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“Dirty dancing”, nostalgia adolescente

La película por la que siempre recordaremos a Patrick Swayze y Jennifer Grey vuelve a los cines tres décadas después de su estreno original. Las salas están faltas de novedades comerciales y el marketing pretende que la añoranza nos lleve a ellas. El señuelo es revivir cuanto disfrutamos con esta película cuando éramos adolescentes. El riesgo es constatar que ya no lo somos y que nuestros gustos han cambiado mucho más de lo que nos creemos.

La primera vez que escuché I’ve had the time of my life sentí estar viviendo una experiencia imposible de definir y describir. Aquella canción me hizo vibrar como solo las grandes canciones lo consiguen. Los vellos preadolescentes que comenzaban a asomarse en mis brazos y piernas como escarpias, la piel de gallina, deseaba saber inglés para ser la voz de esas notas, acordes y arreglos que me elevaban. Cuando sonaba en la radio o en televisión me paralizaba, había que aprovechar aquel instante único, ¡no sabía cuándo la volvería a escuchar! Era demasiado joven como para que me dejaran ir al cine solo y tampoco me llevaron, con lo que no vi Dirty Dancing hasta unos años más tarde en televisión. Esa noche deseé que mi siguiente verano fuera rebelde y sin adultos, bailando y sin obligaciones y, puestos a soñar, practicando pasos de baile con Patrick Swayze.

Recuerdo comprar la banda sonora con uno de mis primeros sueldos, cuando elegías bien el álbum con el que querías hacerte porque seleccionar uno implicaba no escuchar otros. Me gustaron mucho, muchísimo, todos los temas, no solo el que ganó el Oscar. En particular Love is strange que me evocaba la escena en la que sonaba, Johny y Baby derrochando sensualidad y sexualidad con sus miradas y movimientos mientras ensayan su coreografía. Aún hoy la sigo escuchando, aunque ya no recurro al cd (quedó guardado en alguna caja y esta a su vez olvidada en algún rincón), sino a Spotify o a YouTube. No recuerdo cuándo exactamente, pero volví a ver la película, quizás en alguna plataforma de streaming y mi recuerdo se esfumó.

Me resultó ñoña y edulcorada, exudando un romanticismo de carpeta de instituto, prototípica del conservadurismo, la corrección y los cardados con kilos de laca de la sociedad norteamericana de los 80 del siglo XX. Personajes construidos a base de tópicos, lineales y con escasos matices, algunos resultaban más caricaturas que realidades. Aunque he de reconocer que salvo de esta quema las secuencias que comparten Patrick y Jeniffer.

A él por su presencia, a ella por su mirada, y a los dos por la química que transmiten cuando bailan juntos, aunque la leyenda negra que estos días vuelve a revivir y que nadie acierta a señalar cuándo ni cómo comenzó dice que se llevaban fatal y que el rodaje fue un infierno. Probables trucos de publicistas para conseguir promoción extra, puede que recursos banales de medios de comunicación para rellenar páginas y minutos de sus programas tanto ahora como cuando se estrenó en 1987 (en EE.UU., a España llegaría el 24 de junio de 1988).

A los que la tacharon de atrevida y moderna por una de sus tramas, les digo que fue pacata y nada disruptora. El aborto era un asunto de actualidad como resultado de la postura en contra de la administración Reagan -de la misma manera que en nuestro país por la oposición de la Iglesia y de buena parte de la sociedad a la ley que lo despenalizó en 1985- y Hollywood siempre ha sabido servirse de la actualidad para atraer nuestra atención y vender más entradas. Y en esta ocasión vendió muchas, la 20th Century Fox invirtió seis millones de dólares en su producción y acabó consiguiendo con ella más de 213.

Está claro que una película como mejor se ve y se disfruta es en pantalla grande, pero el paso del tiempo no es solo cruel con las personas, también lo puede ser con el séptimo arte por mucha remasterización digital que se le aplique a sus obras si la producción no tenía la suficiente calidad o si no estuvo dotada de los mimbres de la atemporalidad, algo que no se sabe hasta que éste transcurre. Dirty Dancing fue un producto de su época y lo más probable es que si la volvemos a ver a oscuras, sentados en una butaca acompañados de decenas de desconocidos y con un cubo de palomitas entre las manos nos demos cuenta no solo de que sigue siendo una cinta adolescente, sino de que nosotros ya no lo somos.  

Ellas

Faltan muchas, pero las que están en este post han protagonizado algunos de los momentos más mágicos y maravillosos que el cine nos ha dado. 

