos cuando en un descuido a la hora de cargar todo en el coche, alguien les roba la urna funeraria con los restos incinerados de su padre.

Un drama, pero también una comedia teniendo en cuenta la personalidad y circunstancias de los involucrados y de la cadena de acontecimientos a que darán pie. Javier Vicedo Alós se introduce en cada uno de ellos para, de monólogo en monólogo, relatar la hoja de ruta seguida por la urna y su contenido, así como exponer las diversas reacciones, suposiciones y reflexiones de esas personas ante la extraña manera en que el destino les hace lidiar con una cuestión tan trascendental e imponente como es la muerte.

Con el común denominador de la culpa, unos se afligen por no poder realizar lo que sienten que es su deber, y otros se lamentan por haberse entrometido en un asunto tan íntimo y delicado. Estos últimos con la derivada, además, de verse obligados a reflexionar desde un presente que no les satisface sobre qué sucederá con ellos, con su cuerpo, y cómo será la ceremonia de su descanso, el día que su vida llegue a su fin.

El texto bascula muy bien entre lo anecdótico y lo trascendente, lo pintoresco y lo reflexivo, algo que le permite a Julio Provencio obtener muy buen resultado de sus intérpretes. Tanto de sí mismo, en un papel que tiene tono de narrador, como de Chupi Llorente, con un costumbrismo, gracia y salero que genera empatía y cariño, de Juan Carlos Talavera, con un sarcasmo y realismo que no elude lo patético, y de Efraín Rodríguez, con un personaje que aúna lo delicado y lo emocional con la crónica y la crítica de los contrastes y las incongruencias de la sociedad de nuestro tiempo.

Todo ello con el envoltorio de una puesta en escena en la que convergen con sencillez y belleza lo delicado de lo tratado, la nieve climatológica que circunscribe algunos de los acontecimientos expuestos y la textura pulverulenta que a todos trae de cabeza.

Cuando caiga la nieve, en Sala Teatro Cuarta Pared (Madrid).

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