No es perfecta, pero tiene suficientes puntos fuertes para hacer disfrutar y soñar a esos espectadores que son capaces de ser niño y adulto a la vez.
Se apagan las luces de la sala y suenan los primeros acordes, la música da vida a la pantalla y con ella surgen los protagonistas, los escenarios y las historias que componen “Into the Woods”. Catorce maravillosos minutos que te dejan pegado a la butaca, con la sonrisa de cuando aún creías en la noche de reyes y con la boca abierta ante la maravilla vivida. Si no te ha sucedido esto, es que el género de los musicales no es el tuyo, ni ahora ni nunca.
La segunda clave para que esta película te pueda gustar es que seas niño y adulto a la vez. Hay que ser capaz de creer en los cuentos, pero al tiempo hacerlo con la distancia suficiente como para salpicarlos con dosis de ironía y de realismo, de ese que puede llegar a ser tan cruel como la vida misma.
Dicho esto, señalar las altas expectativas que genera un proyecto que une el mundo que Stephen Sondheim y James Lapine concibieron originalmente para las tablas de Broadway y a Rob Marshall como hombre para convertirlo en película. He ahí el curriculum de este equipo, Sondheim compuso hace ya más de medio siglo las canciones de West Side Story, uno de los musicales maestros por excelencia, y Marshall se lución adaptando Chicago hace ya más de una década. La primera parte en la que la narración se mantiene fiel a los cuentos de hadas tal y como nos han sido contados es una creación maestra. Entrados en éxtasis con el inicio de la película, el ritmo se sostiene hasta llegar a un momento álgido de felicidad. Es entonces cuando entra la racionalidad adulta en lo que estamos viendo y las fábulas de Caperucita, la Cenicienta, Rapunzel y Jack y las habichuelas mágicas adoptan acontecimientos que no son propios de las historias que se cuentan a los niños para que concilien el sueño. Sucesos introducidos y contados sin aparente lógica, resueltos casi sin ser argumentados, giros en la historia para los que no se ofrece explicación ni motivación alguna. Una cuestión de guión trasladada del musical original y que quizás en los teatros de la gran manzana funcionó, pero que en la gran pantalla no cuaja.
Frente a esto sus grandes virtudes. Siendo un musical, sus canciones son sin duda alguna la primera de sus excelencias por la belleza de sus músicas y la magia que resulta de la combinación de las palabras que conforman sus letras. Otro punto fuerte es la producción de cuanto vemos, escenografía, vestuario, fotografía y movimientos de cámara conforman un conjunto que en algunos planos recuerda a títulos Disney como “La Bella y la bestia”, “Alicia en el país de las maravillas” o “Pinocho”.
Y sin duda alguna, una clave fundamental es el elenco actoral. Meryl Streep es grandiosa, no hay nada que se le resista, papel que interpreta, personaje que convierte en una creación inmejorable. Da igual si es drama o comedia o si ha de cantar, en “Into the Woods” supera las expectativas y una vez más realiza una interpretación que será recordada por mucho tiempo. Tras ella, y también geniales Emily Blunt, James Corden y Anne Hendrick, además de Johnny Depp en su corta intervención como el lobo que se come a la abuela de Caperucita. En definitiva, “Into the woods” es un cuento, con grandes momentos y otros que no lo son tanto. Pero aunque el resultado no sea redondo, se le perdonan sus imperfecciones porque le basta con sus puntos fuertes para hacer disfrutar y soñar a sus espectadores.