Renovarse o morir. Lo vivido en los últimos quince meses no ha sido un paréntesis tras cuyo aparente próximo cierre volver al punto en el que estábamos en marzo de 2020. Las transformaciones y adaptaciones a que estas entidades fundamentales de nuestro tiempo se han visto abocadas como consecuencia de esta disrupción les obliga a replantearse su rol en un futuro ya en construcción.

Este 18 de mayo el ICOM (Consejo Internacional de Museos) propone celebrar el Día Internacional de los Museos bajo el lema El futuro de los museos: recuperar y reimaginar invitándonos a crear, imaginar y compartir nuevas prácticas de (co)creación de valor, nuevos modelos de negocio para las instituciones culturales y soluciones innovadoras para los retos sociales, económicos y medioambientales del presente. Algo que sin duda alguna pasa por trabajar de manera aún más prioritaria en tres áreas que ya lo eran: sostenibilidad, digitalización y transparencia.
Como punto de partida, y base de lo que no debemos olvidar en ningún momento, ¿qué es un museo? Según la definición acordada por el ICOM en 2007, una institución sin fines lucrativos, permanente, al servicio de la sociedad y de su desarrollo, abierta al público, que adquiere, conserva, investiga, comunica y expone el patrimonio material e inmaterial de la humanidad y su medio ambiente con fines de educación, estudio y recreo.
Sostenibilidad
Funciones que cruzadas con las bases (económica, social y medioambiental) de la sostenibilidad nos dicen que, sin duda alguna, el valor de un museo está en su segunda dimensión, la social. Por supuesto que es necesario que su cuenta de resultados acabe el 31 de diciembre con signo positivo, y que sea probable que requiera para ello de apoyo público (vía Ministerio, Consejerías o Ayuntamientos) o privado (buscando más la filantropía que el patrocinio para no correr el riesgo de convertirse en una herramienta de imagen de su financiador) con que compensar lo que no ha sido capaz de alcanzar con sus propios recursos (humanos y técnicos) y medios (venta de entradas, alquiler de espacios, patrocinio de actividades, derechos de imagen, edición de publicaciones…).
Pero si se cuantifica y transmite públicamente el valor generado, así como el modo en que obtienen y dedican las cifras de su presupuesto, ese déficit numérico seguro que será ampliamente comprendido por la mayoría del público. Para ello el museo ha de dar a conocer su papel en el aquí y ahora de nuestra sociedad; qué genera en los visitantes, usuarios y destinatarios de su labor; o cuántos y qué variables caracterizan a los que se benefician intelectual y económicamente de él.
Desde la catalogación y preservación de los fondos que atesora en sus almacenes y muestra en sus salas -legado que nos permite entender quiénes somos y cómo hemos llegado hasta aquí-, la labor educativa que realiza complementando los contenidos curriculares de las distintas etapas de la educación formal, la investigadora que puede desarrollar tanto en colaboración con el mundo universitario y académico como con el empresarial, o los negocios aledaños que son visitados como consecuencia del imán turístico y vecinal que son muchos de ellos.
Objetivos complementarios de otros que exigen considerar la diversidad de condiciones e intereses de los muchos colectivos de nuestra ciudadanía, desde aquellos con capacidades (físicas, sensoriales, psicológicas o intelectuales) diferentes, como los excluidos por cualquier condicionante (raza, sexo, religión…) y para los que todo museo puede ser un lugar de encuentro y diálogo tanto con otras personas como con historias que les muestren y les hagan sentir que son parte necesaria y fundamental de la comunidad que formamos entre todos.
Unas puertas que deben abrirse, o hacerlo aún más, a nuevas ideas y propuestas creativas con las que confrontar, complementar, hacer crecer y hasta corregir, si fuera necesario, las narrativas que han acogido hasta ahora. Discursos en los que seguro tienen cabida contenidos y lecturas medioambientales con las que acercar el peso que esta dimensión de la sostenibilidad tiene en el día a día de nuestras vidas y lo necesario que es su cuidado para que los que nos sucedan puedan disfrutar del mundo en el que vivimos de igual, o incluso mejor, manera en que lo hacemos nosotros.
Digitalización
Si hubo una práctica en auge tanto durante las semanas de confinamiento como desde entonces, esta ha sido la de la digitalización. Ya sabíamos que el futuro nos llevaba hacia ahí, pero éste llegó mucho antes de lo esperado y nos ha pillado sin estar preparados y ahora corremos para saber qué tenemos que hacer para ser verdaderamente digitales y cómo maximizar sus posibilidades.
Tenemos claro que la digitalización nos permite llegar a nuevos públicos, fundamentalmente a los alejados geográficamente, ofrecer más a los ya existentes y atraer a otros que, pudiendo, no se habían acercado hasta ahora a los museos próximos a ellos. Pero no debemos olvidar que la virtualidad de una pantalla no podrá sustituir en ningún caso a la vivencia de la experiencia física, a las emociones del encuentro personal. Asimismo, que, como toda innovación, su implementación debe hacerse cuidando no dejar a nadie atrás, lo que exige poner el foco en la alfabetización digital de los no familiarizados con esta manera de relacionarnos cada vez más habitual y preponderante.
Transparencia
Y todo ello pasa por una continua comunicación que tenga como máxima tanto la de mostrarse como la de dejarse interrogar. No solo publicitar los datos y opiniones que el museo considera que dan fe de su trabajo, sino también facilitar de manera abierta, honesta y completa la información solicitada por sus diferentes grupos de interés (prestando especial atención a sus propios empleados). Una labor que va más allá de disponer de una página web completa, ser activo en redes sociales y atender las llamadas de los periodistas con el objetivo ya señalado, “dar a conocer su papel en el aquí y ahora de nuestra sociedad”.
Un diálogo entendido como pieza clave de su modelo de gestión y de ser y estar en el ecosistema social y político en el que está circunscrito, pero que, a su vez, bien dirigido y analizado, puede convertirse en guía de su actuación e influir, convenientemente, en el crecimiento y consolidación de su reputación, así como en la continua evolución de su identidad y misión. Una tarea nada fácil, y en la que toda colaboración sectorial siempre es positiva, pero que cada museo ha de trabajar por sí mismo para situarse y permanecer en ese punto entre el aquí y allí, el antes y el después en el que entregarse a la labor de recuperar, imaginar y reimaginar tanto su futuro como el de la sociedad de la que forma parte.