Ellas

Meryl Streep mirándose al espejo en “Los puentes de Madison”. Nicole Kidman desvistiéndose en “Eyes wide shut”. Anna Magnani exhudando supervivencia en “Roma, ciudad abierta”. El absoluto descaro de Rita Hayworth en “Gilda”. La sonrisa infinita de Julia Roberts en “Pretty woman”. La risa de Greta Garbo en “Ninotchka”. Katharine Hepburn, sentimiento a flor de piel “En el estanque dorado”. El quid pro quo de Jodie Foster con Hannibal Lecter en “El silencio de los corderos”. La alocada Barbra Streisand en bici por las calles de San Francisco en “¿Qué me pasa, doctor?”. Diane Keaton diciendo “he tenido tanto amor en mi vida” en “La habitación de Marvin”. Bjork soñando con una realidad paralela musical en “Bailar en la oscuridad”. El sufrimiento sin fin de Jane Wyman en «Obsesión» y el de Lana Turner en «Imitación a la vida».

Ingrid Bergman deseando tanto lo imposible como lo marcado por el destino en “Casablanca”. Vivien Leigh poniendo a Dios por testigo en “Lo que el viento se llevó”. Holly Hunter gritando en silencio en “El piano”. Juliette Binoche leyendo con los dedos la partitura en “Tres colores: azul”. La histriónica Gloria Swanson de “El crepúsculo de los dioses”. La fotogénica, hermosa y bella Emmanuelle Béart de “Nelly y el Sr. Arnaud”. Marisa Paredes y Victoria Abril discutiendo en “Tacones lejanos”. La desequilibrada Isabelle Huppert de “La pianista”. Olivia de Havilland cerrando la puerta en la última secuencia de “La heredera”. La interrogada Sharon Stone de “Instinto básico”. Audrey Hepburn buscando al gato bajo la lluvia en “Desayuno con diamantes”.

Kathleen Turner y Angelica Houston, arrolladoras en “El honor de los Prizzi”. El drama de Ali MacGraw diciendo “amar significa no tener que decir nunca lo siento” en “Love story”. Penélope Cruz sin lógica alguna en “Vicky Cristina Barcelona”. La seducción de Barbara Stanwyck en “Perdición”. La inocencia de Natalie Wood en “West side story”. La absurda ingenuidad de Renée Zellweger vestida de conejita de Playboy o luciendo faja en «El diario de Bridget Jones». Bette Davis y Joan Crawford, locas, muy locas en “¿Qué fue de Baby Jane?”. Jennifer Hudson cantándole a su hombre And I´m telling you en “Dreamgirls”. Marilyn Monroe avanzando por el andén en “Con faldas y a lo loco”. Elizabeth Taylor llena de rabia en “La gata sobre el tejado de zinc”. Las lágrimas de Demi Moore en “Ghost”. La virginidad de Liv Tyler en “Belleza robada”.

La elegancia de Ava Gardner en “55 días en Pekín” sin hacer nada, solo porque sí. La almibarada Olivia Newton John de “Grease”. Madonna, entregada peronista en “Evita”. Jennifer Grey bailando en “Dirty Dancing” y Catherine Zeta-Jones en «Chicago». La candidez de Judy Garland en “El mago de oz”. Las ganas de disfrutar la vida de Liza Minelli en “Cabaret”. El monólogo, vistiendo únicamente una camiseta, de Julianne Moore en “Vidas cruzadas”. Annette Bening como una contrariada esposa en “American Beauty”. La sufrida y valiente Cecilia Roth de «Todo sobre mi madre». Faye Dunaway disparando a diestro y siniestro en «Bonnie & Clyde». Las eternas piernas de Cyd Charisse en «Cantando bajo la lluvia». La enigmática Kim Novak de «Vértigo» y la radiante Grace Kelly de «La ventana indiscreta».

La soledad de Scarlett Johansson en “Lost in translation”. Carmen Maura recitando la receta del gazpacho en “Mujeres al borde de un ataque de nervios”. Julie Andrews en todas las canciones de “Sonrisas y lágrimas”. La magia que desprende Cher en “Hechizo de luna”. La acosada Jessica Lange de “El cabo del miedo”. La fuerza infinita de Sophia Loren en “Madre coraje”. La dualidad de Natalie Portman en “El cisne negro”. Las retadoras miradas de Lauren Bacall en “El sueño eterno”. Susan Sarandon y Geena Davis queriendo dejar su pasado atrás en “Thelma & Louise”. La expresividad de Marlee Matlin en “Hijos de un dios menos”. Glenn Close, desatada en “Atracción fatal”. Ellas y muchas más.

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