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“Bendita tú eres” de Carlos Barea

Costumbrismo, reivindicación y empatía como pilares de un relato en el que su protagonista lo tiene todo en contra. A la congregación que la expulsa de su clausura, a la familia que nunca la respetó y a una sociedad que juzga por las apariencias. Aún así, una historia que opta por analizar con humanidad los conflictos que plantea, que trata con sumo respeto cuanto tiene que ver con la intimidad y lo espiritual y que consigue interesar, entretener y enganchar.

Recuerdo la hondura emocional y narrativa que Stefan Zweig conseguía en 24 horas en la vida de una mujer aunando la cotidianidad y la monotonía de lo que podía ser un día cualquiera con la tesitura de un punto de inflexión en la vida de su protagonista. Salvando distancias literarias y la acotación temporal, eso es lo que me sugiere en una primera reflexión Bendita tú eres, la capacidad de Barea para hacer de Ángela el elemento que articula y estructura esta historia de principio a fin. Más que servirse de ella para crear un relato con que demostrarnos su capacidad como escritor, es él quien se queda a la sombra de un muy bien planteado y conseguido personaje.

Más allá de la trama, de lo que se encuentra y le sucede, el hilo conductor es la personalidad de esta mujer que tras treinta años se ve obligada a dejar el convento en el que ha estado a refugio del mundo exterior. A medida que compartimos tiempo y espacio con ella, descubrimos quién es y cómo le afecta el verse obligada a buscarse su propio lugar en una realidad totalmente ajena a su momento vital. Una condena que la obliga a estar alerta ante el extendido prejuicio que genera la circunstancia transexual y al hecho de no contar con nadie que la guíe y la apoye en la tremenda aventura que es sobrevivir en soledad.

Mientras caminaba por el barrio de Lavapiés con esta lectura, también me vino a la mente Las afueras de Dios de Antonio Gala. Lo hizo para reconfirmar mi impresión de que Ángela tiene una biografía y una manera de ser y sentir antes de abrir siquiera la portada de su libro, algo que no me sucedió con Clara Ribalta. En estas páginas lo religioso, lo eclesiástico y lo espiritual no son recursos para enmarcar, describir o explicar actitudes o respuestas, sino las coordenadas, el lenguaje y la manifestación de una existencia que gracias al influjo, presencia y abrazo de esa trifásica dimensión ha conseguido encontrar el equilibrio y la motivación que el resto de sus circunstancias le impedían no ya mantener, sino conseguir.

Quizás ahí es donde más se pueda percibir la inspiración y la intención de Carlos. Su propuesta literaria tiene aires de cultura popular, ecos de una sociedad cuyo calendario se regía por el santoral y su costumbrismo estaba teñido de imaginería. Supongo que es algo que ha vivido directamente o de lo que ha tomado conciencia indagando en los porqués de las tesituras que en algún momento han marcado o influido en su biografía. El resultado de esa intuición e investigación hace que su propuesta resulte válida como ficción, pero también como compendio de cuestiones que, sin llegar a denunciar expresamente, deja claro que le inquietan y le preocupan.

Bendita tú eres, Carlos Barea, 2019, Editorial Egales.

“Stefan Zweig: Adiós a Europa”

Una película estructurada en seis secuencias que resumen el exilio de un intelectual que nunca dejó de pensar en su tierra de origen. Diálogos precisos que recogen los dilemas y conflictos morales que le supusieron a este brillante escritor y ensayista austríaco alejarse de sus raíces europeas en la última etapa de su vida. Una dirección sobria y delicada que subraya eficazmente cómo es sentirse continuamente fuera de lugar.

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Los primeros minutos de proyección son un largo plano secuencia que se inicia con la puesta a punto de los últimos detalles de una mesa de gala para una veintena de comensales sobre la que se superponen los títulos de crédito. Tras el fin de estos, la cámara sigue en su sitio y nos deja ver cómo se abren las puertas de la estancia, entran los invitados y se van disponiendo a lo largo del espacio para una vez situados, y antes de sentarse, atender a la bienvenida que se le da a Stefan Zweig, a la que él responde agradeciendo las amistades que ha hecho en los pocos días que lleva en Brasil.

Este es el prólogo que nos da las claves de lo que será el resto de la película. Una cuidada escenografía, de tintes casi pictóricos y representación costumbrista, en la que la cámara mantendrá siempre una posición discreta –volviendo al plano secuencia en su muy logrado epílogo-. Así es en los distintos pasajes que nos llevan desde 1936 a 1942 a Buenos Aires, Brasil, Nueva York y finalmente a Petrópolis, la ciudad brasileña en la que Stefan se suicidó junto a su esposa. Siempre con calma y sosiego, para que todo el protagonismo recaiga en las palabras que se pronuncian y los gestos con que se les responde.

Adios a Europa nos muestra a un hombre con una eterna voluntad de atender al público, pero con el gesto adusto que le provoca la necesidad de refugiarse en sí mismo ante la continua presencia que tiene en su aquí y ahora lo que está sucediendo a miles de kilómetros de distancia en el viejo continente, primero el auge del nazismo que prohibió la edición de sus obras y, posteriormente, el horror exterminador de la II Guerra Mundial. Ya sea por las preguntas que le lanzan sin descanso los periodistas durante su intervención en un congreso de escritores o por la opinión de su ex esposa reclamándole que recupere los manuscritos que allí dejó. Todo le conduce a una paradójica claustrofobia vital, parece sentir su libertad como una condena por el hecho de no haber permanecido allí donde otros muchos, tan inocentes como él, estaban perdiendo su vida.

Podría parecer que es difícil empatizar con un hombre de gesto contenido y que apenas sonríe, pero observándole desde la distancia que pide mantener, el Stefan Zweig que esta película retrata resulta un mapa abierto sobre uno de los grandes conflictos del ser humano, la incapacidad de mirar hacia el futuro y la imposibilidad de transitar por el presente cuando el pasado reclama toda nuestra atención.