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Ellas

Faltan muchas, pero las que están en este post han protagonizado algunos de los momentos más mágicos y maravillosos que el cine nos ha dado. 

Ellas

Meryl Streep mirándose al espejo en “Los puentes de Madison”. Nicole Kidman desvistiéndose en “Eyes wide shut”. Anna Magnani exhudando supervivencia en “Roma, ciudad abierta”. El absoluto descaro de Rita Hayworth en “Gilda”. La sonrisa infinita de Julia Roberts en “Pretty woman”. La risa de Greta Garbo en “Ninotchka”. Katharine Hepburn, sentimiento a flor de piel “En el estanque dorado”. El quid pro quo de Jodie Foster con Hannibal Lecter en “El silencio de los corderos”. La alocada Barbra Streisand en bici por las calles de San Francisco en “¿Qué me pasa, doctor?”. Diane Keaton diciendo “he tenido tanto amor en mi vida” en “La habitación de Marvin”. Bjork soñando con una realidad paralela musical en “Bailar en la oscuridad”. El sufrimiento sin fin de Jane Wyman en «Obsesión» y el de Lana Turner en «Imitación a la vida».

Ingrid Bergman deseando tanto lo imposible como lo marcado por el destino en “Casablanca”. Vivien Leigh poniendo a Dios por testigo en “Lo que el viento se llevó”. Holly Hunter gritando en silencio en “El piano”. Juliette Binoche leyendo con los dedos la partitura en “Tres colores: azul”. La histriónica Gloria Swanson de “El crepúsculo de los dioses”. La fotogénica, hermosa y bella Emmanuelle Béart de “Nelly y el Sr. Arnaud”. Marisa Paredes y Victoria Abril discutiendo en “Tacones lejanos”. La desequilibrada Isabelle Huppert de “La pianista”. Olivia de Havilland cerrando la puerta en la última secuencia de “La heredera”. La interrogada Sharon Stone de “Instinto básico”. Audrey Hepburn buscando al gato bajo la lluvia en “Desayuno con diamantes”.

Kathleen Turner y Angelica Houston, arrolladoras en “El honor de los Prizzi”. El drama de Ali MacGraw diciendo “amar significa no tener que decir nunca lo siento” en “Love story”. Penélope Cruz sin lógica alguna en “Vicky Cristina Barcelona”. La seducción de Barbara Stanwyck en “Perdición”. La inocencia de Natalie Wood en “West side story”. La absurda ingenuidad de Renée Zellweger vestida de conejita de Playboy o luciendo faja en «El diario de Bridget Jones». Bette Davis y Joan Crawford, locas, muy locas en “¿Qué fue de Baby Jane?”. Jennifer Hudson cantándole a su hombre And I´m telling you en “Dreamgirls”. Marilyn Monroe avanzando por el andén en “Con faldas y a lo loco”. Elizabeth Taylor llena de rabia en “La gata sobre el tejado de zinc”. Las lágrimas de Demi Moore en “Ghost”. La virginidad de Liv Tyler en “Belleza robada”.

La elegancia de Ava Gardner en “55 días en Pekín” sin hacer nada, solo porque sí. La almibarada Olivia Newton John de “Grease”. Madonna, entregada peronista en “Evita”. Jennifer Grey bailando en “Dirty Dancing” y Catherine Zeta-Jones en «Chicago». La candidez de Judy Garland en “El mago de oz”. Las ganas de disfrutar la vida de Liza Minelli en “Cabaret”. El monólogo, vistiendo únicamente una camiseta, de Julianne Moore en “Vidas cruzadas”. Annette Bening como una contrariada esposa en “American Beauty”. La sufrida y valiente Cecilia Roth de «Todo sobre mi madre». Faye Dunaway disparando a diestro y siniestro en «Bonnie & Clyde». Las eternas piernas de Cyd Charisse en «Cantando bajo la lluvia». La enigmática Kim Novak de «Vértigo» y la radiante Grace Kelly de «La ventana indiscreta».

La soledad de Scarlett Johansson en “Lost in translation”. Carmen Maura recitando la receta del gazpacho en “Mujeres al borde de un ataque de nervios”. Julie Andrews en todas las canciones de “Sonrisas y lágrimas”. La magia que desprende Cher en “Hechizo de luna”. La acosada Jessica Lange de “El cabo del miedo”. La fuerza infinita de Sophia Loren en “Madre coraje”. La dualidad de Natalie Portman en “El cisne negro”. Las retadoras miradas de Lauren Bacall en “El sueño eterno”. Susan Sarandon y Geena Davis queriendo dejar su pasado atrás en “Thelma & Louise”. La expresividad de Marlee Matlin en “Hijos de un dios menos”. Glenn Close, desatada en “Atracción fatal”. Ellas y muchas más.

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“Vengadores: la era de Ultrón”, mucho ruido y pocas nueces

Más efectos especiales que fotogramas por segundo para envolver a un argumento que es poco más que una excusa para un derroche visual a ritmo casi frenético. Tras él, una vaga historia y unos personajes lineales diseñados exclusivamente para los admiradores de la saga.

