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“Espías desde el cielo”, geopolítica y acción

Las guerras ya no se resuelven como hasta hace apenas una década, hoy se habla de inteligencia militar, acciones de contrainteligencia, conflictos asimétricos y efectos colaterales. Esto es lo que refleja con gran detalle y acierto esta cinta con un gran manejo de los tiempos y un brillante plantel de actores en el que destacan Helen Mirren,  Alan Rickman y Aaron Paul.

EspiasDesdeElCielo

Raro es el día que en un noticiario no se le dedican al menos un par de minutos a grupos como Daesh, Al-Qaeda, o milicias de cualquier otro tipo que no responden a fronteras ni a nombres de estados. Denominaciones asociadas a muertes indiscriminadas, a acciones y resultados que parecen de guerra, pero que nuestros gobiernos denominan terrorismo. Por otra parte, el salto de estas historias a la gran pantalla parece estar dando nacimiento a un nuevo género cinematográfico que resulta un híbrido entre el clásico bélico y una puesta al día del de acción, donde prima más la tensión y la humanización de las situaciones que el ya manido conflicto entre el bien y el mal.

Podríamos situar el prólogo de estas historias en la retransmisión en tiempo real que la CNN hizo de la Guerra del Golfo allá por 1990. Dos décadas después el desarrollo de las tecnologías de la información ha dado posibilidades inimaginables hasta hace poco a nuestros ejércitos. He ahí la fotografía de Barack Obama con su equipo de gobierno en mayo de 2011 viendo en tiempo real cómo los marines estadounidenses capturaban a Osama Bin-Laden, el terrorista más buscado del mundo en aquel momento. Una operación en la que tan solo estuvieron en tierra cuarenta minutos y que tan bien retrató una de las mejores películas de 2012, La noche más oscura.

En esa estela de tensión máxima –como la que también pudo verse en En tierra hostil, Oscar a la mejor película de 2008- es donde se sitúa Espías desde el cielo. La acción se sitúa en Kenia, en una operación conjunta entre Reino Unido y EE.UU. para intentar evitar que dos conciudadanos suyos cometan un atentado suicida con el que llevarse por delante la vida de decenas de personas. Sin embargo, los protagonistas de la trama se dividen entre Nairobi, Londres y Hawaii, el lugar en el que hay que desarrollar la misión, el emplazamiento donde se toman las decisiones políticas y la base desde la que se dirige la intervención militar que apenas durará unas horas y que veremos desde su inicio hasta su final. Durante buena parte de ella casi en tiempo real, en el que es uno de los aciertos de esta cinta, poner su tempo narrativo al servicio de la historia y no recurrir al entretenimiento fácil a modo de acción continua. Lo que hace es colocar al espectador en una posición se suspense inteligente, compartiendo con él las dudas humanas, los riesgos y los complejos equilibrios que exige la coordinación de una misión tan delicada.

Como en el terreno militar, todo está contenido y dirigido para conseguir la máxima precisión posible y el objetivo propuesto, que no es otro que mostrar una historia que se desarrolla de manera paralela en varios escenarios. Del lado interpretativo, los actores cuentan con la dificultad de dialogar entre ellos sin llegar a compartir plano en ningún momento, en unos papeles donde todo su trabajo recae en la fuerza y expresividad de su rostro contenido frente a la cámara. Labor que resuelven de manera exitosa nombres tan solventes como son la reina Helen Mirren, Alan Rickman en el que ha sido uno de los últimos papeles de su vida antes de fallecer el pasado enero, y el joven Aaron Paul.

“El francotirador”, patriótico Clint Eastwood

A caballo entre la exaltación republicana del servicio y amor a la patria, y la crudeza de los efectos de la guerra no solo directamente sobre los que están en el frente, sino también los secundarios posteriores y los colaterales en los que forman parte de su vida a miles de kilómetros.

Cartel_El_francotirador

No hay nada tan americano para muchos de sus ciudadanos como la devoción por las barras y estrellas de su bandera, así como la defensa a ultranza de su nación cuando consideran que su supremacía, integridad o bienestar está en riesgo. Ese es el punto de partida de esta historia real, y ahora también cinematográfica de la mano de Clint Eastwood, que se inicia contando como Chris Kyle, un texano aspirante a cowboy, decidió convertirse tras los ataques a las embajadas norteamericanas en Kenia y Tanzania en agosto de 1998 en un integrante de los SEAL, las tropas de élite del ejército estadounidense. A partir de ahí dos acontecimientos, su matrimonio y los atentados del 11-S de 2001 marcan de manera conjunta su vida, más aún cuando es enviado a la guerra de Irak cuando se inicia este conflicto en 2003.

Una introducción en la que el maestro Eastwood presenta el tono que tendrá su relato: objetivo, asertivo, pegado a la realidad, dejándonos ver sin efectismos visuales ni épica alguna los elementos que la forman, emociones incluidas, pero sin posicionarse de su lado. Algo que hace también con los dos hilos conductores con los que hace progresar esta historia, el protagonista militar y su mujer, encarnados por Bradley Cooper y Siena Miller. Dos caracteres que sirven para retratar los efectos que los conflictos bélicos tienen sobre las personas en un doble plano, tanto sobre las que están en el frente de guerra como sobre los que, aun estando en otras coordenadas temporales y geográficas, sufren violencia física y psíquica como consecuencia del conflicto.

Ambos actores cumplen eficazmente con su misión. Bradley Cooper demuestra que va camino de ser un actor con la misma versatilidad que los que hicieron del cine un arte clásico, añádase al temple bélico y la contención del conflicto psicológico que tiene en este “El francotirador” –junto a su transformación física-, las dotes cómicas (“Resacón en Las Vegas”) o románticas (“El lado bueno de las cosas”) ya demostradas en el pasado.  Por la suya, Siena Miller constituye una fuerza física que hace que un personaje sin casi vis individual alguna tenga su propia entidad en pantalla frente al dominio argumental que el guión da a su partenaire masculino.

Lo que comienza siendo una muestra sin fisura alguna de patriotismo –que podría parecer de tinte republicano- y compromiso con la patria, va derivando hacia una reflexión sobre el precio a pagar que este esfuerzo supone y si hay líneas rojas en la entrega e implicación personal que no se deben pasar. “El francotirador” no entra en moralismos sobre las causas o sentido del conflicto ni debate sobre su ética o justificación, se limita a contarnos la vivencia día a día tanto de los soldados americanos, profesionales con una misión, que luchan sobre el terreno, como de aquellos que les quieren y esperan a miles de kilómetros.

Un relato en pantalla sobrio e inteligente –construido fundamentalmente a partir de un maestro uso del sonido, el montaje y la fotografía-, directo, crudo, sin pudor, sin adornos, donde el protagonismo recae sobre los acontecimientos y las situaciones límites que estos plantean: matar para no morir, tirar sobre mujeres o niños como medida preventiva, el ataque como defensa o como venganza, disparar como deber o como placer, o el balance entre el compromiso profesional y el familiar.

Planteamientos que recuerdan a los dos últimos títulos de Kathryn Bigellow, “En tierra hostil” –sobre una brigada antiexplosivos también en la guerra de Irak- y “La noche más larga” -acerca de la captura de Bin Laden en Pakistán-, y que prolongan con un muy buen resultado la trayectoria de Clint Eastwood como director de historias en escenarios bélicos (“Banderas de nuestros padres” y “Cartas desde Iwo Jima”), ensalzando los valores americanos (“Gran Torino” o “Million dollar baby”) y construyendo películas con un ritmo sosegado y preciso (“Sin perdón” o “Medianoche en el jardín del bien y del mal”) al servicio de su espectador.