Ágil monólogo que nos muestra las muchas facetas -escritora, literata, erudita, intelectual, gallega, esposa, madre,…- de una mujer que se negó a asumir las limitaciones que los hombres de su tiempo imponían a las de su sexo. Un texto de amplio registro –de lo público a lo íntimo, de lo académico a lo familiar- tan bien interpretado por Pilar Gómez como bien escrito por Noelia Adánez y Anna R. Costa.
La condesa de Pardo Bazán siempre tuvo claro que su vida hubiera sido mucho más fácil si su nombre hubiera acabado en o en lugar de en a, si se hubiera llamado Emilio en lugar de Emilia. Pero eso nunca la frenó. Así se lo cuenta a una platea convertida en una tribuna de espectadores a la que asisten nombres por todos conocidos como Menéndez Pelayo, Leopoldo Alas Clarín, Emilio Castelar o José María Pereda y a los que se dirige directamente para recordar los absurdos y banales argumentos con que la critican –y hasta la desprecian- por el único hecho de ser mujer.
Nuestra protagonista nos cuenta cómo tuvo que reivindicarse, defenderse, explicarse y justificarse continuamente para hacerse valer. Algo que consiguió, pero invirtiendo en el proceso tanta energía como autoestima para no dejarse vencer por argumentos tan absurdos como que la ternura propia de las de su género la inhabilitaba para la atención y la profundidad que exige el pensamiento racional, o insultantes como que no podía ser miembro de la RAE porque su culo no cabía en una de sus sillas (Juan Valera dixit).
Quizás por su práctica literaria del naturalismo literario fue consciente de sus fortalezas y habilidades, que no tuvo pudor alguno en manifestar sin traza alguna de modestia siempre que fuera necesario presentarse o reivindicarse. Un estilo y unas características que Noelia y Anna, autoras de este monólogo, han tomado como guía para su escritura, combinando lo académico con lo espontáneo, la riqueza de lo elaborado para llegar a la síntesis que nos presenta con la frescura de la exposición oral a la que está destinado. El resultado es un texto con mucha calidad, a la altura del personaje que describe y que es también el encargado de enunciarlo, convirtiéndose tanto en su aliado como en su principal competidor a la hora de ganarse la atención y la consideración como elemento principal de la representación por parte del público.
La encargada de resolver estas tablas es Pilar Gómez, quien se funde completamente con la autora de Los pazos de Ulloa para trasladarnos con emoción y convicción la resolución con que la también catedrática y traductora asumió el fin de su matrimonio, la alegría con que vivió su maternidad, la serenidad con que se correspondió amorosamente con Benito Pérez-Galdós, la convicción con que reivindicó el derecho a la educación de las mujeres o el tesón con que practicó el ejercicio de la literatura, dejando a su muerte en 1921 un legado de decenas de novelas, relatos, ensayos, obras de teatro, libros de viaje y artículos periodísticos.
Un recuerdo que sería aún más rico si cuando doña Carmen Polo entró en el Pazo de Meiras no hubiera mandado destruir toda la documentación que aún quedaba de ella en la que durante mucho tiempo fue una de sus residencias, además de lugar de trabajo. Un motivo más para reivindicar a esta extraordinaria mujer y escritora.
Emilia, en Teatro del Barrio (Madrid).