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Imagino al director de esta película, Joss Whedon, como un responsable  de una gran empresa, encargado de hacer que funcionen las distintas facetas del proyecto que le ha sido encargado.

En primer lugar hacer que los seguidores de los seis superhéroes protagonistas sientan que tienen su correspondiente dosis de estrellato individual y de aportación a la lucha –y suponemos que éxito final- del grupo. Esto junto a su correspondiente multitud de planos revelando los perfiles más fotogénicos de los actores enfundados en el dress-code de los personajes que interpretan: los pectorales de Chris Evans, los bíceps de Chris Hemsworth, la sonrisa pícara de Robert Downey Jr., la mirada tierna de Mark Ruffalo y la valiente de Jeremy Renner, o las curvas de Scarlett Johansson. De esta manera Marvel podrá garantizarse una buena cuantía de ingresos por merchandising, primer objetivo cumplido.

Contamos con un guión con un planteamiento y desarrollo lineal. Que a todo el mundo le quede claro que el punto de partida es el de un nuevo mal que nos amenaza, un nudo con diversos contratiempos en el camino para encontrar la manera de hacerle frente y un desenlace con una batalla final en la que los buenos lucharán contra el mal para salvar al mundo del apocalipsis. Segundo objetivo cumplido: una película para todos los públicos, que puedan ver juntos niños y mayores, lo que da muchas posibilidades de convertirse en la película más taquillera del momento. Las previsiones dicen que para este domingo la nueva entrega de “Los vengadores” habrá recaudado en tan solo cuatro días más de 600 millones de dólares en todo el mundo.

A su vez, amenícese el argumento con briznas sobre la historia de cada uno de los superhéroes que ya se nos contaron en las cintas que tuvieron sobre ellos mismos basadas en sus respectivos cómics (Capitán América, Thor, Iron Man, La Masa,…). Y como última guinda se introducen nuevos candidatos a entrar en el equipo cuyo futuro quedará determinado por la aceptación que la combinación de personaje y actor o actriz –¡Elizabeth Olsen!- tenga por el público. Tercer objetivo cumplido: enlazar con el resto de títulos de la saga y dejar preparado el camino para que haya más en el futuro.

Ahora, el envoltorio. Llénese todo de efectos visuales y de sonido en un montaje que te hace dudar de si ahora las películas incluyen más de 24 fotogramas por segundo. Habrá espectadores que no tengan claro si están viendo una proyección en pantalla o si se ha desatado una locura en el interior de sus cabezas. Luchas y persecuciones en escenarios que lo mismo son un bosque, Nueva York, Seúl o una supuesta ciudad del Este Europeo. Grandes vistas aéreas en las que la cámara corre más que los coches y se pasa sin corte alguno del gran angular al detalle más nimio a la velocidad del rayo. El derroche es aún mayor en la creación de escenografías: desde fortalezas de aire medieval a residencias minimalistas en rascacielos de acero y cristal a grandes urbes de distinto estilo convertidas en campos de batalla en los que la destrucción llega a niveles de absoluto delirio. Ultimo objetivo conseguido: muerte en la butaca por apabullamiento.

En definitiva, un producto de escaso guión –aunque, ¿a quién le importa?- resuelto con un completo catálogo de recursos técnicos destinado al entretenimiento de aquellos que consigan disfrutar con él.

«Lucy»: Scarlett Johansson

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El trailer, el nombre de su director y el de su actriz protagonista te hace pensar antes de entrar en la sala que “Lucy” va a ser un despliegue de fotogenia de Scarlett Johansson y ritmo y estética visual de la mano de Luc Besson. Y te vas a encontrar los dos, pero con la sensación de que has visto 90 minutos de metraje, pero sin que te hayan contado realmente una historia que te haya llegado al corazón o a la mente.

¿Qué pasaría si el hombre llegara a ser capaz de poder utilizar el 100% de su capacidad cerebral? Una promesa de intriga médico-biológica y ciencia-ficción con el contrapeso de una historia paralela de traficantes de drogas taiwaneses con ramificaciones globales. La analogía queda establecida: la mente humana no tiene límites y las ansias de poder no entienden de fronteras.

Hasta aquí el planteamiento. Ahora queda unir las piezas y que el resultado que ofrece Luc Besson (guionista además de director) sea más que la suma de todas ellas. Sin embargo, ese momento no llega. En el argumento, por incluir -con un estilo entre un preciosista documental y el más estético videoclip- una reflexión, con un velado juicio moral, sobre el papel del hombre en la naturaleza y su previsible futuro. En lo visual por cubrir el hueco de la falta de guión y de historia que contar con prolongados momentos de manga, así como al ritmo y montaje de las películas de acción por el París más monumental.

La base que sostiene la película es sin duda alguna Scarlett Johansson. Su rostro, su cuerpo, su simple presencia es mágica y hace de cada plano una imagen inevitablemente llena de magnetismo. Sus movimientos, su mirada, resultan ser el eje central –y el motivo para acudir al cine- con el que se compenetran perfectamente dos de los buenos elementos de esta película, la fotografía de Thierry Arbogast, la música de Eric Serra, así como las correctas intervenciones de otros dos rostros que solo saber hacerlo bien frente a la cámara, Morgan Freeman y Amr Waked.

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