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“Montevideo” de Enrique Vila-Matas

Ser escritor no es solo pasar horas frente al cuaderno o al teclado. Es también sentirse tal y reconocerse influenciable por cuanto pueda ocurrir a tu alrededor. Sucesos reales o imaginados cuya génesis puede estar en la lectura de obras y autores anteriores. Esta narración parte de ello y fluye entre la introspección, sobre la inspiración y el propósito, y la improvisación sobre el papel que todo narrador cumple tanto consigo mismo como con los demás.

El índice de esta novela nos lleva de París y Cascais a Montevideo, Reikiavik y Bogotá para acabar donde comenzó, en la capital francesa. Ahora bien, ¿es una novela? Interrogante que surge porque muchos de sus pasajes podrían pasar por un diario personal y otros una suerte de ensayo sobre el oficio de escritor en el que Enrique Vila Matas se toma a sí mismo como caso práctico. Pero su exposición es escurridiza. No es una narración netamente cronológica, con unos personajes definidos y unas tramas que la articulan. Tampoco una reflexión estructurada sobre asuntos que le interesa analizar y compartir. Es, más bien, un libre fluir en torno a vivencias que le preocupan e inquietan.

Montevideo pivota en torno a qué convierte a una persona en escritor, entendiéndose esta profesión como una misión vital y no como un desempeño laboral. Una manera de ser y estar, de relacionarse con el mundo, lo que abarca la manera en que lo mira y lo procesa, y el estilo con que convierte todo ello en respuestas en sus obras. Resultado que lleva a Vila Matas a clasificar a su gremio en cinco categorías o tendencias: los que no tienen nada que contar, los que deliberadamente no narran nada, los que no lo cuentan todo, los que esperan que sea Dios quien lo cuente todo algún día y los que son súbditos del poder registrador y transcriptor de la tecnología.

Entre referencias a múltiples colegas, fundamentalmente a Cortázar, al que convierte en una suerte de faro, guía y obsesión, Enrique juega a ser todos esos narradores basándose en sí mismo. Nos lleva por las ciudades mencionadas para contarnos lo que tenía que hacer para ganarse la vida cuando soñaba con ser escritor, viajes para asistir a eventos a los que era convocado por su reputación, o estancias en las que sorteaba las circunstancias que se encontraba como manera de eludir la falta de ideas, de capacidad o de ganas de situarse nuevamente frente a la página en blanco. Relatos en los que enreda lo real con lo recordado y lo supuesto, así como con los símbolos, lo fabulado y lo, claramente, fantaseado.  

Una escritura que nunca se deja asir por ir desde lo mínimo, puntual y superfluo a lo que le corroe y le disturba. Sacudidas que expresa siendo fiel a cómo las percibe y siente, sin refugiarse en figuras retóricas ni circunloquios literarios. Sin embargo, esa libertad sin reglas ni convenciones dificulta, impide en demasiados momentos, entrar en su mundo si no se conocen las muchas referencias que maneja y no se está familiarizado con su trayectoria personal y literaria. En definitiva, con su manera de verse y proyectarse en el mundo, tanto en la vida real como en estas páginas en las que supuestamente se comparte.

Montevideo, Enrique Vila Matas, 2022, Editorial Seix Barral.

«Palabra de Lorca. Declaraciones y entrevistas completas»

Si leer o escuchar representadas sus creaciones es un goce para el alma y los sentidos, no menos lo es adentrarse en su persona a través de lo que recogieron múltiples publicaciones periodísticas a lo largo de su corta vida. Además de su extraordinaria sensibilidad, estos artículos, entrevistas y reportajes dejan clara la transparencia y diafanidad de un hombre cuya máxima fue siempre la de transmitir con honestidad aquello que hacía único, a la par que universal, a su pueblo.

PalabraDeLorca

Quizás sea la figura más nombrada de la historia de la literatura española, pero el hecho de que aún no sepamos dónde reposa su cuerpo tras aquella cruel madrugada del 18 de agosto de 1936 demuestra que todavía queda mucho por conocer y recuperar de él. Tanto de su obra y de su vida como de su intimidad, de quién era más allá de las páginas que escribió, de las conferencias que impartió y de los amigos, familiares y personalidades con quien se le vio en público.

