Sin ánimo de sentar cátedra, ofrecer soluciones o apuntar responsables. Únicamente con el propósito de reflexionar sobre lo que está ocurriendo, Eduardo Mendoza comparte su necesidad de acabar con la situación actual de enfrentamiento político, tablas sociales e inmovilismo institucional que se vive en la región en la que nació. Un ensayo breve, claro y conciso alejado del verbo fácil, vacuo y recurrente que suele inundar cuanto escuchamos sobre lo que sucede hoy en Cataluña.
¿De dónde viene lo que tenemos? ¿Desde cuándo estamos organizados de esta manera? ¿Cuáles son los hitos y personajes que marcaron puntos de inflexión en nuestra historia? ¿En qué medida todo ello es exclusivo, nos pasó solo a nosotros o fue un proceso similar al de otros lugares o colectivos? ¿Estaré haciéndole yo a otros aquello que digo que me hacen a mí? ¿Cuál es el objetivo de fondo a conseguir más allá de las formas que se promulgan como destino a alcanzar?
Estas son algunas de las cuestiones que Eduardo Mendoza plantea en este breve título para, desde su punto de vista, dejar claro que aquello que ocurre en Cataluña no es tan diferente a lo que acontece en otras regiones de España, aunque también reconoce sus especificidades. Conocer esas características únicas que dan como resultado un punto de vista particular, pero ubicarlas en un contexto en el que no se es un actor diferente a otros que comparten necesidades y quejas similares, da como resultado un mundo mucho más amplio, colectivo y poblado que este al que poco a poco nos han ido llevando, entre activa y pasivamente, políticos y medios de comunicación de uno y otro lado, entre otros agentes.
Para ello, el autor de La ciudad de los prodigios o El asombroso viaje de Pomponio Flato, desactiva conceptos tan manidos como el de la represión del franquismo o desvirtuadamente usados como el de democracia. Pone sobre la mesa uno del que hablamos con vaguedad, la entelequia de los nacionalismos y localismos en un mundo que se está haciendo global tanto en aspectos controvertidos (economía) como en otros completamente aceptados (eliminación de aduanas). Y otro que aún ignoramos, la diversidad (étnica y racial y, por lo tanto, también cultural y social) de una realidad en la que las culturas evolucionan y se enriquecen por los contactos e intercambios entre personas saltando los límites de las fronteras políticas e, incluso, geográficas.
Mendoza señala también dos aspectos importantes. Por un lado la exaltación que se ha hecho de acontecimientos históricos pasados, como la Guerra de Sucesión (1701-1713) y la ejecución de Lluis Companys en 1940, que ocurrieron de una manera más generalista de lo que se está contando y no dirigidos contra colectivos o personas concretas como cuentan algunos que se dicen descendientes y/o herederos espirituales de ellos.
Por otro lado las tensiones que siempre existen entre la sede del poder y los territorios gobernados desde aquella localización, casi inexistentes en tiempos de bonanza y convertidas en noticia principal en los momentos complicados como manera de mantener en la sombra las causas (co)protagonistas de estas épocas. Un situación paradójica, según su punto de vista, por el símil que se puede hacer de la distancia, el desdén, el uso y las diferencias entre Madrid y Cataluña con Barcelona y la región de la que es capital.
Interpretaciones y argumentos expuestos de manera sencilla y fácilmente comprensibles, con los que se puede estar de acuerdo o no, pero que abren la puerta a un debate -sobre el independentismo, la soberanía, el equilibrio y la convivencia- en términos de diálogo que no son la norma en nuestro entorno y momento actual.