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“Camino de plata” de Ana Diosdado

Dos mujeres y un hombre son suficientes para repasar las limitaciones que nos ponemos a nosotros mismos para hacer del tener vidas plenas y felices algo difícil. Diálogos ágiles con personajes cercanos que hacen de esta obra una entretenida lectura y un buen material para una solvente representación.

CaminoDePlata

Paula llega a la consulta de un psiquiatra, Fernando, por petición de su hasta ahora marido, quien le ha pedido el divorcio y cree que la ayuda profesional le facilitará dar los pasos necesarios hacia la aceptación de su nuevo estado civil. Por su parte, el susodicho colegiado inicia hoy nueva etapa en su consulta, la parte formal de una vida que alterna entre ratos de ocio con amigos y de entretenimiento con mujeres varias. La tercera en cuestión es Mari Carmen, la secretaria y asistente del doctor, una chica joven –a diferencia de los otros dos, personas de media edad- cuya aspiración en la vida es disponer de suficientes recursos económicos para poder independizarse con su novio.

El paso de todos ellos por la escena psiquiátrica –escenario único, lo que facilitaría la puesta en escena de este texto- les pone en contacto uniendo sus caminos en combinaciones que comienzan como paciente-doctor, empleador-empleada y cliente-asistente y evolucionan pasando por estadios como los de amistad, afecto y amor. De por medio una Paula visceral, llena de miedo, desubicada en la vida por un status familiar como madre y como mujer que parece haber llegado a su fin. Enfrente un hombre racional y profundamente analítico, muy práctico y pragmático, pero con un ácido sentido del humor y una fina ironía sin pelos en la lengua. Y junto a ellos la juventud e inocencia de finales de los 80 del extrarradio de Madrid, que acepta con resignación convivir con la delincuencia y las drogas que habitan sus calles.

Los diálogos escritos por Ana Diosdado son rápidos y ágiles. Cada frase y sentencia encaja perfectamente con la anterior y la posterior en un ritmo constante en el que no hay altibajos. Pero para que las piezas encajen de esta manera se fuerzan algunas cuestiones en los personajes. Por un lado, un psiquiatra que no siempre practica toda la empatía que se podría esperar de un profesional de su especialidad. Y por el otro, mujeres que caen en el convencionalismo de hacer de los hombres y de las relaciones de pareja el elemento principal de sus existencias. Quizás no sean más que rasgos sociológicos del momento en que se escribió esta obra, 1990, que choquen desde hoy, pero dejan en el recuerdo de su lectura una sensación de tópico

Continuando en esta línea, resultan curiosas las anotaciones como las relativas al personaje cuya vida en un determinado momento gira en torno a las horas en que se emiten la noticias por televisión y de las que no puede perderse ni un segundo. ¿Cómo se adaptaría “Camino de plata” al mundo actual donde la información es accesible 24 horas al día por algo tan pequeño, personal e individual como un teléfono móvil?

En cualquier caso, una buena disculpa para recordar a esta gran dramaturga recientemente fallecida, de cuya mano salieron libretos que, como este, pueden suponer para actores con tablas y recursos una oportunidad para su despliegue interpretativo, así como una ocasión de deleite, sonrisas y buen humor para el público asistente a su representación.

Aburridas cincuenta sombras de Grey

Lo mejor es sin duda alguna su marketing, haciendo pasar como película lo que no es más que un telefilm con estética de anuncios de perfumes y plasmando el sexo a la manera de una fantasía adolescente, mucha chicha pero poca limoná. ¿Algo bueno? Dakota Johnson.

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Cuestión de semanas que esta nueva adaptación cinematográfica de un best seller pase a los anales de la industria del cine como un título más que demostró que el séptimo arte no siempre es tal. Sin embargo, llenó las salas de espectadores, por lo que habrá quien diga, que algo tiene. Y sí, sexo, eso es lo que tiene.

Generando expectación, insinuando en lugar de mostrando, pretendiendo hacerte desear y dejando en el aire la cuestión de si conseguirás culminar. En eso se ha basado la promoción mediática que comenzó meses atrás hasta llegar a los trailers y teasers varios desde hace semanas. En este aspecto la industria del entretenimiento sigue mejorando y afinando, su capacidad para atraernos, engancharnos y excitarnos a través de montajes de un par de minutos es cada día más fina y sutil. Para quitarse el sombrero en este sentido.

Que quede claro a los que esperan ver escenas subidas de tono que las van a tener. ¿Cubrirán sus expectativas? Para unos será más de lo que es habitual, para otros, ya puestos se podía haber ido a más. Pero en algún punto está esa barrera que separa lo sensual de lo pornográfico. Y aquí se presupone querer estar del primer lado, dándole un sentido narrativo y estético, cosa que en la categoría X (me han contado) no suele encontrarse.  Tema aparte es la cuestión del sadomasoquismo como práctica sexual y relacional en que parece basarse “50 sombras de Grey”. Hay quien acusa a la película de ser altavoz y promoción de una violencia gratuita. El cine no es más que un reflejo de la realidad, una veces realista y otras idealizado, ¿de qué lado cae en esta ocasión? Pues ni en el uno ni en el otro, sino en algo que como todo lo demás durante las dos horas de proyección aporta bien poco hasta casi rozar la caricatura o el más puro sin sentido. He ahí como ejemplo esa colección de mujeres trabajando en las oficinas del magnate Grey que parecen haber salido del “Simply irresistible” de Robert Palmer.

A falta de un guión que cree unos personajes auténticos y tramas argumentales con contenido, la realización va de tópico en tópico. El mundo de Anastasia Steele parece sacado de un telefilm de sobremesa, mientras que el de Christian Grey lo hace de anuncios de perfumes y coches de alta gama. Tonos pasteles y colores cálidos para ella, grises y mates para él, dejando el rojo reservado para ese cuarto en el que sexo alcanza una dimensión que espera hacer dilatar nuestras pupilas y acelerar nuestro ritmo cardiaco. Jamie Dornan, todo él, cara, cuerpo, sonrisa, brazos, culo, pecho, ojos, mirada, es de una excelente fotogenia, guapo, muy guapo, a la manera de un modelo que hace que queramos llevarnos a casa toda la colección de la próxima temporada otoño-invierno del diseñador que le ha vestido.

Dándole la contra está Dakota Johnson despertando la ilusión de que al menos algo bueno hay en este título. A pesar de que la mujer que interpreta también está escrita con una casi absoluta falta de matices, su trabajo es capaz de hacernos creer que aquí hay una actriz capaz de crear grandes personajes si se le da material para ello. Habrá que estar atento al próximo título que protagonice y ver si su carrera crece hasta situarla al nivel de su madre, Melanie Griffith, el de su abuela Tippi Hedren o quizás ir más allá.