El que hasta más de 80 años después de su muerte no se haya publicado un volumen como este, Declaraciones y entrevistas completas,  evidencia tanto esta realidad como la de su otra cara, la negación que por distintos motivos –censura política y prejuicios sexuales, fundamentalmente- ha sufrido su persona y, por su extensión, su obra.  En este sentido, no queda otra que alabar el trabajo de investigación realizado por Rafael Inglada con la colaboración del periodista Victor Fernández, y el legado que este título supone para estudiosos y entusiastas de la figura de Federico.

Palabra de Lorca se inicia con un joven entusiasta que comienza a ser conocido en 1922, a sus 24 años, por sus primeras poesías y llega hasta 1936, hasta un hombre consolidado en la escena cultural como un extraordinario poeta y un excelente dramaturgo. No solo un gran creador sino también un convencido del papel cultural, identitario y pedagógico del teatro, tal y como hizo al frente de La Barraca (1932-1934) llevando la tradición de los grandes clásicos –Lope de Vega, Tirso de Molina, Calderón, Cervantes,…- al colectivo más llano de un pueblo obviado por unos gestores y autores entregados a las banalidades que demandaba la burguesía urbana de las décadas de los 20 y los 30.

Todo lo contrario de lo que pensaba de la poesía de su tiempo, declarándose admirador de nombres como Vicente Aleixandre, Rafael Alberti, Rubén Darío o Juan Ramón Jiménez. Un terreno este, el del verso, que fue el que le convirtió en una figura pública, sobre todo a raíz de la publicación en 1928 del Romancero gitano. Para entonces ya había demostrado con Mariana Pineda su potencial dramático y su capacidad de captar lo más individual, íntimo y local y transmitirlo conectando con lo que eso tiene de común y universal con cualquier otro individuo a lo largo del mundo. Después llegarían otras dramaturgias que, tal y como cuenta, ya estaban en su cabeza o habían comenzado a tomar forma, como Doña Rosita la soltera o Bodas de sangre y Yerma, títulos con los que se propuso hacer actual la tragedia griega y lo consiguió con extraordinario éxito de crítica y público.

Capítulo aparte de sus vivencias son sus viajes. He ahí la intensidad con que transmite el hondo resonar que le provocó el mar de acero, hormigón e inhumanidad de Nueva York que daría como resultado el poemario allí situado. Nada que ver con su paso por La Habana o sus estancias posteriores en Montevideo y Buenos Aires, ciudades en las que disfrutó con la fantástica recepción que tuvieron sus obras y sintiéndose como uno más en la sociedad de aquellos países con los que compartía idioma y referentes históricos literarios.

Curioso es también leer cómo le describen los otros. Alegre, jovial y extrovertido en sociedad, un niño grande con los suyos, escurridizo con los periodistas insolentes, e introvertido e inmerso en su profundidad interior cuando estaba a solas. Una sombra esta que se fue haciendo más patente a medida que la inestabilidad política enrarecía el clima social español, y del Madrid en el que vivía, a lo largo de 1935 y 1936. Hasta que estalló la contienda que le encontró en casa de sus padres en la vega granadina, de donde le sacó para asesinarle.

Palabra de Lorca no se acaba ahí, sino que sigue a través del recuerdo que algunas firmas le dedicaron años después, atreviéndose a entrar –aunque no con total apertura- en aquellos aspectos que le condenaron, su homosexualidad y su planteamiento público en pro de una cultura accesible para toda la sociedad y no como algo elitista y restringido para aquellos que hicieran de ella un símbolo y señal de su clase social y económica. En definitiva, un volumen extenso, con artículos y entrevistas firmadas por toda clase de autores y calidades, pero que resulta fantástico para descubrir el lado más espontáneo, dialogante y conversador  de un hombre profundamente reflexivo y tan sensible como creativo y visionario.