La combinación de Julia Roberts y George Clooney despierta curiosidad, y saber que tras ellos está Jodie Foster, genera expectativas. La historia tiene un ritmo adecuado, los actores están perfectamente en su sitio, los diálogos son correctos, no hay nada de falsa épica en el desarrollo de este secuestro televisivo. Pero la suma de estas piezas tan bien diseñadas no termina de encajar y el resultado se queda en la categoría de algo que podría haber sido pero que no es.
Jodie Foster se ha acercado a la dirección cinematográfica en contadas ocasiones hasta ahora, la última de ellas cinco años atrás (El castor) tras un paréntesis de más de quince desde su anterior proyecto tras la cámara (A casa por vacaciones). Un tomárselo con calma que parece haber adoptado también en su carrera como actriz tras una dilatada carrera de más de tres décadas desde que Scorsese la descubriera en Taxi Driver.
Con lo aprendido en rodajes como los que le valieron dos Oscar –Acusados y El silencio de los corderos– Foster se inició en su día en la dirección, una faceta que seguro considera mucho más creativa que las propuestas interpretativas que le llegan de un tiempo a esta parte.
Money Monster es el programa de televisión sobre finanzas y consejos de inversión en bolsa que presenta un histriónico George Clooney encarnando a una estrella de la pequeña pantalla sin más principios que los de su telegenia. La directora es una sobria, correcta y equilibrada Julia Roberts que cuando comienza el secuestro en directo del que es víctima tanto la emisión como todo el equipo, se revela como una persona con gran e innata capacidad de liderazgo y control. La acción se desarrolla de manera contenida, con los sobresaltos que le corresponde a cualquier situación violentamente inesperada, pero sin añadir artificio alguno con el que incrementar innecesariamente el ruido o la angustia de lo que está sucediendo.
A su debido tiempo conocemos las motivaciones del hombre que tiene en sus manos las posibilidades de hacer que todo salte por los aires, pero tarda en llegar aquello a lo que la trama quiere llevarnos después. Quizás sea intencionado para hacernos apreciar el vacío informativo y el silencio ilógico en el que nos hemos de mover en todo el mundo los millones de usuarios de a pie del sistema financiero, pero cinematográficamente ese tiempo nos hace sentirnos suspendidos en la nada, sin saber exactamente por qué ni para qué. Posteriormente y una vez que nos hace partícipes de cuál era esa realidad que no veíamos, la combinación de secuestro con investigación, el debate moral sobre el conflicto entre lo ético y lo legal y periodistas buscando la información necesaria para contar su noticia, no termina de cuajar y todo ocurre en la pantalla porque así es como transcurre, pero no para no contarnos algo en concreto.
Los encuadres son perfectos, el montaje el adecuado, la expresividad de Clooney y la sobriedad de Roberts son las que marca el guión. Está claro que Foster tiene sensibilidad, que sabe los elementos que necesita y como ordenarlos, graduarlos y combinarlos, pero tanto cuidado porque todo resulte correcto hace que se le cuelen en la puesta en escena algunos vacíos y detalles innecesarios que hacen que Money Monster no tenga el brillo que podría haber tenido.