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“La verdad ignorada” de Emilio Peral Vega

Explicitación de la homosexualidad de algunos de los autores más reconocidos de la literatura española a la hora de leer, analizar y relacionar su obra. No solo como una consideración biográfica sino como una característica personal que determinó los temas y enfoques de sus creaciones. Ensayo que ejemplifica la necesidad de ir más allá de lo establecido a la hora de determinar, considerar y valorar a nuestros referentes.

A Federico García Lorca le gustaban los hombres. Al igual que a Vicente Aleixandre o a Luis Cernuda. A estas alturas nadie se atreve a negar esto, pero en demasiadas ocasiones se deja aun a un lado a la hora de hablar sobre ellos, presentar su escritura o introducirnos en lo que pretendían relatarnos a través de esta. Por este motivo es importante contar con ensayos como este que se presenta bajo el subtítulo Homoerotismo masculino y literatura en España (1890-1936). Como señala su autor en su introducción, no se trata de una propuesta exhaustiva, pero sí de una muestra de lo que podemos descubrir si nos acercamos a los nombres a estudiar y conocer desde una perspectiva más íntima y honesta con quienes y cómo fueron, sintieron y vivieron.

Como ejemplo, me ha resultado muy interesante la confluencia entre las veladuras de los sonetos de William Shakespeare y los poemas de Jacinto Benavente que propone Peral Vega, así como entre las obras teatrales de ambos. En cuanto a su estructura, pero también en el papel que cumplen algunos personajes por su manera de proponerse y manifestarse. Asunto en el que se puede deducir aún más cuando se recurre a lo que sucedía en la vida personal de nuestro Premio Nobel, tal y como evidencian los fragmentos seleccionados de su correspondencia.

Tomo nota de las tres novelas galantes en las que se profundiza, El martirio de San Sebastián (1917) de Antonio de Hoyos y Vicent, Las locas de postín (1919) de Álvaro Retana y El ángel de Sodoma (1928) de Alonso Hernández Catá. Títulos que leer para indagar en lo que La verdad ignorada expone. Cómo se entraba de lleno en aquella época en la cuestión homosexual, las motivaciones y excusas con que se le daba protagonismo, y los prejuicios -y, en alguna ocasión, finalidad moralizante- con que se abordaba su tratamiento argumental. Otro tanto haré con Sortilegio, texto teatral de 1930 de Gregorio Martínez Sierra y María de la O Lejárraga, inédito editorialmente hasta ahora e incluido como apéndice en este volumen.

La certeza de que lo literario es personal queda claro en los capítulos dedicados a Luis Cernuda y Eduardo Blanco-Amor. En ellos, Emilio formula un triángulo explicativo conformado por lo escrito por ambos poetas, las relaciones que tuvieron y las conexiones entre uno y otro ángulo. No trata de establecer únicamente orígenes y consecuencias, sino de mostrar cómo su vida sentimental y los estados emocionales asociados a esta, además de la influencia del entorno social en el que se desenvolvían, marcó la obra por la que son conocidos. He ahí el contraste entre Los placeres prohibidos (1931) y Donde habite el olvido (1933), en el caso del sevillano, o lo que expuso el orensano en Horizonte evadido (1936).

La verdad ignorada, Emilio Peral Vega, 2021, Ediciones Cátedra.

«Espacios de libertad» de Juan Pablo Fusi

La modernidad y creatividad cultural que en buena medida vivimos hoy en día no tienen nada que ver con la aridez que nuestro país vivió en este campo tras el inicio de la dictadura franquista. Este ágil ensayo nos recuerda cuáles fueron las claves, las etapas, los retos y los nombres que hicieron que la renovación que comenzó en torno a 1960 diera como resultado un sistema completamente diferente una vez consolidada la democracia en la década de los 80.

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El fin de la Guerra Civil trajo consigo un sistema de poder en el que el franquismo negó el pasado más reciente y buscó referenciarse en hitos como la Reconquista, la unión de los Reyes Católicos y el Imperio en el que nunca se ponía el sol, al tiempo que dejaba el sistema y los contenidos educativos en manos de la Iglesia. Súmese a esto la represión expresiva, informativa e ideológica que prorrogaba la ya efectuada durante la contienda y la falta de medios materiales (alimento, transporte,…) para convertir el país en un páramo en el que cualquier atisbo de creación artística no solo tenía limitada la motivación, sino también su materialización y qué decir de su divulgación. Solo era posible aquello que comulgara con los principios del régimen, el ora et labora de la economía agrícola, la exaltación política de lo español y el castrante nacionalcatolicismo en lo social como se podían ver en construcciones como la del Valle de los Caídos o el Arco de la Victoria en Madrid.

Así fue durante las dos primeras décadas, resultado de factores como el aislamiento internacional debido a la II Guerra Mundial y el inicio de la Guerra Fría y a que la mayoría social del país seguía afectada por su vivencia de la fratricida contienda. Sin embargo, los años 50 implicaron una ligera apertura del régimen –acuerdos con EE.UU., entrada en NN.UU.- y la incorporación al sistema social de una nueva juventud que poco a poco fue introduciendo en sus manifestaciones –cine (Juan Antonio Bardem), música (Joaquín Rodrigo), literatura (Camilo José Cela), pintura (Rafael Canogar), ensayo histórico (Claudio Sánchez Albornoz), pensamiento filosófico (Julián Marías), análisis económico (Luis Ángel Rojo),…- un punto de vista realista a la situación que vivían. Un saldar cuentas con el pasado reciente a partir del cual se comenzó a mirar al futuro de manera decidida.

Algo que el conjunto del país fue haciendo a medida que se industrializaba y urbanizaba, aunque de manera muy desigual, y comenzaba a recordar su pasado más reciente –el denostado liberalismo del siglo XIX y el convulso comienzo del XX- y a plantearse nuevamente su identidad regional y nacional -como en la poesía de Blas de Otero y Luis Cernuda-. Tiempos de agitación social con protestas estudiantiles y sindicales y primeras reivindicaciones femeninas que chocaban con la censura y el inmovilismo de un régimen que se anclaba en sus posiciones al no tener una verdadera alternativa, aunque sí cierta oposición política de una izquierda cuya única estructura era la clandestina del Partido Comunista. Mientras el sistema se preocupaba por su pervivencia una vez que estuvo claro que la vida del Caudillo se acercaba a su fin, la sociedad clamaba por la llegada de la democracia, siendo secundario el hecho de que fuera como República o como Monarquía.

Sin embargo, no fue fácil llegar a ello, la violencia de ETA junto a la de otros grupos, además de la justificada como acción policial o judicial del Gobierno, hicieron temblar los cimientos de la evolución hacia nuevas formas de organización y gestión social, política, económica y territorial. Un ambiente de nuevas metas y preocupaciones que los autores de aquel momento recogieron en sus obras, he ahí el cine de Carlos Saura, la pintura de Eduardo Arroyo, los títulos de Fernando Savater o las novelas de Juan Marsé.

Tras el punto de inflexión que supuso el 20 de noviembre de 1975, el país supo hacer frente a las muchas dificultades que tuvo y pasó en cinco años de ser una dictadura a una joven democracia con una Constitución que la convertía en un estado formado por nacionalidades y regiones, regido por una Monarquía parlamentaria y organizado en diecisiete comunidades y dos ciudades autónomas. Una España que comenzó a mirar a su pasado más reciente, editando bibliografía al respecto prohibida hasta entonces (La guerra civil española, Hugh Thomas) o elaborándola ad hoc (Vida, pasión y muerte de Federico García Lorca de Ian Gibson, 1986), acogiendo iconos que la definían (llegada del Guernica de Picasso, 1981), dotándose de nuevas infraestructuras culturales (Museo Reina Sofía,  1986) y relatando nuevas historias (el cine de Pedro Almodóvar, la literatura de Eduardo Mendoza,…).

Tres décadas de nuestra historia formadas por las múltiples referencias que de manera ordenada Juan Pablo Fusil recoge en este ensayo de ágil y comprensible lectura, que se deben a todos los acontecimientos anteriores a los en él relatados y que tienen un epílogo que podemos extender perfectamente hasta nuestro presente.